Norberto Champa Galiotti es coordinador del Movimiento de Solidaridad con Cuba y preside el PC de Santa Fe. Su columna cierra esta semana en la que, desde diferentes miradas, el diario del Partido Comunista honró la memoria del Guerrillero Heroico y dejó inaugurada su sección Seremos como el Che.
¿Cómo llega Ernesto Guevara de la Serna a convertirse en el Che? Estamos a 57 años de su asesinato y el Che es la construcción acabada de un sujeto rebelde con sensibilidad social, un tipo al que la injusticia y el dolor le provocaba rebeldía, un joven en cuya formación fueron claves sus padres socialistas, pero también esos españoles republicanos exiliados por la dictadura de Francisco Franco que, siendo niño, Ernesto conoció en Alta Gracia, donde su familia se instaló porque el clima favorecía a ese pibito que con valor enfrentaba un asma terrible que cada tanto lo dejaba sin aire.
Todo esto es parte de un entorno formativo que tuvo Ernesto que, intuitivamente, le va permitiendo advertir qué es eso de la lucha de clases. Pero es en sus viajes por América Latina cuando ve en primera persona de qué va lo de la desigualdad, la explotación de los pueblos y el sufrimiento que eso provoca en personas concretas, lo que hace que se encienda una chispa de rebeldía y en ese camino, ya como médico graduado, se incorpora en la Guatemala de Jacobo Arventz al Ministerio de Salud y es ahí donde conoce a Nico López que fue quién lo vinculó con Mirna Torres, una nicaragüense acaba siendo su puente hacia Fidel y Raúl.
Cuando EE.UU. se carga al gobierno de Arventz, ya que considera que una experiencia reformista como la que encabezaba era demasiado para sus intereses en la región, Ernesto viaja México y es ahí donde se produce el encuentro de aquella noche del 7 de julio de 1955, “en casa de María Antonia” y su incorporación a la organización revolucionaria que comandaba Fidel.
A partir de ahí la rebeldía y su ética fueron cambiando y fortaleciéndose, porque al encontrar una organización revolucionaria halla el canal organizado para esa rebeldía y comprensión de una realidad plagada de injusticias políticas y sociales, que ya se había manifestado en sus viajes por América Latina como si fueran los trazos iniciales que un artista dibuja sobre un lienzo que aún está en blanco.
Es durante esos días cuando le envía a su madre Celia, una carta en cuyo texto queda reflejado que el proceso que llevaría convertirlo en el Che ya había comenzado, que ya no era el mismo Ernesto que salió de Buenos Aires. Ahí plantea que comprende que no hay otra posibilidad que la revolución, que la toma del poder. “Los tibios y los moderados son la antesala a la traición”, dice en un párrafo revelador que contiene esa misiva.
Ya iba apareciendo en esas líneas aquel hombre que había incorporado la experiencia vivida durante sus periplos latinoamericanos como insumo para su rebeldía, compromiso e inquietud social. Pero también se puede advertir que Ernesto, quizás sin saberlo, ya se iba preparando para participar en la organización revolucionaria y que lo hace a partir de potenciar sus atributos personales, tal como lo dice años más tarde en uno de sus ensayos más importantes, “El socialismo y el hombre en Cuba”, donde define el carácter del Hombre Nuevo que a veces se malinterpreta pensando que sólo alude a un hombre o mujer generoso y solidario. Pero lo que caracteriza el Che con esto del Hombre Nuevo, es a un hombre o mujer que se construye a partir de la toma del poder y la construcción del socialismo, tal como lo sostiene con claridad cuando indica que “no es posible construir ese sujeto nuevo desde el capitalismo”, ya que el capitalismo -define el Che- impregna con su cultura, por medio del sistema educativo, la sumisión al sistema. Por eso es que es imposible que desde el sistema capitalista surjan la Mujer y el Hombre Nuevos.
El Che se forma como revolucionario y como sujeto de la revolución a partir de la Revolución Cubana, por eso ambas cosas son inseparables: sin la Revolución Cubana, sin Fidel, Raúl y Camilo el Che hubiera seguido siendo un joven con valores profundos y una ética anticapitalista, pero sin la posibilidad de desplegar la magnitud del sujeto revolucionario que es lo que le permitió la Revolución Cubana.
Y a poco del triunfo de la Revolución, en agosto de 1961, tras la invasión de Playa Girón, el Che va a Punta del Este para participar de la Conferencia de Punta del Este convocada por la OEA. Y lo hace dentro de un contexto mundial atravesado por la bipolaridad y la Guerra Fría, con una Cuba que no acató la idea de coexistencia pacífica entre las dos superpotencias que, en ese momento, aceptaba el Partido Comunista de la Unión Soviética. Entonces Cuba demostró que por más coexistencia que se pretenda establecer, los tiempos de las revoluciones son fijados por los pueblos, como lo define el propio Che cuando habla de esas condiciones objetivas y subjetivas que fueron las que permitieron llevar adelante la verdadera epopeya que representa la Revolución Cubana.
En Punta del Este, a instancias de Washington, se plantea un reforzamiento de la Doctrina Monroe, en lo que se llamó el Consejo Interamericano Económico Social (Cies), que no era otra cosa que un proyecto de anexión de nuestra región a EE.UU. que prometía “ayudar” con veinte mil millones de dólares a los países en vías de desarrollo. Claro que a cambio exigía, tal como lo denunció ahí el Che, que se le brindaran condiciones que abiertamente favorecían el libre mercado y se le diera vía libre a los monopolios estadounidenses que actúan en nuestros países.
