Política
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Del “pasaron cosas” al “una sumatoria de cosas”: la sanata presidencial es sólo superada por su capacidad de provocar daño ¿Ocho años? No, 25 siglos ¡Sepa de quién es la culpa!

“Un montón de medidas”, “una sumatoria de cosas”, son algunas de las frases con las que Mauricio Macri intentó explicar el paquete, con el que pretende amesetar la espiral inflacionaria hasta las elecciones.

Lo hizo en el video guionado que se difundió, ayer, poco antes del anuncio oficial. Ahí, en modo comentarista, el presidente sentenció que, “lo que más daño nos hace es la inflación”.

Es que, aunque el mandatario profetizó que con el 4,7 por ciento de marzo había llegado el “pico más alto”, tras cartón el ministro Dujovne reconoció que la inflación de abril también va a dejar “números anormalmente elevados”.

En esto coincide con consultoras privadas que anticipan un abril caliente, tras el 1,5 registrado durante la primera semana del mes.

Así las cosas y más allá del amestamiento que –momentáneamente- pueda provocar el “acuerdo de caballeros” propiciado por el ejecutivo, el daño ya está hecho y la inflación anualizada se coloca en un rango del 55 por ciento.

Este es el índice más elevado desde 1991 e implica una transferencia regresiva de riqueza desde el universo del trabajo, que se transforma en capital financiero que fuga, aprovechando las condiciones que provoca el Gobierno Cambiemos.

Así, en medio de un inquietante desorden macroeconómico, el ejecutivo que fijó su prioridad en la defensa de la maximización de tasa de ganancia –fundamentalmente- de las proveedoras de servicios públicos, los agroexportadores y el sector financiero, ahora intenta paliativos que eviten que la espiralización inflacionaria se lo lleve puesto.

En este contexto, el martes, el FMI declaró que “es difícil controlar la inflación” en nuestro país, tras lo que respaldó la decisión del Banco Central de congelar -hasta fin de año- los límites de la zona de no intervención en el mercado cambiario, entre 39,75 y 51,45. La medida también dispone que se va a abstener de comprar divisas hasta el 30 de junio, por debajo del límite inferior.

Y todo esto, sin que el titular del Central, Guido Sandleris, pueda decir con certeza cuáles son las herramientas que dispone para hacerlo ¿será que no las tiene y todo esto es más humo?

Ayer dio otro manotazo en su intento de recuperar confianza financiera, cuando anunció una nueva licitación de Letes con una suba en la tasa de retorno y con vencimiento para cuatro días después de la fecha fijada para el balotaje.

En este contexto, el riesgo país sigue por las nubes, enciende luces de alerta y pone a Argentina ante el umbral de una nueva devaluación. Después de los anuncios de ayer, se catapultó a 850 puntos, la cifra más alta desde 2014.

Por su parte, el precio del dólar se sigue moviendo y ayer sólo bajó 0,30 centavos, pese a la subasta y a los anuncios que intentaron señalar que el gobierno controla políticamente la situación.

Y lo hace pese a que -de aquí a diciembre- el Central va a reventar lo que queda del acuerdo con el FMI, en subastas con las que intenta evitar otra corrida cambiaria.

Con este telón de fondo, el chorro que in extremis le habilitó el FMI, está siendo utilizado por el Gobierno Cambiemos para financiar la dolarización de los portafolios -acciones, bonos, letras- de sus amigotes que, así, saben que pueden mudar sus papeles del peso a la divisa estadounidense.

Con esto el ejecutivo gana un poco de tiempo, pero sólo eso.

Y lo hace con la esperanza de poder mantener el equilibrio entre el dólar y la desorbitada tasa que paga la deuda que ya contrajo en letras. Los títulos de deuda emitidos por el Central superan los 1.030.748 millones a una tasa que está por encima del 67 por ciento.

El mecanismo es bastante parecido a la ruleta rusa a la que jugó el Gobierno De la Rúa en su tramo final. Habrá que ver cuánto dura esta vez. Son los mismos amigotes del staff gobernante, sus socios de clase, que se patinaron el tramo inicial del stand-by con la fuga y ahora van por el resto.

 

Para los más pobres, peor

 

El índice general de inflación del 4,7 por ciento de marzo es alarmante, pero la cosa se pone peor cuando se revisa el que corresponde a la canasta básica de alimentos, es decir, aquella a la que intentan acceder cada día –a veces con éxito- las personas más pobres.

