Política
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El ministro Martín Guzmán habló claro y señaló dónde está trabada la negociación con el FMI. El macrismo sigue enamorado de los Buitre mientras juega Al Gran Bonete ¿Encontrará Cafiero lo que va a buscar a Washington? La clase capitalista y esa vieja costumbre de no pagar impuestos ¡Así no hay equilibrio fiscal que aguante!

La cita fue el miércoles pasado en el Museo del Bicentenario de la Casa Rosada. Ahí, junto a Alberto Fernández, el ministro Martín Guzmán, hizo ante los gobernadores una presentación acerca del estado de las negociaciones que el Gobierno nacional lleva adelante con el FMI sobre el pago de la deuda que contrajo la Presidencia Macri.

El titular de Economía aclaró que la resolución de la deuda “no es una cuestión de visiones sino de intereses en juego” y que “la principal tensión” se plantea porque, mientras que para el Gobierno “la palabra ajuste está desterrada en la discusión”, el FMI pretende trazar una hoja de ruta que pise el crecimiento (Ver ¡A brindar que se acaba el año!).

Por eso Guzmán fue claro cuando señaló que “la diferencia medular” que traba el acuerdo reside en el sendero fiscal. Argentina postula que la economía debe seguir creciendo para poder reducir el déficit de forma gradual y así pagar, en tanto que el Fondo se aferra a una receta ortodoxa que exige ajuste que -desde esa mirada- provocaría el engorde de las arcas del Banco Central para garantizar el pago de intereses y capital, pero también traería equilibrio fiscal, lo que haría posible el acceso al crédito del exterior (Ver El año de la deuda).

¿Cómo se traduce esto? Lejos de ser original, la idea de ajustar primero y después ver qué pasa, es una tesis liberal que se arraigó bastante hace un siglo y que la constatación empírica demostró que nunca sirvió para crear crecimiento ni empleo, pero tampoco hizo que se reduzca el déficit ni la deuda ahí donde se aplicó.

Entonces, sin crecimiento de la actividad no se incrementa el empleo ni el salario, por lo que tampoco lo hace la demanda efectiva, lo que inexorablemente lleva a una caída en la recaudación ya que entre comer y pagar impuestos, finalmente se opta por comer.

Pero asimismo, porque en un esquema con un fuerte componente de impuestos al consumo como el de Argentina, esto hace que el cóctel se vuelva rápidamente mucho más letal y genere un agujero fiscal superior al que ya había. Y esto es así, porque cuando hay ajuste, hay menos consumo.

Este círculo vicioso lleva a un sendero de más ajuste y más deuda, porque provoca condiciones en las que ni siquiera se puede pagar lo acordado. Todo esto ya pasó en Argentina y en la historia reciente, por eso resulta rocambolesco que el FMI insista con esta fórmula, pero mucho más que el bloque de representación política que encabeza Juntos por el Cambio (JxC), postule que esa es la receta a la que hubiera echado mano para atender la situación que ellos mismos generaron, si hubiesen ganado las elecciones de 2019.

Pero hay algo más que desnuda esta propuesta del Fondo que cuenta con sus quintacolumnistas en el macrismo y la banda de economistas iluminados que, habitualmente, amplifican las bocas de expendio de los principales conglomerados massmediáticos.

Porque si aseveran que con su receta y en un plazo mediano podría recuperarse el nivel de empleo por encima de crecimiento del PBI, es porque necesariamente se disminuiría la productividad ¿De qué va ese escenario? Sencillo, una economía reprimarizada, proveedora de servicios baratos y en la que el valor agregado sería cosa del pasado.

Por otra parte, como ese esquema no puede permitirse otra cosa que achicar constantemente el renglón asignado a lo que desde esa mirada se considera “gastos”, tras cartón van a venir por la privatización de lo que queda: los sistemas públicos, gratuitos y universales de Salud y Educación, y el de jubilaciones.

Y si alguien sueña con que ese esquema de salarios de miseria puede convertir a Argentina en una planta apetecible para la deslocalización industrial, malas noticias: ya hay mucha competencia para eso y si se cargan al sistema educativo, va a ser difícil que en algunos años quede alguien que sepa manejar un torno.

“Déjà vu de lo que va a venir”. Le podemos robar esta frase a Fito Páez para describir el propósito de lo que Mauricio Macri anuncia en su Segundo Tiempo y que, en los días que corren, tiene a algunos emisarios cerrando negocios a futuro con fondos especulativos. Sí, se trata de los Buitre.