Entonces, con particular claridad, el Che advierte que con esto el precio de las materias primas iba a bajar y que se favorecería en América Latina un proceso de fuga de capitales, el empobrecimiento de los Estados, el déficit de la balanza comercial y que en ese contexto iba a entrar a jugar el FMI con sus créditos leoninos, lo que acabaría condicionando todavía más la precariedad de nuestra región.
Y el 16 de agosto en la séptima sesión plenaria del Cies, al intervenir en representación de Cuba, no duda cuando asevera que “para tomar de verdad un camino, habría que romper todas las estructuras, volcarse del lado de las masas e iniciar una revolución completa” y denuncia que en ninguna parte del documento que finalmente todas las delegaciones firmaron con excepción de la cubana, “ha habido una decisión expresa con respecto a puntos fundamentales como mantener los precios de las materias primas” por lo que “como no hay una prohibición a la baja de esos precios, como no hay ninguna obligatoriedad de mantenerlos, es muy presumible que en los años venideros siga la tendencia actual y que las materias primar de América vayan bajando sus precios cada vez más”. Tras lo que anticipa que “habrá cada vez más un deterioro de la balanza de pagos de cada uno de los países de América, a lo cual se sumará la acción de los monopolios exportando capitales”.
Y sin dudarlo recalca que “todo esto se traducirá en una falta de desarrollo, todo lo contrario de lo que presume la Alianza para el Progreso”, pero también sostiene que “la falta de desarrollo provocará más desempleo y desempleo significa una baja real de los salarios, con lo que empieza un proceso inflacionario para suplir el presupuesto estatal que no se va a poder cumplir por falta de ingresos, ya que en tal punto entrará en casi todos los países de América, a jugar un papel fundamental el Fondo Monetario Internacional”.
Después puntualiza que “es aquí donde se producirá el verdadero planteamiento para los países de América”, ya que “hay dos caminos nada más, afrontar el descontento popular con toda su secuela o iniciar el camino de una liberación, desarrollar una política económica independiente, estimular el desarrollo de todas las fuerzas internas del país y todo esto, naturalmente, en el marco de políticas exteriores independientes que serán las que condicionen toda esta tarea de desarrollo de comercio entre los países de otras áreas del mundo”.
Y finaliza diciendo que “frente a esta disyuntiva los gobernantes deben saber que si tienen la valentía necesaria para afrontar el problema y poder resolver una parte considerable de las aspiraciones de las masas y no claudicar frente a los monopolios extranjeros, podrán salir adelante por algún tiempo, pero lo que nosotros tristemente notamos, es que el ejemplo histórico demuestra que en esta disyuntiva, los gobernantes tienen miedo a la presión de las masas y se alían a los monopolios y a la parte importadora de las burguesías nacionales e inician la etapa de la represión”.
Por todo esto es que ante ese foro, el Che puso sobre la mesa una serie de iniciativas que Cuba hizo para fomentar la integración regional como que se garantice un sistema universal de educación gratuita y obligatoria, que busque resolver el tema del analfabetismo, que incluya el establecimiento de becas y la transformación de cuarteles militares en escuelas. También planteó la necesidad de que los trabajadores del campo y la ciudad participen en la planificación del desarrollo económico y social, la reforma agraria, la industrialización y el desarrollo económico, reforma tributaria.
Esos son sólo algunos de los puntos que en aquel momento Cuba propuso en Punta del Este ¿Qué quiere decir todo esto? Que hace más de sesenta años y también ahora hay un programa, un proyecto que está en las antípodas de lo que intenta imponer el Imperio por medio de avanzadas como la que tiene, hoy en día, a la general Laura Richardson como una suerte de abanderada de la estrategia yanqui que va entre otras cosas por nuestros recursos naturales, el petróleo, el litio, el agua y la minería. Y que se sigue sosteniendo en el concepto de la Doctrina Monroe.
Pero hay un proyecto alternativo que parte de la propuesta que llevó Cuba en 1961 a Punta del Este y que, pese a los años transcurridos desde entonces y a que hayan cambiado algunos contextos, tienen plena vigencia porque habla de una integración regional verdadera, soberana, independiente y emancipadora de Amércia Latina y el Caribe.
Y en este punto cabe decir que siempre se ha planteado que hay países en vías de desarrollo ¿pero hacia dónde queremos y debemos desarrollarnos? Si el horizonte de ese desarrollo está dentro de los márgenes del sistema capitalista, lo único que acabaremos haciendo es retornar cíclicamente a ese 1823 cuando desde Washington de proclamó la Doctrina Monroe.
Es entonces donde aparece aquel Ernesto Guevara de la Serna, ese jovencito altruista que ya construido en el Che, en el revolucionario, en el comunista, en el leninista, se plantó una tarde en Punta del Este para señalar que aquel 1823 está viejo, que es posible construir un camino de desarrollo e integración que tenga su horizonte puesto en la emancipación anticapitalista y que ponga su timón rumbo al socialismo. Un camino que se plantea la necesidad de que los pueblos adquieran una cultura política que deje en claro que la lucha no debe ser por el gobierno sino por el poder, la toma del poder, algo que el progresismo en cualquiera de sus formas es incapaz de advertir a raíz de los límites que tiene el sistema capitalista en su propio ADN. Esto es algo que supo ver el Che hace más de seis décadas y es, entonces, algo que nos plantea como tarea ineludible para todos los comunistas.