Política
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El ministro Guzmán se reunió con Kristalina Georgieva y, junto con Manzur, busca inversores en EE.UU. Macri brinda en Miami, su runfla da clases de moral en plena campaña y los argentinos enfrentamos una deuda multimillonaria en dólares, de la que en el país no quedó ni un centavo.

Después de que fuera confirmada al frente del FMI, Kristalina Georgieva, recibió ayer al ministro de Economía, Martín Guzmán, en un encuentro en el que sobre la mesa estuvo la negociación de la deuda de 44 mil millones de dólares que contrajo la Presidencia Macri con el organismo multilateral.

Tras la reunión con la directora gerenta del FMI, a la delegación encabezada por Guzmán, se le va a sumar el jefe de Gabinete, Juan Manzur, quien mañana va a viajar a EE.UU. donde, en Nueva York, se espera que mantenga reuniones con representantes de grupos económicos “interesados en invertir en Argentina”.

Está previsto que Manzur vuelva al país durante el fin de semana, en tanto que el titular de la cartera de Economía, va a seguir en EE.UU. para asistir a la Asamblea Anual del Fondo y el Banco Mundial, así como a la cumbre de ministros del G-20. Quien también participa de este equipo, es el presidente del Banco Central, Miguel Pesce.

Antes de volar hacia Nueva York, Manzur junto a Sergio Massa y Wado de Pedro, participó del almuerzo en el que Alberto Fernández fue anfitrión de Marcelo Mindlin, Marcos Bulgheroni, Hugo Eurnekian, Jorge Brito, Javier Madanes Quintanilla, Francisco De Nárvaez, Alejandro Simón y Juan Martín de la Serna. Se trata de dueños de empresas que representan buena parte de del poder económico más importante que actúa en el país.

Según se dejó trascender, los empresarios exhibieron su voluntad de invertir para favorecer la generación de empleo, todo después de que se firme el acuerdo con el Fondo.

Así las cosas, en la previa del encuentro entre Georgieva y Guzmán, el FMI dio a conocer el nuevo informe sobre sus perspectivas para la economía mundial, en el que eleva la proyección de crecimiento para Argentina, que ahora coloca en 7,5 por ciento para 2021 y 2,8 para el año que viene.

Cabe recordar que el mes pasado, nuestro país canceló un pago de capital por 1.880 millones de dólares al FMI y que, en diciembre, hay otro vencimiento de alrededor de dos mil millones. Para el vencimiento de septiembre, el Gobierno decidió utilizar parte de los Derechos Especiales de Giro (DEG) del FMI que había recibido en agosto.

De cara al que toca en diciembre y ya sin la posibilidad de echar mano al activo financiero que se utilizó el mes pasado, en La Rosada prenden velas para que haya fumata blanca con el Fondo antes de fin de año.

Es que cuando se llegue a un acuerdo, lo que de ahí resulte deberá ser refrendado por el Directorio del organismo multilateral y también por el Congreso Nacional que, en cuatro meses más, ya va a tener la composición que surja de los comicios del mes que viene.

Y, sobre todo, porque tras estos dos pagos de capital del Stand-By con que el Gobierno Cambiemos endeudó a todos los argentinos, se viene el vencimiento de 19.200 millones de dólares, a lo que se suma otro de dos mil millones con el Club de París que, si hay acuerdo con el FMI, podrían ser refinanciados.

 

El dulce encanto de la fuga

 

Este endeudamiento condiciona las posibilidades que tiene el Gobierno de actuar sobre variables macroeconómicas, pero también sobre aquellas más ligadas a la economía doméstica, la puesta en marcha de planes de infraestructura pública y el precio de los alimentos.

Paradójicamente, mientras los argentinos padecemos esta situación, su principal responsable, Mauricio Macri, anda dando clases de liderazgo académico en una cátedra de economía de una universidad de Miami. Y lo que es peor, en lugar de responder sobre el brutal endeudamiento que perpetró durante su paso por La Rosada, Juntos por el Cambio, en sus diferentes versiones, fue la fuerza más votada en las Paso.

Pero más allá de esto, que merece alguna reflexión desde terrenos como el de la psicología que exceden a este artículo, lo cierto es que desde que Macri dejó la Presidencia, poco fue lo que se hizo para que se investigue y sancione judicialmente la toma de una deuda que por su volumen y características es excepcional, ilegal e ilegítima. Y que el Gobierno Cambiemos contrajo sin siquiera consultar al Congreso.

Tampoco parece ser tema de agenda pública, política ni judicial, aquello que fue desnudado por el informe que el Banco Central difundió a principios de 2020, que da cuenta de las características que tuvo la fuga de capitales perpetrada entre 2015 y 2019, que superó los 86 mil millones de dólares.

