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Aborto Legal, Seguro y Gratuita - En esta columna, la abogada Silvina Perugino reflexiona sobre este tema.

Hemos asistido en los últimos meses a uno de los debates-hitos en la historia del feminismo de Argentina, el debate en  el congreso de la nación del derecho al aborto legal seguro y gratuito. Sólo asimilable al debate por el sufragio o el divorcio y que luego de dos intentos fallidos en los años 2011 y 2014, llega por fin al recinto del poder legislativo nacional.

Este debate, además tiene la particularidad de darse en el marco de un gobierno neoliberal en el país, y en un claro proceso de retroceso en cuanto al acceso de derechos, así como en lo que respecta a la vigencia de las garantías constitucionales y al respeto por los derechos humanos. Es decir, desde la asunción de Mauricio Macri al gobierno, a través de la alianza Cambiemos, se han  puesto en marcha políticas propias del neoliberalismo. El corrimiento del Estado en cuanto garante de derechos con ejemplos claros en recortes a sistemas de protección refuerza la idea de un Estado al servicio de una clase, y en detrimento de las grandes mayorías, tal como lo concibió el liberalismo desde sus inicios. Esta parcialidad de Estado Liberal, se configura no sólo desde la noción de clase sino también desde la noción de género. En este sentido muchas vimos no sin asombro como avanzaba el debate y la media sanción en diputados. Cabe señalar también ciertas paradojas neoliberales en cuanto a que en momento del despliegue del sistema las mujeres como grupo social hemos tenido ciertas conquistas de derechos, como lo fue en la reforma constitucional de 1994, sin perjuicio que será para un análisis en otros artículos, la real dimensión de los tratados de derechos humanos en un mundo capitalista y como usina legal de organismos como la ONU y la OEA. Este proceso de avanzada del conservadurismo en Argentina, también se enmarca en un contexto mundial y específicamente en lo que respecta a América Latina, se presenta en un escenario de desestabilización de los gobiernos populares, e incluso en ese contexto la campaña por el aborto legal seguro y gratuito en Argentina es tomada para impulsar otras campañas en países vecinos. Según el relevamiento de LATFEM En Chile, México, Venezuela, Perú, Paraguay, Costa Rica y Brasil las articulaciones feministas tomaron más fuerzas después del histórico 13J (Alcaraz), cabe señalar que solo Cuba (1965) y Uruguay (2012) tienen legalizado el acceso al derecho y la capital de México (2007).

Pese a la reciente irrupción del debate en términos sociales y políticos, el mismo viene de larga data. Las prácticas abortivas y no reproductivas, vienen a conformar la historia de las mujeres y de los cuerpos gestantes en términos milenarios. Dichas prácticas ancestrales, junto con la medicina han sido aspectos donde el rol de las mujeres ha sido fundamental para el desarrollo. Específicamente en lo que respecta a la reproducción y no reproducción, a los partos y los abortos, han sido ámbitos desarrollados por las mujeres, y ámbitos comunitarios, sociales. Luego, con el advenimiento de sistemas políticos de privatización de la tierra y de la preponderancia de lo privado por sobre lo público, la medicina comenzó a transformarse en una institución más legitimadora de ese sistema, un sistema además de producción que luego a lo largo de los años dará paso al capitalismo (Federici). La medicina así, pasa a erigirse como uno de los dispositivos de control del capitalismo (Foucault) y se apropia de las prácticas reproductivas y no reproductivas. Dice Federici que ese lugar de mujeres esa escena de la mujer pariendo o llevando adelante prácticas abortivas pasó a ser un lugar de despojo, la mujeres fueron sacadas de le escena, y en el centro se colocó a la ciencia médica representada por el hombre, (tengamos en cuenta que las instancias de enseñanza-aprendizaje de la medicina también nos fue expropiada a lo largo de la historia).

En este contexto ocurre una doble expropiación, el Estado expropia las dos acciones, la de parir y la de abortar. En la de parir coloca en el centro al médico, representante de la institución médica y en última instancia representante del Estado, en la escena del aborto coloca a la ley representando el interés de ese mismo estado, en cuanto la necesidad de la reproducción de sus nacionales. En uno y otro escenario las mujeres perdemos poder, poder en términos políticos. Este tópico aun persiste. La institución médica fue centro del debate, las cuestiones de la biomedicina se ponderaron de manera exagerada por sobre las vidas, los cuerpos, los deseos de la mujeres. La institución médica como sistema de verificación (Preciado) sigue legitimada, incluso desde el feminismo.

