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Comuna Argentina y el documento "Para una nueva imaginación democrática" sigue sumando adhesiones.

Al tiempo que propicia la participación en el debate público nacional, sigue sumando adhesiones el colectivo de intelectuales, artistas e investigadores Comuna Argentina y el documento "Para una nueva imaginación democrática".
Desde que se presentó a principios de junio, el Manifiesto Liminar ya supera las setecientas adhesiones y, según se informó, se prepara una gran asamblea que se llevará a cabo por medio una plataforma virtual para que participen los adherente a la plataforma.
Vale recordar que el Manifiesto convoca a una nueva “imaginación democrática” que ayude a la “reconstrucción de un Estado que pueda recuperar su autonomía ante poderes económicos y políticos”, para poner su “capacidad de intervención en el cuidado y preservación de la vida de todos los seres que lo componen”.
Entre otros intelectuales, suscriben esta declaración destacadas personalidades como Dora Barrancos, Jorge Alemán, Ivana Brighenti, Atilio Borón, Stella Calloni, Tania Caputo, Ricardo Forster, Horacio González, Noé Jitrik, Julieta Grispan, Ángela Lerena, Alexia Massholder, Hernán Randi, Marcelo F. Rodríguez y Raúl Zaffaroni.


A continuación el texto:

Crisis


El contexto global de la pandemia es el de la continuidad de la mayor crisis de la historia del capitalismo. Pone al desnudo las relaciones de producción y compromete las relaciones entre trabajo y capital. En ella perduran aspectos financieros, energéticos, culturales y económicos. Sus manifestaciones emergen en términos humanitarios, ambientales y alimentarios. Constituyen una gran y única crisis, sobredeterminante: la crisis civilizatoria del capitalismo, un proceso en el cual el sistema, aunque busque disimularlo enfrenta una vasta decadencia. Esta crisis es fundamentalmente política en el sentido más hondo de su expresión: están en juego tanto nuestra condición humana como la tierra y el mundo que habitamos, y exige los mayores esfuerzos teóricos y políticos por comprender la naturaleza de lo que acontece y esbozar estrategias para el mundo que viene. Sin dudas, la preocupación por la preservación de la vida y el cuidado del mundo común son los dos grandes temas que recorren la historia de la humanidad desde sus comienzos. Los derechos y las libertades que los seres humanos hemos alcanzado son obra de la política: de las luchas políticas y sociales que hombres, mujeres y subjetividades diversas hemos llevado adelante a lo largo de la historia. Desde fines de los años 70 y comienzos de los 80, el neoliberalismo se ha instalado como recomposición de un modelo consensual societario y de organización del poder. Y bajo formas más o menos violentas minó todo proyecto social alternativo. Creemos necesario y urgente abrir entonces un espacio de discusión democrática sobre los grandes dramas que atraviesan la Argentina: la cuestión de la deuda; la precarización laboral, el futuro del trabajo y de los y las trabajadoras; los modos de producción y consumo dominante; la necesidad de constitución de un sistema de bienes comunes; la educación pública, las ciencias y las artes; las desigualdades de clase, raza, etnia, género, geográficas, entre otras.

 

Imaginación democrática


Necesitamos una nueva imaginación democrática, que será teoría y movimiento. Sostenemos los valores de la democracia en tanto poder del pueblo. Por eso decimos que democracia y neoliberalismo son incompatibles. Porque son, precisamente, los valores, culturas, instituciones y prácticas democráticas las que están siendo destruidas por la neoliberalización del mundo que convierte todos los ámbitos de la vida en mercancía. El capitalismo es desigualdad, desesperación, hambre, explotación y muerte. Expresiones verificables en la vida material del ser. Por eso instamos a una mayor democratización, que es una radicalización de la democracia. Democracia radical significa igualdad, libertad, felicidad, relaciones armónicas con la naturaleza y la comunidad, el quiebre definitivo de las explotaciones. Por eso apelamos a una profundización de la democracia. En la democracia radical el pueblo participa, administra, decide, encuentra su praxis correspondiente, y en clases sociales convergentes en un conjunto social abigarrado y plural el elemento activo de su emancipación. Abogamos por una democracia libertaria, social, plebeya, plurinacional, republicana, hospitalaria, plural, feminista y antipatriarcal. Contra el “discurso neoliberal” que reserva la política a la clase dominante, democracia es la forma de sociedad en la que cualquiera puede hacer política y elegir libremente su forma de vida, y en la que los referentes sociales surgen desde una raíz popular, emergentes de luchas sociales y de resistencias a la injusticia. Cualquiera es más un conjunto social con conciencia que un mero individuo: una fuerza dinámica de transformación social, atravesado por las borrascas de la historia popular, atento a las diversidades genéricas, habitado por las enseñanzas de los feminismos y los movimientos sociales, que ha hecho propias las formas descolonizadoras, antirraciales y antiesclavistas, que sabe de los cuidados necesarios para la ecología, que recuerda palmariamente que habitamos un continente que es también indígena y campesino, signo de Nuestra América mestiza. Un conjunto social que haga valer sus intereses comunes y en el cual se pueda sintetizar la sociedad civil de la época post pandémica. Momento de síntesis de las grandes mayorías, que se mueve en el interés y el deseo de las grandes mayorías. Llamamos a la constitución de un “nuevo bloque histórico” en la lucha por la democracia como autogobierno del pueblo.