Sería ingenuo imaginar que el boicot al Proyecto de Presupuesto y al Consenso Fiscal liderado fundamentalmente por el PRO, así como sus intentos parlamentarios de desfinanciar al Estado forzando la baja de impuestos y la reticencia a sumarse a esquemas de diálogo institucional, se deben leer sólo como la expresión de una facción del esquema de representación política que quiere desgastar al oficialismo para posicionarse mejor en la carrera a las Presidenciales.

Esta vez y sin demasiados complejos, tal como hiciera Domingo Cavallo durante 1989, Luciano Laspina viajó hacia Washington como emisario PRO para fomentar el endurecimiento de la posición estadounidense en la negociación de la deuda.

Nada nuevo bajo el sol. Ya en 2014 cuando el juez Thomas Griesa presionaba a Argentina con la amenaza del default, el macrismo se sumó a ese pustch en una actitud que fue bien retribuida cuando Paul Singer invirtió una cifra millonaria para la campaña presidencial de Macri. Y su inversión rindió frutos rápidamente: apenas entró en La Rosada, Macri firmó un decreto por el que Argentina le pagó Singer una cifra que excedía varias veces lo que había dispuesto Griesa.

Esta medida y otras similares hicieron polvo el acceso al crédito internacional que había construido el proceso de desendeudamiento que tuvo su principal hito en 2005. Las ventajas que otorgaba ese desendeudamiento, fueron reconocida públicamente por Alfonso Prat Gay y Nicolás Dujovne. Por eso, apenas dos años después nadie le prestaba un centavo a Argentina y el círculo delictivo se cerró con la vuelta al FMI (Ver ¡Estalló el verano!).

Entonces, si todo esto les sale bien, sería la culminación de la obra de una clase capitalista muy parasitaria que no depende de la demanda efectiva nacional, ya que está imbricada con mercados internacionales cuyo esquema de negocios suele acabar en cloacas fiscales. Y que tiene una línea histórica conductora que arranca con Rivadavia y Del Carril y que, un poco más cerca se plasmó en la dictadura que comenzó en 1976, el menemismo y la Alianza.

En diciembre de 1828 derrocaron y fusilaron a Manuel Dorrego, inaugurando una carnicería que se extendió durante décadas y que tiene su saga en los 30 mil desaparecidos y el proceso de robo del patrimonio público que llevó a diciembre de 2001. Pero también en la nueva roda de sobreendeudamiento y fuga que construyó la Presidencia Macri con el FMI.

Porque el carácter criminógeno del sobreendeudamiento y el papel que en esto juega la clase capitalista que actúa en Argentina, responde a una estructura financiera y política global de la que este organismo forma parte. Un orden que fue diseñado para fomentar e imponer el esquema de sobreendeudamiento, fuga y cloacas fiscales.

Y cuya finalidad es transformar trabajo en dinero de escaso respaldo y sobre todo fabricar escasez, lo que es clave para la estabilización del sistema capitalista en la actual fase del desarrollo de su Crisis de Larga Duración (Ver Lecciones de Syntagma para Plaza de Mayo).

 

Una cita en Washington

 

¿Quiere decir todo esto que la negociación se fue al diablo? Para nada, pero es evidente que el FMI sabe que el tiempo juega a su favor y esa es una carta que está haciendo valer ahora mismo ya que gracias a lo que firmaron Macri y Dujovne, hay 24 vencimientos por capital, intereses y sobrecargos por un total de 19.115 millones de dólares para este año y 19.367 millones para el que viene.

Es evidente que en este caso el tiempo juega para el lado de los malos, pero también que el bloque que lidera JxC se relame el bigote cuando piensa en un escenario de default que dilataría el atolladero en que se encuentra el Gobierno tras dos años en los que entre la negociación de la deuda contraída con fondos privados y la del FMI, más la pandemia, tuvo que dedicarse fundamentalmente a tapar agujeros.

Pero además fueron dos años en los que reestructuró la deuda con acreedores privados y logró una acumulación de reservas estable, se las ingenió para construir acuerdos que permiten un alza en las exportaciones lo que contribuye a que se logre superávit en la balanza exterior y que, después de un 2021 de casi diez puntos de crecimiento, se presente una perspectiva auspiciosa para el año en curso ¿Podrá poner en valor todo esto en el actual tramo de la negociación?

