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Jue, Nov

Seremos como el Che
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Ana Maria Ramb es escritora y periodista. Recibió el premio Casa de las Américas. Escribió libros para niños y jóvenes, y ensayos sobre géneros. La Legislatura de Ciudad la declaró Personalidad Destacada en la Cultura y hoy suma su reflexión a la sección que Nuestra Propuesta dedica a Ernesto Che Guevara.

Cuando el sol declina y una niebla sutil se desprende de la corriente en el Vado del Yeso, Puerto Mauricio -allí, donde las aguas del Masicuri se mezclan con el Río Grande-, algunos de los más viejos creen ver la figura de una muchacha sonriente, con una cesta de flores y frutas en los brazos. Hace tiempo que en la región ese personaje es leyenda. En realidad, aquel 31 de agosto de 1967, lo que empuñaba Tania en el último instante de su vida era el fusil que le había regalado Ernesto Che Guevara. Si ella, tan experta en tiro, alcanzó a disparar, fue al aire: una bala le había atravesado el pecho. En un revoltijo de olas, sangre, gritos y otros disparos, la corriente llevó su cuerpo río abajo. Cuando los soldados del ejército cipayo del presidente de Bolivia, René Barrientos, lo encontraron una semana después, fue el reclamo de unas monjas para darle cristiana sepultura. La losa que en Vallegrande guardó por años los restos de Tania, la guerrillera, recibía a menudo una ofrenda anónima de rosas blancas. 

En su mochila se había encontrado, escrito de su puño y letra, estos versos:

¿Nada será mi nombre alguna vez?
¿Nada dejará en pos de mí en la tierra?
¿Al menos flores, al menos cantos…?

En 1998, se identificaron sus restos mortales, que hoy se encuentran en el Mausoleo del Che Guevara, en la provincia cubana de Santa Clara, junto a los del Comandante y sus compañeros, los otros 28 guerrilleros que lo acompañaron en su gesta de Bolivia. 

Tania, la guerrillera argentina, tenía un nombre cierto: Tamara Bunke Bider. Ella fue los ojos del comandante Guevara en los más altos círculos del poder boliviano. Todo comenzó en marzo 1963, al acudir una cita con Manuel Piñero Losada, jefe de la Inteligencia cubana. Aquel día, en el barrio habanero de Miramar; la existencia de Tamara iba a dar un cambio trascendental.

La propuesta lanzada por Piñero Losada era abandonar la militancia en la vida pública para pasar a la clandestinidad. Ulises Estrada -otro alto referente de la Inteligencia cubana y hombre de gran confianza del Che-, la había elegido entre otras residentes argentinas con probada fidelidad revolucionaria para actuar como agente encubierto en Bolivia. Tamara reunía cualidades difíciles de superar. Inteligente, apasionada conocedora de la música folklórica argentina y latinoamericana -que podía ejecutar con talento en piano, pero sobre todo guitarra y acordeón-, poseedora de sorprendentes dotes deportivas, dominaba cuatro idiomas, además del castellano: inglés, francés, alemán e italiano. Tenía además un don de gentes que la convertía en una figura carismática, aunque discreta. 

Tamara aceptó de inmediato integrar el proyecto Operación Fantasma, diseñado por el Che para sembrar en otros países de Nuestra América una idea y un grandioso objetivo en acción: lograr la Segunda Independencia, que completaría la epopeya iniciada en el siglo XIX por los aguerridos próceres de este continente. Independencia que fue tantas veces traicionada a posteriori por gobiernos sumisos a poderes imperialistas y neocoloniales. Ese día de 1963, Haydée Tamara Bunke Bider eligió su nombre en código: “Tania”, en homenaje a Soya Anatoljewna, partisana soviética que a sus dieciocho años y bajo ese mismo seudónimo se había destacado en la lucha contra el nazismo. Tamara, nueva agente secreta de la Operación Fantasma, tenía entonces 25 años, y una historia más que interesante. 

