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Jue, Abr
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Porque la pelota no se mancha, desde su nacimiento, La Fede enalteció la práctica deportiva desde una mirada colectiva y solidaria.

Está a la vista la importancia del deporte y el esparcimiento humano en las sociedades que día a día construyen el socialismo y la FJC eso lo entendió desde un principio. La Fede desde finales de los años 20 y comienzos de los 30, buscó atracciones para las nuevas generaciones mediante organizaciones culturales, intelectuales y también lúdicas, las últimas representada por la influencia de la fuerza en muchos clubes de barrio que han sido en su totalidad clubes comunistas.
La organización de torneos de fútbol e injerencia en varios clubes de primera división en las décadas posteriores, las formaciones de dirigentes deportivos que han estado a la cabeza de varias instituciones así como también reclamos de vanguardia que fueron efectivos, hace unos pocos años, como la exención de los impuestos a los clubes, subsidios y las creación de campos deportivos infantiles, estuvieron impulsados por La Fede en la idea de construir al hombre nuevo desde el asociativismo colectivo de la clase trabajadora.
A finales de la década del 20 se promovió la formación de círculos juveniles comunistas, diferenciados de las células partidarias que apuntaban a ocupar el tiempo libre de los trabajadores: la actividad deportiva, en especial, el fútbol, a través de los fortalecimientos de los clubes deportivos y del ideal de la “cultura obrera”, entendiendo lo que ya significaba el deporte, pero sobre todo el fútbol que se estaba convirtiendo en el gran deporte de masas que es hoy en día.
Por aquellos años, la FJC- PC impulsó la formación de decenas de clubes obreros, por supuesto, de tipo amateur. Esto continuaba una tradición asociativa que, desde principios del siglo 20, había forjado una serie de instituciones deportivas promovidas por sindicatos, sociedades mutuales y comunidades vecinales. Varios de estos clubes fueron creados por anarquistas y socialistas, como Argentino Juniors y Chacarita Juniors.
Los clubes obreros promovidos por el PC surgieron a partir de 1923 y, para 1926, alcanzaban el medio centenar en el ámbito de la Capital Federal, en los barrios de Barracas, Constitución, Nueva Pompeya, La Boca, Balvanera, San Cristóbal, Boedo, Almagro, La Paternal, Villa Crespo, Villa Luro, Villa Devoto, Flores, Parque Chacabuco, Vélez Sarsfield, Liniers y Mataderos, así como del Gran Buenos Aires en Avellaneda, Lanús, Quilmes, Haedo, Ramos Mejía, Ciudadela y Adrogué.
También, la organización de clubes se desparramaba en otras provincias del país, especialmente, en las de Santa Fe, Córdoba y Tucumán. Estaban mayoritariamente dedicados al fútbol y, ocasionalmente, al atletismo, el basquet y ajedrez.
En muchos casos, proponían actividades culturales y tenían sus propias bibliotecas. También era frecuente que organizaran festivales y conferencias sobre las virtudes del deporte obrero en teatros públicos barriales. De este modo, los numerosos obreros inmigrantes comunistas se enrolaron en clubes cuyo principio articulador fue siempre el lugar donde se ubicaba el sitio de trabajo, el sindicato o la vivienda.

Años 20

Desde julio de 1924, estos clubes se agruparon o sumaron en una institución madre: la Federación Deportiva Obrera (FDO), que se comportaba como Sección Argentina de la Internacional Roja del Deporte y la Gimnasia, y tenía sus sedes en locales del PC.
A los pocos meses de crearse en Capital-GBA, también se fundó la FDO Provincial de Córdoba y, más adelante, las de Santa Fe y Tucumán. La FDO buscaba convertirse en una entidad “que permita la práctica libre del deporte a la juventud obrera, que oprimida en los talleres es explotada por el capitalismo en todos los órdenes de la actividad humana, inclusive en el deportivo. Organismo encargado, por otra parte, de apartar a las masas juveniles del deporte burgués, demostrándole que debe luchar por su emancipación desde todos los lugares: partido político, sindicato, organizaciones deportivas, culturales, cooperativas.
Esta federación organizaba un campeonato de fútbol de cinco divisiones, tenía su propio reglamento de disciplina que fijaba las reglas del juego y definía la organización interna de los clubes y su relación con la Federación. También, poseía una agrupación de referees encargada del seguimiento de las pautas de comportamiento, y un boletín en donde se resumían sus actividades. Periódicamente, realizaba congresos nacionales.
La Internacional tuvo, desde mayo de 1925, una sección deportiva diaria en sus páginas. Allí se informaba acerca de los eventos realizados por cada club, se presentaba el fixture de encuentros, se comentaban los matchs y se ofrecía la tabla de posiciones de los campeonatos. La mayoría de los clubes y la propia federación estaban controlados por el PC, y funcionaban al lado o en los comités barriales del Partido.
La FDO poseía un discurso específico: reivindicaba un deporte rojo y proletario, y lo contraponía a la mercantilización y a la corrupción que habría sufrido bajo el régimen capitalista, en donde el amateurismo perdía espacios frente al avance de la práctica profesional, en la que los jugadores encontraban un medio para obtener réditos económicos. El PC se enfrentaba a esta perspectiva, levantando la consigna de “¡Contra los clubes empresas! ¡Por el deporte popular y obrero!”. Claro que esta defensa del amateurismo tenía razones bien diferentes de la que sostenían los sectores aristocratizantes. Éstos, en la visión del PC, querían salvaguardar el carácter aficionado de la actividad para mantenerla bajo el dominio de los ricos, los únicos que podrían disponer libremente del tiempo de ocio necesario para desarrollarla.
Un siglo después estas consignas siguen levantándose en un contexto donde el avance del capitalismo de la mano de la globalización inundó de relaciones mercantilistas al deporte que debería ser un bien social y humano.
Aunque la realidad histórica es totalmente distinta, en Argentina lo poco que quedó de ese asociativismo proletario en los clubes es su carácter de Asociación Civil, y a pesar de que gran parte de esas estructuras alimentan a los poderes concentrados que son dueños del negocio que crearon del fútbol, no pueden romper con este esquema con sus proyectos de Sociedades Anónimas deportivas.
Es para destacar que casi cien años en después, con el avance feroz del capitalismo, el pueblo, de quien realmente se nutre el fútbol y el deporte en general, no quieran ser manejados como una empresa que solo está enfocada en el rédito económico, aunque las condiciones objetivas de la realidad obliguen a los clubes a estar permanentemente a codeándose con las lógicas del mercado.
Los clubes comunistas tuvieron vinculaciones con otros clubes porteños con impronta proletaria, aunque mayor tradición, como el Club Atlético Barracas Central y el Club Atlético Colegiales. Cuando debió organizar algún match importante, la FDO utilizó las instalaciones del Club Atlético Atlanta, ubicado en Villa Crespo. Esto ocurrió, por ejemplo, en octubre de 1925, cuando se disputó un partido internacional de revancha entre la FDO y la Federación Roja del Deporte del Uruguay.
La ceremonia que rodeó a ese encuentro, al que asistieron unos dos mil espectadores, ofrece una imagen cargada de mensajes culturales y procedimientos rituales: en los descansos reglamentarios, una banda de música ejecutaba himnos obreros y coros de trabajadores yugoslavos animaban la “jornada proletaria”, mientras los dos equipos rioplatenses intercambiaban como obsequio una estrella de cristal biselado que llevaba grabado la hoz y el martillo. Solidaridad proletaria, espíritu internacionalista y códigos clasistas aparecían sostenidos como principios cuya ratificación importaba tanto como el evento deportivo.