Este proceso resumido por cierto, y que ahondaremos a lo largo de los artículos, concluye en tomar el cuerpo de las mujeres desde la perceptiva capitalista de trabajo reproductivo. Así como el cuerpo de los varones se convierte en una máquina de producción, el cuerpo de las mujeres se convierte en una máquina para la reproducción. Este es el eje a partir del cual el Estado neoliberal y capitalista se interesa en la apropiación de la posibilidad de abortar, y claro, la deniega. Esa transformación del cuerpo de las mujeres tiene su antesala en la división sexual del trabajo (Marx) y se historiza por primera vez en el famoso texto de Engels “El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado”, la familia así se transforma en el dispositivo de control más perfecto para las mujeres, y también para que los varones encuentren allí no solo el sosiego para seguir produciendo sino también para reproducir el abuso de poder que por su parte padecen en el terreno laboral fuera del hogar. Esa compleja familia, ponderará el trabajo reproductivo de la mujer, y seguirá en avanzada con la expropiación de derechos de las mismas: el derecho al goce, al desarrollo profesional, personal, entre otros. En lo que respecta al derecho al goce, al varón se le creará otra institución para garantizárselo, la institución de la prostitución. Esta familia, en estos términos, también fue eje del debate.

Se torna necesario en este punto, hacer hincapié en el rol dado a la familia por la religión. Una religión que en dos de sus principales exponentes, como la iglesia católica y la iglesia evangélica se han movilizado en contra del derecho al aborto, y han sido en el último tiempo-previo al debate en el senado de la nación-, claves para inclinar la decisión a favor de la continuidad de la clandestinidad del aborto. Un iglesia católica de claro retroceso, enfrentada al gobierno de Cambiemos, y atravesando una proceso de apostasías colectivas acrecentadas en el último tiempo luego del debate pero que además, hace tiempo ha abandonado parte del territorio de la provincia de Buenos Aires y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, conservando allí casi solamente los sectores de la oligarquía, pero que sigue con fortalezas en el interior del país y en gran parte el interior de la provincia de Buenos Aires, y una iglesia evangélica (en términos generales, no abordaremos aquí las diferentes ramas de las mismas) que gana terreno en el conurbano bonaerense y en CABA y que empieza a hacerse cargo de ese trabajo territorial abandonado por el catolicismo. Una iglesia evangélica, que en su estrategia política, hace una demostración de fuerza en contra del aborto legal y también lo hace de cara al catolicismo, en cuanto disputas políticas de recursos estatales, y de cuya aparición y desarrollo desde el feminismo no hemos tomado aun la merecida nota. Sucede que el problema más grande que se nos presenta es la religión. Y más en momentos de avanzadas neoliberales donde a quien le falte el pan en la tierra deberá creer en los manjares del cielo. Marx, en Ideología Alemana, plantea que los momentos de retrocesos económicos no son los mejores momentos para las revoluciones, porque quien esté preocupado por alimentarse mal no puede pensar en hacer revoluciones, en esta línea podemos afirmar que esos tiempos, malos para las revoluciones pueden ser auspiciosos para las religiones.

Una religión que en términos históricos ha sido también herramienta fundamental en el desarrollo del Estado moderno que mencionábamos al inicio. Y que ha profundizado desde lo subjetivo la ponderación del espacio de la familia como el espacio íntimo, y ese traslado del cuerpo de las mujeres del ámbito público al privado, de lo comunitario a lo individual, el traspaso de la concepción del cuerpo social de las mujeres al cuerpo como propiedad individual.

Resulta necesario en este sentido, y en cuanto a seguir profundizando el debate por el aborto, reconfigurar el significado del cuerpo social de las mujeres, y poner en tensión la mirada liberal del propio debate. Mi cuerpo es mío: en términos liberales ¿pedimos que se legalice el aborto porque con mi cuerpo hago lo que quiero? Es necesario tensionar si la premisa de hacer con nuestro cuerpo lo que queremos, incluso en el hipotético caso de que el aborto sea aprobado, cuaja en un sistema capitalista. Por otro lado resulta indispensable debatir si la lucha por el aborto debe inscribirse en la lucha por la “decisión libre” dentro del capitalismo, sobre un cuerpo que ¿es mío? O debe inscribirse en la recuperación del cuerpo social de las mujeres, en la recuperación de esa escena donde el parto y el aborto tenían a la mujer como centro de la decisión y de la acción, no mediadas por los intereses de un sistema de producción.

Ese cuerpo social, que es también el que sufre los embates de la clandestinidad, desde el rechazo por parte del senado se conocieron públicamente dos casos de muerte de mujeres por la falta de legalización del aborto. Esta cifra cabe destacar es por cierto incierta ya que la penalización de la práctica impide al sistema de salud generar un registro de prácticas abortivas, por lo cual se estima un número mucho mayor de muertes debido a la llamada cifra negra.

Es entonces ese cuerpo social de las mujeres llevado a la clandestinidad y llevado a la muerte, en una decisión por parte del estado, que es ese mismo cuerpo social quien debe morir (Mbembe).

Ese cuerpo social que conformó una especie de aparición en las calles invernales de la Argentina para exigir la aprobación de la ley.

Porque este debate, esta ley, la ganaremos como la suma de las individualidades. O, ¿será nuestra reconfiguración como cuerpo social la que nos permita la victoria?