Había nacido el 19 de noviembre de 1937 en el porteño barrio de Saavedra, en un hogar de decididos antifascistas que en 1935, con su bebé Olaf en brazos, huyeron a tiempo del cerco que los funcionarios nazis cerraban en torno a ellos. Esos padres eligieron la Argentina como destino, por contar aquí con algunos familiares. Nadia Bider, judía polaca, era profesora de alemán, idioma que enseñaba a diplomáticos de la embajada soviética en Berlín, y su esposo, Erich Bunke, profesor de Educación Física. Y ambos, comunistas que al llegar a Buenos Aires se contactaron con el PC de la Argentina y la Asociación Vorwärts, institución que en sus orígenes había nucleado a intelectuales y obreros germanos, escapados de la persecución del canciller Bismark en el siglo XIX, y que, entre otras iniciativas militantes, habían inaugurado en nuestro país el homenaje a los Mártires de Chicago cada 1º. de Mayo. En el siglo XX, nuevos relevos llegaron con los refugiados alemanes que habían sorteado en su país una muerte segura bajo el régimen de Hitler. Erich formó parte de la Comisión Directiva de la institución, la que a veces presidió, y sus hijos, Tamara y Olaf, practicaron deportes en el camping de la Vorwärts. La familia se mudó después al barrio de Once (o Balvanera); en su domicilio recibían a los fugitivos recién llegados, los ayudaban a instalarse en la ciudad, y distribuían la prensa y otros materiales partidarios. 

Tamara y Olaf Bunke cursaron la escuela primaria en la Cangallo Schule, de enseñanza bilingüe, y Tamara (“Ita” para sus familiares y amigues) eligió después ingresar en la Escuela Normal 9, donde unos compañeros la afiliaron a la Federación Juvenil Comunista. En esa etapa, envió colaboraciones a la revista Juventud. En 1952, el matrimonio Bunke Bider, decidió viajar con sus hijos a la República Democrática Alemana (o Alemania Oriental). Allí Tamara terminó sus estudios secundarios en la Escuela Clara Zetkin. En 1958 ingresó en la Universidad Humboldt, para estudiar Filosofía y Letras. Con cierta nostalgia de su militancia política en Buenos Aires, se afilia en al Partido Socialista Unificado, muy afín a la Unión Soviética, y participa de la Fedim, Federación Internacional de Mujeres. Consigue trabajo en el Ministerio de Relaciones Exteriores como traductora en el Departamento de Relaciones Internacionales. En esa etapa comienza a preguntarse si no sería posible multiplicar la revolución socialista en América Latina, según el ejemplo de la triunfante en Cuba, cuyas noticias sigue con entusiasmo creciente. Muy pronto obtendrá algunas respuestas. 

En 1960, el Consejo Central de la Juventud Libre la designa intérprete de un notable personaje que, al frente de una delegación comercial cubana, está en Leipizig: se trata de Ernesto Che Guevara. Es éste un encuentro que marca intensamente la subjetividad de Tamara Bunke, y despierta en ella la necesidad de conocer Cuba, el país, su pueblo y el proceso de su revolución. Otro feliz encuentro facilitará la concreción de ese anhelo. En su gira por Alemania del Ballet Nacional de Cuba, Tamara asistirá como intérprete a Alicia Alonso, primera bailarina y directora del Ballet. De regreso a su patria, Alicia gestiona una invitación para que Tamara visite la isla. La visita no será tal; Tamara quiere echar raíces allí. Trabaja en el Ministerio de Educación y, debido a sus inquietudes por conocer los avances en la situación de la mujer durante el proceso de la revolución, participa en la dirección de la Federación de Mujeres Cubanas, y se desempeña como redactora de la sección internacional en Vida Nueva, boletín de la institución. En el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos, colabora como intérprete para las delegaciones extranjeras que visitan a La Habana. A la vez, se enrola como miliciana y realiza trabajo voluntario como alfabetizadora y contribuye a la organización de la milicia cubana.

En medio de esa tupida agenda, y sin aflojar en el cumplimiento de sus distintos compromisos, en 1962 ingresa a la carrera de Periodismo en la Universidad de La Habana. Economía Política Y Filosofía Marxista son las dos materias en las que más se destaca. Tan consustanciada Temara está con Cuba, su pueblo y su revolución, que comienza a gestionar la nacionalidad cubana. Sin embargo, nunca deja de sentirse argentina. En distintas celebraciones canta y baila páginas musicales del folklore argentino. “El arriero” del camarada Atahualpa Yupanqui y su esposa, Nenette Pepin, y la “Felipe Varela”, zamba, enmarcada en la lucha de guerrillas en el siglo XIX, son sus favoritas.

