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Mar, Abr
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Política
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“Es la demostración de la incapacidad de gestión”, decía Macri respecto a la inflación, allá en 2015 ¿Pero bajarla será sólo cuestión de cómo se gestiona el Estado Liberal Burgués?

Lejos del dígito que prometió hace cuatro años, Mauricio Macri va a dejar una inflación de alrededor del trescientos por ciento, según coinciden en señalar consultoras de distinto pelaje.

Así se desprende de trabajos llevados a cabo por Orlando J. Ferreres y Eco Go, que evalúan que el Gobierno Cambiemos se saldará con una inflación ubicada entre 237 y trescientos por ciento. Por su parte, Analytica proyecta 297 por ciento para el período que termina en noviembre de 2019 y C&T Asesores prevé 286; mientras que la consultora que dirige Carlos Melconian, Econviews, habla de un piso de 237 y un techo de trescientos.

Previsiones similares realizaron la consultora que hasta hace poco comandaba el ministro Dante Sica, AbeCeB; pero también Ecolatina, la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas y el Centro de Estudios Scalabrini Ortiz.

Estas cifras son consonantes con la medición del Indec para septiembre dada a conocer ayer, que habla de 5,9. Ante estos datos, en La Rosada festejan porque, según prevén, en noviembre la inflación va a estar en el rango del cuatro por ciento.

“La inflación es la demostración de la incapacidad de gestión, porque significa que uno no puede administrarse con los recursos que tiene”. La frase que con estúpida soberbia vociferó Mauricio Macri durante la campaña electoral de 2015, taladra los oídos del ahora presidente que, en campaña eterna, vuelve a prometer que si gana, esta vez sí va a bajar la inflación.

Pero lo cierto, es que todos los datos indican que quien lo suceda va a tener que lidiar con una herencia que está vez sí va a ser muy pesada.

Es que, aun tomando medidas que logren desactivar parte de las bombas que deja el Gobierno Cambiemos, en el mejor de los casos, la inflación proyectada para 2020 está en el horizonte de los cuarenta puntos.

Esta estimación coincide con la que hace el propio FMI que, en una publicación de esta semana, también señala que este año la economía argentina va a caer el 3,1 por ciento, y que durante 2020 va a seguir retrocediendo.

Queda claro, entonces, que en ese escenario va a ser vital la capacidad que tenga el universo del trabajo para recomponer -rápidamente- salario en un escenario paritario.

Pero también que las paritarias son escasas, cuando la desocupación se coloca en dos dígitos y la subocupación y el trabajo no registrado alcanzan al cuarenta por ciento de las personas económicamente activas.

 

Combo letal

 

La extrema concentración en los sectores claves de la cadena de comercialización de los productos de la canasta familiar y dolarización de las tarifas de servicios y fletes son dos elementos fundamentales a la hora de explicar los motivos de la espiral inflacionaria que caracteriza al Gobierno Macri.

Pero también hay que recalcar que estos elementos fueron favorecidos por las políticas gubernamentales desarrolladas desde diciembre de 2015, que se implementaron de manera deliberada y tienen ganadores, cuyos nombres pueden encontrarse en el tándem de poder instalado en La Rosada.

La cosa es clara, desde que Macri es presidente el salario mínimo en el caso de los trabajadores registrados, cayó en promedio un treinta por ciento y también -en muchos casos- lo hizo el precio de origen de la materia prima alimentaria.

Entonces no se pude hablar de inflación provocada por la suba de costes como mano de obra o materia prima. Pero sí de otros inherentes a la logística y servicios, así como los de tipo financiero y los derivados de la cadena de comercialización.

Así las cosas, en este punto resulta prudente intentar un abordaje crítico que -ante todo- permita tener en claro quiénes son los ganadores y quiénes los perdedores en esta historia.

Y esto es así porque, lejos de la postura clásica -y aun de la keynesiana-, en esto de las relaciones económicas, nada es neutral. Por eso, es necesario tener claro que la mirada desde el universo del trabajo, debe ser siempre diferente de aquella que tiene el poder corporativo y el Estado Liberal Burgués (ELB).

Es verdad que nunca como esta vez, en Argentina un gobierno representó tan cabalmente el carácter simbiótico entre el poder corporativo y el ELB.

Pero también es cierto que a la hora de hacer una lectura crítica sobre fenómenos medulares que como la inflación caracterizan a la Presidencia Macri, nunca hay que olvidar que los gobiernos son sólo una parte de los agentes económicos y políticos, ya que por encima de ellos está el poder real de clase que es nacional y multinacional.

Es que desde que el capitalismo se convirtió en un sistema global, la economía es política: moldea el pensamiento político.

Entonces, en esto de construir miradas y acción alternativas, es importante no confundir los instrumentos capaces de operar cambios, con la alternativa en sí.

Así, cambiar la política fiscal, las estrategias financieras o revalorizar aquellos instrumentos que posee el ELB para intervenir en la relación entre los universos del capital y el trabajo, son instrumentos, importantes sin duda, pero sólo eso.

Es que la alternativa puede -y debe- valerse de aquellos instrumentos que le sean útiles, pero tiene que seguir construyéndose cada día y en todos los frentes de acción política: señalando y actuando sobre aquello que es evidente, algo que no puede ser abordado desde el corsé que impone la aceptación de las relaciones del capital.

El escenario que deja el Gobierno Cambiemos es terrible. Por eso, herramientas clásicas como las paritarias serán insuficientes para morigerar -al menos un poco- todo lo que perdió el universo del trabajo en manos de aquel del capital, desde diciembre de 2015.

Con ese telón de fondo, la idea del acuerdo que propone Alberto Fernández responde a la necesidad de reacomodarse que tiene el propio ELB.

Pero también significa un paréntesis de coyuntura que puede suministrar una cuota de alivio a aquellos que la están pasando pésimo, porque el trescientos por ciento de inflación, no es otra cosa que un trescientos por ciento menos de comida sobre mesas donde ya había poco cuando Macri se convirtió en Presidente.

Y es aquí donde vuelve a cobrar relevancia aquello que de lo importante y lo necesario, de ninguna manera, deben ir en desmedro de lo que es urgente. Esto es, la formación de fuerza propia que actúe sobre aquello que es evidente -aquí y ahora como nunca antes-, pero que asimismo resulte apta para actuar en el escenario que se plantea mientras dure ese paréntesis y también después.