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Jue, Oct

Ayacucho: La puerta a la Segunda Independencia
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‏En la actual República del Perú, hace 200 años, dos proyectos políticos se enfrentaron en cercanías del pueblo de Quinua. El proyecto de los realistas era el de la permanencia del viejo régimen colonial y el proyecto de los Libertadores era revolucionario y liberador, el proyecto de la Patria Grande. Enfrentamiento que continúa hasta hoy en todo el territorio de Nuestramérica, concluye E. Antonio Gianotti en esta que es la tercera entrega del especial Ayacucho: la puerta a Segunda Independencia. "La crisis civilizatoria abarca a todo el sistema capitalista mundial", recalca el autor. 

En la mañana del 9 de diciembre de 1824, en la pampa de Ayacucho ("Rincón de los Muertos" en lengua quechua), no solo dos ejércitos están desplegados y prestos a enfrentarse, sino también dos proyectos políticos: uno colonialista y despótico, elitista y oscurantista, conservador y reaccionario; el otro patriótico, popular, liberador y revolucionario.

El día 6 de diciembre llega a Ayacucho, cercanías del pueblo de Quinua, el Ejército Unido al mando del General Antonio José de Sucre, a quien días antes Simón Bolívar le había escrito: "Expóngase usted, General, a todas las contingencias de una batalla, antes que a los peligros de una retirada".

El ejército realista arriba al lugar el día 8 comandado por el Virrey de La Serna y el General José de Canterac, quienes cuentan con una fuerza de 9.310 oficiales y soldados y 11 piezas de artillería. Toman posición en las faldas de las alturas del Condorcanqui, frente a la línea formada por Sucre, respecto de quienes al observar los uniformes sin el brillo de los escuadrones realistas, un general español expresó: ¡Parecen monjes! ¡No podemos perder contra esas tropas!

"Esas tropas" están conformadas por venezolanos, colombianos, ecuatorianos, peruanos, también chilenos y argentinos (lo que resta del Regimiento de Granaderos y del Ejército de los Andes), y suman 5.780 efectivos y una sola pieza de artillería. Desde un punto llamado Sabaneta, Sucre despliega con "esas tropas" su dispositivo de combate: cuatro batallones en el ala derecha (el "Bogotá", "Voltígeros", "Pichincha" y "Caracas") al mando del General José María Córdova(1); otros cuatro en el ala izquierda (el "Primero", "Segundo", "Tercero" y la "Legión Peruana") al mando del General José Domingo La Mar(2); en el centro dos regimientos de caballería (los "Granaderos" y los "Húsares de Junín") al mando del General Guillermo Miller(3) y la reserva de tres batallones ("Rifles", "Vargas" y "Vencedores") al mando del General Juan Jacinto Lara(4), más la única pieza de artillería.

Sucre recorre las filas de soldados diciéndoles: "De los esfuerzos de este día depende la suerte de la América del Sur. Este será un día de gloria que coronará nuestra constancia. ¡Soldados! ¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar! ¡El salvador del Perú!, y al iniciar los realistas el ataque a las fuerzas patriotas, confiados en su superioridad numérica, Córdova ordena la carga a la voz de: "¡Soldados, yo no quiero medios para escapar y sólo conservo mi espada para vencer! ¡División! ¡De frente! ¡Armas a discreción y a paso de vencedores! En todo caso menos homérica fue la arenga del llanero Lara: "¡Zambos del carajo! ¡Al frente están los godos puñeteros! ¡El que manda la batalla es Antonio José de Sucre, que como ustedes saben, no es ningún cabrón! Conque así, apretarse los cojones... ¡y a ellos!". 

No se trata aquí de reseñar los pormenores del combate, acción militar final de la Campaña Libertadora del Perú, y por ello mismo, la gran batalla final por la independencia de los pueblos sudamericanos del colonialismo español. La victoria fue toda para las tropas americanas, y como dice el parte oficial, para los realistas "la derrota fue completa y absoluta". La Mar persiguió a los vencidos por profundas y escabrosas cañadas; Córdova con sus batallones trepó las faldas del Condorcanqui e hizo prisionero al Virrey de La Serna; Lara marchó por el centro y la caballería de Miller continuó la persecución a los españoles, quienes se vieron cortados en todas direcciones.

Miller en sus "Memorias del General Miller, al servicio de la República del Perú", nos dice de Sucre: "Expuesto durante toda la acción a todos los peligros, porque se halló donde quiera que su presencia fue necesaria. Hizo pruebas de la mayor sangre fría, su ejemplo produjo el mejor efecto"; en tanto de Córdova, quien destruyó la mayor parte del ejército monárquico y fue ascendido a General de División en el campo de batalla, expresa: "El heroísmo de Córdova fue la admiración de todo el mundo".