Pasión por el deporte

Los años 30 y 40 siguieron con la línea de incidir en los momentos de ocio de la clase obrera y su juventud como la organización de festivales. La Fede de Palermo a partir de 1946, utilizaba su local para la realización de bailes de carnaval, lugar que por varios años funcionó como Comité Central. Si bien la FDO se iría diluyendo en eso años, en el marco de las persecuciones políticas que sufrían los comunistas por parte de los gobiernos de factos que se instalaron a partir de 1930 y también de los constitucionales, la concentración política en los clubes de barrio seguía funcionado.
En el semanario Juventud, que comenzó a publicarse en junio de 1946, cada número tuvo páginas dedicadas a contar sobre torneos, tablas de posiciones, figuras de los clubes, donde en la mayoría la FJC había dejado su sello. Nuevas experiencias para la juventud se abrieron cuando en 1955 nació la organización “Asociación de Pioneros de la Paz de la Argentina” y que luego se llamó “Asociación Pioneros Domingo Faustino Sarmiento”, quien tenía a Orestes Ghioldi, Eugenia Tenembaum y a Oscar Chamaco Kelmer como sus responsables por el tiempo que estuvo en funcionamiento.
Esta asociación tenía como objetivo la construcción del ideal del hombre nuevo en la niñez y en la juventud, promoviendo la honradez, veracidad, solidaridad y una serie de valores a través de diversas actividades, entre ellas las deportivas que se desplegaban en los clubes y en escuelas.
La asociación promovió campeonatos de baby fútbol que se organizaron en más de cinco provincias por varios años, y aun cuando la misma se diluyó, la FJC siguió con esta línea adquiriendo una gran experiencia en la organización de clubes y torneos. Para los años 60, entre Capital y Gran Buenos Aires, hubo más de cuatrocientos clubes donde posaron las ideas de la militancia comunista.
Esto se reflejó en el nacimiento de las reivindicaciones de los derechos de los clubes como la exención de los impuestos a los mismos, los subsidios, la creación de campos deportivos infantiles y los natatorios.
El nivel de organización de la FJC llevó a garantizar el transporte, la comida y la estadía de toda la gente que movía en el marco de los torneos. Perico Pereyra, reconocido militante del PC de La Plata, al igual que su hijo Jorge en la FJC de los setenta, fueron figuras importantes en toda la organización de clubes y torneos.
A través de Perico, quien también fue miembro de la Comisión directiva de Boca Juniors, la FJC consiguió jugar un partido en la mítica Bombonera, alojamiento en una colonia que estaba en la costanera sur. Con una organización articulada y ordenada que crecía en los clubes y en los torneos, en los posteriores años se hicieron en Rosario, donde la universidad proporcionó la comida, también en Córdoba, La Plata y otras ciudades. Muchas de estas iniciativas, abrieron experiencias para el trabajo del PC en clubes de primera división como Boca, Atlanta, Vélez, All Boys y River, entre otros.
No es casualidad que durante 1959 y 1969, León Kolbowsky, militante del PC y haya sido presidente de Atlanta siendo, uno de los dirigentes más recordado en la historia del club.
Kolbowski fue presidente en la institución bohemia desde el año 1959 hasta 1968. Su gran accionar visto en resultados y la buena relación con los grandes dirigentes de esa época permitieron que esté a punto de llegar a ser el presidente de la AFA.
Finalmente nunca accedió a ese puesto por discriminación. Kolbowski estaba muy enojado en aquel entonces con muchos dirigentes de equipos grandes acusándolos de concentración de poder, incluso propuso en más de una ocasión realizar un campeonato paralelo sin los cinco grandes. León pudo transformar un club que se sólo se destacaba por sus carnavales en un club social y deportivo, construyendo una pileta, canchas de tenis, vestuarios, un jardín de infantes y remodelar la sede social.