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Vie, Abr
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Política
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Desde el FMI piden reformas que avancen en un esquema de progresividad impositiva, pero aquí no quieren pagar lo que corresponde de acuerdo a la Ley 27.605 ¿Para qué era que servía eso del lawfare? Los formadores de precios le siguen dando al inflador. “Socio para acabar con la grieta, se busca”.

Según se supo, hoy lunes, el presidente del bloque del Frente de Todos, José Mayans, va a solicitar que el Senado debata el proyecto que prevé reformas al impuesto a las Ganancias y el Monotributo, que tiene media sanción de Diputados. Va a ser en una sesión especial en la que todo parece indicar, el trámite estará aceitado tal como ocurrió en la Cámara Baja.
Vale recordar que cuando la iniciativa se convierta en Ley, va a beneficiar a más de 1.200.000 trabajadores formalizados, al tiempo que dejará un costo fiscal superior a los cuarenta mil millones de pesos.
El equivalente podría recuperarse por medio de otra Ley que modifique la alícuota de Ganancias para las empresas. El proyecto que es importante para un gobierno y un Presidente que hacen del equilibrio fiscal casi un dogma, anda sobrevolando el Congreso, pero como era de esperar, cuenta con menos consenso que el anterior, por lo que en este caso Sergio Masa va a tener que trabajar mucho más para obtener los acuerdos mínimos que requiere (Ver Un guiño para los sectores medios y No es personal, sólo son negocios).
Las dos iniciativas son medulares para el ejecutivo. La que en estos días se va a convertir en Ley, significa una recomposición salarial indirecta para un universo considerable de trabajadores que –así lo pretende La Rosada- se vuelque al consumo interior.
Y el otro tiene una mirada más estratégica, ya que implica poner sobre la mesa un tema clave como es la progresividad impositiva, algo que suele existir en los países que ponen como ejemplo aquellos que –paradójicamente- aquí se niegan a aceptarla.
La semana pasada, el blog del FMI publicó un artículo de David Amaglobeli, Vitor Gaspar y del subdirector del Departamento de Finanzas Públicas del Fondo, Paolo Mauro, en el que se insta a que los países que integran el organismo, impulsen reformas tributarias como para abrir el paraguas ante el “malestar social” que traería aparejada la profundización de la desigualdad provocada por la pandemia.
Entre otras cosas, ahí se habla de reformas tributarias progresivas que pueden incluir impuestos sobre la herencia y la propiedad, pero también sobre la “modernización” de los impuestos sobre las ganancias de las empresas. Y se reconoce la validez de la aplicación de “contribuciones temporales de recuperación” para enfrentar la situación, que alcancen a “los sectores de altos ingresos”.
Mientras tanto, por aquí, la Administración Federal de Ingresos Públicos (Afip), extendió hasta el 16 de abril el plazo para que quienes están alcanzados por la Ley 27.605, paguen lo que les corresponde.
Como se recordará, el pago de este aporte destinado a paliar las consecuencias económicas que deja la pandemia, comprende a personas humanas y sucesiones indivisas residentes en el país, por la totalidad de sus bienes declarados que superen los doscientos millones de pesos (Ver Aporte solidario…¿y después?).
Son alrededor de trece mil personas las que, por única vez, deben hacer esta contribución. Entre ellas la hija de Niki Caputo, que está entre quienes hicieron presentaciones judiciales, porque no quieren pagar.
Como se ve, la clase capitalista que actúa en Argentina se coloca a la derecha del FMI. Y esto es algo que cobra todavía más relevancia cuando se conocen los datos terribles que arroja el relevamiento del Indec, donde se señala que el 42 por ciento de quienes viven en Argentina fueron empujados a la pobreza (Ver ¿Quién fabrica la pobreza?).
Pero la pobreza nunca nace de un repollo. Lejos de eso, tiene personas concretas que la provocan cuando fabrican escasez y desigualdad. Y para identificarlos, sólo alcanza con advertir quiénes propician la proliferación de cosas como el precariado, el descenso de la participación de los salarios en el PIB, el establecimiento o la defensa de reformas impositivas regresivas, así como la concentración creciente de la renta.
Este avance del universo del capital sobre el del trabajo, provoca también una importante dispersión salarial y la profundización de la brecha existente entre el decil más rico y aquel más pobre. Así, este círculo vicioso fomenta que la carga fiscal recaiga principalmente sobre la renta del trabajo, al tiempo que hace la vista gorda cuando de lo que se trata es de poner la mira sobre la elusión fiscal.