 

Estado


Es tarea democrática la reconstrucción del Estado y la nación sobre la base de un nuevo humanismo crítico. Se precisa un nuevo Estado que no puede ser sin una “nueva teoría del Estado”. Que pueda recuperar su autonomía ante poderes económicos y políticos que –tal como aconteció con el gobierno de la Alianza Cambiemos– buscan colonizarlo e instrumentalizarlo en tanto gestor de sus intereses. Con capacidad de intervención en el cuidado y preservación de la vida de todos los seres que lo componen, pero también que pueda ser atravesado por las fuerzas más vitales y democráticas de la sociedad. Esto es: un Estado que pueda devenir plebeyo. Su fuerza deberá corresponderse necesariamente con una nueva energía popular, aplicada menos a la salvación de los bancos, de las grandes empresas nacionales –pero de características transnacionales–, y al fortalecimiento de su poder de control que a una expansión e intensificación de lo público. Esa energía vitalista, creemos, debe expresarse en la justa ponderación de los bienes sociales. El nuevo Estado nace de la imaginación crítica de la comprensión capitalista de la vida para apelar a una refundación de nuevas formas de vida libres e igualitarias. Es en la comunalidad de los bienes, cuando son sociales, el lugar donde se sostiene la libre-igualdad.

 

Economía


Frente al falso dilema “vida” o “economía”, planteado por los representantes del poder económico concentrado y del pensamiento neoliberal, surge la necesidad vital de transformar el modo de organización de la economía, que es un modo de organizar la riqueza siempre común que produce toda sociedad y de la cual depende. El capitalismo es una máquina de guerra que funciona a través de la explotación, la desposesión y la concentración de la riqueza en pocas manos, sustrayendo tierras, bienes, conocimientos, vidas y cuerpos, al mismo tiempo que produce otros cuerpos abyectos, vidas y formas de vida desechables. Una economía igualitaria no será una economía de la escasez sino una economía de la abundancia, vitalista, tal como ha quedado plasmado en las más altas expresiones de la crítica de la economía política. El orden neoliberal se despliega como gestión de la escasez y la miseria planificada, puesto que arroja a tres cuartas partes de la población mundial a condiciones de precariedad absoluta. Aún no sabemos el nombre que deberá tener esa “nueva economía”: economía social, solidaria, humanista o de bienes comunes son, sin dudas, algunos de los nombres que deberán surgir de una gran conversación colectiva. Pero seguro no deberá ser ya una economía de explotación y dominio al servicio del gran capital, sino una economía al servicio de la vida, de la sociedad y de la nación. Valorizante de los bienes sociales/comunes indispensables para crear vida humana. Contraria a la economía política neoliberal y a sus ilusiones de armonía entre los agentes económicos. Contraria a la sociedad como sociedad de meros comerciantes. Una economía que pueda concebir la salud, la educación (funcional al sistema capitalista y paradójicamente capaz de formar sujetos críticos respecto de ese mismo sistema), el trabajo digno, el hábitat y la vivienda, los bienes culturales, la alimentación y el cuidado de la naturaleza como derechos humanos fundamentales.

