A algo más de tres meses de las elecciones en la que, por un estrecho margen, se impuso el Partido de la Libertad de Austria, el presidente Alexander Van der Bellen, convocó a Herbert Kickl para formar Gobierno.
Finalmente, después de tres meses de intentos de negociación, el presidente de Austria, Alexander Van der Bellen, encargó la formación del nuevo gobierno al líder del ultraderechista Partido de la Libertad de Austria (FPÖ), Herbert Kickl, con lo que si logra este cometido, se convertiría en el primer político de extrema derecha que esté al frente del Ejecutivo de este país, tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial.
Kickl fue recibido por Van der Bellen en el Palacio Imperial, que es la sede de la Presidencia, mientras que en las inmediaciones del edificio cientos de personas hacían público su rechazo a la posibilidad de que el líder del FPÖ sea quien vaya a conformar el próximo gobierno austríaco. “Nazis fuera” y “No queremos un extremista en Austria”, es lo que se pudo leer en no pocas pancartas que mostraban los manifestantes, entre quienes estuvieron presentes representantes del Partido Comunista de Austria (KPÖ), lo que anticipa que el terremoto político que provocó el resultado de las elecciones del 29 de septiembre, todavía está lejos de acabar.
Como se recordará, en aquella ocasión, al obtener un 28,9 por ciento de los votos, el FPÖ se hizo por primera vez con el primer puesto en las elecciones al Consejo Nacional, seguido del conservador-cristiano ÖVP que cosechó el 26,3 y los socialdemócratas del SPÖ que quedaron terceros con el 21,1, mientras que detrás de ellos se colocaron los neoliberales NEOS con el nueve y los Verdes con casi un punto porcentual menos.
¿Pero de qué va esta ultraderecha que puede gobernar Austria? Tal como lo describió para Nuestra Propuesta el periodista austríaco Michael Wögerer, el FPÖ volvió a resurgir durante los últimos años de la mano del liderazgo de Kickl. “Ha vuelto a fortalecerse, sobre todo debido a la pandemia de coronavirus, porque fue el único partido parlamentario que adoptó una postura crítica ante las medidas y problematizó acertadamente algunas de las excesivas restricciones a la libertad de circulación”, dijo entonces Wögerer y puntualizó que aquella postura le permitió ganar adeptos entre “muchas personas que antes no estaban entre sus simpatizantes”.
Y recordó que, más allá de cualquier lavado de cara que se le pretenda hacer, el FPÖ “sigue siendo un partido que puede calificarse de populista de derechas y de extrema derecha”, ya que “es sucesor de los antiguos nacionalsocialistas y en sus filas hay viejos nazis y nuevos fascistas”, todo pese a que “en su retórica externa”, se pronuncie “a favor del Estado de derecho, la paz y la democracia e intente distanciarse formalmente de los crímenes del fascismo de Hitler”.