En 1962, con motivo de la fecha patria argentina, el 25 de Mayo, el Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos convoca a la colonia argentina residente en La Habana para una celebración. Entre las cuatrocientas personas presentes, está John William Cooke, líder del peronismo revolucionario, e integrante del Instituto convocante. Toma la palabra Ernesto Guevara, quien hace un breve análisis histórico de la Argentina, para concluir así: 

“Este momento, repetido muchas veces en el curso de nuestras vidas, tiene hoy una significación especial, un tono y un colorido especial. Es aquí en otro país de América, en nuevas condiciones de América, donde festejamos una vez más el 25 de Mayo, y esta vez no se escuchan los discursos consabidos y no existe la fanfarria consabida, las palabras huecas con que los gobernantes de turno tratan siempre de hacerse copartícipes en la gloria de los viejos próceres (…) Pensemos en que somos parte de un ejército que lucha por su liberación en cada pedazo del mundo donde todavía no se ha logrado, y aprestémonos a celebrar otro 25 de mayo, ya no en esta tierra generosa, sino en la tierra propia y bajo símbolos nuevos”.

Tamara confirma definitivamente su compromiso revolucionario al oír estas palabras. Por eso, por su personalidad, formación e historia, no dudó aquel día de 1963 en Miramar, en dar luz a su Tania guerrillera. Con gran responsabilidad comienza un exigente entrenamiento. Será primero en La Habana, pero pronto también en Cienfuegos, donde su mentor, Ulises Estrada, es su principal instructor. Nace ahí entre los dos jóvenes un sentimiento entrañable. Sabe ya Tamara de las altas responsabilidades de Ulises en las etapas fundacionales de la Inteligencia en Cuba. Sabe también que él ha colaborado estrechamente con el Che en su memorable acción internacionalista en el Congo, y en la lucha de liberación de Guinea Bissau, al lado de Amílcar Cabral. Pero los nuevos sentimientos no opacan el riguroso entrenamiento que capacitaría a la joven para cumplir su arriesgada y compleja misión en la Operación Fantasma. La segunda parte de la instrucción se hará en Checoslovaquia.

En su libro Cómo el Che burló a la CIA, “Diosdado” –nombre de guerra de José Gómez Abad, que será su entrenador en Checoslovaquia, la recuerda como “una joven alegre, sentimental y romántica. Soñó, amó, y tenía hermosas ilusiones para un futuro; sin embargo, en ella primaron sus altas metas, el cumplimiento del compromiso contraído y del deber revolucionario”.

Cuando sus instructores la consideraron preparada ya en materias de espionaje y seguridad, abrieron para Tamara una tercera etapa. Como su misión era relacionarse con los más elevados y exclusivos círculos de la sociedad y la política estatal de Bolivia con el objetivo de obtener información muy sensible, incuso hasta reservada a los altos mandos, se requería que ella asumiera una nueva personalidad, absolutamente opuesta a la suya. Había que inventar otra historia de vida: la de una muchacha impregnada de la ideología conservadora y moldeada en otras costumbres. Así, en los meses que siguieron, Tamara viajó por países de Europa Occidental. Bajo los seudónimos de “Haydée Bider González”, “Marta Iriarte” y “Vittoria Pancini”, perfeccionó su fluidez en la práctica de los idiomas que dominaba, y fue incorporando con arte escénico cómo se desenvolvían en sociedad las jóvenes de su edad, pertenecientes a la alta burguesía. 

No bien concluida esta tercera y última etapa de su preparación, Tamara Bunke Bider recibió el llamado del Che .Viajó ella a Cuba para recibir del Comandante las nuevas instrucciones, ¡comenzaba a funcionar la Operación Fantasma! En noviembre de 1964, Tamara parte rumbo a Perú. Dado que en su futura máscara será la de una inquieta antropóloga, viaja al Cuzco, meta obligada de todo profesional de esa carrera. Al cabo de una breve estadía, ingresa al destino de su misión: Bolivia, como Laura Gutiérrez Bauer, etnóloga argentino-alemana, cuyo plan de investigación académica era estudiar y recopilar la música de los pueblos originarios de Bolivia. En esa condición, consigue un puesto en el Departamento de Folklore, dependiente del Ministerio de Educación. Y poniendo en juego su encanto personal y vasta cultura, logra penetrar en el campo de la “alta cultura” (es decir, los círculos artísticos e intelectuales de la burguesía). Lo consigue desde el principio a través del pintor Moisés Chire Barrientos, pariente del presidente de la Nación, René Barrientos Ortuño. 

