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Arturo Marcos Lozza (1939-2019)

Nació en Buenos Aires, amaba a su mujer, a sus hijos y el mar, disfrutaba de una mesa bien servida y de escribir sobre las luchas populares en nuestro país y más allá. En 1986 recibió el premio José Martí de periodismo otorgado en La Habana, Cuba, por su libro Chile sublevado, reportaje al FPMR. Fue autor de varias obras, entre ellas Osvaldo Pugliese al Colón y Tiempo de huelgas, basado en relatos de Florindo Moretti. Su último libro fue dedicado a su padre: Cómo Raúl Lozza navegó contra la corriente y descubrió el arte concreto. En La Masacre de Rincón Bomba denunció el genocidio diseñado por Robustiano Patrón Costas y perpetrado por la gendarmería , en 1947, contra la comunidad originaria de pilagá. Y además de relatar cada una de las luchas obreras del último medio siglo, en decenas de artículos advirtió sobre las consecuencias de la minería a cielo abierto y la creciente extranjerización y concentración de la tierra en Argentina.

Arturo Lozza abrazó su gran pasión, el periodismo, en 1958. “Es mucha memoria la que acumulo como militante de las redacciones: diario La Hora (clausurado), Pueblo Unido (clausurado), Soluciones (clausurado), Revista Che (clausurada), Editorial Cartago (clausurada), Distribuidora Impulso (clausurada), Propósitos (varias veces clausurado), Nuestra Palabra (clausurada), Informe (redacción asaltada por un “grupo de tareas” de la dictadura genocida que asesina a uno de mis compañeros, el periodista Román Mentaberry), muchos años pasé cambiando domicilios para despistar persecuciones, muchos años pasé distribuyendo periodismo clandestino y mirando a mis espaldas, he sido víctima de jueces cómplices, conocí cárceles en varias dictaduras y gobiernos civiles ‘democráticos’. En esos años pude verificar ‘en carne propia’ lo que significó el monopolio de Papel Prensa a favor de Clarín y La Nación y en detrimento de los que queríamos divulgar otro mensaje, el de la democracia del pueblo, el de la soberanía y la liberación, el mensaje de la unidad antiimperialista”, escribió –y se describió- hace unos años, cuando se debatía la Ley de Medios.

Estábamos en 2010 y Arturo presagiaba lo que se venía: “Comenzamos a darle batalla en escala mayor a esa mafia. De todos modos, falta mucho. Será una pelea durísima, quizás la más dura, porque el Grupo Clarín tiene ramificaciones profundas en todos lados, a nivel político, a nivel judicial y sobre todo en los servicios de inteligencia (nacionales y extranjeros). Pero le hemos abierto una brecha, y ninguno de mis colegas debe quedar al margen: démosle batalla al enemigo principal, el que convierte en ‘realidad’ la mentira que le conviene al poder económico”.

Algo desvelaba a Arturo y nos lo hacía saber en las reuniones de redacción en Nuestra Propuesta: quienes ejercíamos el periodismo y nos movíamos en el terreno de la comunicación del Partido Comunista debíamos prepararnos mejor, estudiar, organizarnos, para dar esa batalla de ideas que Fidel definía, en 2003, como “nuestra arma política más poderosa”.

Arturo, verdadero maestro del periodismo militante, analizaba: “El enemigo convirtió a la comunicación en un elemento básico de dominación”. Y ante esto, reclamaba: “La estrategia comunicacional debe fundamentarse en considerar a cada militante como un comunicador, considerarlo y prepararlo como un combatiente en la lucha de ideas”.