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Jue, Abr
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Mientras el pueblo colombiano es asesinado por el gobierno de Iván Duque, Conmebol avala que el fútbol continúe y por ahora la Copa América seguiría teniendo a Colombia como una de las sedes. Ante la muerte y la crisis, el show debe continuar.

En el marco del segundo paro nacional contra el gobierno del presidente Iván Duque, después de cuatro semanas de movilizaciones y protestas que dejado un saldo de más de medio centenar de muertos, alrededor de seiscientas personas heridas y una cifra similar de desaparecidas, se ha utilizado el fútbol para tapar el sol con la mano una vez más.
Los ojos del mundo se posan sobre Colombia durante las últimas semanas a raíz de la inestabilidad social que atraviesa el país, situación que acabó de reventar con el intento gubernamental de imponer una reforma tributaria que beneficia a lo más concentrado de la clase capitalista que actúa en ese país.
En este contexto y mientras el gobierno toma a las manifestaciones que se desarrollan en las principales ciudades como objetivo de guerra, Conmebol mira para otro lado. Sin importarle las violaciones a los derechos humanos, que perpetra el Estado colombiano ni la integridad física de los futbolistas, sigue permitiendo que se jueguen los partidos de Copa Libertadores.
Los encuentros entre Junior y River, Atlético Nacional, Nacional de Uruguay y América de Cali ante Atlético Mineiro se disputaron pese a que en las inmediaciones de los estadios el aparato de represión estatal desplegaba lo peor de su violencia contra los manifestantes.
Algunas postales que se vieron hablan sobre la gravedad de lo sucedido. Partidos detenidos por los gases lacrimógenos que llegaban de afuera del estadio, los sonidos de las balas que eran captados por el micrófono de la transmisión televisiva y la imposibilidad del plantel de Nacional de Montevideo de salir del hotel donde se alojaba por la balacera que había en las calles aledañas.  
Hasta los propios periodistas a cargo de la transmisión entendían que el partido era anecdótico, porque no se podía tapar lo que estaba pasando afuera. “El fútbol debería tener sensibilidad por el poder que tiene. Es irrespetuoso hablar de fútbol cuando están pasando hechos verdaderamente lamentables afuera de la cancha”, sostuvo Diego Latorre.
Con todos estos agravantes, Conmebol decidió continuar el Show. Para peor, amenazó a Nacional de Uruguay con eliminarlo de la Copa Libertadores si no se presentaba al estadio, ya que muchos de sus futbolistas y dirigentes consideraban que no estaban las condiciones dadas para que pudieran salir del hotel.
La organización del futbol sudamericano que encabeza el paraguayo Alejandro Domínguez, sigue mostrándose prepotente en favor de sus intereses y desentendida de las crisis de los países del continente. Lo hizo cuando fue uno de los principales organismos que ejerció presión para que abran la actividad en plena pandemia durante el 2020.
En este caso, la Conmebol queda expuesta como cómplice de la represión, no solo porque supuestamente estos partidos iban a ser “garantía de seguridad” para que se realice la Copa América, sino por el repudio de millones de hinchas del futbol que entienden que ya no puede taparse el sol con las manos y que se solidarizan con el pueblo colombiano.
Domínguez tiene claro que en este contexto latinoamericano, con mayoría de gobiernos que no toman medidas fuertes para enfrentar la pandemia o aplicaron la lógica del “sálvense quien pueda”, es un viento a su favor para seguir facturando. Para Bolsonaro, Duque, Moreno y Piñera, entre otros, es un beneficio que fútbol siga siendo el árbol que tape el bosque.
Si bien hay rumores de que la Copa América puede encontrar una nueva sede en remplazo de Colombia, Conmebol ni siquiera se pronuncia al respecto y por ahora sus planes no parecen modificarse.
Incluso el ministro del Deporte de Colombia, Ernesto Lucena, insistió en que su país realizará el certamen sudamericano junto con Argentina, del 13 de junio al 10 de julio. En medio de las protestas masivas en el territorio nacional, dejó en claro que  "nosotros vamos a ir hasta el final”.
 
¿Quiénes tomaron cartas en el asunto?  

Aunque le pese a la derecha que actúa en el continente, así como a Conmebol y gran parte de la prensa hegemónica que no quieren correr las cámaras de la pelota, el repudio de millones de personas al terrorismo que perpetra el gobierno de Colombia se hizo oír.
Por ejemplo los capitanes de los clubes colombianos de fútbol, pidieron que dejen d eprogramarse partidos de la Liga hasta que "no se resuelva la actual situación de orden público" y manifestaron su apoyo al Paro Nacional.
Otro que no tuvo tapujos en criticar fue el delantero uruguayo Edinson Cavani: “La Copa América no debería jugarse en Colombia. Conmebol está pensando únicamente en dinero y haciéndole un favor al Gobierno encubriendo con fútbol toda la ineptitud que ha causado durante los últimos años", aseveró.
A su vez, el DT de River, Marcelo Gallardo, repudió que se haya jugado el partido de su equipo contra Junior. Pero mientras algunos protagonistas del deporte han parado rebeldemente la pelota y optan por visibilizar la violencia que se vive en Colombia, hay otros que brillan por su ausencia.
A pesar que muchos clubes y federaciones del continente se manifestaron por sus redes sociales, pidiendo por la “paz en Colombia”, traspasar esto a acciones concretas se queda en el camino.
El miedo a la descalificación y la pérdida económica que puede significar no presentarse a un partido de Copa Libertadores, hace que los dirigentes de los clubes no se pronuncien ni cuestionen el accionar de Conmebol.
Con el ejemplo de lo que pudo haberle pasado a Nacional de Montevideo, el silencio es salud. Sin embargo, la individualidad prima y, para los dirigentes del fútbol sudamericano, parece ser más importante clasificar a la siguiente ronda, el premio económico y ser consentido a la hora de influir en las decisiones de Conmebol para beneficio personal y de su club.
Es hora de que alguna leve conciencia de clase llame, por lo menos a un puñado de dirigentes, a cuestionar las acciones de Conmebol. Y que, en este sentido, tomen decisiones más humanas.
Por ahora nada de esto pasa y, por ende, la dirigencia política del fútbol de los clubes de Sudamérica, también es cómplice de Conmebol.
Lo positivo es que el repudio a lo que sucede en Colombia se masifica y, por más que intenten ocultarlo, se ve la mancha de sangre en la pelota, algo que les duele a quienes siguen y quieren al deporte más popular del mundo, pero entienden que el juego no debe tapar el terrorismo de Estado en un país.