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Mié, Abr
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Este clamor se hizo sentir en distintos estadios donde se disputa el Mundial. Mientras tanto, en el territorio palestino continúa la matanza  que perpetra el Estado de Israel.

“Palestina libre” es la leyenda que estaba estampada sobre una monumental bandera que cubrió buena parte de la zona del estadio Al Janoub, donde se ubicaba la hinchada de Túnez durante el partido que su equipo disputó el sábado pasado ante Australia.

No fue la única expresión de apoyo que la lucha del pueblo palestino tuvo en lo que va del Mundial 2022: también hubo manifestaciones similares durante los encuentros que disputaron Marruecos, Arabia Saudita, Países Bajos, Irán y Qatar donde viven alrededor de 250 mil palestinos.

Así, la causa palestina aprovechó la excepcional vidriera que le brinda la máxima cita futbolera que, este año, coincide con la conmemoración del Día Internacional de Solidaridad con el Pueblo Palestino. Y, aunque su seleccionado se quedó en la segunda ronda de la eliminatoria de la AFC, la alegría fue palestina en las tribunas.

Pero la cosa es muy diferente fronteras adentro del Estado de Palestina, donde durante las últimas jornadas se vive una nueva escalada de violencia perpetrada por las fuerzas de ocupación israelí, asociada a los ataques a colonos, que se multiplican en la previa de la conformación de un nuevo Gobierno de extrema derecha sionista.

Precisamente en Cisjordania, los ataques cotidianos del ejército israelí tuvieron un saldo de al menos una docena de personas asesinadas durante la semana pasada. Y a pocas cuadras de la sede de la Autoridad Nacional Palestina, en Ramalá, soldados israelíes ultimaron a los jóvenes Jawad y Dhafer Abdul Rahman Rimawi, en un hecho que el ministro de Asuntos Civiles palestino, Husein Al Sheikh, calificó como “un crimen horrible, una ejecución a sangre fría”.

Pero como si todo esto fuera poco, la ministra del Interior, Ayelet Shaked, revivió durante la semana pasada el proyecto de construcción de nueve mil viviendas para ocupantes israelíes en la zona del antiguo aeropuerto de Qalandia, que es un sector Jerusalén Este ocupado por Israel.

Ante esta situación, la ONU advirtió que la violencia que perpetra el Estado de Israel se viene intensificando y que, desde abril, el ejército de ese país llevó a cabo más de dos mil incursiones en Cisjordania, zona que Tel-Aviv ocupa ilegalmente desde que la invadió durante 1967. El saldo que dejaron es de una cifra superior a los 125 palestinos asesinados.

En este contexto y merced al resultado electoral del 1° de noviembre, Benjamin Netanyahu avanza en acuerdo para formar el nuevo gobierno que espera presidir. Y lo hace articulando la alianza de su partido, el Likud, con otros de la extrema derecha sionista.

Así las cosas, ya acordó con Avi Maoz, que preside un partido homofóbico y ultrarreligioso, quien va a hacerse cargo de un viceministerio clave desde la que se propone “reforzar la identidad judía de Israel”. Pero también con Itamar Ben-Gvir, quien va a ser ministro de Seguridad y abiertamente señala que -desde su perspectiva- el pueblo palestino es “terrorista”, por lo que postula que es preciso que el Estado de Israel “utilice más violencia contra ese terrorismo”.

Frente a esta nueva situación, el legislador palestino Bassam al-Salhi, alertó que “ahora más que nunca, Israel se convierte en un Estado ocupante, en un Estado fascista que promueve el apartheid” y no dudó a la hora de sostener que “el próximo Gobierno israelí, cuyo líder será Netanyahu, tiene todos los condimentos de una organización terrorista que establecen los estándares internacionales”.