¿Pero será que todo esto tiene que ver sólo con la actividad de una banda de delincuentes que actúa por la suya? Lejos de eso, todo esto responde a una necesidad que el sistema tiene a la hora de dar respuesta a su propia crisis. Pero también a que como ideología, el capitalismo se basa en que todo beneficio material debe ir a parar al bolsillo de la clase capitalista por eso, siempre, va a socializar deuda y riesgos, al tiempo que privatiza beneficios.
Y como por su propia dinámica de expansión, cada vez produce más de aquello que es capaz de absorber, el resultado es una carrera loca hacia adelante caracterizada por una financierización extrema que produce una cantidad creciente de deudores.
Por eso es que cada vez son más cortos y menos generosos los ciclos de acumulación acelerado con redistribución social del excedente, que suelen suceder a los picos de la Crisis de Larga Duración Capitalista. Así, cuando con el soporte estatal más o menos acomoda los tantos, la clase capitalista vuelve a ir por más y de ahí que en el período inmediatamente posterior, se manifieste con más virulencia.
De esto va el carácter simbiótico que existe entre el Estado Liberal Burgués (ELB) y el poder corporativo capitalista, esto es, de la estructura institucional que sustenta un sistema que en su ADN lleva la premisa de defender y sostener a la clase capitalista.
Y para esto, el ELB tiene dos herramientas fundamentales que actúan en forma concatenada: el patrimonio del uso de la violencia que ejerce por medio de las fuerzas policiales y el Poder Judicial con sus códigos Civil y Penal.
Las dos herramientas fueron creadas, en palabras del cuarto presidente de EE.UU., James Madison, “para proteger a los poseedores de la propiedad privada individual, de aquellos que no la tienen”.
Si a esto se le suma el papel que cumplen los conglomerados massmediáticos, en tanto actor fundamental del poder corporativo-empresarial capitalista, el resultado está a la vista.
Por eso a nadie debería sorprender que el lafware se haya convertido en uno de los principales mecanismos de los que se vale la clase capitalista, para salvaguardar su necesidad de proseguir y acelerar la ronda de valorización financiera que caracteriza al actual momento del desarrollo del sistema.
Esto es clave para comprender por qué empresarios massmediáticos, jueces y fiscales eran habitué de la Quinta Presidencial y La Rosada durante el Gobierno Cambiemos (Ver Los hilos invisibles del lawfare).

¡Una buena por favor!

Pero en medio de tanta pálida, parece que algo comienza a mejorar. Es que el Ministerio de Economía revisó las proyecciones de crecimiento del Presupuesto 2021 y lo hizo al alza, ya que ahora estima un repunte del siete por ciento que mejor al 5,5 inicial.
El dato contrasta con los casi diez puntos que cayó interanualmente la actividad económica durante 2020, de acuerdo a lo publicado por el Centro de Estudios para la Producción y se apuntala en los buenos resultados que se verifican en segmentos de la industria y la construcción, en lo que va de 2021.
Entre ellos aparece el que aporta un informe del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda, que da cuenta de que después de la República Popular China y Corea del Sur, Argentina es el país más expandió su producción manufacturera en comparación con el mismo período del año pasado.
Asimismo, comienza a aparecer cierta recuperación en el trabajo formal después de un 2020 en el que el desempleo trepó al once por ciento. De esto da cuenta un reciente informe del Centro de Estudios del Trabajo y el Desarrollo de la Universidad Nacional de San Martín, que indica que hay una tendencia a la estabilización, desde agosto de 2020. Y en este sentido, la Encuesta Permanente de Hogares, señala que el cuarto trimestre de ese año exhibe recuperación del mercado de trabajo.
Pero, claro está, no todas son buenas. Todo parece indicar que la inflación de marzo, viene parecida al 3,8 por ciento que tuvo durante febrero en el rubro alimentos y bebidas, de acuerdo al IPC que elabora el Indec.
Durante el fin de semana, algunas consultoras publicaron el resultado de sus relevamientos, que si bien tienen menos volumen que los que hace el Indec, permiten establecer algún indicio.