De joven, el mandatario erigido en dictador se había formado como piloto en EE.UU., y cuando en 1957 se creó en su país la Fuerza Aérea como nueva rama del ejército boliviano, fue nombrado su comandante en jefe. Elegido vicepresidente de Bolivia en la fórmula que encabezó Víctor Paz Estenssoro en busca de su segunda presidencia, durante la huelga minera de octubre de 1964, Barrientos vice asumió personalmente la dura represión a los trabajadores. Tres días después, el 4 de noviembre de 1964, traicionó a su propio presidente al encabezar un golpe de Estado y asumir la presidencia de facto. De este modo, se restablecía de inmediato la influencia yanqui en la economía y la política del país. Se cerraba el paréntesis progresista marcado por las presidencias de Paz Estenssoro y Hernán Siles Suazo, en las que se había enfrentado a la rosca de los propietarios mineros como Patiño y los intereses británicos en la explotación del salitre y el petróleo, y a los grandes terratenientes. En ese contexto ingresaba en los grupos dominantes de Bolivia la etnóloga argentina Laura Gutiérrez Bauer. 

Bajo esa identidad, con notable capacidad de infiltración, bajo la máscara de Laura Gutiérrez Bauer, Tamara hizo también amistad con Alfredo Ovando Candía, entonces ministro de Defensa, y con Gonzalo López Muñoz, jefe de la… ¡Dirección Nacional de Informaciones de la Presidencia! Incluso, aparece con Barrientos presidente en una foto tomada durante una reunión social. Por otra parte, entró en los hogares más encumbrados como profesora de alemán de los hijos de la oligarquía boliviana. La creatividad de Tamara era pareja con su audacia. Su currículum como “especialista” le dio carta blanca para organizar actividades exitosas que le permitieron subir peldaños en la escala del espionaje. Organizó la primera exposición de trajes típicos de Bolivia, recopiló cancioneros del altiplano, e inclusive viajó a Salta como representante boliviana en un festival artístico montado en esa ciudad argentina. 

Para obtener la ciudadanía boliviana, contrajo matrimonio secreto con Mario Martínez, estudiante de ingeniería, hijo de un rico empresario que no hubiese aceptado como nuera a una muchacha sin fortuna. Ese casamiento facilitó a la supuesta Laura Gutiérrez Bauer muchos trámites, el acceso a documentación importante y contar con un pasaporte que le permitía entrar y salir de Bolivia con más fluidez. Cumplido un año, el matrimonio encaró de mutuo acuerdo su divorcio. Tamara se ocupó de conseguir, a través del PC boliviano, una beca para que Mario prosiguiera sus estudios en Bulgaria, país comunista; la convivencia con su esposa argentina había producido considerables cambios en sus miras políticas.

De haber llegado a desplegar un plan urbano de guerrilla, la Operación Fantasma hubiese tenido en la agente Tania un engarce invalorable. Ocurre que el Che quería que ella permaneciera siempre encubierta para asegurarla como fuente de información privilegiada, y como reserva confiable para recibir y orientar (cuando no, ocultar) a compañeros que llegaban a Bolivia para unirse al frente de lucha. No pensaba destinarla a acciones directas, ni convocarla a trabajar en la finca de Calamina, adquirida para que fuese la base operativa de su ejército liberador. 

Era necesario alquilar en la capital propiedades para que funcionaran como casas de seguridad destinadas al almacenaje; de eso se encargó Tania en julio de 1966. En diciembre del mismo año, el Che, ya en Bolivia, le encomendó viajar a Salta para encontrarse allí con nuevos postulante a integrar el ELN, Ejército de Liberación Nacional, nombre de la nueva organización armada. Entre ellos, había dos argentinos: el abogado y periodista Eduardo Jozami y el pintor Ciro Bustos, quien ya había hecho su experiencia con los Uturuncos, primera guerrilla en territorio argentino en el siglo XX. Por inconvenientes de logística, Jozami, que ya conocía personalmente al Che y estaba dispuesto a unirse a sus filas, no pudo viajar esa vez a Bolivia. Tiempo después, apresado en las postrimerías del gobierno de Isabel Perón, la dictadura del 76 lo mantendría como preso político, en durísimas condiciones a lo largo de ocho años. 

