Sidebar

[Offcanvas] Navegación superior

13
Lun, May
89 New Articles

Política
Typography
  • Smaller Small Medium Big Bigger
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

En Belém do Pará, presidentes de la región amazónica se reúnen con una agenda que vuelve a poner de relieve a la problemática medioambiental ¿Tendrá algo que ver lo que pasa en Jujuy y en Níger con la destrucción de la Amazonia?

Con propuestas vinculadas a la creación de un Centro de Cooperación Policial Internacional para proteger la región y de un tribunal para juzgar crímenes ambientales, así como la implementación de mecanismos que viabilicen el canje de deuda externa por “acciones climáticas”, la Cumbre de Presidentes Amazónicos intenta avanzar en una agenda tendiente a evitar que la selva tropical más voluminosa del planeta alcance “un punto de no retorno”.

La cita que se lleva a cabo en la ciudad brasileña de Belém do Pará, convocó a mandatarios y representantes de los gobiernos de Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela con el objetivo de discutir sobre la agresión que viene sufriendo la Amazonia en el contexto de la crisis climática que se verifica a escala planetaria.

El encuentro se efectúa en el marco del Tratado de Cooperación Amazónica que data de 1978 cuando se postuló la realización de reuniones periódicas y que, en 1995, dio origen a la Organización del Tratado de Cooperación Amazónica. “Hacía catorce años que no nos reuníamos”, recordó Luis Inácio Lula da Silva al dejar inaugurada la Cumbre y añadió que “esta es la primera vez que lo hacemos ante el agravamiento extremo del cambio climático”.

Además de Lula están su par de Bolivia, Luis Arce, el colombiano Gustavo Petro y la mandataria de Perú, Dina Boluarte, así como el primer ministro de Guyana, Mark Phillips y la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez, en tanto que Ecuador y Surinam son representados por ministros.

Las dos propuestas más fuertes fueron hechas por Petro, quien postuló que es preciso que se cree un tribunal de justicia amazónica “para juzgar crímenes contra la selva y sus habitantes”, pero asimismo un tratado militar y judicial, ya que “eso se defiende con razones, pero también con armas”.Y añadió que este tratado propiciaría la construcción de una suerte de “Otan de la Amazonia, pero respetando las soberanías”.

Y tras señalar que se vuelve necesaria la erradicación de la exploración petrolera en la región amazónica, le dio una dimensión financiera al tema ambiental, cuando resaltó que se deben establecer mecanismos que permitan “cambiar deuda externa por acciones climáticas”.

Por su parte, el presidente Arce, denunció que EE.UU. y Europa pretenden apoderarse de la Amazonia y los recursos estratégicos que alberga esta región. “América Latina y el Caribe son prioridad en la estrategia de seguridad nacional estadounidense, esto significa que no es sólo de interés del Departamento de Estado, sino del Departamento de Defensa”, advirtió el mandatario y después de lamentar que “es preocupante que Europa esté en la misma posición”, hizo hincapié en que “unos buscan controlar la Amazonia de forma militar y otros con ONGs”.

Y, al respecto, recordó los recurrentes dichos de la titular del Comando Sur de EE.UU., Laura Richardson, en los que deja en claro la posición de su país respecto a las riquezas que Latinoamérica posee en minerales, tierras raras y especialmente en litio. Pero también que esta funcionaria viene operando como una suerte de ariete en el intento de Washington de arrastrar a nuestra región hacia la lógica de guerra fría que impone en sus relaciones con la República Popular China y Rusia (Ver Una BricsA fresca antes de las Paso).

Por otra parte, Arce alertó acerca de otros peligros que como el narcotráfico, la minería ilegal y la deforestación significan amenazas abiertas sobre la fauna, la flora y los centenares de comunidades de pueblos originarios que viven en la Amazonia.