Para LCG la cosa se mantiene parecida a febrero, mientras que Eco Go señala que los precios de los alimentos fueron aumentados un 4,1 por ciento en promedio. Carnes, panificados, lácteos y huevos se colocan por encima de ese promedio. Al parecer, el Cártel de la Góndola, sigue en pie de guerra.
Todo en medio de un escenario en el que el ejecutivo viene trabajando en diferentes comisiones, con los representantes de cada sector que interviene en la cadena que acaba en los precios de góndola.
Pero también con un telón de fondo en el que logró estabilizar el tipo de cambio, se verifica un incremento de las reservas del Banco Central que trepan por encima de los cuarenta mil millones de dólares, las tarifas siguen congeladas y la recomposición salarial que surge de las paritarias que ya se hicieron, fue en todos los casos muy moderada.
Así las cosas, la “puja distributiva”, vuelve a ser un eufemismo para explicar un episodio clave de la lucha de clases que se produce hoy y aquí (Ver Puja distributiva ¿quién se come la torta?). Y, asimismo, un momento más del proceso de transferencia de riqueza del universo del trabajo hacia aquel del capital que, para legitimarse, precisa de mecanismos como el lawfare.
En medio de esta tensión, La Rosada apuesta a morigerar el déficit de aquí a cinco años (Ver La piedra de Sísifo), pero también a conseguir que aquel que haya no sea recesivo, esto es, que aporte a la expansión del PBI por medio de la revitalización del mercado interior que –desde esta perspectiva- traería aparejada reactivación productiva y la mejora en la recaudación impositiva.
Esto implica un giro copernicano respecto a lo que caracterizó a la Presidencia Macri, cuando los beneficios otorgados a los más ricos como el recorte de retenciones y bienes personales, provocó un derrumbe en la recaudación fiscal que se intentó –sin éxito- tapar con deuda que, una vez más, se licua entre todos los trabajadores.
La Rosada confía en que la clave ahora pasa por inyectar liquidez a la economía, sin que esto provoque desequilibrios. La reforma para Ganancias va en este sentido, pero también la búsqueda de acuerdos sectoriales que fomenten la reactivación del empleo, la puesta en marcha de programas de obra pública y el sostenimiento del poder adquisitivo del salario para el sector registrado y para quienes se ven obligados a desempeñase en relaciones laborales informales.
Otro punto clave es mantener el precio de las tarifas desacoplado de los precios internacionales de la energía, algo sobre lo que habló durante el fin de semana Martín Guzmán, cuando anunció que se prevé avanzar en un esquema de segmentación. “Se busca es focalizar los subsidios en quienes más lo necesitan”, dijo el ministro de Economía.
Pero este esquema difícilmente cierre si no se consigue desligar de los precios internacionales, el precio de los alimentos que componen la canasta básica.
Se trata de dos commodity muy codiciados para los grupos que timbean por medio de contratos de futuros y desarrolladores de proyectos que les son afines. Y que, por supuesto, tienen sus ramificaciones también en Argentina.
Su codicia es infinita y al país que necesitan para desarrollar sus proyectos, le sobren treinta millones de personas.

Pandemia

Ante una segunda ola de Covid-19 cuya intensidad asusta, la mayoría de los que tienen responsabilidad de gobierno toman previsiones, cada quien desde su propia perspectiva. Pero aunque ya no haya foto, al parecer, todavía prevalece la sensatez.
Diferente es lo que pasa desde los espacios del bloque opositor donde sobresale una postura cada vez más peligrosa si se la mira en perspectiva de futuro, pero también a la hora de evaluar el daño que causaron y siguen causando al fomentar conductas antisociales que propician la propalación del virus.
El contagio de Alberto Fernández propició un nuevo despliegue de insensatez, entre los campeones de la hidroxicloroquina y el terreplanismo. Pero también permite advertir que el horizonte de resolución de la pandemia todavía está lejos y que, no tanto, lo están unas elecciones de medio término en las que quizás se juegue algo más que algunas bancas legislativas.
Pasado mañana, Wado de Pedro va a ir al Congreso con una agenda en la que la pregunta “¿qué hacemos con las Paso?” está señalada con un asterisco. La visita del ministro del Interior tendrá lugar a una semana de que recibiera en La Rosada a Cristian Ritondo y Jorge Macri.
Esa vez la cita fue para rubricar la firma del acuerdo por el que Nación va a girar cinco mil millones a los municipios bonaerenses, de forma equitativa y para la puesta en marcha del Programa de Emergencia de Infraestructura Municipal.