Sería aquella la última vez que Tamara Bunke visitara su patria, y su tercer y último viaje a la casa de Calamina, la base operativa en Ñancahuazú, pese a que el Che le había recomendado, una vez introducidos los viajeros en territorio boliviano y asegurado su viaje a la base, separarse de ellos y volver a La Paz, porque podía ser detectada. Y así fue. En el curso de su viaje, el ejército boliviano descubrió, sin poder entonces detenerla, la verdadera identidad de Tamara. Los principales medios gráficos de Bolivia revelaron en primera plana la condición de Laura Gutiérrez Bauer como espía al servicio de la Inteligencia cubana, y su nombre en código: “Tania”. No quedaba otro camino que sumarse a la guerrilla. 

Ulises Estrada, que reunió una apreciable cantidad de fotos, documentos y testimonios sobre la vida y trayectoria de Tamara, a los que sumó sus propios recuerdos, en su participación en el libro Tania la guerrillera y la epopeya suramericana del Che en Bolivia (1970, Instituto del Libro de La Habana), da cuenta de las labores de Tania en la intrincada geografía de la región que fue su último destino: 

“Tamara (Tania) integraba el grupo de retaguardia comandado por Juan Vitalio Acuña (Joaquín) y una de sus tareas era escuchar las distintas emisoras de radio bolivianas, argentinas y cubanas e informar de lo que estaba sucediendo; durante cinco meses debió enfrentar la dura vida en la selva boliviana, la falta de agua y de alimentos, el mal tiempo y la constante hostilidad amiga”.

Sorprendía la rapidez con la que Tania se adaptaba a un medio de naturaleza difícil, e incluso adverso en lo social cuando se trataba de ir en busca de alimentos. “Había momentos en que hubo que colgarse por sogas -recuerda Harry Villegas (Pombo)-, en que hubo que gatear, prácticamente, arañando sobre las rocas, y podemos decir con toda sinceridad que Tania lo hizo en muchísimos casos con más efectividad que algunos compañeros, que, siendo hombres, tampoco estaban adaptados a este tipo de condiciones de vida.” Tania hizo mucho más. Quedó muchas veces sola con su fusil, a cargo del campamento, y defendió con esa misma arma la retirada de sus compañeros cuando eran hostigados en sus salidas. Dueña de un particular estoicismo, dentro de un grupo al que el Che consideraba “resaca” por su flojera en la acción, la compañera Tania se ocupó en levantar el ánimo de todos, diluyendo cualquier deriva hacia la resignación y/o la deserción. 

Continúa así el texto de Ulises Estrada:

“El 31 de agosto de 1967 la columna guerrillera cae en una emboscada cuando cruzaba el Río Grande, cuando se escucharon los primeros disparos, ella intentó tomar el fusil, pero una bala le atravesó el pulmón y fue arrastrada por las aguas. Su cuerpo fue encontrado una semana después. Le faltaban poco más de dos meses para cumplir 30 años.”

Por su arrojo y su condición de mujer que se respeta en una hueste constituida por hombres, pronto los sectores populares convirtieron a Tania/Tamara en leyenda. Los versos encontrados en la mochila anudada a su cuerpo sin vida, encontrado a orillas del Río Grande, contienen tres preguntas:

¿Nada será mi nombre alguna vez?
¿Nada dejará en pos de mí en la tierra?
¿Al menos flores, al menos cantos…?

Las canciones que dedicaron a la inolvidable guerrillera el chileno Patricio Manns y el venezolano Alí Primera, más el libro de Ulises Estrada, y el libro Huellas de Tania, de los investigadores cubanos Adys Capull Reyes y Froilán González, que a su vez derivó en el documental Historia de Ita (Tania la guerrillera, dan bellas y trascendentes respuestas a aquellas preguntas. Por su historia militante sin agachadas ni renuncios, por su fidelidad a convicciones e ideales socialistas, por su compromiso con el proyecto liberador de Nuestra América, por su trato humano, sencillo y benévolo, por su grandeza sin soberbia, Tamara Bunke Bider, “Tania” la guerrillera, se ganó en concreto y sin proponérselo un lugar entre las mujeres que hicieron y hacen historia en Nuestra América y el mundo.

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