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Jue, Abr
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Política
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Además de la derrota del Gobierno Cambiemos, se consolida el escenario de representación política dominado por dos grandes bloques que se proponen prevalecer en el juego de control y alternancia.

Dos días antes de las presidenciales se supo el resultado del último relevamiento de la actividad economía que marca -para agosto- una caída del 3,8 por ciento contra igual mes de 2018, que ya había sido horrible.

Así, la actividad económica va a culminar el año con una contracción de –al menos- cuatro puntos. En las góndolas el panorama no es mejor. El viernes productos centrales de la canasta de pobreza como aceite, azúcar, harina y yerba sufrían remarcaciones del orden del quince por ciento promedio.

Estos son sólo algunos datos del escenario donde se inaugura la transición, pero también aquel en el que el gobierno electo espera construir el acuerdo multisectorial que anunció en campaña.

Como telón de fondo queda una elección que -entre otras cosas- consolida el escenario de representación política dominado por dos grandes bloques que se proponen prevalecer en el juego de control y alternancia.

El resultado de las presidenciales deja un triunfo claro del Frente de Todos, pero también una recuperación importante de Juntos por el Cambio que, apoyado en el macrismo más duro, creció 7,5 puntos respecto a las Paso.

Y no sólo en eso creció. A caballo del Sí se Puede y desde su versión más reaccionaria, consiguió exhibir un movimiento de masas de claridad cosmovisional asentado sobre un fuerte perfil identitario, con liturgia y estética propia. Quizás carezca de conceptualidad ideológica pero, en tal caso, los prejuicios que lo atraviesan llenan los espacios vacíos.

Desde esa épica consolidó amplios triunfos en Ciudad de Buenos Aires, Mendoza y Córdoba, pero también dio vuelta resultados en San Luis, Santa Fe y Entre Ríos.

Todo esto tras casi cuatro años de un gobierno que no deja un sólo índice positivo para exhibir.

Cuatro de cada diez personas votaron a Juntos por el Cambio. Por estadística, está claro que entre ellas hay varias perjudicadas por el Gobierno Cambiemos, por cuya continuidad volvieron a votar.

No es en este artículo donde intentaremos analizar a qué responde esto. Pero corrobora que el bloque de poder real gobernante desde diciembre de 2015, se galvanizó en un espacio con representación nacional, influencia social y territorial que es capaz de transformar masa de maniobra en masa crítica para cumplir sus objetivos.

Pero la Presidencial también exhibe la consolidación del esquema de representación política que precisa el Estado Liberal Burgués, reconstruido después de la crisis que lo atravesó durante el proceso que acabó en diciembre de 2001.

 

Panorama

 

El macrismo logró amalgamar un espacio que, durante varias décadas, tuvo dificultad para constituirse en bloque capaz de jugar con posibilidades dentro del esquema de representación política argentino.

Hoy lo comparte con el que articula el peronismo, cuyo liderazgo hizo mucho -consciente o inconscientemente- para que Mauricio Macri fuera quien lidere el proceso de construcción de su par antagónico.

Así, con la reconstrucción de este esquema, se consolidó un sistema de representación política conformado -aquí y ahora- por dos grandes bloques.

Los dos están atravesados por la creencia de que no existe nada por afuera de ese sistema de representación, es decir, no hay nada más allá de los límites del Estado Liberal Burgués y las relaciones que impone el capitalismo.

Este es el marco en el que se propone la transición, pero también las recetas con las que se buscará estabilizar la economía ¿Se podrá en este contexto, avanzar hacia las metas de expansión de la economía, pero también en lo fiscal y financiero que, aunque con cautela, propone el acuerdo social propiciado por el ahora presidente electo?

¿Podrá ese acuerdo social horadar las limitaciones que imponen las reglas del esquema de representación y disciplinar a los sectores que son los claros ganadores de la Era Cambiemos?

A estas horas, algunos se estarán preguntando qué fue lo que le falló –otra vez- a “la mano invisible del mercado”, que según su perspectiva está llamada a arreglarlo todo.

No tan lejos de ese barrio otros insisten en que la culpa de la crisis la tienen financistas y otros actores económicos que merced a la financierización deschavetaron todo, por lo que todo se iría encaminando si se le pone rienda corta al universo de las finanzas y se lo somete a la economía productiva.

Desde esa mirada, esto se lograría con una buena administración de los instrumentos y herramientas que dispone el Estado Liberal Burgués.

Por eso, otra vez, resulta esclarecedor aquello que explica Carlos Marx cuando señala que la crisis es un fenómeno inherente a la dinámica del capitalismo, ya que surge de las contradicciones del proceso de acumulación capitalista y se explica por los propios fundamentos del capital.

Por eso, son periódicas las crisis que profundizan miradas extremas como la neoliberal, pero también las reacciones que desde posiciones reformistas pretenden morigerar sus efectos con las recetas que provee un “capitalismo bueno”.

Queda claro que, con esas miradas, la cosa va a seguir siendo difícil.

De ahí que quienes elegimos estar afuera de las relaciones que establece el capital, sabemos que tenemos una responsabilidad moral y ética que está vinculada a la necesidad de hacer -aún en estas condiciones- todo lo posible para contrarrestar los terribles efectos de cuatro años de Gobierno Cambiemos.

Pero también una responsabilidad política, para evitar que ese bloque de poder vuelva a hacerse con las herramientas de gobierno.

Y para ello es preciso -ahora todavía más- seguir construyendo Partido. Y aquí vuelve a cobrar relevancia aquello de lo importante, lo necesario y lo urgente.

Porque fue importante el aporte que hicimos, desde la resistencia y cada frente de la lucha, para que terminara el Gobierno Cambiemos y absolutamente necesarios los caminos unitarios en los que avanzamos -con mirada táctica- en la construcción territorial, sindical y política.

Pero –y vale repetirlo- lo importante y lo necesario jamás deben ir en detrimento de lo urgente que es la formación de fuerza propia que actúe sobre lo evidente.

Porque más allá de cualquier coyuntura y por encima de cualquier intento que busque conciliar sectores, es improbable que se detenga la dinámica de explotación que sustenta a la acumulación del capital. Y lo permanente es y seguirá siendo la lucha de clases.