La avanzada de las derechas latinoamericanas, y su consecuente competencia para ver cuál de ellas logra ubicarse en el podio de lamebotas destacada del imperialismo estadounidense, tiene en estos días un nuevo capítulo.
Mauricio Macri (Argentina), Jair Bolsonaro (Brasil); Mario Abdo Benítez (Paraguay); Martín Vizcarra (Perú); Iván Duque (Colombia) y Lenín Moreno (Ecuador), son recibidos por Sebastián Piñera (Chile), quien hace las veces de anfitrión de una cumbre que busca crear un espacio de integración a la medida de los intereses imperialistas, el Foro para el Progreso y el Desarrollo en América del Sur, PROSUR.
Tras el fracaso del Grupo de Lima, espacio creado específicamente para coordinar los ataques sobre Venezuela, hoy intentan crear un nuevo espacio de articulación de las derechas en la región. Esto no es ninguna novedad, iniciativas como estas son herederas directas de la Doctrina Monroe, conocida como “América para los americanos”, de 1823, reafirmada bajo el gobierno de Andrew Jackson (1829-1837), por un colaborador suyo, John O’Sullivan, quien señalaba: “El cumplimiento de nuestro destino manifiesto es extendernos por todo el continente que nos ha asignado la Providencia para el desarrollo de un gran experimento de libertad y autogobierno federado […]. Esta tierra enérgica y recién tocada por la mano de Dios” tiene una “misión sagrada para con las naciones del mundo”, dicho esto, nadie podría dudar que “el vasto e iluminado futuro sería la era de la grandeza norteamericana”.
En tiempos más cercanos, recordamos el intento de instalar el ALCA, iniciativa rechazada en Mar del Plata, Argentina, en 2005 en el marco de unos años en los que se avanzó en la creación del ALBA, la CELAC y la UNASUR como espacios de integración que buscaban establecer importantes grados de autonomía frente a la política de los EEUU.
Destruir la UNASUR y el PARLASUR son algunos de los objetivos declarados del PROSUR.
La cuestión de la integración no es nueva y que existan diversos proyectos e intencionalidades tras estos intentos tampoco.
Desde antes de nuestra consolidación como naciones, los debates sobre los vínculos entre nuestros territorios fue tema central en las discusiones de muchos pensadores como Simón Bolívar y José Martí, quienes imaginaban una Patria Grande y la pensaban en términos de Nuestra América.
En este sentido, en las últimas décadas se desarrollaron en América Latina una serie de procesos políticos que, buscando salir de la lógica neoliberal, avanzaron en la construcción de alternativas políticas y sociales antineoliberales, orientadas en un sentido emancipatorio y teniendo como marco de referencia la necesidad de fomentar un proceso de integración latinoamericana como condición de éxito de tales políticas.
Estos procesos no sólo se dieron a escala nacional, logrando avances significativos en la vida política interna de algunos países de la región con la acelerada expansión de los derechos económicos y sociales de la ciudadanía y sus consecuentes procesos de inclusión social; sino que el paradigma de la integración latinoamericana y caribeña ocupó un espacio central en la perspectiva asumida por los mismos en la concreción de espacios de integración regional como los mencionados.
Esto no es perdonado por el imperialismo. Por eso tan importantes como estos procesos son los intentos que sigue llevando adelante el imperialismo para poner freno a los mismos por la vía de ofensivas destituyentes y la restauración del paradigma neoliberal en varios países.
Como decíamos, no se puede dejar de tener en cuenta un momento que marcó a fuego este proceso y funciona como parteaguas a la hora de posicionarse frente al mismo. El rechazo a la propuesta de los Estados Unidos de implementar el Alca, el famoso “alca al carajo” que enunció Hugo Chávez en Mar del Plata en 2005, dejó en claro el nivel de autonomía, autodeterminación y antiimperialismo con el cual se libra la batalla por una integración de espíritu nuestroamericano, como sostenía José Martí.
A partir de ese momento, el imperialismo redobló sus esfuerzos por recuperar el control de la región y sojuzgarla a sus intereses. Como es su costumbre, vuelve a impulsar un modelo de integración americana según sus criterios políticos, económicos, culturales y sociales.
Para esto, a lo largo de la historia ha alternado la intervención directa, ha promovido y respaldado golpes militares y, actualmente, se ha lanzado a una lucha frenética por recuperar el control de la región a la que considera su “patio trasero” según su “destino manifiesto”.
De este plan forma parte el PROSUR, como modelo de integración en términos neocoloniales. Por eso resulta necesario recuperar la ofensiva y entender a la integración como un instrumento para la unidad, como parte de un ideario liberador y emancipatorio, teniendo en cuenta que no todo proyecto integracionista lo es, como este pretendido PROSUR, y que el cumplimiento del ideario emancipatorio es lo que está en disputa en Nuestra América.