La realización de esta Cumbre representa una apuesta fuerte por parte del actual gobierno brasilero, después de los cuatro años de negacionismo sobre la crisis ambiental del ejecutivo a cargo de Jair Bolsonaro. Pero, asimismo, pretende constituirse en un aporte a una agenda de carácter global y por eso los mandatarios ahí reunidos, recibieron a representantes de la República Democrática del Congo e Indonesia que son países que albergan bosques tropicales, como así a otros de Noruega, Francia y Alemania con quienes se busca establecer una hoja de ruta común de cara a la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático prevista para este año en Dubai.

 

Aquello que es evidente

 

La problemática de la Amazonia y su impacto sobre el cambio climático, es algo que tuvo su punto más alarmante durante la Presidencia Bolsonaro, sobre todo, en 2019 cuando el propio Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, reconoció que ese año se registraron en la zona más de 73 mil los focos de quema, en un contexto en el que el gobierno achicaba en un 95 por ciento el presupuesto destinado a combatir el cambio climático.

Pero nada de eso era azaroso: se quema bosque y selva para favorecer a la expansión del agronegocio y esto se lleva puesto a un ecosistema que difícilmente se pueda reconstruir, pero también a personas concretas cuyas comunidades habitan la selva amazónica desde tiempos inmemoriales.

Y si a alguien pudiera parecerle que esto es algo lejano en el tiempo y la distancia, sólo tiene que mirar hacia la fachada del Palacio de Tribunales, en Ciudad de Buenos Aires, donde va a ver a integrantes del Malón por la Paz, que se encadenaron para pedir que la Corte Suprema atienda el pedido que se le hizo para revisar el texto constitucional que se reformó a instancias de Gerardo Morales que, entre otras calamidades, propicia mecanismos similares a los perpetrados en la Amazonia, sólo que esta vez en la puna jujeña.

Es que la expansión del negocio agropecuario, tal como la del minero, y el resultado de la falta de controles sumado al desinterés y ausencia de voluntad para comprender la cuestión medioambiental, es un claro ejemplo de la simbiosis entre el Estado Liberal Burgués y el poder corporativo, pero también del carácter criminógeno que tiene el capitalismo.

En América Latina, el proceso de acumulación capitalista originaria -durante la primera mitad del siglo 20- se caracterizó por la expansión de la frontera agropecuaria, sobre todo en Brasil y Argentina. Al final de ese siglo, la innovación tecnológica de la mano de corporaciones como Monsanto, llevó a una nueva ronda en ese proceso de acumulación y maximización de tasa de rentabilidad, que perforó esas fronteras sin que ningún poder estatal le pusiera límite.

Esta es una expresión característica del desarrollo capitalista que se profundiza en el siglo 21, al tiempo exhibe uno de los límites que tiene el propio capitalismo. Es que el cambio climático junto al progresivo agotamiento de agua potable, combustibles y materias primas, pero también la crisis alimentaria crónica que afecta a una sexta parte de la humanidad y la profundización de los conflictos bélicos de baja y media intensidad que abren la puerta a modelos de gobierno autoritarios, son síntomas que constituyen un combo en el que es difícil desentrañar cuál es la consecuencia y cuál la causa.

Estas causas y efectos son inherentes a la dinámica  económica y vincular que impone el capitalismo. Esta sinergia conforma un escenario capaz de provocar trastornos irreversibles en el orden anterior, ya que el volumen de la crisis es tal que puede generar la desaparición de instituciones preexistentes y las ideologías en que se sustentaban.

Porque el capital no sólo antagoniza con la clase trabajadora. De ahí que, además del límite interno que le plantea la propia acumulación de capital, se presentan límites externos de tipo político, ya que la reproducción social se vuelve imposible sin que se apele a fórmulas cada vez más autoritarias. Y otros de carácter social, ya que la forma que necesariamente adquiere la intensificación de la explotación perfora fronteras, lo que provoca terribles consecuencias verificables en patologías individuales y sociales.

Y este combo se cierra con los límites ecológicos, que derivan de la necesidad que tiene el capitalismo de compensar su tasa de maximización de la productividad y la ganancia, por medio del crecimiento de una forma de economía que amenaza al ecosistema.

