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Sáb, Abr
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Política
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El proyecto de Ley Ómnibus naufragó ayer martes en el Congreso. Milei cabreado en Israel, liberticidas desconcertados en Buenos Aires y una clase capitalista que todavía tiene jugadores titulares sentados en el banco.

“Esto no va a cambiar el rumbo económico, no se va a gastar más de lo que se recauda y el Banco Central no va a financiar al Tesoro”, dijo el ministro de Economía Luis Caputo e invitó a que “no dramaticemos lo de hoy”. Y con “lo de hoy”, no se refería al verdadero drama que para millones de trabajadores representa el tarifazo del 251 porciento que ayer mismo llevó el boleto mínimo de colectivo a 270 pesos en la zona Amba, sino a lo que ese mismo día pasó en el Congreso donde naufragó el proyecto de Ley Ómnibus.

La iniciativa que ya había perdido su núcleo fiscal, se estaba desgranando en la votación en particular llevada a cabo en Diputados, cuando Miguel Pichetto se apiadó de los desorientados legisladores de la bancada de La Libertad Avanza y propuso un conciliábulo en el que quedó sellado el destino de la iniciativa que Javier Mileipretendió que sea uno de los pilares de su Presidencia, que ahora volvió a fojas cero.

De este modo, Caputo salió a intentar ponerle paños fríos a una nochecita de rostros taciturnos dentro de la bancada oficialista y de promesas de vendetta que llegaban desde la madrugada de Israel, donde se dejó trascender que Milei y su hermana evaluaban la posibilidad de someter lo que fue el proyecto de Ley Ómnibus a una consulta popular.

Como para tener un panorama más acabado de la cosa, vale recordar que durante el fin de semana el ministro de Economía viajó hasta Cumelén para entrevistarse con Mauricio Macri y que, ante la perspectiva de que el paquete fiscal del proyecto difícilmente iba a pasar el filtro de la Cámara Baja, hace poco más de una semana anticipó un recorte del gasto todavía superior al que ya está en marcha, como para alcanzar el déficit financiero cero que Milei le prometió al FMI.

También adelantó que su cartera trabaja en la confección de un nuevo proyecto fiscal en el que, quizás con algo de maquillaje, se pueda volver a insistir con la idea de subir retenciones y el piso del Impuesto a las Ganancias, pero asimismo con el blanqueo y el diseño de una nueva fórmula previsional. Aunque esto todavía está por verse.

Pero lo que sí confirmó es que se va a meter cuchillo y tenedor en las transferencias a las provincias, la recomposición de haberes jubilatorios y los subsidios a las tarifas. Sobre este último punto en particular, ya se pudo ver el primer coletazo de la ira de Milei, con el tarifazo perpetrado ayer en los boletos de transporte público de pasajeros, a lo que debe añadirse el adelanto para este mes de la convocatoria de la audiencia pública para reestructurar el esquema de subsidios que se aplican a los servicios de energía eléctrica y gas natural que, en este caso, van a afectar a los usuarios de todas las categorías de consumo.

Esto se suma al desplome de la inversión social y a la que se registra en otras áreas como la obra pública que afectan drásticamente las arcas provinciales, algo que enturbia la relación de La Rosada con gobernadores que, en líneas generales, si de algo saben es de pragmatismo, pero que al parecer en este caso se vieron superados.

De todos modos, Milei tiene en sus manos algunas herramientas que son tan claves como letales, y que no va a desechar por más que haya tenido que resignar su Ley Ómnibus. Una de ellas es la prórroga del Presupuesto 2023 que le brinda la posibilidad de actuar con mucha discrecionalidad a la hora de sentarse a discutir con los gobernadores, ya que se le impone un gasto similar al del año anterior, pero en un contexto en el que va a recaudar con una inflación que puede andar por arriba del doscientos por ciento. Este es el pedestal en el que se sustenta el ajustazo que lima salarios, al tiempo que representa alrededor de 35 mil millones de dólares que puede disponer a sola firma y sin necesidad de pasar por el Congreso.

Y la otra es el aumento del Impuesto País que pasó de 7,5 a 17,5 por ciento, lo que permite que el gobierno nacional recaude muchos más pesos, lo que pone en fila a los gobernadores que necesitan que una parte de esos recursos se coparticipe, sobre todo, para paliar la caída que tuvieron en la recaudación a partir de la eliminación de la cuarta categoría del Impuesto a las Ganancias. Y algo más: cada unidad de este impuesto se multiplica por el precio oficial del dólar, que desde la asunción presidencial de Milei, subió de cerca de cuatrocientos a más de ochocientos pesos.  Por eso, comparado con un año atrás, lo recaudado por el Impuesto País, creció algo así como 1300 por ciento.