En el poblado de Quinua, Sucre ofreció a los vencidos una capitulación que nos habla de su concepción ética, humanista, de la lucha emprendida: "Es digno de la generosidad americana conceder algunos honores a soldados que han permanecido y vencido catorce años en el Perú". Capitulación firmada por Canterac, que en sí misma es "una muestra de su visión política revolucionaria: hizo firmar la retirada total de los españoles y la entrega de todo el territorio hasta el Desaguadero, además de ofrecer a las tropas que pasaran a servir en el Ejército de la Gran Colombia. Pese a capturar 16 generales, 16 coroneles, 68 tenientes coroneles, 484 oficiales y toda la tropa, además de once piezas de artillería, todo el parque y las provisiones, hizo gala de generosidad: incluyó una cláusula que prohibía expresamente la persecución política e ideológica a los españoles que quisieran permanecer en América"(5).

Entendemos pertinente detenernos aquí, aunque brevemente, en la personalidad de Antonio José de Sucre, llamado también el "Gran Mariscal de Ayacucho", dado que fue promovido con tal investidura en razón de dicha batalla. Había nacido en Cumaná, Venezuela, el día 3 de febrero de 1795, es decir, contaba con solo 29 años al momento de Ayacucho, y por ello, parte de una pléyade de jóvenes patriotas y revolucionarios que mayoritariamente integraban su Estado Mayor (Córdova tenía 25 años, Miller 29, Silva 32, Suárez 34)- Hizo estudios de matemáticas y fortificaciones en la Escuela de Ingenieros de Caracas hacia 1808; vuelve del exilio en Trinidad en 1813, y ya en 1817 es nombrado Coronel por Bolívar; en 1821 es Jefe del Ejército del Sur de la Nueva Granada y combate en las batallas de Río Bamba, Pichincha y Junín. En 1825, luego de Ayacucho, ocupa el Alto Perú y derrota al General Olañeta, el represor de las Republiquetas altoperuanas, liberando el territorio que al separarse del gobierno de Buenos Aires adopta el nombre de Bolivia y es designado su primer presidente, cargo que ejerce por dos años hasta 1828, al cual renuncia para continuar colaborando políticamente con Bolívar.

Dice muy bien el historiador Tomás Polanco Alcántara que: "el símbolo de la continuidad de Bolívar era Antonio José de Sucre (...) por su talento personal, por sus dotes intelectuales y por su espíritu altivo, digno y limpio". Respetado y admirado por los revolucionarios y los pueblos sudamericanos "estaba destinado a ser el natural sucesor de Bolívar (...) probablemente por esto en la reforma constitucional de 1830 en la Gran Colombia, sus enemigos lograron poner la norma que para ser presidente se debían tener 40 años (...) es muy probable que la posibilidad cierta de ser presidente haya sido la causa de su asesinato. Con Sucre vivo continuaría la visión política de Bolívar y la unidad de la Gran Colombia". Al conocer de ello Bolívar expresó: "la muerte de Sucre es la manera más negra e indeleble de la historia del Nuevo Mundo, que en el antiguo no ha sucedido cosa semejante en muchos siglos atrás". "Lo han matado porque era mi sucesor". Fue asesinado en Berrueco, Venezuela, el 4 de julio de 1830. Tenía 35 años.

"La batalla de Ayacucho es la cumbre de la gloria americana y la obra del General Sucre (...) es el padre de Ayacucho, es el redentor de los hijos del Sol, es el que ha roto las cadenas con que envolvió Pizarro el imperio de los Incas"(6). Y en 1870 el patriota puertorriqueño Pedro Eugenio de Hostos escribía: "Ayacucho no es el esfuerzo de un solo pueblo; es el esfuerzo de todos los pueblos meridionales del continente; no es el resultado de una lucha parcial, es el resultado de una lucha general; no es la victoria de un solo ejército, es la victoria de todos los ejércitos sudamericanos; no es el triunfo militar de un solo capitán, es el triunfo intelectual de todos los grandes capitanes, desde la fantasía fascinadora que se llamó Bolívar hasta la conciencia impasible que se llamó San Martín (...) Ayacucho es un compromiso contraído por toda la América que dejó de ser española en aquel día".(7).

Dos proyectos políticos se enfrentaron entonces: el de la permanencia del viejo régimen colonial y el proyecto de los Libertadores, revolucionario y liberador, el proyecto de la Patria Grande. Ayacucho es también expresión de una singular unidad, que atraviesa las diferentes etapas de la lucha independentista de Nuestra América: la unidad pueblo-ejército. El Ejército Unido fue cualitativamente mucho más que una fuerza militar; fue, por ideología y por programa, un acabado instrumento de liberación, portador de los intereses y las reivindicaciones más sentidas de los pueblos americanos.

El proyecto de la Patria Grande no pudo concretarse. Para ello se impusieron los intereses y las políticas de las oligarquías locales y de los imperialismos de turno, y como funesto resultado surgieron más de veinte repúblicas en las que se abrió paso la dependencia y el atraso, con sus secuelas y calamidades.