El problema es que en esta fase, cualquier modificación que se operara sobre la matriz productiva del capitalismo, iría contra la propia dinámica expansiva del sistema. Esto es que, como oportunamente advirtió Fidel Castro, que el capitalismo se encuentra con el límite ecológico planetario, al tiempo que su propia rapiña le provoca cada vez más dificultad para obtener beneficios de su nutriente primordial, el trabajo asalariado porque -sobre todo por la financierización creciente- cada vez tiene más dificultad para crear trabajo.

Esto pone en tensión la idea de que el capitalismo pueda salir bien parado de este momento de su crisis, tal como lo hizo otras veces. Pero también impone la necesidad de advertir que, si no lo logra, de ninguna manera va a tirar la toalla con facilidad.

Algo que ya se puede advertir en este escenario atravesado por el autoritarismo que es el que se intenta imponer desde un ecofascismo que sostiene que la apropiación de los recursos naturales puede ser infinita, pero también que al planeta le sobran personas y -por lo tanto- se debe suprimir el remanente recortando los recursos a esos segmentos de población o exterminándolos en guerras.

Esta mirada eugenética y necropolítica se naturaliza en cosas como la actitud de la UE que expulsa al mar miles de inmigrantes y en rediseños sociales como los que, en nuestro país, se buscan legitimar electoralmente desde el bloque de representación política que va de la derecha hacia la ultraderecha.

“Nuestra lucha por los bosques es, ante todo, una lucha popular y democrática. Las conciencias conmovidas y hasta sinceras y plausibles de múltiples foros e instituciones, no podrán reverdecer el Sahel cuando falta dinero para excavar pozos de agua potable a cien metros y sobra para excavar pozos de petróleo a más de tres mil metros. Esta lucha por los bosques es, sobre todo, una lucha antiimperialista, por el imperialismo es el piromaníaco de nuestros bosques y sabanas”.

La frase fue pronunciada por Thomas Sankara durante la Conferencia para la Protección de los Bosques, celebrada en París en febrero de 1986. En octubre del año siguiente, el presidente burkinabé fue asesinado por los protagonistas de un golpe de Estado instigado por Francia y EE.UU.

Estas palabras vuelven a cobrar vigencia en los días que corren cuando, desde el Sahel, más precisamente en Níger, aparece un movimiento que se planta ante la expoliación y el neocolonialismo francés, por lo que aquel país es amenazado con ser atacado militarmente por una coalición instigada desde Paris y Washington.

Queda claro entonces que lo que pasa en la Amazonia no es un problema local y tampoco es nuevo. Como no lo es lo que ocurre en Níger o en Jujuy. Y, asimismo, es evidente que el colapso medioambiental al que nos empuja el sistema, exhibe la cara más criminógena y genocida del capitalismo, pero paradójicamente, en el mediano plazo afectaría a las corporaciones y al entramado que tienen con el Estado Liberal Burgués y sus instituciones.

En su libro “Colapso. Capitalismo terminal, transición ecosocial, ecofascismo”, el profesor de Ciencia Política de la Universidad Autónoma de Madrid, Carlos Taibo, aporta el concepto de transición ecosocial, término genérico con el que describe realidades heterogéneas que serían espacios para prepararnos para el escenario post-colapso.

Los resume en cinco verbos que, a su vez, representan tareas: decrecer, desurbanizar, destecnologizar, despatriacalizar y descomplejizar nuestras sociedades. Lo que hace es plantear condiciones sine-quanon para avanzar hacia relaciones sociales diferentes y fórmulas de construcción política que profundicen la descentralización, autogestión y democracia directa.

¿Qué hacer en el mientras tanto? Aquí es fundamental defender, internalizar e incluir en la agenda propia la construcción -a la escala posible- de espacios de economía popular y autogestión desmercantilizados y despatriarcalizados. Y esto no es otra cosa que avanzar en el camino de señalar lo evidente y actuar sobre lo evidente, en este caso eligiendo construir formas alternativas de organización de la producción, consumo y comunidad social que vayan por un camino que no sea la forma mercantilizada que impone el capital.