Pero a la hora de intentar comprender el por qué de esta conducta, hay que advertir que en esta historia también talla el FMI, ya que para cumplir con las metas del déficit, el gobierno nacional necesita de lo recaudado en concepto del Impuesto País, que es un impuesto transitorio que debería desaparecer junto con la liberalización total del mercado de divisas a la que aspira la Presidencia Milei. Y si se lo coparticipa, esto va a ser más difícil.


Ajuste


No hace mucho, públicamente Kristalina Gueorguieva confió en que aunque se cayera el capitulo fiscal del proyecto de Ley Ómnibus, el Gobierno Milei iba a poder cumplir con las metas de ajuste de shock y en una dirección similar se pronunciaron diferentes actores como la Asociación Empresaria Argentina y la Unión Industrial Argentina que, abiertamente, brindaron su apoyo a la iniciativa (Ver The show must go on).

Queda claro que a lo que se refiere la titular del Fondo y es aquello que intenta instrumentar la actual Presidencia, es la vieja aspiración de lo peor de la clase capitalista que actúa en Argentina, que es convertir al país en una factoría.

Pero también es evidente que desde el preciso momento en que el capitalismo se convirtió en sistema global, política y economía son una misma cosa y responden a las necesidades de acumulación de la clase capitalista. Y en esto, quienes gobiernan el Estado Liberal Burgués, son cuadros intermedios puestos al servicio del capital, aunque puedan aparecer matices y hasta contradicciones entre las diferentes facciones que componen este staff.

Así las cosas, sería imprudente señalar que lo de ayer representa un golpe letal para la Presidencia Milei, pero no lo es suponer que por estas horas, algunos de los principales actores de la clase capitalista que tiene intereses en Argentina, hayan comenzado a pensar si el liberticida tiene nafta suficiente como para completar la tarea que le fue encomendada.

Y entonces aquí se puede especular con cuáles son las cartas que puede jugar Milei. La consulta popular que desde la propia cuenta oficial de la Presidencia se anticipó como una alternativa posible, contacta mucho con la épica de la motosierra a la que el entonces candidato presidencial echó mano con la promesa de derrotar a “la casta” que rápidamente abrazó, apenas pasada la primera vuelta electoral.

¿Pero hasta dónde puede tener éxito en una consulta en la que lo que en realidad estaría plebiscitando es una gestión que hasta ahora sólo trajo ajuste, inflación y penurias para los sectores de ingresos bajos y medios de la sociedad? ¿Puede pensarse en el lanzamiento de una campaña de cara a la consulta, en un contexto en el que para este mes y sólo en costos fijos, se prevén aumentos en las tarifas de transporte, luz, gas, prepagas y medicina privada, internet,cable y telefonía, así como en los alquileres?  Y,principalmente, hay que tener en cuenta que buena parte de los actores sociales, sindicales y políticos que se oponen al gobierno, exhibieron desde el 10 de diciembre un nivel de articulación y movilización que hace mucho no mostraban.

Es probable que Milei esté convencido de que fue su lógica del “todo o nada”, la que lo catapultó desde el estudio de América 24 hasta La Rosada, casi sin paradas intermedias. Pero también lo es que advierta o que alguien le diga que con eso no alcanza para implementar el ajuste de shock, que no es otra cosa que la herramienta táctica que eligió la clase capitalista para poner al país patas para arriba y convertirlo en una factoría.

Y así, es aquí donde es probable que vuelva a parecer el “espíritu de Los Abrojos”, que brilló durante la última semana de octubre de 2023. Desde que apareció en escena el proyecto de Ley Ómnibus, el PRO se mostró monolítico a la hora de anunciar que iba a votar el bloque en general y en particular la iniciativa. Cumplió y también, junto con La Libertad Avanza, celebró la represión perpetrada en las inmediaciones del Congreso.

¿Habrá llegado la hora de que la clase capitalista que actúa en Argentina ponga a jugar al titiritero y, entonces, Macri imponga una vuelta de rosca en el bloque de representación política que va de la derecha hacia la ultraderecha, que podría efectivizarse en una reestructuración del ejecutivo y una suerte de interbloque en el Congreso? Como se ve, las dos hipótesis resultan convergentes y hablan de tiempos políticos que se aceleran como consecuencia de los coletazos que le da la crisis del sistema capitalista, pero también dan cuenta de una clase capitalista que como pocas veces antes, está jugando muy fuerte.

Y con este telón de fondo no está nada mal celebrar el naufragio del proyecto de Ley Ómnibus, pero es preciso recalcar que ante cualquiera de las alternativas que elija la clase capitalista va a ser necesario oponer movilización, pero por sobre todo un programa que debe construirse a partir de una profunda reflexión sobre las causas que favorecieron que pudieran tener éxito una candidatura como la de Milei y la legitimación que el universo cultural, social y político de derecha tuvo en nuestro país.