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Mar, Abr
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Política
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Aunque el Banco Central sigue tirando reservas a la cloaca el precio de la moneda estadounidense continuó la escalada que comenzó la semana pasada. Marcos Peña dice que no hay que preocuparse. El Gobierno Cambiemos y la verdadera cara de la crisis sistémica que atraviesa el capitalismo.

“No es motivo para la intranquilidad”, insistió Marcos Peña hoy durante la jornada en la que el precio del dólar oficial se disparó sesenta centavos para establecer un nuevo récord al colocarse en 21,52, todo esto, pese a otra intervención del Banco Central que drenó a la cloaca de la timba financiera alrededor de cuatrocientos millones de la moneda estadounidense que se suman a los 1.382,1 millones del viernes, los 853,3 del jueves y los 1.471,7 millones de hace una semana.

Por su parte, en medio de este vértigo y aunque el viernes la autoridad monetaria subió la tasa al 30,25 por ciento, el precio del dólar no afloja su alza y ya comienza a hacer sentir su impacto en otros precios de la economía.

Es que con esta corrida cambiaria las petroleras ya anticipan otro aumento en la tarifa de los combustibles. Todo porque el precio que se fija en el mercado interno a los combustibles está atado al dólar -algo que le debemos al Gobierno Cambiemos-, lo que hace que los combustibles se disparen, merced a la suba registrada en el precio internacional del crudo Brent, que llevó el barril a 73 dólares, a lo que se suma la del valor por tonelada del biodiésel para su mezcla con gasoil.

Así las cosas, ya trascendió que, si todo queda como está hoy, el incremento en el precio de surtidor sería casi del siete por ciento que, en breve, se va a reflejar en las góndolas, es decir, en un nuevo salto inflacionario.

Entonces, queda claro, esta corrida que beneficia a algunas facciones que integran el tándem de poder que gobierna desde diciembre de 2015, no es otra cosa que una nueva vuelta de rosca en el camino de transferencia regresiva de riqueza emprendida por el Gobierno Cambiemos.

Pero también que la feroz voracidad expresada en el vertiginoso proceso de maximización de tasa de ganancia que ese tándem protagoniza desde que entró a La Rosada, exhibe un mecanismo depredador que, al dejar tierra arrasada, favorece la imposición de una legislación que modifique con un carácter regresivo a la relación entre capital y trabajo.

Por eso no sorprende el jefe de Gabinete cuando asevera que, en este contexto, “lo importante es que tenemos un Banco Central con recursos, herramientas con las que trabaja en cuidar las metas de inflación, que es el primer mandato”. Porque los recursos que está dilapidando el Central son de todos los argentinos, al tiempo que ya se está llegando a la meta de la inflación a la que alude cuando todavía restan recorrer ocho meses de 2018.

Claves

El capitalismo privatiza beneficios y socializa riesgos y deuda. Quien no comprenda esto no puede entender la lógica que tiene el Gobierno Cambiemos y, sobre todo, su política económica.

Es que como pocas veces, desde diciembre de 2015 Argentina tiene un gobierno que expresa el carácter que posee el Capitalismo como sistema de una clase concreta, la capitalista, que es la única beneficiaria de este sistema ideológico, económico y político.

Por eso es que, con las herramientas que otorga el gobierno en el bolso, prioriza dos de los fines fundamentales que tiene el Estado Liberal Burgués, esto es, asegurar que la clase capitalista acumule riqueza y legitimar el procedimiento y la propia acumulación, por medio de elecciones.

Es preciso reconocer que, hasta aquí, en ambas cosas le fue bastante bien, pero también hay que advertir que, lejos de ser como se pretende naturalizar desde la industria cultural y la massmedia hegemónica, capitalismo y democracia no son sinónimos y, por el contrario, están más cerca de ser antónimos.

Es que, difícilmente, un sistema que se basa en la explotación de muchas personas por otras pocas, pueda ser por lo menos justo. Y si queda alguna duda, a modo de constatación empírica, ahí están las seis mil millones de personas que viven por debajo del piso que establecen los estándares diseñados por organismos globales creados por formaciones estatales de intachable pedrigee capitalista.

Entonces, el Estado Liberal Burgués asume el papel de resolver contradicciones que trae aparejadas la acumulación, esto es, legitimar sus dinámicas y mecanismos, entre ellos y por excelencia, los mercados a los que se presenta y acepta como entidades de diáfana objetividad, pero que no son otra cosa que la porción más violenta de los poseedores del capital privado, actuando con total impunidad.

Estos mercados tienen propietarios que constituyen un entramado de instituciones y corporaciones capitalistas, entre ellas las financieras, que en casos como el de Argentina 2018, ni siquiera ocultan la imbricación y el carácter simbiótico con el Estado.

Entonces, cuando se habla de deuda pública queda claro que se habla de endeudamiento que –tarde o temprano- se licúa entre toda la sociedad.

Porque dentro del capitalismo, cualquier beneficio material que alcance a la clase no capitalista es un error, ya que por definición el objetivo de este sistema es la obtención y maximización de la tasa de beneficio propio.

Y de esto va, fundamentalmente, lo de la corrida que se le imprime al precio del dólar durante estos días. Un reacomodamiento entre facciones que, merced a la legitimación que les dio el voto popular durante tres elecciones seguidas, se hicieron con el gobierno.

“La lucha de clases sigue existiendo, pero la mía va ganando”, tituló el 14 de agosto de 2011, al publicar un artículo en The New York Times, Warren Buffet, quien según la revista Time, es una de las cien personas más influyentes del planeta, además de poseer una de las principales fortunas del mundo.

Es aquí, entonces, donde vale reflexionar sobre la urgencia que presenta la tarea de aportar a la construcción de una herramienta que evite que el Proyecto Cambiemos vuelva a legitimarse en 2019. Herramientas que deben construirse, desde la resistencia a las políticas gubernamentales, planteada desde la articulación unitaria en la acción, capaz de actuar en diferentes frentes.

Pero esto no debe inhibirnos de plantear, además del concepto de democracia política, aquel que remite a la democracia económica. Porque lo que expresa el Gobierno Cambiemos no es otra cosa que la verdadera cara de la crisis sistémica que atraviesa el capitalismo y el lugar que este escenario reserva a las formaciones estatales periféricas.

Energía fósil y trabajo asalariado son dos de los principales pilares sobre los que se asentó este sistema que, junto al proceso de degradación ecológica y al de descenso de la tasa de ganancia, va entrando en un cuello de botella que anticipa un posible desenlace vinculado a la búsqueda de otras formas de relación social.