Sidebar

[Offcanvas] Navegación superior

19
Vie, Abr
82 New Articles

Política
Typography
  • Smaller Small Medium Big Bigger
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

El Congreso de la Central aprobó los tres puntos propuestos por su Mesa Directiva.Un buen momento para reflexionar sobre la necesidad de definir qué es lo importante, qué es lo necesario y qué lo urgente.

Ayer en el microestadio de Lanús no hubo sorpresas y, tal como se había anticipado, el 12 Congreso de la CTA votó a mano alzada y por unanimidad las tres propuestas por la que se convocó a esta instancia.

Así, su Mesa Directiva tiene mandato para avanzar en un proceso de unificación con la CGT, e integrar a la central al diálogo por “una concertación social” que, según lo anunció, buscará Alberto Fernández en caso de ser elegido presidente.

Pero asimismo, el Congreso acordó -de cara al 27 de octubre- ratificar el apoyo al binomio Fernández-Fernández porque, explicó Hugo Yasky, “la independencia de clase no es neutralidad”.

Lo hizo en un marco relevante, en el que se dieron cita delegados de todo país, entre ellos, representantes de la Corriente Nacional Agustín Tosco y el MTL.

Ahí estuvieron –entre otros- dirigentes de la CGT, el Frente Sindical y la CTA Autónoma, así como de más de una decena de organizaciones gremiales de nuestra región y Europa.

También legisladores e intendentes peronistas, junto a candidatos del Frente de Todos, entre ellos, el propio Alberto Fernández quien, al cerrar el acto, aseveró que el escenario que deja la Presidencia Macri, “es casi un país igual como el que recibimos en 2003”.

En este sentido trazó un recorrido en el que expresó su mirada sobre las presidencias que sucedieron a la dictadura instaurada en 1976. Hubo elogios para Raúl Alfonsín, Néstor Kirchner y Cristina Fernández, así como duras críticas para Menem, De la Rúa y Macri.

Fernández recalcó: “estamos ante un nuevo desafío, porque somos nosotros los que tenemos que poner de pie a la Argentina que ellos siempre tiran abajo”.

En esta misma dirección, ratificó la mirada productivista que propone para después del 10 de diciembre. “Me preguntan de dónde voy a sacar la plata y yo digo que voy a sacar la plata de dejar de pagar la usura que se llevan los bancos”, ya que “vamos a dejar de pagarle a los usureros para que los maestros tengan un salario digno, para pagarle a los jubilados, para que todos los trabajadores tengan su paritaria”.

Así las cosas, la CTA de los Trabajadores comienza formalmente a desandar el camino que -así lo espera- la lleve a fusionarse con la CGT.

Es un recorrido que, sin dudas, presenta zonas de turbulencias ¿Qué va a pasar con los sindicatos que se superponen? ¿Qué resolución tendrá la interna que atraviesa a la CGT y que reconoce, al menos, dos grandes bloques enfrentados?

 

La lucha sigue y es de clases

 

A la hora de concurrir al Congreso y apoyar los puntos propuestos por la Mesa Directiva, la Conat fue clara al señalar que lo hacía en la comprensión de la importancia que tiene “la unidad de la clase trabajadora para defender nuestros derechos, derrotar al neoliberalismo y al neocolonialismo y continuar la construcción de un espacio antiimperialista que reivindique la Patria Grande y construya la correlación de fuerzas necesaria para profundizar los procesos nacionales, populares y revolucionarios latinoamericanos con perspectiva emancipatoria”.

La definición vuelve a poner de relieve la pertinencia de advertir con precisión qué se corresponde a un movimiento táctico, qué responde a la necesidad de la coyuntura y qué a la mirada estratégica. Esto no es otra cosa que la necesidad de definir qué es lo importante, qué es lo necesario y qué lo urgente.

Los tres puntos votados ayer por el Congreso de la CTA, se sustentan en la idea de que el Estado Liberal Burgués puede ser el motor y organizador, para que el sistema capitalista recupere su equilibrio y se reestructure.

Y que, en pos de la construcción de una reorganización de la hegemonía social, lo haga por medio de acuerdos capaces de reacomodar a las diferentes facciones del capital coordinadas –en cierta armonía- con el universo del trabajo.

Esta mirada parte de la creencia de que capitalismo y democracia son la misma cosa, por lo que no existiría posibilidad de democracia sin capitalismo.

Entonces, el problema sería el capitalismo financiero o el neoliberalismo, pero jamás el capitalismo en sí como sistema que lleva la explotación inscripta en su ADN y que se expresa desde una relación especifica entre los universos del capital y el trabajo.

Por eso, desde esa perspectiva, se cree que una actitud virtuosa en la administración del Estado Liberal Burgués permitiría establecer un límite a esa manifestación del capitalismo actual que, así, sería sólo una suerte de exceso.

Así, desde esa línea de pensamiento, con el avance de la democracia liberal burguesa, el acuerdo policlasista permitiría formalizar legislación que aplacaría el instinto genocida del capitalismo.

Es decir, que en todo esto, subyace el mito del capitalismo bueno. Pero aunque se reconoce a la democracia liberal burguesa como sistema de poder, se evita reflexionar acerca de la imposibilidad de que -aún profundizándola- se pueda constituir como factor de ataque de los criterios de la dominación del capital.

Por eso, desde lo discursivo y la propuesta concreta de gestión, se presenta al “pacto” como la fórmula apta para frenar el desastre que impone el Gobierno Cambiemos, pero también como una forma de volver a esa suerte de edad dorada del Estado de Bienestar.

¿Pero podrá esa fórmula ser capaz, esta vez, de no ser sólo un momento que permita la recuperación del capitalismo, tras otro momento de crisis económica que el mismo sistema provocó?

¿Podrá desligarse de la tentación de proceder mediante reformas y paliativos -tal como lo hizo históricamente- a convertir ese instrumento en herramienta para intentar acotar la lucha, descomprimir la radicalización y toma de consciencia de la clase obrera?

Y es aquí donde se explica por qué lo importante es aportar para que termine el Gobierno Cambiemos y, para ello, es necesario hacer lo propio -desde una mirada táctica- a la construcción de unidad y acción en el territorio, lo sindical y lo político.

Pero más allá de cualquier movimiento de coyuntura e incluso táctico, y por encima de cualquier intento de pacto que tienda a conciliar sectores, lo permanente es la lucha de clases y esto lejos está de ser una formalización abstracta.

Y esto es así porque la dinámica de expansión del capital es finita y uno de sus límites son los propios explotados.

Entonces, a una racionalidad que postula que mercado y capitalismo -en cualquiera de sus variantes- es la única forma de organización social, se le debe oponer otra mucho más sensata a la hora de la constatación empírica.

Por eso, lo importante y lo necesario no deben ir en desmedro de lo urgente, que es la formación de fuerza propia que actúe sobre aquello que es evidente, aquí y ahora, como pocas veces antes.

Porque es poco probable que se detenga la dinámica de explotación que sustenta a la revalorización y acumulación del capital, porque lo que nunca se detiene es la lucha de clases. Y es seguro que existe otra forma de democracia que se construye por afuera de las relaciones que establece el capital, y es la verdadera.