Con todo esto en la valija, el canciller Santiago Cafiero va a viajar la semana que viene a Washington para reunirse con el secretario del Departamento de Estado, Antony Blinken. “La agenda que tenemos con EE.UU. es muy importante y hay muchos puntos en común que seguiremos potenciando”, señaló el Ministerio de Relaciones Exteriores desde donde se dejó trascender que el encuentro podría ser la antesala de otro que celebrarían los presidentes de ambos países.

Una reunión entre Biden y Fernández es algo en lo que viene trabajando el embajador, Jorge Argüello, pero difícilmente podría realizarse si antes no se acaban de limar las diferencias que traban el acuerdo con el Fondo.

En eso también trabaja Argüello, tal como se reflejó en la delicada arquitectura que logró que se plasme en la declaración final de la Cumbre del G-20 (Ver Roma no cree en lágrimas).

Pero aquella expresión de deseos, aparece ahora como muy lejana, principalmente por la férrea negativa de aceptar la propuesta argentina que expresa el Tesoro estadounidense por medio de Janet Yellen y David Lipton, quienes insisten en que el sinónimo de sustentable es ajuste.

Como máxima expresión de lo que es un Estado Liberal Burgués, lo que se define como Gobierno en EE.UU. es una intrincada trama de actores actúan por medio de agencias que -siempre en defensa de la clase capitalista- se imbrican y a veces pugnan desde posiciones aparentemente contradictorias. El kiosco de Blinken no es el que tiene la llave que puede destrabar la negociación, pero de todos modos, habrá que ver qué puede conseguir Cafiero.

La clave puede estar en lograr que se acuerde poner la negociación bajo un paraguas que destrabe acuerdos en lo poco en que se pudo avanzar, al tiempo que evite que Argentina entre en default de cara a los próximos vencimientos y, mientras tanto, seguir intentando conseguir apoyos políticos.

Porque aquí la cosa pasa por el Departamento del Tesoro que es el fabrica el dinero de EE.UU., dirige las finanzas federales, articula el sistema bancario y con la Reserva Federal completa el diseño público-privado cuya influencia excede las fronteras de EE.UU., algo que queda claro por el papel que juega en la negociación de la deuda.

¿Pero si Argentina quiere pagar y sólo pide plazos y condiciones para poder hacerlo, por qué tanto problema? ¿Acaso será que falta dinero? ¿O será que el FMI y sus socios estadounidenses son a las economías emergentes, lo que los representantes de jugadores son a algunos clubes de fútbol?

El informe sobre pagos e infraestructuras del mercado financiero que publicó el Banco Internacional de Pagos en diciembre de 2021, da cuenta de que al tiempo que sobra dinero, crece la escasez.

El relevamiento corresponde a las transacciones financieras registradas básicamente en las formaciones estatales que integran el G-20 que, en el corte de ese mes, asciende a 14.937 billones de dólares de los que el 26 por ciento es de EE.UU., trece por ciento corresponde a Gran Bretaña y doce en la República Popular China. Esto quiere decir que el volumen de las transacciones financieras de los países integrados en el Grupo de los Veinte, es 176 veces superior al conjunto del PBI de todas las formaciones estatales del planeta.

Es evidente que si existe esta distorsión, es porque esta creciente economía casino basada en la financierización, lejos de aportar a la actividad productiva, es una herramienta de desestabilización, fabricante de burbujas, crisis financieras y sobreendeudamiento. Y que, paradójicamente, el capitalismo cada vez produce menos capital y más dinero de oscura procedencia y frágil respaldo.

Pero en lugar de liderar una mirada que, por ejemplo, plantee que de una buena vez y en serio se establezca un gravamen a las transacciones financieras globales, el Fondo actúa como un instrumento al servicio de la financierización.

Todo esto es parte una expresión de la puja intercapitalista y un epifenómeno del momento que atraviesa la Segunda Crisis de Larga Duración Capitalista que se manifiesta en este tironeo que presenta dimensiones geopolíticas, geoestratégicas y geoeconómicas y que tiene como contrincantes a una facción productivista-imperialista tradicional y otra de tipo financiero que imagina un mundo al que casi le estarían sobrando las formaciones estatales. Las dos están imbricadas y cualquiera sea la que prevalezca, vamos a perder.

 

Quieren vivir de arriba

 

Aunque postulando diferentes recetas, la necesidad de la búsqueda del equilibrio fiscal aparece como un mantra que se repite a ambos lados de la mesa de negociación sobre la deuda ¿Pero es posible conseguirlo con el actual esquema impositivo? (Ver Cosas para leer en un fin de semana largo).