 

Patria grande


Argentina es un país en disputa. Entre una clase dominante carente de proyecto nacional para las grandes mayorías, pero con capacidad de interpelación político-comunicacional y apoyo de los países centrales; y un bloque social heterogéneo que aún debe configurarse como bloque político con un proyecto cultural verdaderamente democrático. En términos generales, las élites latinoamericanas se han distraído respecto de ese rumbo histórico vigente entre la segunda posguerra y la década de 1970, que sintetizaba una aspiración de desarrollo, autonomía y progreso. Han declinado también una lectura propia del orden mundial, de sus propios intereses y naturalizaron la colonización intelectual de los Estados Unidos con sus fundaciones, ONGs y tanques de pensamiento. A la dependencia de nuestra región se le sumó la super-dependencia financiera y la abdicación ideológica del alto empresariado “latinoamericano” frente a la globalización neoliberal. El proceso de deterioro cultural de Brasil y la extranjerización/reprimarización de su economía son un síntoma del estado de postración de nuestra región y del grado de derrota estratégica de la burguesía latinoamericana, subordinada culturalmente a los lineamientos del orden global. Brasil sintetiza el fracaso de la modernidad capitalista latinoamericana y marca un cierre de época. De forma sistemática, la globalización neoliberal concentra la riqueza en reducidos estratos de la población mundial. Complementariamente, produce frustraciones y tensiones para las grandes mayorías populares. Su operatoria tiende a desarticular las características de nuestras sociedades: los logros en materia de cohesión social, las capacidades inmanentes para imaginar un futuro atractivo, los saberes productivos y tecnológicos, los poderes de un Estado con sus herramientas de intervención y regulación. La inserción latinoamericana –fallida– en el proceso de globalización degradó a las clases populares y alienó cultural y socialmente a las clases medias. La falta de compromiso con el destino nacional de la elite económica y social permeó también a sectores medios subordinados ideológicamente. El límite del proyecto de la derecha es la incapacidad del empresariado local para sostener un proyecto democrático y de inclusión. El neoliberalismo vernáculo ha demostrado ser incapaz de concretar políticamente lo que ofrece como discurso (con el cual seduce a vastos sectores). Frente a esta escena, la nueva imaginación democrática debe concentrar su energía para elaborar una situación inaugural: el proyecto emancipatorio de la Patria Grande. Fuerza latente que tiene la capacidad de consolidarse, apelando a un pensamiento rigurosamente alternativo al orden dominante, con organización intelectual, política y comunicacional, por medio de la elaboración de un discurso público que sea expresión de clases convergentes en un conjunto social abigarrado.

 

Libertad


La cuarentena no es solo una de las formas de las políticas sociales de urgencia. Es una forma de resguardar la libertad sustantiva en nombre de restringir provisoriamente los movimientos que ahora conducen al contagio y pueden provocar la muerte. Por lo tanto, la libertad no solo consiste en la superficie de nuestros movimientos puestos en peligro por el solo hecho de que se realicen, sino de no hacerlos para resguardar nuestra propia libertad y la de los otros. Es la libertad comunitaria que limita por libre decisión una parte de sus movimientos para resguardar la libertad esencial de vida completa de un vasto conjunto humano. La arcaica forma del pensamiento interpreta la libertad como si fuera una cápsula privativa adquirida como un privilegio que desconocemos, pero que al serlo, restringe libertades concretas de una parte sensible del resto de la población. Quieren hacer añicos la cuarentena llamando a una productividad que no es otra cosa que la libertad de mercado que desequilibra todo el resto de las libertades, jerarquizándolas para unos y reduciéndolas para la mayoría. Lo que implica una grave decisión de desconocer las inevitables medidas de aislamiento en ámbitos poblacionales muy expuestos al contagio. Las personas libres somos las que reconocemos esta paradoja, se evita la circulación contaminante que no es libertad sino su pérdida futura, para proteger la vida que es el basamento efectivo de toda libertad autoconsciente y de toda plenitud circulatoria futura. Los factores de poder dominante que atacan la decisión de la cuarentena desde una suerte de libertad enclaustrada, ciegamente movidos por un drama universal que no comprenden, no saben que la libertad primera es la que parte de pensar la vida no como una inversión probabilística de los muertos que ya estarían contemplados en la cuota estadística que tienen en mente las grandes corporaciones financieras. Son quienes alegan la vuelta de una economía compulsiva que siempre tuvo en claro que debía presupuestar previamente las muertes necesarias que las estadísticas empresariales dictaminaban como imprescindibles para poner en marcha los sistemas productivistas de la racionalidad instrumental. La cuarentena, en cambio, está regulada y pensada como forma de despejar los oscuros obstáculos que hay ahora sobre nuestras vidas y por lo tanto sobre nuestra libertad. Es la única forma de impedir sin sofismas un desmoronamiento del trabajo, lo que nunca ellos protegieron y los que con sus maniobras corporativas en realidad siempre lo coartaron o despreciaron. Las desiguales condiciones de existencia material precisan un Estado activo en el cuidado de los sectores precarizados. Frente a esto es prioritario avanzar en un sistema impositivo más progresivo y en una más justa distribución de la riqueza. Libertad sin igualdad es dominación.

