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Vie, Abr
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Política
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Presidenciales en EE.UU. y un final abierto. Denuncias de fraude, votos que desaparecen y recriminaciones cruzadas ente los principales candidatos.

Con los resultados de Wisconsin recién salidos del horno, 248 contra 214 es la cantidad de votos electorales que, al cierre de esta edición, ya se habían garantizado –respectivamente- los binomios Demócrata y Republicano, en los comicios presidenciales que cerraron ayer en EE.UU.
Las dos cifras los ponen, por ahora, lejos de los 270 electores que garantizan el triunfo en una elección que volvió a desnudar la fragilidad de las encuestas de las principales agencias que, mayoritariamente, daban como cómoda vencedora a la fórmula integrada por Joe Biden y Kamala Harris sobre la que conforman Donald Trump y Mike Pence.
Pero también vuelve a dejar en calzoncillos a un sistema político-institucional que se jacta de ser la máxima expresión de la democracia. Porque en su propia esencia, el sistema electoral estadounidense es cuestionable, incluso, si se lo pondera a partir de los estándares a los que se acota la democracia liberal burguesa.
Es que en la formación estatal que se erige como paradigma del capitalismo, las personas no votan a su fórmula presidencial, sino a electores que a su vez designan al presidente. Y en 48 de los 50 estados, el partido político que gana –así sea por un voto- se queda con todos los electores.
Pero esto no es todo. Este sistema carece de una autoridad electoral centralizada, por lo que cada estado fija sus propios criterios a la hora de laudar en controversias que puedan surgir respecto al desarrollo o resultado de la elección.
Esto cobró relieve durante las Presidenciales de 2000, cuando una controvertida resolución que tuvo su origen en el estado de Florida, causó un efecto dominó que acabo dando vuelta una elección en favor de George W. Bush. Un papel central en esa maniobra, corrió por cuenta de una hasta entonces desconocida funcionaria local llamada Condolezza Rice.
Por otra parte, vale recordar que quienes quieran votar deben registrarse previamente y, para hacerlo, tienen que demostrar que poseen vivienda y trabajo fijo. Todo esto en un país en el que alrededor de 45 millones de personas viven en ese tipo de precariedad.
El sistema también permite el voto anticipado en cabinas y por correo. Esta vez el voto anticipado alcanzó la cifra récord de 90.488.149, según el recuento del US Election Project.
Pero asimismo, de acuerdo a datos oficiales, se perdieron al menos trescientos mil votos que se hicieron por correo ¿¡Qué!? Sí, hay alrededor de trescientos mil votos que nadie sabe dónde fueron a parar.
Pero más allá de este dato, es en el segmento de votos anticipados que no se perdieron, donde los demócratas depositan sus esperanzas durante las horas que corren.
Esto justifica el optimismo expresado por Biden quien dijo que no va a descansar hasta que se cuente el último de esos votos.
Pero también la actitud adoptada por Trump, que alardeó anoche cuando recalcó que “en mi opinión, ya hemos ganado”, tras lo que hizo hincapié en que desconoce cualquier voto por correo que se haya abierto después del lunes. Esto incluye todos los votos que, ahora mismo, se están escrutando en casi una decena de estados.
Pero lo del actual presidente va más lejos aún, ya que aseveró que va a ir a la Corte Suprema, porque sostiene que “lideraba en muchos estados clave, pero uno por uno desaparecieron mágicamente con el conteo de papeletas sorpresa”. Es decir, denuncia fraude electoral.
En la Corte lo espera una composición favorable a las posturas que expresa el Partido Republicano, algo que se afianzó con la reciente designación de Amy Coney Barrett, impulsada por el propio Trump.
Como va quedando claro, la cosa va de un sistema que desde una mirada piadosa podría calificarse sólo como frágil. Y que ahora exhibe una de sus peores caras, algo sobre lo que meses atrás alertó el senador demócrata Bernie Sanders.

¿Dónde está Almagro?

Denuncias de fraude, votos enviados por correo que se esfuman en el éter, represión policial desbocada contra manifestantes, asesinatos en las calles y una elección cuyo resultado no se conoce aunque pasaron varias horas de su cierre.
El caso es de manual para que actúen Luis Almagro y sus huestes de la OEA que, por mucho menos que esto, metieron la cuchara en Bolivia, al tiempo que condenan a Venezuela y su sistema electoral ¡Actuarán como lo hicieron en los casos de Bolivia y Venezuela, ante la denuncia de Trump sobre fraude? La respuesta que paga 100 a 0 es “imposible”.
Así las cosas, estas Presidenciales deben comprenderse como parte de un proceso en el que la principal formación estatal capitalista, no pudo ni quiso dar una respuesta humanitaria y racional a la crisis económica, social y política que se profundizó con la pandemia.
Pero también cuando esa formación estatal exhibe –como no podía ser de otra forma- la peor cara del capítulo que atraviesa la Crisis de larga Duración del Sistema Capitalista (CdeLDC).
Esto es lo que explica por qué EE.UU. llega a una elección en medio de una efervescencia social que hacía mucho no se veía, a la que desde el sistema se enfrenta con una mirada represiva que descalifica a quien protesta como “anarquistas” y “terroristas”.
Y, desde la otra opción del propio sistema, con un intento de asimilar, al menos, a parte del sujeto social sobre el que más duramente se descarga esta etapa de la crisis. De esto va la candidatura de Kamala Harris ¿Pero alcanzará?
Es que en un escenario atravesado por la CdeLDC, a EE.UU. se le está poniendo difícil desarrollar dos de sus recetas básicas: la exportación del conflicto y la de dólares.
Y esto es, sintéticamente, a raíz de la recuperación de Rusia que logró salvar al rublo del ataque perpetrado durante los últimos años y, sobre todo, por la irrupción de la República Popular China que aparece como el principal candidato a disputarle a Washington, la hegemonía geopolítica, geoestratégica y geoeconómica.
De acuerdo a un recuento provisorio que acaba de publicar la cadena Fox News, Biden ya cosechó más votos que los que logró Barak Obama en su primera elección presidencial y, así, se convirtió en el candidato más votado en la historia estadounidense. Pero, pese a esto, todavía no tiene asegurado su pasaje al Salón Oval.
En la presidencial de 2000, el candidato demócrata Al Gore se impuso por el voto popular, pero el Partido Republicano empiojó judicialmente la cosa en Florida y merced a una decisión que tuvo lugar varios días después, George W. Bush se quedó con los votos electorales de ese estado, lo que le alcanzó para superar a quien era vicepresidente en ese momento.
Esa vez, Bill Clinton hizo mutis por el foro ¿Si lo vuelven correr con la vaina como entonces, el Partido Demócrata estará dispuesto a volver a tragarse el sapo? ¿Y, en ese caso, qué puede pasar con los movimientos sociales que vienen manifestándose abiertamente contra la reelección de Trump?
Como se ve, en la situación que atraviesa EE.UU. tiene un final abierto. Y esto no se refiere sólo al resultado de las elecciones, que va a decidir quién es el 46 presidente de ese país.