Horas decisivas - El PT y el PCdoB, junto a otras organizaciones del campo popular, buscarán este domingo forzar el ballotage -pautado para el 28 de octubre- y de esta manera detener la escalada fascista de Temer y Bolsonaro en Brasil y de EE.UU. en la región.
Una batalla más que importante de la encrucijada histórica que se dirime en América Latina en esta época tendrá un capítulo crucial este domingo en las elecciones generales de Brasil. Fernando Haddad, candidato a presidente por el PT, junto a Manuela Dávila, candidata a vicepresidenta por el PCdoB, buscarán frenar al candidato fascista Jair Bolsonaro -ex oficial del Ejército-, y de esta manera, revitalizar a la izquierda en América Latina ante la avanzada neoliberal.
La potencia electoral del PT, verificada en las tres últimas elecciones presidenciales en Brasil, esta vez en unidad con las fuerzas políticas democráticas, populares y de la izquierda antiimperialista, buscará poner fin al régimen de gobierno político-judicial que las clases dominantes vienen imponiendo de la mano de Temer desde el impeachment a Dilma.
La avanzada reaccionaria, conservadora y derechista del imperialismo yanqui en la región, que sin dudas se ha visto fortalecida en los últimos años con las victorias de Macri en Argentina, Piñera en Chile, Duque en Colombia, Abdo Benítez en Paraguay y Lenin Moreno en Ecuador -más las escaladas desestabilizadoras en Nicaragua, Venezuela y Bolivia-, encuentra en Jair Bolsonaro y el Partido Social Liberal su mejor representante: retórica xenófoba, sumisión a EE.UU., promesa de ajuste y promesas de “déficit cero”.
Las similitudes con el discurso y las políticas de Cambiemos en Argentina no son casualidad. La imagen de dos candidatos a diputados del partido de Bolsonaro destruyendo una placa recordatoria a Marielle Franco -la joven concejala carioca asesinada por paramilitares en marzo- generaron un impacto mayor a las burlas que algunos diputados oficialistas, como Fernando Iglesias en su cuenta de Twitter, hicieron sobre Santiago Maldonado mientras estaba desaparecido. Pero la diferencia en la repercusión no aminora la gravedad. En ambos casos se trata de acciones fascistas emprendidas por integrantes de las fuerzas de la derecha en el continente.
La amenaza que representa Bolsonaro puede dimensionarse con exactitud a partir del siguiente detalle:su posible elección a presidente sería para reemplazar a Michel Temer, una de las figuras más recalcitrantes del establishment brasileño, cabecilla de una alianza infame entre grupos económicos -nacionales e internacionales- con las Fuerzas Armadas y el Poder Judicial.
No hay que perder de vista que Bolsonaro no es sólo un fenómeno electoral. El capitalismo se encuentra en una de sus fases más agresivas desde la segunda crisis de larga duración. Por eso no es casualidad el ascenso de figuras como Bolsonaro. Sin ir más lejos, los destinos de la principal potencia económica de la historia, Estados Unidos, están siendo conducidos por un fiel representante de este movimiento: Donald Trump.
Lula, presente a pesar de la proscripción
Al cierre de esta edición y a dos días de la primera vuelta de las elecciones, Bolsonaro encabeza las encuestas y Fernando Haddad crece entre las preferencias. Pero que la elección se encuentre reñida a esta altura solo se puede explicar a partir de un hecho: el encarcelamiento de Inácio Lula Da Silva.
La avanzada judicial del juez Moro, articulada entre el establishment brasileño y el Departamento de Estado, no sólo encarceló injustamente al candidato de la principal fuerza de oposición al régimen de la derecha, sino que también proscribió al ganador seguro de las elecciones de este domingo.
Una clara muestra de su fortaleza y ascendencia entre los sectores populares fue que se le impidiera dar entrevistas durante el período de campaña: su imagen y palabras desde los calabozos del poder influirá más que todas las campañas de desprestigio lanzadas en los últimos años, razonaron desde el establishment.
Vale recordar que la persecución contra Lula forma parte del mismo plan regional de hostigamiento y aniquilación -física o política- de los referentes de la izquierda y el progresismo latinoamericano como Lula, Cristina Kirchner y Rafael Correa, pero también a presidentes en ejercicio como Evo en Bolivia, Maduro en Venezuela y Ortega en Nicaragua.
Por eso no es descabellado aseverar que con las elecciones del domingo se disputa una batalla trascendental de la encrucijada que se ciñe sobre el continente entre el imperialismo yanqui y los sectores populares.
La importancia queda en evidencia cuando se observan los movimientos del enemigo: EE.UU. apuntó todos los cañones, primero, a proscribir a Lula, y ahora, con el primer objetivo alcanzado, busca profundizar con Bolsonaro el régimen que inició Temer.