 

Latinoamericanismo

 

Los grandes momentos en la construcción del pensamiento social crítico latinoamericano –la teoría de la dependencia, la filosofía de la liberación, la pedagogía del oprimido, la investigación acción participativa, la teología de la liberación, el indigenismo, la negritud, la experiencia del grupo Comuna en Bolivia– expresan su potencia y también sus límites frente a las actuales circunstancias. Que que convoca a un “Nuevo latinoamericanismo” que recupere las mejores expresiones culturales, estéticas, filosóficas, económicas, científicas y tecnológicas de Nuestra América, como así también la de nuestras grandes tradiciones políticas y de luchas populares: indígenas, democrático-liberales, socialistas, nacional-populares, feministas, ambientalistas y las de un sindicalismo de base y democrático. Decir Nuestra América es nombrar también una nueva forma del internacionalismo, entendido como espacio de diálogo e integración entre los distintos movimientos y fuerzas del mundo que hablan la lengua común de la emancipación. América Latina es hoy un territorio de/en disputa: la vuelta de golpes de Estado, la presencia de derechas falsamente democráticas y el surgimiento de neofascismos han puesto a la región en uno de los momentos más dramáticos de su historia. Pero en nosotros habita una experiencia: la de América Latina de comienzos de siglo XXI convertida en un riquísimo laboratorio de experimentación democrática. Reivindicamos los gobiernos populares que han generado una serie de transformaciones fundamentales. Esas experiencias, unidas a la resistencia al neoliberalismo, constituyen el horizonte de nuestras luchas futuras. Imaginación democrática latinoamericana, en cada latitud del continente, significa establecer alianzas estratégicas en contra de la reacción conservadora y en favor de una democracia –más intensa y más extensa– con organizaciones sociales, políticas, culturales, gremiales, hermanas de espíritu igualitario.

 

Chispa


Las revoluciones pertenecen a la historia y al presente de lucha de los pueblos. Nos reconocemos herederos de los grandes movimientos populares cuyas ideas de “libertad”, “igualdad”, “fraternidad”, “solidaridad”, “emancipación”, “liberación” “justicia social” nos constituyen en tanto sujetos políticos. Hacemos propias las luchas antipatriarcales y la necesidad del cuidado del ambiente, que urgen en nuestro tiempo y marcan el signo de los movimientos populares contemporáneos. Las condiciones para la transformación del mundo en un sentido democrático radican, por un lado, en la conformación de una razón crítica de todas y cada una de las formas de dominación y explotación (comenzando por el capitalismo, el colonialismo y el patriarcado); por otro, en la constitución de un sujeto político colectivo necesariamente heterogéneo y plural para que pueda llevar adelante esas transformaciones necesarias. Son tiempos difíciles, y aun así, promisorios: nos enfrentamos a nuevos peligros que son nuevas dominaciones; pero también sabemos que surgirán nuevas luchas. Algunas las impulsaremos, otras las acompañaremos. Asumimos el desafío de la unidad en la diversidad y de la reflexión colectiva. Por eso convocamos a quienes nos sentimos parte del Frente de Todxs, como a todas las fuerzas democráticas y populares, a trabajar por la construcción de un gran movimiento por la democratización de nuestras naciones. Estamos ante “nuevos tiempos”, su devenir dependerá de nuestra capacidad de encontrar nuevas formas de imaginación democrática: actos creativos desatados de una voluntad masiva de lucha y de la racionalidad reflexiva.

 

Comuna Argentina


Nuestro nombre. Ligazón entre la sociedad civil, el ala del conflicto, y el Estado. Una construcción social-corporal de conocimientos teóricos y prácticos, experiencias comunes, de invención, de afectos y de acción social. Espacio de reflexión, debate y organización del actor social popular, sujeto que sintetiza la energía capaz de declinar la dominación retrógrada del orden neoliberal y postular un nuevo orden social alternativo.