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Mar, Abr
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Política
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Vuelve el putsch y otra vez el ceo de Mercado Libre. Monotributo Social, emprendedurismo, empresa en red, tercerización y precariado, el glosario del cambio cultural de Cambiemos.

Después de que con el telón de fondo del G-20 Mauricio Macri volviera sobre el tema, desde la massmedia de gobierno y sectores empresarios, se multiplican voces que exigen que se avance en una reforma laboral.

Esto no es nuevo. Un año atrás, a instancias de lo que acordara con el FMI, el ejecutivo intentó que el Congreso aprobara un paquetazo que incluía reformas regresivas en los sistemas tributario, laboral y jubilatorio.

Esa vez, la movilización popular impidió que el capítulo laboral se convirtiera en Ley, pero pese a esto el Gobierno Cambiemos avanzó en la línea de lo que –meses antes- ya había acordado con el FMI y para ello genera condiciones que favorecen que, fácticamente, se recorte salario, derechos laborales y se destruyan convenios.

Las cifras del tarifazo perpetrado desde diciembre de 2015 son elocuentes: las naftas aumentaron en promedio 150 por ciento, los medicamentos  alrededor del 330, 550 los alquileres, 2.300 la tarifa de electricidad y 3.200 la de gas.

Mientras tanto, el salario de los trabajadores que se desempeñan en una relación de formalidad laboral, se recuperó sólo un 115 por ciento en promedio. Más abajo quedan los ingresos de quienes no están regularizados, de aquellos que hacen changas y ni que hablar los que están desocupados.

En este contexto, un reciente relevamiento del centro de Capacitación y Estudios sobre el Trabajo y el Desarrollo (CETyD) de la Universidad Nacional de San Martín, da cuenta de la forma en que la recesión pulverizó 123 mil empleos entre enero y septiembre de este año.

Este estudio advierte que “los datos son particularmente preocupantes”, porque el total del trabajo registrado que incluye categorías como asalariados privados y públicos, monotributistas y autónomos, no había mostrado caídas sostenidas durante los previos.

Aquí vale recordar que quienes se especializan en el análisis de la problemática laboral, coinciden en que por cada puesto que se pierde en el sector formal se destruyen -al menos- otros dos en el de la informalidad.

Este relevamiento alerta sobre un panorama preocupante también para el mediano plazo, a la luz de lo que surge de encuestas hechas entre empresarios sobre la evolución del empleo para los próximos tres meses, que brindan los resultados más negativos desde 2004.

El informe del CETyD, indica que casi la mitad de los empresarios encuestados en octubre, dice que va a reducir la planta de trabajadores de su firma.

Uno de los escenarios más preocupantes es el que se presenta en el empleo industrial, ya que de noviembre de 2015 a septiembre de 2018, 101 mil trabajadores de este sector se quedaron en la calle.

Cuando Macri se instaló en La Rosada, el empleo en el sector privado crecía, al menos, a un ritmo moderado: entre 2011 y 2015 se pasó de 6.100.000 a 6.300.000 trabajadores, pero con el Gobierno Cambiemos ya se llevan perdidos 51.254 puestos.

Esto impacta en muchos niveles: la reducción drástica del consumo interno enfría la actividad económica y pone nocaut al sector pyme que es el que genera el 75 por ciento del empleo formal y el 52 de PIB.

Por eso es que nadie debe sorprenderse cuando incluso desde instituciones clave del universo capitalista –como la Ocde- se advierte que Argentina va a seguir en recesión durante todo 2019. Para ese año, los datos oficiales -y optimistas- del Gobierno Cambiemos, hablan de una caída del PIB de 1,2 por ciento, mientras que para 2018 dicen que el derrumbe es de 2,4.

 

Así es el mercado

 

Lo cierto es que la destrucción de trabajo –y sobre todo formal- parece ser una marca registrada del Gobierno Cambiemos ¿Pero por qué?

Uno de los principales protagonistas del putsch en favor de la reforma laboral regresiva es Marcos Galperin –CEO mimado por Macri- quien suele poner al creador de Mercado Libre como el ejemplo del emprendedurismo que, según su perspectiva, es la clave del futuro de la relación entre capital y trabajo.

La destrucción de la normativa que impone obligaciones a las patronales para proteger el trabajo formal y de calidad, aún dentro de los límites capitalistas, es pieza clave en este rediseño. Por eso, mientras que los que pueden se refugian en el monotributo social, el índice de desempleo vuelve a trepar por encima de los dos dígitos.

Como otras veces Galperin, un abanderado del “cambio cultural” que se intenta imponer desde diciembre de 2015, volvió a salir con los tapones de punta contra los sindicatos y exigió modificar lo que denominó “un marco laboral anticuado”.

“En el mediano plazo, si no reformamos nuestro marco laboral, no solo los sindicatos, será muy difícil salir adelante”, aseveró Galperín, quien pese a presentarse como un cruzado del libre mercado, exige que el Estado lo asista cuando algún gigante del e-commerce amaga con tomar posiciones en el país.

Tampoco pone cara de asco cuando le pide –y se lo dan- al Banco Nación un crédito por cuatro mil millones, lo que significa ocho veces más que lo que la Afip le demanda por impuestos que no pagó cuando se amparó en un régimen de promoción que no le correspondía.

Pero, de todos modos, Galperín volvió a cargar con un argumento clásico de Cambiemos, cuando señaló que “el marco laboral argentino es terriblemente anticuado”, ya que “está hecho para un país de hace cien años, protege empleos de la era industrial que son los empleos repetitivos que los robots y las máquinas van a reemplazar”.

La clave de la reforma laboral regresiva que pretende imponer el gobierno, está en la flexibilización –y destrucción- de las condiciones que actualmente posee la relación entre capital y trabajo. Esto sintoniza con conceptos como empresa en red, tercerización y emprendedurismo que, desde esa mirada, deberían reemplazar a la estructura clásica piramidal y su diseño de contratación.

La Ley de Contrato de Trabajo vigente, establece que la empresa que comanda el proceso productivo es responsable solidaria ante cualquier incumplimiento en que incurriera cualquier contratista. Este criterio está entre los que pretenden destruir.

Si lo logran, cualquier empresa que tercerice parte de su actividad en una contratista que -a su vez- subcontrate a otra que vulnera derechos laborales, ya no será responsable solidaria, por lo que los trabajadores damnificados quedarían agarrados del pincel.

El Gobierno Cambiemos busca imponer lo que ya es una práctica habitual entre las multinacionales: de esto también va aquello de volver al mundo que tanto gusta en La Rosada.

Es que reemplazar el criterio piramidal por el de red, está vinculado con la maximización de la tasa de ganancia a costillas de los trabajadores.

Pero esto no es todo. La destrucción del modelo piramidal y el consecuente fomento de la tercerización, favorece la desarticulación de la unidad productiva -la fábrica y empresa- como espacio de resistencia y organización de los trabajadores.

Porque bajo el diseño en red, los trabajadores pueden coexistir dentro de un mismo espacio, pero con actividad regida por diferentes convenios y patronales, empresas que -como mamushkas- se esconden una dentro de otra, tercerización tras tercerización, subcontrata tras subcontrata.

Es que en la genética capitalista está el afán por desarticular el espacio de resistencia y organización, para avanzar en la sustitución del proletariado por otra figura, el precariado. Y, desde ahí, cumplir con su sueño de destruir la lucha de clases.