La dirigente del Partido Comunista de la Argentina Emilia Segotta recuerda en esta nota la vida revolucionaria de Raquel Levenson, la militante de la FJC que combatió al fascismo en la Guerra Civil española y a los nazis en Moscú y Stalingrado.
Aprender a leer el pasado descifrando las contradicciones que le dieron vida, conduce a entender el presente, a descubrir sus claves y a intervenir activamente en la modificación de la realidad que nos envuelve e incumbe. Esta recomendación de la escritora italo-cubana Graziela Pogolotti, viene al caso de la historia revolucionaria de Raquel Levenson.
Su vida transcurrió en medio de grandes conmociones mundiales y ella se impuso participar activamente, tanto en la guerra en defensa de la República Española, como en las grandes batallas contra el nazismo en la Victoria soviética que puso fin a la segunda guerra mundial. Unos cuarenta años con la divisa “quien piensa debe actuar”, marcaron su vida.
Raquel Levenson nació en Buenos Aires el 15 de junio de 1915. Hija del herrero Bernardo Levenson y de Esther Marcus, su infancia transcurre en el seno de una modesta familia de inmigrantes judeo-polacos, junto a sus siete hermanos. Hacia 1928 la familia se instala en la ciudad de Córdoba, obrera y reformista, en busca de mejores condiciones laborales. Eran los días de Deodoro Roca, pero también de Miguel Contreras y los Manzanelli.
Se incorpora a la Juventud Comunista a los 14 años. Con el golpe de Uriburu en 1930 se le encarga repartir clandestinamente volantes en la Fábrica Militar de Aviones de Córdoba, construida en 1927.
Al incorporarse a la Universidad a estudiar economía, actúa en el grupo Insurrexit en Córdoba que lucha para detener el avance de la “contrarreforma” en la Universidad.
En el contacto con los obreros y estudiantes cordobeses, entre militantes y dirigentes comunistas, entre las fábricas y la Universidad Raquel se comprometió con la lucha obrera y la revolución, compromiso que sostuvo durante toda su vida.
La crisis de los años 30 y las necesidades laborales la llevan nuevamente a Buenos Aires, a Avellaneda donde se destaca como organizadora y oradora de la Federación Juvbenil Comunista.
Allí conoce a su compañero, dirigente de la Fede, fundando a mediados de los treinta el Centro de Estudiantes Universitarios de Avellaneda.
Realiza arengas políticas subida a un cajón de frutas a la salida de talleres, fábricas y frigoríficos, expone fogosamente sus ideas en Dock Sud, Piñeyro y Sarandí con el objetivo de incitar a la lucha por derechos y reivindicaciones contra el gobierno conservador de Manuel Fresco. Fue en el sur proletario donde evidenció sus dotes de organizadora, agitadora y propagandista. Este rasgo político fue una constante en su vida.
Se suma a la naciente Biblioteca de Estudios para Después del Trabajo, inaugurada en el barrio Villa Porvenir de Avellaneda. Libros de Gogol y Zola, cursos de corte y confección, conferencias de intelectuales mostraban el fermento que la búsqueda del nuevo mundo cultivaba en la cultura.
Con el estallido de la Guerra Civil Española, fue el Partido Comunista quien jugó un papel protagónico en la movilización de apoyo, fondos y voluntarios para la causa republicana. Y con la creación de la Brigada Internacional de Voluntarios “General San Martín”, Raquel parte como voluntaria junto a su compañero y un grupo de comunistas como Fanny y Bernardo Edelman, Jesus Manzanelli, Ángel Ortelli, entre otros, para ayudar a la República en su lucha contra la sublevación militar en abril de 1937. Ya en territorio republicano Raquel se incorpora a la Dirección Nacional de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) como propagandista y organizadora con la misión de recorrer los diferentes frentes y retaguardias, redactando volantes y documentos, el adiestramiento de soldados y la arenga pública.
En enero de 1939 Cataluña cae ante las tropas sublevadas y Raquel escapa a través de Valencia con un embarazo muy avanzado - ya separada de su compañero , sus vidas habían tomado caminos diferentes- huyendo en un barco de bandera inglesa hacia la costa de la Argelia francesa, donde es confinada en uno de los campos de concentración que ha montado la Legión Extranjera.
Se logra rescatarla y que suba a un barco soviético hacia Odesa, allí, ya con su bebé, son enviados a Moscú donde se incorpora a la Escuela Internacional de Marxismo Leninismo que dirige Gueorgui Dimitrov.
Al desatarse la Segunda Guerra Mundial y la invasión alemana, en junio de 1941, reclama ser voluntaria. En el contexto de la heroica resistencia de Moscú al ejército nazi, participa de las tareas civiles que permiten la organización de la ciudad y la subsistencia de su pueblo durante el acecho alemán. Luego es trasladada a orillas del Volga, en Stalingrado, para desempeñarse como instructora político-militar del Ejército Rojo.
Derrotado el nazismo en 1945, la veterana de la Guerra Civil Española y de la Segunda Guerra Mundial regresa a la Argentina en octubre de 1947, su extraordinaria trayectoria militante - como oradora en las barriadas obreras de Avellaneda, en la España de la guerra civil, en la resistencia al nazismo en la URSS - se incorpora al secretariado nacional de la FJC.
Durante los años del peronismo es una de las propulsoras de la Unión Patriótica de la Juventud (UJPA) y la Federación de estudiantes secundarios (FESBA). En 1952 integra la Comisión Nacional de Educación partidaria y luego es designada responsable de educación para la Provincia de Buenos Aires. Durante los años ‘60 activa en el comité partidario de La Matanza, Provincia de Buenos Aires, de la que es secretaria. Trabaja entonces en la Coordinadora Interfabril de Comisiones Internas Metalúrgicas de esa localidad. Su tarea consiste en organizar la actividad gremial en las fábricas y servir como eje de conducción y comunicación entre cada uno de los delegados. En el territorio bonaerense, participa en la organización de las huelgas fabriles contra la dictadura militar del Gral. Juan Carlos Onganía, que en el coro de múltiples protestas y revueltas, como el Cordobazo y otros estallidos provinciales, marca el fin del “onganiato”. Había cosechado grandes éxitos en la lucha, junto a sus camaradas y al pueblo matancero, cómo impedir el envío de tropas a Santo Domingo y la construcción del hospital en La Matanza.
En julio de 1967 regresa a la URSS, desde donde publica trabajos sobre las condiciones económicas de las repúblicas soviéticas en los periódicos partidarios argentinos, como Nuestra Palabra y Frente Unido. Regresa al poco tiempo para continuar su tarea en La Matanza, los setenta eran promisorios, la dictadura se hundía, pero para Raquel el tiempo de la política concluía. La mujer que había interpelado a los trabajadores de los frigoríficos parada sobre un cajón de manzanas, que había hecho de la oratoria su principal arma, que había demostrado que podía encender el fuego; Raquel, la hija del herrero, la protagonista de la guerra civil española, la sobreviviente de Stalingrado, recibía a la muerte en la garganta, en su voz. Falleció el 3 de septiembre de 1971 a los 56 años y con 42 de militancia.
Como ella misma decía, tenía el “privilegio” que nos hace vivir una existencia difícil, sacrificada, rodeada de riesgos, pero tan plena, tan limpia, tan hermosa como la nuestra.