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Mié, Abr
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El candidato de Pacto Histórico va a tener que dirimir con Rodolfo Hernández quién será el próximo presidente de Colombia.

Con poco más del cuarenta por ciento de los votos, Gustavo Petro se impuso en la elección presidencial de ayer, pero no consiguió eludir la segunda vuelta donde su candidatura va a competir con la de Rodolfo Hernández, quien se quedó con el 28 por ciento de las voluntades con lo que superó por cerca de cinco puntos porcentuales al postulante promovido por Iván Duque, Federico Gutiérrez.

La campaña que desembocó en la jornada de ayer fue dura: de acuerdo a la organización colombiana Misión de Observación Electoral, se trató del periodo preelectoral que registra más hechos de violencia política de los últimos doce años.

¿Pero quién es Hernández? Este empresario que siempre tuvo una postura pública de derecha, se presentó como quien puede ser capaz de interpretar la partitura de una plataforma de cambio que le lave la cara a uribismo que, de mano de Iván Duque, profundizó la represión de la demanda social, al tiempo que impuso un ajuste feroz y obstaculizó los avances que se habían conseguido merced a los Acuerdos de Paz firmados en septiembre de 2016.

Diferentes fuentes de la massmedia de Europa occidental y EE.UU., venían presentando a Hernández como un “populista de derecha” y, mientras no ocultaban sus deseos de que sea el líder del movimiento político Liga de Gobernantes Anticorrupción quien pase a segunda vuelta, lo anunciaban como “el Trump colombiano” que daría “una cachetada a la clase política tradicional”.

Como se ve, la misma tijera corta la hechura de las alternativas con que la clase capitalista busca tirar la tierra debajo de la alfombra para ocultar lo hecho, pero también para intentar exhibir como novedoso aquello que es más -y peor- de lo mismo.

Queda claro entonces que, de los dos que tenían posibilidades de representar al bloque de cara al 19 de junio, Hernández era el más incómodo para los candidatos de Pacto Histórico, espacio que sin dudas va a tener que redoblar su militancia e hilvanar acuerdos muy finos, pero sin perder la esencia que lo llevó a que cuatro de cada diez colombianos lo perciba como la alternativa para acabar con un sistema que EE.UU. muestra como ejemplo para la región.

Un sistema donde la democracia liberal burguesa se jacta de ser “la más antigua de la región”, pero que convirtió a Colombia en la formación estatal más desigual de Latinoamérica. Y este puede ser un punto clave para comprender qué puede pasar en Colombia el aquí al 19 de junio.

Hace un año, el intento por imponer una reforma tributaria absolutamente regresiva en un país en el que en medio de la pandemia el Gobierno Duque profundizó el ajuste, alumbró el Comité Nacional de Paro y movilizaciones que llevaron la resistencia y el estado asambleario a todo el país. La respuesta fue una brutal represión estatal, que dejó un saldo de personas asesinadas cuya cantidad aún se desconoce con certeza.

De ese reclamo en las calles nació, también, Pacto Histórico que consiguió sumar a un abanico muy amplio de fuerzas políticas y sociales. El resultado de ayer pone a esta coalición -y a Colombia- ante el desafío de demostrar que aquel estado de movilización sigue intacto y, sobre todo, de exhibir que esa masa crítica que tomó las calles en abril de 2021, maduró lo suficiente como para transformar la bronca y la demanda en política.