A cien días de las parlamentarias, todas las negociaciones para formar un nuevo gobierno han fracasado, lo que hace aún más fuerte al ultraderechista FPÖ, advierte el periodista austríaco Michael Wögerer, en esta columna escrita para Nuestra Propuesta.
Durante décadas, Austria fue considerada un país previsible. Desde la Segunda Guerra Mundial, solo el Partido Popular (ÖVP), conservador y cristiano, o los socialdemócratas (SPÖ) han ocupado el cargo de Bundeskanzler (primer ministro), a veces incluso con mayoría absoluta.
Las últimas elecciones al Consejo Nacional, celebradas el 29 de septiembre de 2024, marcaron un punto de inflexión. Por primera vez, el ultraderechista FPÖ logró el primer puesto con un 28,9 por ciento (Ver La ultraderecha ganó en Austria) y -siguiendo las anteriores reglas democráticas del juego- tiene derecho a dirigir las negociaciones de gobierno y a nombrar al primer ministro.
En este contexto, a muchos demócratas y a las élites anteriormente gobernantes no les gustó el resultado de las elecciones y buscaron la manera de mantener a la extrema derecha fuera del poder.
El Presidente Federal, Alexander Van der Bellen (en la foto junto a Kickl), procedente del partido liberal-izquierda Los Verdes y con modestos poderes en el sistema austriaco, echó mano de su bolsa de trucos e impidió (por el momento) que el líder del Partido de la Libertad (Die Freiheitlichen, FPÖ), Herbert Kickl, formare un nuevo gobierno. Van der Bellen optó por la continuidad -en contra de la opinión de los votantes- y encargó al anterior primer ministro, Karl Nehammer (ÖVP), la formación de un nuevo gobierno.
Sin embargo, las negociaciones entre el ÖVP, el SPÖ y el neoliberal NEOS fracasaron después de más de tres meses. Poco después, también se rechazó la última opción para mantener al ultraderechista FPÖ fuera del gobierno con una estrecha mayoría del ÖVP y el SPÖ (92 de un total de 183 diputados en el parlamento). Nehammer dimitió entonces como primer ministro y líder del ÖVP.
Todo apunta ahora a una nueva edición del gobierno de derechas formado por el ÖVP y el FPÖ, como ocurrió en Austria entre 2000 y 2005, como así de 2017 a 2019. Esta vez, sin embargo, con el FPÖ como socio más fuerte…más fuerte que nunca, ya que las “contorsiones democráticas” tras las elecciones han catapultado al partido de Kickl hasta el 37 por ciento en las encuestas actuales, esto es alrededor de ocho puntos porcentuales más que los que obtuvo en las elecciones de fines de septiembre.
Mejor de extrema derecha que un poco social
El fracaso de las negociaciones del “bloque burgués” ha demostrado que los partidos de centro-derecha ÖVP y NEOS no estaban dispuestos a aceptar ni siquiera pequeñas mejoras sociales para la población trabajadora, tímidamente exigidas por el SPÖ. Los partidos neoliberales preferirían aceptar a un Bundeskanzler de extrema derecha antes que hacer concesiones en política social.
“Los problemas de la gente normal no han desempeñado ningún papel en las negociaciones hasta ahora. Si incluso las exigencias más escandalosas del SPÖ son irrealizables para el ÖVP, está claro con qué brutalidad la coalición azul-negra [FPÖ-ÖVP] trasladará la crisis de la deuda nacional a la población”, afirma Tobias Schweiger, portavoz federal del Partido Comunista Austriaco (KPÖ), valorando la evolución actual.
Al final, el Presidente Federal Van der Bellen, no tuvo más remedio que encargar al líder del partido de extrema derecha Herbert Kickl la formación de un nuevo gobierno. Es muy probable que el FPÖ y el ÖVP acuerden un programa conjunto. Consistirá principalmente en restringir, aún más, los derechos sociales de los austriacos.
Ante esto resulta preciso organizar la resistencia y en ese marco numerosas ONG y grupos de izquierda ya han protestado públicamente contra el gobierno previsto, dirigido por la extrema derecha. El Partido Comunista de Austria (KPÖ) también quiere organizar junto con la población la resistencia social contra la política que se avecina. Los sindicatos tienen una tarea especial que cumplir, ya que a menudo tienen que volver a aprender a oponerse militantemente a la locura capitalista.
Mientras tanto, el anterior ministro de Asuntos Exteriores, Alexander Schallenberg (ÖVP), ha jurado su cargo como primer ministro interino, pero probablemente no pasará mucho tiempo antes de que Herbert Kickl (FPÖ) ocupe su lugar. Austria se enfrenta a tiempos difíciles.