Política
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Se viene la nueva etapa del Procrear como parte de un paquete de medidas de cara a la economía pospandemia. Sin embargo, existen límites y dificultades: ¿viviendas para todos los postergados?

Resulta difícil hoy, cuando la expansión del Covid-19 lejos de aflojar continúa creciendo en Argentina y el mundo, pensar en la pospandemia. Sin embargo, las tensiones que se articulan alrededor de esa nueva etapa, aunque acentuadas, son las de siempre: ¿quién va a asumir el costo de la reconstrucción? ¿Se va a privilegiar la ganancia empresarial de las corporaciones o la vida de las masas de trabajadores, cuentapropistas, pequeños y medianos comerciantes?
En Argentina la discusión parece ir por canales similares, aunque en el horizonte las alternativas más favorables a los sectores populares parecen de difícil cumplimiento por las presiones de los grupos de poder y la incapacidad del campo popular para acumular fuerza política.
Por eso, ante este escenario y al igual que en todo el mundo, el papel que asuma el Estado va a ser clave para inclinar la balanza hacia alguno de los lados.
En ese sentido, el gobierno nacional, con las dificultades expuestas en un contexto de profunda crisis sanitaria y económica, se propone relanzar una nueva etapa de los créditos Procrear, para que los sectores de ingresos medios y bajos puedan acceder a la vivienda o mejorar sus condiciones de hábitat.
Así lo explicó la según la ministra de Desarrollo Territorial y Hábitat, María Eugenia Bielsa, quien señaló que según el nuevo programa, durante lo que resta de este año y 2021, se planea construir -junto a Pymes del sector- más de catorce mil viviendas.
Para ello, el Estado nacional junto a los provinciales y municipios, pondrán a disposición del Procrear tierras y bienes fiscales estatales.
Esta decisión obedece a un diagnóstico certero, realizado por el ministerio que encabeza Bielsa: en muchas ocasiones hoy en Argentina es más caro y difícil acceder al suelo que a la vivienda.
En nuestro país, si se siguen los datos oficiales y se tienen en cuenta las estimaciones elaboradas por organizaciones populares, se puede establecer que el déficit habitacional es una problemática que afecta a cuatro millones de personas.
En su mayoría, se trata de trabajadores no calificados y/o no registrados, que comparten el mismo techo con al menos cuatro o cinco integrantes del grupo familiar, amigos o desconocidos con los que se juntan para compartir gastos.
El déficit habitacional es una problemática de los grandes centros urbanos, como el Amba, el Gran Rosario, el Gran Córdoba, Tucumán y Santa Fe. En estos conglomerados, la especulación inmobiliaria y financiera es uno de los factores a tener en cuenta, que se explica por la enorme cantidad de viviendas ociosas.
Pero el déficit habitacional también es un problema en el resto del país, debido a que otra dimensión del mismo problema es el acceso a la tierra.

Paradoja

Argentina se encuentra entre los países más extensos del mundo pero su población es pequeña. Por eso puede resultar paradójico que haya dificultades para acceder al suelo.
Sin embargo, esta característica estructural forma parte del proceso originario del Estado nacional y de sus clases dominantes, vinculadas al latifundio y la cría de ganado, hoy a la explotación del suelo y el agronegocio.
En el país de la “civilización con olor a bosta”, como dijo en algún momento Sarmiento, conseguir una porción de suelo para habitar y trabajar implica desafiar el orden mismo de las cosas.
Este racconto es necesario para situar la problemática del déficit habitacional hoy en día, en medio de una pandemia que no se sabe cuándo y cómo termina. Pero también en el de un momento de la crisis del capitalismo, en pleno desarrollo, que solo puede mensurarse con relación a la del 29.
En este contexto, la iniciativa de una nueva fase del Procrear, propone un compromiso por parte del gobierno a que el Estado asuma un rol protagónico en la reconstrucción económica: la construcción de nuevas viviendas motoriza el empleo y reactiva el mercado interno.
Pero en este punto, surge una nueva problemática: la cuestión del acceso. ¿Quiénes tienen derecho a una vivienda digna en Argentina?
La problemática de las condiciones de vida de los sectores populares quedó expuesta, nuevamente, en el inicio de la pandemia, momento en el que quedó en claro que las condiciones socioambientales de habitabilidad constituyen un prerrequisito mínimo para el bienestar de las personas.
Como planteamos en Nuestra Propuesta Diario, la dicotomía que surge es clara ¿La vivienda es el hogar donde habitar, construir proyectos, relaciones y sueños o debe ser una mera mercancía inserta en una cadena de valor que busca maximizar su propia tasa? En otras palabras: ¿La vivienda que es el hogar donde habitar, construir proyectos, relaciones y sueños es un derecho al que como máximo puede aspirar la denominada “clase media”?
Es necesario plantear, entonces, que una nueva etapa del Procrear es necesaria. La propuesta del nuevo Ministerio de Vivienda es un paso adelante en relación a la política de créditos leoninos llevada a cabo por el macrismo, que además puso a disposición del negocio inmobiliario los bienes del Estado que ahora pasarían a formar parte de proyectos de vivienda para las denominadas “clase media y media baja”.
Pero también es necesario plantear la problemática de la vivienda popular. En la actualidad, alrededor del cuarenta por ciento de la población trabajadora no está registrada, lo que equivale a decir que se encuentra por fuera de los requisitos mínimos para acceder a cualquier plan de vivienda que se construya en base a ingresos mínimos, antigüedad y estabilidad laboral.
Entonces, en este punto, es cuando se vuelve necesario poner patas arriba todos los paradigmas e invertir el orden de prioridades, que no significa más que subvertir el orden establecido.
En esta tarea, el Estado administrado por un gobierno contrario a los intereses neoliberales puede desempeñar un rol destacado, junto a las organizaciones populares, el sector cooperativo y las pequeñas y medianas empresas. Pero no puede hacerse con viejas recetas que ya mostraron sus límites. Es necesario pensar alternativas al neoliberalismo, pero también al neokeynesianismo, porque es mentira que con más y mejor capitalismo hay futuro.