Es que esta canasta que incluye alimentos básicos se catapultó un seis por ciento.

Así las cosas, mientras la inflación general del primer trimestre es del 11,8 por ciento, en el caso de la básica de alimentos asciende a 15,8.

Pero esto no es todo. Cuando se revisan otros rubros indispensables para sobrevivir, se advierte que en el caso de la que agrupa a agua, gas, electricidad y vivienda, la inflación trepó durante ese período a 12,8 por ciento.

Entonces, si el anualizado de la inflación general es del 55 por ciento, cuando se desagrega en transporte da 67,5, en el caso de alimentos 64 y para el de tarifas 55,8.

Como se ve, la inflación tampoco es igual para todos y los que ahora prometen comportarse como caballeros, ya hicieron un colchón lo suficientemente grueso como para transitar los meses que restan hasta las elecciones. Habrá que ver si su codicia no los traiciona.

Pero el gobierno para el que controlar la inflación era “la cosa más simple”, no sólo no da pie con bola, sino que insiste en recurrir a más de lo mismo.

La receta es tan primitiva como talibán: freno monetario, esto es, sacar circulante y subir tasa de interés -el precio del dinero-, lo que afecta a la actividad económica.

Los resultados están a la vista: destruyeron la producción, el consumo interno y la economía en general, al tiempo que endeudaron al país a un ritmo y nivel nunca vistos. Pero los precios no sólo siguen subiendo sino que se espiralizaron en un ambiente de recesión.

Este escenario estanflacioanrio, previsible, hace que el propio FMI prevea para este año una contracción de la economía de 1,2 por ciento. Otros organismos como la Cepal ya hablan de casi dos puntos. Así, la economía que va a dejar el Gobierno Cambiemos va a ser más chica que la que encontró en diciembre de 2015.

 

¡Ay Dionisio!

 

Pero no sólo eso, también la inflación va a ser alarmantemente peor. Ante esto Macri insiste en que la culpa la tienen los que gobernaron durante los últimos ochenta años y que las recetas a las que su gobierno echa mano, son lo nuevo. En las dos cosas vuelve a mentir.

Echarle toda la culpa del desastre actual a los que gobernaron durante las últimas ocho décadas, es como demasiado. Pero además, aquello que está haciendo el Gobierno Cambiemos, nada tiene de nuevo.

Cuatro siglos AC, gobernó Siracusa Dionisio, quien tras cargarse a sus colegas de la Asamblea, se consagró como Tirano y, para financiar a sus mercenarios, contrajo deuda pública y subió los impuestos a los que menos tenían.

Siracusa quedó altamente endeudada con algunos de sus ciudadanos y con extranjeros, por medio de deuda pública formalizada en pagarés.

Dionisio tenía un problema doble: deuda pública y liquidez.

Entonces tuvo una idea brillante: decretó que todo el mundo debía entregar sus monedas -es decir secó la plaza- para su reacuñación.

Y aunque no se le ocurrió ponerle nombres que hubieran sonado estrafalarios como Lebac y Leliq, cuando las devolvió, cada dracma que hasta entonces tenía un valor intrínseco en plata, estaba resellada y representaba dos dracmas.

Así, de la nada, duplicó la masa monetaria de Siracusa, pero cuando ese dinero volvió a circular, quien antes tenía cien monedas ahora tenía cincuenta, eso sí, reselladas. En sus asientos contables figuraba la misma cantidad de dinero, pero en la realidad el valor intrínseco era sólo la mitad.

¿Y qué hizo con el resto? Dionisio se alzó con ese dinero y lo usó para deuda que había contraído que, pese a esto, siguió creciendo. 

La confiscación resultó sólo con los ciudadanos de a pie, pero los comerciantes advirtieron que para adquirir lo que llegaba al puerto, ahora tenían que pagar el doble, por lo que trasladaron eso a los precios. Y, así, los de a pie que ahora tenían la mitad del valor nominal en sus bolsillos, se las tuvieron que ver con una inflación galopante.

La reacción tardó en llegar, pero finalmente, Dionisio debió salir como rata por tirante y terminó sus días -al parecer- condenado al ostracismo.

Así, Dionisio pasó a la historia como el responsable de la primera espiralización inflacionaria. Pero como se ve, no es el último y algunas de las soluciones que el Gobierno Cambiemos presenta como nuevas, son sólo una triste copia de algo que no funciona, por lo menos desde hace 25 siglos.