Se trata de un relevamiento que explica, en gran medida, dónde fue a parar el sobreendeudamiento que dejó la Presidencia Macri que, entre otras cosas, complica más del ochenta por ciento del PIB. Pero exhibe el modus operandi que utilizó la banda a cuyo jefe se vio, en estos días, brindando con champagne en un lujoso restaurante de Miami.

Es que más de la mitad de los 86 mil millones, se concentraron en empresas y personas humanas que compraron dólares durante ese período. Esto vuelve a mostrar un mecanismo perverso por el que, con el aparato estatal a su disposición y desde una identidad de clase, se endeudó a todos los argentinos para abastecer a unos pocos, de dólares baratos que se fugaron sin aportar ni un centavo al sistema productivo.

Estos mismos tipos, son los que –también en estos días- ponen el grito en el cielo cuando el gobierno bonaerense subsidia viajes de egresados y propician reformas que consagren relaciones absolutamente regresivas en lo laboral y lo tributario.

El año pasado el Banco Mundial publicó un estudio comparativo sobre la estructura tributaria que tienen distintos países, que revela cosas bastante interesantes. El trabajo da cuenta de que en Argentina los impuestos directos sobre patrimonios y rentas, representan apenas el 12,9 por ciento del total, mientas que el promedio en América Latina y el Caribe es de 26,5 por ciento.

Cabe recalcar que el Gobierno Cambiemos profundizó esta diferencia, ya que en 2015 los impuestos directos representaban el 15,2 por ciento de la recaudación, esto es 3,3 puntos más que cuando Macri se fue de La Rosada.

Así las cosas, queda claro que en todo esto hay una cuestión identitaria que tiene que ver con la pertenencia de clase, pero asimismo que esos 86 mil millones de dólares pudieron utilizarse para que el Estado interviniera en la economía, para favorecer cosas como la creación de empleo de calidad o la construcción de herramientas capaces de intervenir en la cadena de valor que acaba en la canasta de básica.

Identidad de clase y aspiración de vaya a saberse qué cosa. Porque esos 86 millones que se robaron quienes siguen impunes, también pudieron servir para que sectores medios asalariados -donde el macrismo pesca con mediomundo-, logren comprar una vivienda por medio de créditos accesibles.

Es que más allá de la voracidad depredadora que exhibió la banda que nos endeudó de esta forma, e incluso por encima de las particularidades que adopte en cada formación estatal involucrada, el endeudamiento es una herramienta política que caracteriza a la actual etapa de la Crisis de Larga Duración que atraviesa el sistema capitalista.

Y sin que esto le reste ni un ápice de responsabilidad política y penal a personajes como Macri y Dujovne, hay que tener claro que la deuda no es otra cosa que un próspero negocio para quienes entienden a la financierización como la vía de escape a la crisis que el sistema capitalista lleva en su propio ADN.

Y una parte central de ese negocio es la capacidad que la deuda otorga para recortar soberanía a las formaciones estatales, así como para imponer legislación, políticas y modelos económicos cuyo único horizonte es la toma recurrente de crédito para pagar intereses a la propia industria del crédito.

Para comprender de qué va esto, hay un dato que aporta el último informe del el Banco Internacional de Pagos que resulta bastante alarmante, ya que da cuenta de que la deuda acumulada por el sector no financiero de las economías a escala mundial, asciende a 221,4 billones de dólares. De esto casi la mitad corresponde a EE.UU. y a la República Popular China.

Por su parte, también indica que el endeudamiento de gobiernos es de 83,4 billones, en tanto que el de sociedades no financieras llega a 78,6 y el del sector financiero a 65 billones de dólares, al tiempo que el correspondiente a hogares es de 53,8 billones de esa moneda.

Todo esto representa algo así como 286 billones de dólares, esto es unas casi cuatro veces el valor del producto mundial, pero además se trata de una cifra que ya venía creciendo vertiginosamente antes de 2020, algo que se aceleró con la pandemia.

Entonces, sin quitarle mérito a los miserablemente nos endeudaron y ahora pretenden dar cátedra de moral, el proceso de endeudamiento que padecemos es un episodio de lucha de clases ya que, entre otras cosas, acaba definiendo siempre algo tan básico como la posibilidad o no de poner un plato de comida sobre la mesa.

Pero también habla del carácter criminógeno del sistema capitalista y su capacidad para invadir todos los ámbitos de la vida humana, ya que genera condiciones de escasez e inestabilidad que meten presión en la cotidianeidad, lo que es un obstáculo para que los propios sujetos sociales agredidos puedan autoanalizarse y comprender la naturaleza de lo que pasa.

Y, por otra parte, vuelve necesario reflexionar acerca de lo estéril de la suerte de automatismo con que reacciona, cíclicamente ante esto, el esquema político que desde el reformismo ve en la deuda y en el mecanismo que lleva a ella, una cuestión que desde su mirada sería consecuencia de malas prácticas y no de un sistema capitalista que a pasos agigantados, corre y nos empuja a todos hacia una verdadera crisis civilizatoria.