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Jue, Abr
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Política
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Una iniciativa sensata que busca transformar la basura en riqueza, es resistida por buena parte del universo del capital. Cultura de lo efímero y lo descartable vs. trabajadores de la economía popular.

Durante el mes que comienza hoy y merced a la prórroga de las sesiones ordinarias del Congreso que habilitó el ejecutivo, se debe tratar una agenda que incluye algunas iniciativas relevantes como es el caso del Proyecto de Ley de Envases, que corre riesgo de perder estado parlamentario como consecuencia de las demoras que viene sufriendo su tratamiento, básicamente, a raíz del brutal lobby empresarial en su contra que encabeza la Cámara de Comercio de EE.UU. en Argentina (AmCham).

Vale citar que se trata de una iniciativa que fue construida por cartoneros agrupados en cooperativas de diferentes puntos del país, que fue avalada por el Ministerio de Ambiente que le dio la horneada final para enviarlo al Legislativo con la firma del presidente Alberto Fernández.

El proyecto tiene dos virtudes fundamentales, ya que interpela al universo empresario sobre la responsabilidad que tiene sobre aquello que producen y que le reditúa ganancias, pero también pone en el centro del escenario a un segmento de trabajadores de la economía popular que, desde hace más de dos décadas, es el que más y mejor viene haciendo algo en un tema vital como es el reciclado urbano.

Es que la iniciativa se basa en el concepto de Responsabilidad Extendida al Productor (REP), esto es, que las empresas se hagan cargo de la totalidad de lo que colocan en el mercado, es decir de las ganancias, pero también del pasivo ambiental que generan los envases que así como están las cosas, en su gran mayoría van a engordar basurales donde contaminarán el medioambiente, en algunos casos, durante siglos.

Y como para neutralizar ese impacto ambiental negativo, el Proyecto prevé tres escenarios que, en realidad, son tres posibilidades que se le brindan a las empresas que ahora contaminan, para que dejen de hacerlo.

Uno de ellos es que utilicen envases retornables lo que llevaría a que no provoquen contaminación, pero también pueden optar por generar un sistema propio de reciclado, algo que ya hacen algunas empresas.

¿Pero qué pasa con las que elijen no hacer nada de eso? En esos casos, deberán atender lo que plantea el principio del REP y abonar una tasa inferior al tres por ciento del costo de los envases que colocan en el mercado.

Este punto es interesante porque rebate los argumentos que los lobístas massmediáticos vienen utilizando, cuando acusan al Proyecto de perseguir un fin recaudatorio. Nada más alejado de la realidad, ya que como se trata de una tasa y no de un impuesto, debe tener una asignación fija que en este caso se corresponde con el gasto que tiene que hacer la autoridad de aplicación para disponer la basura que ellos generan.

Y esa autoridad de aplicación, son los municipios que, en este caso y de acuerdo al texto del Proyecto, deberán encarar esta tarea con las cooperativas de recicladores urbanos que son quienes tienen el expertiz en el manejo, reciclado y disposición final de este tipo de productos.

Otro dato interesante es el que señala que Argentina está importando materiales reciclados que son insumos que requiere una parte de la industria y que, para ello, utiliza dólares que como todos sabemos, son un bien bastante escaso por esta parte del mundo. Pero lo más llamativo es que esos materiales están en la basura que producimos cada día, pero se los tiene que importar, porque estos residuos no se procesan adecuadamente.

Entonces, en lugar de utilizarlos y ahorrar dólares, esos residuos acaban engordando alguno de los más de cinco mil basurales a cielo abierto que hay en diferentes puntos del país, lo que suele provocar contaminación de las napas freáticas y otro tipo de problemas con los que suelen lidiar los intendentes.

 

Un tiro en el pie

 

Como se ve, es una iniciativa que -si prospera- va a hacer que ganemos todos ¿Entonces por qué provoca tanta resistencia por parte de corporaciones como la AmCham, algunos de los principales conglomerados massmediáticos y, por supuesto, de los bloques legislativos de Juntos por el Cambio?

Una parte de la respuesta es lineal: aunque el monto de la tasa REP que se les vaya a cobrar sea insignificante, estas corporaciones son absolutamente refractarias a cualquier medida que reduzca su tasa de rentabilidad, aunque se trate de un cero-coma-nada.

Pero también porque preguntar quién es responsable de los pasivos ambientales, es cuestionar una forma de producir y consumir, que es la que imponen las relaciones del capital, que genera demasiados residuos que el planeta no está en condiciones de procesar.

Y, además, es invitar a reflexionar sobre el carácter criminógeno que tiene esta cultura de lo efímero y lo desechable que impone el sistema capitalista.

La mayor parte del packaging que con técnicas de mercadeo se realza, incluso por encima del producto mismo, suele estar hecho con materiales derivados de hidrocarburos que se formaron en un proceso natural que va de uno a varios millones de años. A esto hay que añadirle el proceso de extracción e industrialización, que lo transforma en un paquetito llamativo que parece importar más que lo que contiene. Demasiado tiempo como para que en un instante acabe enterrado en un basural donde va a contaminar durante miles de años.

Pero lo cierto es que al capitalismo, le llevó mucho menos tiempo especializarse como sistema que fabrica porquerías innecesarias y técnicas que llevan a que para millones de personas el consumismo patológico sea una forma de vida y un paradigma de felicidad.

Significativamente, esta producción de bienes innecesarios es uno de los principales límites que caracterizan al actual momento que atraviesa la Crisis de Larga Duración del Sistema Capitalista, que lleva a un cuello de botella atravesado por la crisis de sobreproducción (Ver ¿Quién va a pagar la pandemia?).

Pero más significativo aún, es que otro de los rasgos distintivos de este momento, sea el limitante que el propio sistema ecológico le pone a la expansión del capitalismo. Una de las vías de escape de la segunda mitad del siglo 20 fue la deslocalización, que llevó a que las formaciones estatales capitalistas de más volumen, morigeren el impacto ambiental que desde hacía décadas provocaban en sus territorios, para llevar esa contaminación a países de los que denominan “en vías de desarrollo”.

La mala noticia es que ya reventaron el norte, pero en poco tiempo hicieron lo propio con el sur y hoy el estrés ambiental es un fenómeno global que afecta, tierra, aire y agua. Y la cosa se poner cada vez peor.

Pero la buena noticia es que otro de los límites que tiene la expansión del sistema capitalista, está en el sujeto social al que agrede, esto es, fundamentalmente, los trabajadores. Por eso es que entre tirarse un tiro en el pie y seguir contaminando o permitir que quienes saben de esto, en este caso los trabajadores de la economía popular, se hagan cargo de la situación, la clase capitalista elige el tiro antes que aceptar cualquier solución que implique autogestión y democracia directa.