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Jue, Abr
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El presidente de Uruguay hizo los deberes en la Cumbre de la Celac ¿Doble vara? ¿Pragmatismo? ¿Sensatez? ¿Por qué está ceñudo Lacalle Pou?

“Acá hay países que no respetan la democracia ni los Derechos Humanos”, denunció sumamente ceñudo, el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, mientras miraba de reojo a los integrantes de las delegaciones de Cuba, Venezuela y Nicaragua con quienes compartía el plenario de la Cumbre de la Celac que se llevaba a cabo en la sede del Sheraton Hotel de Buenos Aires.

Lacalle hizo su show, pero olvidó mencionar algunas cosas. Por ejemplo que la propia coalición con la que gobierna, está integrada -entre otros- por Cabildo Abierto que es el partido que lidera el militar retirado Guido Manini Ríos que, abiertamente, niega que en su país haya existido una dictadura que asesinó, torturó y secuestró oponentes políticos y sociales.

En octubre de 2022, Cabildo Abierto presentó un proyecto de ley tendiente a restablecer íntegramente la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, una norma que la Corte Interamericana de Derechos Humanos calificó como uno de los principales obstáculos para el acceso a la Justicia por parte de las víctimas del terrorismo de Estado.

Y, pese a esto (o quizás justamente por cosas como esta), es que para la clase capitalista de la región, Lacalle Pou era la Esperanza Blanca de la Cumbre y, durante toda la jornada, se esforzó en hacer bien los deberes.

Lacalle Pou estaba de este lado del charco donde sabe que cuenta con la complicidad de la industria massmediática dominante que, junto al bloque político que lidera el macrismo, está habituada a montar shows que ponen en el ojo de la tormenta a los gobiernos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, pero también a otros como el de la República Popular China a los que holding como Clarín y La Nación consideran “regímenes autoritarios”.

Por eso resulta, al menos, paradójico que al salir de la Cumbre y cuando los noteros de esa massmedia lo esperaban ávidos por prestarle micrófono, el mandatario uruguayo brindó una conferencia de prensa en la que rápidamente cambio el chip y se dedicó a vender su proyecto de Tratado de Libre Comercio (TLC) entre Uruguay y…..¡sí! la República Popular China.

Así las cosas, el mismo Lacalle Pou, que adentro del Sheraton acababa de hacer pública su preocupación por la “doble vara” que para él prevalece entre la mayoría de los presidentes de la Celac, dejó en claro que no va a dudar en dinamitar el Mercosur con la firma de un TLC, aunque sea con la propia China.

Pero la cosa no acaba ahí. Ya que de vuelta al otro lado del charco, Lacalle Pou envió al Parlamento la venia para que Eber Da Rosa sea embajador uruguayo en….¡Venezuela! Así se va a normalizar la relación diplomática entre ambos países que estaba reducida a una mínima expresión desde que, en 2015, Uruguay decidiera dejar a un encargado de negocios a cargo de su delegación diplomática en Caracas.

¿Doble vara? ¿Pragmatismo? ¿Sensatez? Sea lo que fuere es bienvenido y sobre todo si se trata de una consecuencia positiva de su paso por la Cumbre de la Celac que podría ampliarse un poquito más y, paso cañazo, podría hacer que Lacalle Pou reflexione y considere que ya es hora de que haga algo para que su país deje de ser el aguantadero de lujo de Fabián Rodríguez Simón, alias Pepín, quien permanece prófugo en Punta del Este desde el 8 de diciembre de 2020, pese a que es requerido judicialmente por la magistrada federal María Servini, imputado por el armado de una mesa judicial creada para presionar y perseguir a jueces y fiscales durante la presidencia de su amigo Mauricio Macri.

Como se ve, doble vara, rostros ceñudos y personajes que se rasgan las vestiduras según sea la ocasión, están entre los favoritos de la massmedia y la construcción de su relato. No es casualidad: se trata de una pose que desde hace tiempo tienen la certeza que les resulta altamente eficaz, al menos para mantener a sectores de la población una buena parte del tiempo crispada.

La crispación aflora con facilidad allí donde el retroceso de las condiciones económicas y sociales afecta tanto a la calidad de vida de la clase obrera, como a las aspiraciones pequeño burguesas de la clase media. Así, pues, a caballo de la frustración se montan el misticismo, la irracionalidad y la superstición, elementos que confluyen en la propagación de discursos y propuestas de corte fascista al interior de amplias capas de la sociedad. Ningún discurso es inocente y debe ser juzgado no sólo por lo que dice, sino también -y especialmente- por lo que provoca. Todo show es político y Lacalle lo sabe.