La judicialización por parte de JxC de la sesión en que se sancionó favorablemente el proyecto de ley que aumenta el mínimo no imponible de Bienes Personales, señala con elocuencia que cualquier intento por mínimo que sea de transitar hacia un esquema un poco más progresivo, va a encontrar serias resistencias.

Vale citar que la modificación permite que se incremente el mínimo no imponible del impuesto, para que una menor cantidad de contribuyentes se encuentren comprendidos en el pago de este tributo.

Pero los intentos para desfinanciar al Estado no son sólo parlamentarios. Durante el sábado pasado, en la localidad santafecina de Armstrong, algo más de un centenar de militantes y dirigentes de JxC vinculados al agronegocio, volvieron a manifestarse básicamente para exigir que el Estado no les cobre impuestos y, por supuesto, el fin de las todas retenciones.

Lo hicieron en un contexto en el que desde el Ministerio que preside Julián Domínguez, se viene avanzando en acuerdos que derivaron en la aplicación de instrumentos como la baja de retenciones que transfirió casi mil millones de dólares a las economías regionales y el establecimiento de una tasa de crédito subsidiada para los productores ganaderos, a lo que hay que sumar -entre otras cosas- el funcionamiento del Consejo Agroindustrial en cuyas comisiones los propios productores construyeron el Proyecto de Ley Agroindustrial.

Pero también en un momento en el que estos ñatos que se quejan la vienen juntando con camiones: un informe de la Subsecretaría de Agricultura, da cuenta de que durante la pandemia el margen bruto por hectárea para los principales cultivos exportables en la zona núcleo, creció entre un cincuenta y un setenta por ciento medido en dólares.

Así las cosas, es evidente que un obstáculo superior para arribar al equilibrio fiscal, es el que se encuentra en la evasión fiscal que está arraigada entre los principales actores de la clase capitalista que actúa en el país que, encima, poseen un arsenal de herramientas para encontrarle la vuelta a una legislación que está diseñada para favorecerlos (Ver Ya pasó lo peor…se vienen lo más difícil , ¡Aguante Corelandia! y De los mercados al mercadito).

Pero también hay otro dato relevante, sobre el que puso negro sobre blanco el ministro Guzmán durante su intervención del miércoles.

Durante el Gobierno Cambiemos, la deuda privada con el exterior tomada por empresas, aumentó en 20.500 millones de dólares con lo que se colocó en algo más de ochenta mil millones. Y a la hora de desagregar este dato, se advierte que se tata de personas individuales y jurídicas que pidieron prestamos a bancos extranjeros, pero también aparece que cuatro de cada diez dólares de esa deuda, corresponde a préstamos que les habrían hecho sus propias casas matrices y grupos financieros y empresas a las que están vinculadas accionariamente.

Si se suman los vencimientos de deuda privada con los del Stand-By de 2018, este año y sólo por esto, el Banco Central perdería reservas por 28 mil millones de dólares y el año que viene por treinta mil.

Las brujas no existen, pero que las hay…las hay. Y la Presidencia Macri fomentó el autopréstamo como mecanismo que alienta la evasión fiscal y la fuga de divisas, mientras que en simultáneo engrampaba al pueblo argentino con una deuda que hizo crecer en cien mil millones de dólares, para llevarla a los trescientos mil millones que dejó en 2019.

Sería interesante que el Poder Judicial investigara por qué desde el Gobierno se favoreció la posibilidad de que filiales locales de multinacionales dolarizaran sus ganancias comprando al Banco Central a precio oficial, aprovechando la diferencia que les brinda la brecha cambiaria, para pagar “vencimientos” con sus casas matrices o bancos relacionados a su esquema de negocios. Se trata de dólares que al Banco Central le cuesta mucho conseguir y, más aún, mantener en sus reservas.

Pero como es poco probable que desde el Poder Judicial se atienda a esta cuestión, quizás haya llegado el momento de abrir el debate sobre la necesidad de construir una nueva legislación contra el fraude fiscal que, de una forma lo más horizontal posible, propicie también la necesaria discusión sobre la justicia fiscal.

Y, sobre todo, para que se pueda poner la lupa sobre el mito que el neoliberalismo construyó a partir de la letanía que repite y repite que cuanto más impuestos haya, la economía y la generación de empleo van a andar peor.