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¿Qué factor común hay entre los fallecimientos del Papa emérito y Pelé con la Mano de Dios y las posturas de Francisco? Sobre esto reflexiona Andi Nopilas en un artículo publicado recientemente en Unsere Zeit que, gentilmente, su autor comparte con Nuestra Propuesta.

“Fuimos” Papa durante casi ocho años y jefe superior de parte de Dios en la tierra durante casi otra década, hasta el 31 de diciembre. Nombrado por su predecesor, Juan Pablo II, en 1981 como jefe de la Congregación Vaticana para la Doctrina de la Fe que es el órgano que con otro nombre y en otras épocas, buscaba y eliminaba brujas y heliocentristas, Joseph Ratzinger siempre se sintió cómodo en el ala derecha de la Iglesia católica. Incluso se convirtió en un héroe duradero de la facción conservadora cuando se convirtió en Papa, en 2005, como Benedicto XVI.

Durante sus ocho años como Vicario de Cristo, logró consolidar las determinaciones retrógradas del anticomunista polaco, pero su jefe supremo se negó a reconocerlo: a los 85 años, su mente y su cuerpo ya no eran lo bastante estables y, entonces, Dios lo hizo saber a través de la boca del propio Ratzinger. Así fue que Benedicto se jubiló antes que Ratzinger, algo original porque habitualmente, en esta profesión, la jubilación comienza en el preciso momento en que expira el reloj biológico.

Comparado con el polaco y el alemán, cualquier heredero del Trono de Pedro sería progresista y, quizás por esto, el plan de Dios había sido poder mantener en jaque al sucesor, dejando el lastre de un Papa emérito como agazapado francotirador.

Pero esto se quedó en un piadoso deseo. Pues el argentino Jorge Mario Bergoglio, se encargó de criticar esto y aquello en la propia Casa de Dios e incluso se toma la libertad de mencionar guerras y conflictos en Yemen y Siria, en Myanmar, Palestina, Irán o el Sahel en su discurso de Navidad: guerras que según la industria massmediática dominante parecieran terminadas.

Fue entonces una satisfacción para Ratzinger que, en Alemania, esa misma industria massmediática sólo citara del discurso del Papa Francisco aquello vinculado a Ucrania como escenario de guerra, nivelando así las contradicciones germano-argentinas.

Dos días antes de reclamar la presencia de Ratzinger, Dios sacó de la cancha por última vez a otro conservador, que también tuvo que ceder su trono a un argentino: Pelé, rey del fútbol. Varias décadas antes y según nuestra propia percepción, “nosotros” los alemanes, nos apresuramos a convertir a Franz Beckenbauer en Kaiser, pero al parecer Pelé no podía ser superado.

Pero esto cambió cuando apareció Diego Maradona quien, definitivamente y a través de su mano, demostró que era posible estar mejor conectado a Dios. Al menos es lo que se podría pensar.

Porque el mecanismo de igualitarismo injustificado que crea la disección germano-mediática en asuntos de Ucrania, antes la llevó a cabo la Fifa con Maradona: en 1999 el D10s tuvo que compartir el galardón al “Futbolista Mundial del Siglo” con Pelé.