Por eso también estuvieron, entre otros, Axel Kicillof, Máximo Kirchner y Sergio Masa que al ser consultado sobre las Paso, cuatro días más tarde, señaló “preferiría que se votara en un solo día”.
La foto tuvo como telón de fondo la versión que circuló la semana pasada, que decía que los principales referentes del FdeT entienden que el Gobierno debe buscar ampliar con dirigentes de la oposición, la base de sustentación del acuerdo que espera alcanzar con el FMI (Ver La piedra de Sísifo), para el pago de la deuda. Y al respecto se mencionó a Horacio Rodríguez Larreta y María Eugenia Vidal como los candidatos más firmes para el convite.
Por supuesto que todo esto es como música en los oídos para un sector de ese bloque que crece en la confrontación y que, con Patricia Bullrich a la cabeza, no tardó en fustigar cualquier posibilidad de acercamiento.
Aunque no queda claro qué hay de cierto en todo esto y cuánto de mero intento por empiojar la cancha, la versión aparece como verosímil, si se tiene en cuenta que entre las ideas fundantes del FdeT, está aquella que propicia la estabilización del esquema de representación política a partir de la consolidación de dos bloques de alternancia.
Para viabilizar ese tipo de esquema, precisa de pactos capaces de armonizar a las facciones del universo del capital, algo que busca encontrar por medio del Consejo Económico Social. Pero para que sea sustentable, también necesita darle estabilidad política. Y, si hay un “capitalismo bueno”, por ahí también resulta que hay una derecha buena.
“Siempre voy a estar para terminar con la grieta”, dijo no hace mucho Rodríguez Larreta, como para alimentar el imaginario de los que sueñan con que puede ser posible un espacio en el que el gobierno encuentre un interlocutor para establecer acuerdos políticos, al menos, de mediano plazo. Esto es, un escenario en el que estabilidad institucional-burguesa, mate a lucha de clases.
En este punto hay que señalar que no es exclusivo de Argentina, este fenómeno de protofreikorps del siglo 21 que parecen ponerse de moda, sobre todo, entre jóvenes de sectores medios acomodados de las ciudades.
Y que este movimiento que tiene muchos recursos materiales y usinas de pensamiento como la Fundación Internacional para la Libertad, es una vuelta de rosca más en esto de la globalización, que es un eufemismo para referirse a un tipo de imperialismo acorde a las necesidades del actual momento que atraviesa el desarrollo del sistema capitalista.
De esto va también el paso de la militancia en redes sociales a la callejera y el salto hacia el orgullo y la exaltación de lo efímero, la descontextualización, la ignorancia, la frivolidad, la codicia, el individualismo, el nihilismo, el narcisismo y el desprecio por cualquier tipo de construcción colectiva.
Estos tampoco salieron de un repollo, estuvieron siempre ahí, sólo que ahora se cohesionaron y constituyen un dato político insoslayable. Son un bloque que suma un piso del cuarenta por ciento del electorado, y esto excede a la propia figura del Mauricio Macri.
En el proceso constitutivo del espacio de representación política que sintetiza JxC, la derecha consiguió interpelar a un sujeto social que por su propio individualismo tiende a la dispersión, para convertirlo en un bloque identitario bastante homogéneo con mística y estética propias, así como cierto carácter epopéyico que se vuelve a poner de relieve en cada manifestación que protagoniza.
Esto incluye una trama compleja de legado y legatarios que, como pocos, sabe interpretar Patricia Bullrich. Y, desde ahí ese sujeto duro y galvanizado identitariamente, que incluso se comió a buena parte de la base de la UCR, impone condiciones a su propio liderazgo político partidario.
Esto pasó durante el último tramo de campaña electoral de 2019, cuando la gestualidad y la agenda de JxC, se despojó del alarde de modernidad que declamaba, para correrse hacia un lugar de derecha de rasgos cada vez más trogloditas. Y vuelve a pasar ahora. Por eso es difícil pensar en que la moderación pueda prevalecer en un colectivo que se construyó y sólo puede vivir, al ritmo de la violencia cacerolera. Si alguien de la dirigencia de JxC cuestionada esto que se inscribe en el ADN del espacio, quedaría condenado al ostracismo o el exilio. Y como expresa aquel viejo dicho campero, nadie mea contra el viento.