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Jue, Abr
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Política
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Otra vez con lo de “La Vacuna Rusa”. Caceroleros, talk show, griterío, narcisismo y nihilismo…cosas del capitalismo en el siglo 21.

Durante la última semana, Graciela Ocaña salió de caravana por la televisión, para vociferar que la Anmat le habría dado luz verde a “una vacuna con explicaciones escritas en ruso”. Así se refirió a la aprobación de la Sputnik V, desarrollada por el Centro Nacional Gamaleya de Epidemiología y Microbiología que además de publicar los resultados de su vacuna en la revista científica The Lancet, envió a nuestro país un dossier de doscientas páginas referido a los resultados de la Fase 3 que incluye los que incumben a la aplicación en mayores de sesenta años.

Ese dossier fue traducido al castellano y está disponible, incluso, para que lo lea la diputada que cuando fue ministra de Salud de Cristina de Kirchner, poco hizo para controlar la epidemia de dengue de 2009, entre otras cosas.

Lejos de ser un delirio personal, la postura de Ocaña es parte de la táctica del bloque de poder que tiene su representación política en JxC ¿Pero por qué será?

Por un lado, para quienes anteayer cerraron el Ministerio de Salud y quisieron hacer lo propio con el Instituto Malbrán, debe ser difícil posicionarse desde una mirada propositiva en un contexto de pandemia como el actual.

Pero la denuncia vacía y el griterío barato, no responde sólo a eso, sino que es en sí un componente del ADN del proceso que llevó a un partido municipal, a convertirse en la fuerza que lidera uno de los dos bloques que hegemonizan el esquema de representación política que comenzó a reconstruirse tras el estallido de 2001.

Forjado en lo peor de la clase capitalista que actúa en Argentina, encontró una fértil masa de maniobra entre sectores medios caceroleros que le dieron una estética propia. Desde ahí se construyó un carácter identitario montado sobre la idea de la postpolítica y el ciudadanismo, que desde la negación de la existencia del desarrollo histórico y de intereses contradictorios que provocan prácticas colectivas, promete un mundo sin clases ni lucha de clases.

 

The show must go on

 

En ese escenario y desde esa mirada, lo mejor es que todo sea espectáculo. De ahí esta estética del griterío que tiene su espacio de amplificación en la massmedia y, más aún, en redes sociales donde cada individuo puede encontrar su touch de gloria, a un click de distancia y cuando quiera.

Es que este tipo de herramientas cooptativas, suelen ser más baratas y efectivas que las de tipo coercitivo directo tradicional. Y el capitalismo se vuelve más eficiente cuando puede hacer prevalecer sus elementos simbólicos a la hora de intentar hacer tabla rasa de las ideologías.

Pero esta construcción del individuo-ciudadano encerrado en sí mismo, en su propia y mirada narcisista y nihilista de lo que son los derechos y la sociedad, es un fenómeno global fundamental a la hora de sostener al sistema capitalista en la etapa de su propia crisis, que actualmente desarrolla.

Por eso en este universo de redes, telemarketing y forum focus, da lo mismo si Larreta quiere cerrar el Instituto Malbrán y le sigue pegando tijeretazo tras tijeretazo a la Educación, mientras aumenta un treinta por ciento la pauta publicitaria para este año. Y también si Ocaña, el bloque que lidera JxC y la massmedia hegemónica llevan adelante una cruzada contra la vacunación y cualquier medida que evite la propagación del Covid-19.

Es difícil saber qué sienten estas personas que ejercen cargos de representación político-institucional, y se resignan a ser parte de una suerte de talk-show que transcurre entre cada elección.

En tal caso es la psicología profunda la que debe tener algo para decir al respecto, pero lo que sí está más claro es que esto es un epifenómeno inherente a la democracia liberal burguesa en el momento actual de la crisis que desarrolla el capitalismo.

Es que como nunca antes, existe una relación de necesidad entre la preservación del propio sistema y este tipo de dirigencia que acepta ser convertida en mercancía que necesita venderse constantemente y de la forma más impúdica posible. Pero que –a su vez- vende públicos que es la categoría a la que reduce el capitalismo a las personas concretas y a las sociedades.

Esto aporta a comprender por qué JxC prefiere plantar su bandera en la pelea por adelantar dos semanas el inicio de las clases presenciales que, por otra parte, podrían recuperarse en otro momento del año. Pero también por qué no pone el mismo énfasis en la tarea de fomentar la vacunación que permitiría garantizar la vuelta a la presencialidad sin sobresaltos.

Como suele suceder, hay mucho que se juega en el espacio de lo simbólico, pero que a la larga o a la corta, trae consecuencias en el universo de lo concreto. Y en este caso, esas consecuencias pueden ser letales.

Es que el capitalismo no es un sistema humanista, ya que en su escala de valores sólo considera a una minoría que es la clase propietaria del capital. Por eso siempre es criminógeno y, aquí y ahora, en una de sus peores versiones vuelve a exhibirlo con absoluta crudeza.

Con la vacunación se juega mucho de lo que pueda pasar este año en materia sanitaria, económica y política. Esto es algo que saben en el bloque al que representa JxC y sus propaladores que, sin pudor, echan mano a cualquier cosa para intentar que esa medida sanitaria fracase.

En este contexto nada es casual. No es casual que Mauricio Macri se adelantara al jefe de Gobierno para exigir, con mucha irresponsabilidad, que vuelvan las clases presenciales.

Pero Larreta es un tipo de suerte. Supo gambetear con éxito las esquirlas que dejó su paso por el Pami y desde el Grupo Sophia abasteció de cuadros a la Gestión PRO en la Ciudad. Con Macri en La Rosada, en enero de 2016, fue recompensado cuando recibió una asistencia extraordinaria por medio del Decreto 194 que incrementó del 1,4 al 3,75 por ciento la porción para la Ciudad de la coparticipación federal de impuestos. Pese a esto el incremento del ABL siguió colocándose por encima de la inflación y continuó el recorte en áreas como Salud y Educación.

Veredas, plazas y muchos policías alcanzaron para que Larreta ganara con comodidad un segundo mandato en el que –de arranque- le cayó por la cabeza la pandemia. Pero aquí también tuvo suerte, ya que en lugar de su jefe político, en La Rosada había un gobierno que puso a la salud pública al tope de su lista de prioridades, lo que le permitió recibir asistencia que garantizó que el sistema sanitario de la Ciudad no estallara.

Ahora Larreta vuelve a tentar la suerte, pero esta vez, cuando apuesta al 17, juega con la vida de muchas personas. Como jugador debe saber que la suerte puede prolongarse y que es preciso ayudarla ya que no es eterna. Y también que, como dirían los muchachos del paño verde, para la quiniela el 17 es “La Desgracia”.