Mientras Donald Trump busca profundizar aquello del “destino manifiesto” de Estados Unidos, desde diferentes puntos del planeta crecen las voces que advierten sobre lo peligroso de sus bravuconadas, porque del dicho al hecho…
Es difícil saber cuánto tiene de bravuconada, pero lo cierto es que las amenazas expansionistas con las que Donald Trump arremetió durante las últimas semanas son consonantes con la historia que EE.UU. tiene desde que asumió como propio aquello del “destino manifiesto” que a más de dos siglos de la fundación de la Unión, es la doctrina que continúa rigiendo a la política exterior de Washington.
Lo cierto es que de las trece colonias del siglo 17 al imperio con capacidad de imponer su agenda en términos geopolíticos, geoeconómicos y geoestratégicos la historia estadounidense está atravesada por episodios que vuelven una ingenuidad no tomar en serio los dichos de quien, a partir del lunes, volverá a ocupar el Despacho Oval de la Casa Blanca.
Ya en 1819 el águila calva mostró sus garras cuando después de movilizar un ejército hacia lo que entonces era su frontera sur, forzó a España a firmar el Tratado de Adams-Onis, por el que EE.UU. se quedó con la Florida a cambio de cinco millones de dólares que nunca pagó y casi ocho décadas más adelante volvió a apropiarse de territorio español, en este caso después de forzar una guerra desigual mediante un atentado de falsa bandera.
Antes la víctima había sido México, país al que le arrebató la mitad de su territorio para formar los estados de Texas, California, Nuevo México, Arizona, Nevada, Utah, Colorado y una parte de Wyoming, en tanto que además de un par de invasiones a suelo mexicano, los marines no se privaron de hacer lo propio en Nicaragua, Guatemala, Colombia y Ecuador entre otros rincones del planeta.
En 1898 también se apoderó de Hawai que era un territorio independiente gobernado en esos momentos por la reina Liliʻuokalani, cuyo antepasado el rey Kamehameha, había firmado ochenta años antes un tratado con Hipólito Bouchard, por el que Hawai se convirtió en el primer Estado en reconocer oficialmente la existencia de las Provincias Unidas del Sud.
Por su parte, después de que el aparato de inteligencia yanqui detectara la presencia de importantes yacimientos de oro en Alaska, su diplomacia logró convencer al zar Alejandro II para que hiciera el peor negocio en la historia de Rusia con la venta de aquel territorio por 7.200.000 dólares. Una verdadera bicoca.
Esto sucedió en 1867 y ese mismo año el presidente Andrew Johnson quiso hacer lo propio con Groenlandia, pero un poco más avispados que Alejandro, los daneses dijeron que no. Pocos años después Washington se haría cargo de las obras del Canal de Panamá. Y la historia de intervencionismo y anexiones continuó aunque quizás pocas veces esta idea supremacista fue expuesta tan desprejuiciadamente como ahora lo hace Trump que, por si faltara algo, también metió en la lista de las potenciales nuevas estrellas de la bandera estadounidense, ni más ni menos que a Canadá.
Y es con este telón de fondo, no son pocas las voces que se alzan desde diferentes puntos del mundo para advertir sobre el peligro que trae aparejada la mirada de la administración que a partir del lunes se va a instalar en la Casa Blanca. Entre ellas están las del Partido Comunista de los Estados Unidos y el Partido Popular Socialista de México que, por medio de una declaración conjunta, hicieron pública su preocupación “por los peligros que entraña el retorno de Trump a la Presidencia”.
También por sus expresiones expansionistas, así como “por la clase social a la que pertenece y sirve, su ideología de militante neofascista, el contenido de sus mensajes de campaña y sus acciones al frente de la Presidencia entre 2016 y 2020 que lo muestran como una muy seria amenaza para la paz mundial, la soberanía y el derecho de autodeterminación de los pueblos, en particular de Cuba, Venezuela, Palestina, Líbano y Siria”, pero asimismo “para los migrantes y la clase trabajadora estadounidense”.
Y otro que dijo lo suyo es el Partido Comunista de Dinamarca (PCD), quien en una declaración titulada “¡Quiten los dedos de Groenlandia!”, recordó que la dependencia groenlandesa respecto de Dinamarca, “es el resultado de una subyugación colonial y no una elección voluntaria”, por lo que si los groenlandeses quiere modificar esa situación, “es su elección, pero Dinamarca no puede eludir las obligaciones que tiene con ellos”.
En este sentido, recalcó que el Ártico y por lo tanto Groenlandia, tiene una enorme importancia geoestratégica que aumenta merced al deshielo que propicia el calentamiento global con lo que se abre, durante buena parte del año, el corredor norte que cambiará el mapa de las rutas comerciales y las condiciones para la explotación de recursos minerales que posee el territorio groenlandés, donde EE.UU. ya posee la base aérea militar de Thule.
“Es una simplificación excesiva explicar el reciente empeoramiento de la situación en Groenlandia, simplemente con el argumento de que no se puede confiar en Trump”, remarca el PCD y hace hincapié en que “la situación es el resultado de enormes intereses financieros y no de las peculiaridades de una sola persona”, por lo que no duda al calificar como un “hipócrita baile diplomático” el que vienen teniendo los gobiernos danés y estadounidense, ya que “Dinamarca es parte del problema de Groenlandia porque es una potencia colonial opresora, pero también un cómplice acrítico de EE.UU. al ser parte de la alianza imperialista anclada en la Otan”.
Y resalta que en esta historia, “los rehenes son los groenlandeses que no son más que peones en el juego del imperialismo”, por lo que insiste en que son ellos quienes deben decidir sobre su territorio y advierte que el gobierno que preside Mette Frederiksen “debe darse cuenta de que su aliado estadounidense no lo es por buena voluntad, sino para asegurar sus propios intereses financieros”, algo que es “exactamente lo mismo que ocurre con el control de Dinamarca sobre Groenlandia”. Por eso “debemos respetar el derecho de los groenlandeses a determinar su propio destino y exigimos que se detenga la intromisión de potencias extranjeras en los asuntos de Groenlandia”.