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Vie, Abr
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Política
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Los candidatos a Presidente expusieron en el primero de los dos debates que se desarrolló en el paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral.

“Hace cuatro años hubo otro debate. En ese debate alguien mintió mucho y otro dijo la verdad. El que mintió es el Presidente. El que dijo la verdad está sentado en primera fila. Yo vengo a decirles la verdad”.

Esta es la frase, con la que Alberto Fernández abrió su participación en el paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral, fue un reconocimiento a Daniel Scioli, pero también acorraló con bastante precisión los argumentos que llevó Mauricio Macri, cuatro años atrás y también ahora.

De todos modos, esto no fue obstáculo para que el Presidente siguiera dibujando pompas en el aire.

Macri chapoteó en el barro cuando no acertó con cosas clave: falseó cifras de inversión en áreas sensibles como Educación o al hablar sobre la deuda pública, y cuando señaló que crecen las exportaciones.

Pero lo cierto es que, probablemente, nada de esto pueda mover el amperímetro electoral, en una u otra dirección.

En líneas generales, cada quien se ciñó a su propia hoja de ruta. Todos le hablaron a su propio público, incluso Macri que –vale recordarlo- tiene que levantar 18 puntos si quiere seguir siendo presidente.

Así las cosas, el debate también dejó uno que otro guiño entre Fernández y Lavagna, y algunas pinceladas del repertorio más rocambolesco de la Banda Cambiemos.

“Imagino que va a poner una narcocapacitación en las escuelas”, chicaneó Macri a Axel Kicillof, con una frase que recrea un recurso que le dio buenos resultados cuatro años atrás. Entonces, con argumentos similares María Eugenia Vidal derrotó a Aníbal Fernández ¿Pero le servirá esta vez?

El día anterior, la Marcha del “Sí, se Puede”, llegaba a Olavarría. Ahí, flanqueado por Vidal y Michetti (¡Sí, volvió!) Macri vociferó que esa ciudad, “la capital del cemento”, es “la fuerza del país”.

Tras días antes, tras un siglo de vida, Loma Negra había cerrado sus puertas. Y lo hacía después de que los despidos por goteo de los últimos dos años, terminaran con el trabajo de 250 operarios.

Es que las ventas de cemento no paran de caer, porque la construcción y la obra pública están entre las cosas que destruyó el Gobierno Cambiemos.

Pero nada de esto es obstáculo para que Macri siga en modo comentarista y apunte a consolidar su propia base electoral.

“Aquí se viene por convicciones, no hay choripanes”, arengó en Olavarría, para cerrar una semana en la que –entre otras cosas- blanqueó su postura respecto al aborto, su gobierno reconoció oficialmente a la elegida por Juan Guaidó como representante de Venezuela ante Argentina y su compañero de fórmula visitó a Jair Bolsonaro.

Pero mientras pone huevos por derecha, también busca rascar lo que pueda por donde sea: sigue prometiendo cosas reñidas con su ADN e implementa otras, tan mal que se caen a poco de rodar.

Con el resultado de las Paso taladrándole la cabeza, el Gobierno Cambiemos anunció con bombos y platillos la eliminación del IVA para productos de primera necesidad.

Pasaron apenas dos meses y la inflación llevó a que los precios de esos mismos productos, supere los de antes de la megadevaluación de agosto.

Mediciones realizadas por Focus Market durante los primeros quince días de septiembre, señalan que la variación interanual por categoría es del 62 por ciento para los alimentos, 44 en el caso de las bebidas, 67 cuando se trata del rubro Cuidado Personal y 61 en el caso de Limpieza.

Por eso, a nadie sorprende que la inflación se septiembre se vaya a colocar en el rango del seis por ciento. Y todo en un contexto en el que se profundiza la caída industrial y de la construcción; al tiempo que sigue la sangría del Tesoro pero el precio del dólar continúa trepando, el riesgo país ya se instaló en la estratósfera y la fuga de capitales no cesa pese al cepo.

Así las cosas, esta semana, Guido Sandrelis y Hernán Lacunza volverán a EE.UU. con la esperanza de que el FMI les permita traer alguna señal favorable sobre el último tramo del Stand-by, mientras que -el miércoles- el Indec va a dar a conocer el índice de inflación de septiembre.