Pero hoy, al despunte de la tercera década del siglo 21, vuelven a soplar nuevos vientos, vientos de unidad e independencia en los grandes países del continente, a la par del ascenso de la lucha popular en el resto. El esfuerzo por preservar y mantener la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (que sin el concurso de EE.UU. y Canadá, puede desplazar a la decrépita OEA), al igual que Unasur, Alba, etc., indica un nuevo momento, superior, de la necesaria y posible integración regional como resultado de los procesos abiertos en distintos países de la región, que a partir de un proyecto emancipador, enfrentan y rechazan las políticas neoliberales que el imperialismo y las oligarquías nativas se empeñan en mantener, o bien, restaurar.

La crisis civilizatoria, no solo económica y financiera en los llamados países centrales, hoy abarca a todo el sistema capitalista mundial. Consecuencia de ella, entre otras, es la política belicista del imperialismo que se expresa en las guerras coloniales en el norte de África, en la guerra de la Otan contra la Federación Rusa utilizando sangre ucraniana, en el genocidio de Gaza contra los hermanos palestinos y en la militarización de nuestra región, tal es la instalación de numerosas bases en una serie de países, lo cual nos llama a alerta, a redoblar esfuerzos en dirección de la necesaria construcción del instrumento político patriótico antiimperialista, amplio y unitario, apto para enfrentar el proyecto neocolonial. Ayacucho nos convoca a ello; a la lucha por la segunda y definitiva independencia de Nuestra América. Este es su legado.

Aquel 9 de diciembre de 1824 desde la pampa de Ayacucho, cuando aún no se había disipado la humareda del campo de batalla, el Mariscal Antonio José de Sucre envía un apresurado correo con el parte de guerra a Simón Bolívar en el cual, entre otras cuestiones, le expresa: "...hemos vencido, la caballería patriota persigue a los godos que huyen en desbandada (...) los últimos restos del poder español en América han expirado en este campo afortunado (...) por éste día nada requiero a Ve., tan solo me siga honrando con su amistad".

 

Referencias

(1) José María Córdova Muñoz (Antioquia, Colombia, 1799 - 1829). Reconocido como el "Héroe de Ayacucho".
(2) José Domingo La Mar y Cortázar (Cuenca, Ecuador 1778, San José, Costa Rica 1830). General en Jefe de la "Legión Peruana".
(3) Guillermo Miller (William Miller) (Inglaterra 1795 - Lima 1861). Militar británico, que al igual que varios otros militares europeos adhirió y combatió por la emancipación sudamericana. Creador y comandante del regimiento de caballería "Húsares de Junín". En 1834  el gobierno peruano le otorgó el título de "Gran Mariscal del Perú".
(4) Juan Jacinto Lara Meléndez (Carora, Venezuela 1778, Barquisimeto, Venezuela 1859).
(5) Rogelio Roldán - "180 años de la Batalla de Ayacucho". Córdoba 2004.
(6) J. A. Cova - "La Batalla de Ayacucho".
(7) Fernando Ramón Bossi. "A 180 años de la Batalla de Ayacucho: unidad y victoria popular". Buenos Aires 2004.

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‏En la actual República del Perú, hace 200 años, dos proyectos políticos se enfrentaron en cercanías del pueblo de Quinua. El proyecto de los realistas era el de la permanencia del viejo régimen colonial y el proyecto de los Libertadores era revolucionario y liberador, el proyecto de la Patria Grande. Enfrentamiento que continúa hasta hoy en todo el territorio de Nuestramérica, concluye E. Antonio Gianotti en esta que es la tercera entrega del especial Ayacucho: la puerta a Segunda Independencia. "La crisis civilizatoria abarca a todo el sistema capitalista mundial", recalca el autor. 

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El autor de esta columna, Roberto Deibe, dio sus primeros pasos como periodista en la edición de papel del semanario Nuestra Propuesta tras lo que su vida laboral lo llevó a la República Bolivariana de Venezuela a continuar con la labor. En la actualidad se desempeña como profesor de historia e investigador del Centro Cultural de la Cooperación "Floreal Gorini" y está trabajando en la realización de su tesis de licenciatura en la Universidad Nacional de Tres de Febrero.

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Leandro Moglia es profesor de la Historia Universidad Nacional del Noreste y doctor en Cs. y Humanas de la UNQui, además de titular con dedicación exclusiva de Historia Económica de la Facultad de Cs. Económicas de la Unne, donde es director del Instituto de Políticas para el Desarrollo Regional. Es profesor titular en la cátedra Política Agropecuaria y Organización Rural en la UTN, y desde una mirada aguda reflexiona sobre los factores comunes que articulan la gesta de la Primera Independencia con la tarea de construcción de la que debe ser la Segunda y Definitiva.

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