Y con este telón de fondo, en la previa del próximo debate de candidatos, el binomio Macri-Pichetto tendrá su acto de cierre de campaña en la 9 de Julio.

 

¿Y después?

 

Fernández logró que las mentiras de Macri durante el debate de octubre de 2015, se presenten como una suerte de pecado original que sobrevoló el realizado ayer en Santa Fe.

Pero –hay que reconocerlo- aunque ese recurso tuvo mucho que ver con la entrada de Cambiemos a La Rosada, dos años después la cosa fue diferente.

El ajuste ya era un hecho, también el sobrendeudamiento, la terrible represión y Estado policial que ya se había cobrado la vida de Santiago Maldonado. El gobierno y sus propaladoras massmediáticas anticipaban la prosecución del tarifazo y medidas tendientes a modificar en forma regresiva la matriz que rige a la relación entre los universos de trabajo y capital, incluida la reforma jubilatoria.

Pero nada de esto obstaculizó la victoria que entonces logró Cambiemos en casi todo el país. Y no sólo esto.

Ese episodio, significó un factor clave para galvanizar la reconstrucción del esquema de representación política que requiere el Estado Liberal Burgués, el mismo que había sido seriamente dañado durante el proceso que desembocó en diciembre de 2001.

Este esquema descansa sobre la concepción de que la democracia es sólo asimilable al Estado Liberal Burgués y, más aún, a capitalismo.

Y se refuerza con el paradigma del ciudadanismo, por el que merced a una especie de mágica sumatoria de voluntades, los individuos seríamos capaces de reforzar y mejorar las instituciones del Estado Liberal Burgués, para convertirlas en virtuosas.

Entonces, las crecientes asimetrías sociales no serían consecuencia de fenómenos sistémicos del capitalismo como la financiarización, la deslocalización y el precariado, sino producto de excesos y descarrilamientos éticos corregibles por medio de la voluntad ciudadana.

Por eso, esta ideología que atraviesa trasversalmente al esquema de representación política, suma reformistas de diferentes orígenes, además de liberales y otras yerbas.

Todos están de acuerdo en soslayar las contradicciones de todo tipo -especialmente las de clase- y en no reflexionar sobre cuáles son los mecanismos básicos de dominación que motorizan la dinámica social.

Así, los que aseveran que no hay nada más allá del capitalismo, forman parte del esquema de dominación al que echa mano el sistema capitalista, en esta parte del siglo 21.

De esto también va el “debate” como paradigma del ciudadanismo en el que –al menos desde lo discursivo- los actores en pugna por la supremacía del escenario de representación política, buscan horadar los límites de su propia clase núcleo y, desde un ambiente controlado, pescar en río ajeno.

Esto también explica por qué el bloque que entró a La Rosada con Cambiemos, busque consolidarse a partir de su núcleo identitario más fuerte, pero también por qué mucho del tándem de poder que catapultó a Macri a la Presidencia, ya está poniendo sus fichas en la canasta de Fernández.

¿Pero qué pasa del otro lado de la pantalla? ¿Será entonces que lo que queda sea sólo la nostalgia de ver al 20 como el siglo de las revoluciones, mientras hay que resignarse con un presente que apenas puede traer la aceptación de aportar a la conciliación de clases?

¿Es que acaso la administración del aparato estatal burgués puede ser la única instancia por la que vale la pena luchar? ¿Será esa la herramienta de cambio?

Aunque nada tienen de nuevas, estas preguntas vuelven a cobrar vigencia en el aquí y ahora. Y es que más allá de los reacomodamientos que experimente el sistema de representación política, merced al resultado electoral, la lucha de clases existe y la herramienta de cambio está presente en la capacidad de autorregulación de las clases subalternas.

Estas formas que se desarrollaron –y desarrollan- por afuera de la institucionalidad burguesa, muestran particular aptitud para enfrentar un momento en el que –como en el actual- el universo del capital agrede con particular violencia al del trabajo.

Y también deberán ser clave en el proceso de autoconstitución popular, necesaria para hacer frente al momento de la crisis del capitalismo que atraviesa a nuestro país, y del que -esta vez- es poco probable se pueda salir con acuerdos que busquen una nueva organización de la hegemonía social en la conciliación entre fracciones del universo del capital y del trabajo.