Así definió Jorge Alberto Kreyness, al conflicto que estallo entre Israel e Irán. Razones y posibles consecuencias de una situación que involucra a varios jugadores globales, pero también la respuesta del gobierno argentino, son ponderadas por el analista internacional que además es secretario de Relaciones Internacionales del Partido Comunista.
—Irán plantea un casus belli a partir del ataque a su sede diplomática en Damasco por parte de Israel. Se toma su tiempo y aparentemente lleva a cabo una respuesta acotada y no sistémica, al menos por ahora ¿Puede haber voluntad de responder, pero sin escalar demasiado un conflicto para intentar evitar un punto de no retorno?
—Irán está respondiendo al ataque que sufrió en su consulado en Damasco, la capital de Siria que es un aliado iraní, por lo que su posición es actuar en defensa propia frente a las agresiones que está recibiendo. Y, en este sentido, esto también es una respuesta al verdadero genocidio que está practicando el Estado de Israel, particularmente contra el pueblo palestino de la Franja de Gaza, pero también en algunas regiones de Cisjordania. Por lo que esta posición de respuesta de la República Islámica de Irán, está fundamentada desde el punto de vista del derecho internacional porque, además, el llevado a cabo con su sede de Damasco no es el primer ataque perpetrado durante los últimos años por Israel contra Irán. Entre otros se cuentan el asesinato del comandante de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria Islámica, Qasem Soleimani, pero asimismo los crímenes que le costaron la vida a varios científicos que se desempeñaban en el programa nuclear iraní.
—¿Es posible diferenciar las posturas de Washington y Tel-Aviv?
—Desde hace mucho tiempo EE.UU. viene trabajando para poner al mundo al borde de una guerra internacional. Israel y EE.UU. son prácticamente la misma cosa. Los intereses que defienden son absolutamente los mismos, poseen una muy fuerte integración que hace que nada que ocurra en Israel esté fuera del control estadounidense, lo que hace que Washington esté totalmente involucrado en este conflicto.
—¿Qué se puede esperar de la ONU y de otros jugadores globales?
—El Consejo de Seguridad debería estar reunido desde el fin de semana, pero se trata del mismo organismo que emitió sólo algunas tenues señales apuntadas a que Israel acate un alto el fuego en la Franja de Gaza. Pero esto nunca se aplicó, por lo que está violentando resoluciones internacionales, al tiempo que le mete presión a una situación que puede llevar a que el conflicto se agrave y, posiblemente, se regionalice por lo cual es relevante seguir atentamente qué pasa en estos días, si hay respuesta por parte de Israel, pero también qué hacen EE.UU., Reino Unido y la mayor parte de miembros de la Otan.
El conflicto se torna grave y es hora de que reine un poco de sensatez en el mundo para detener sus causas. Porque está claro que si no se deja constituir el Estado Palestino, el objetivo de la paz va a seguir estando alejado, mientras que lamentablemente van a seguir avanzando las posturas de quienes propician una situación global que pone al propio planeta al borde de la guerra que, nadie descarta, que pueda ser termonuclear.
Por eso es preciso construir y consolidar un gran movimiento de masas, un movimiento de los pueblos, que exija que este tipo de conflictos puedan resolverse por la vía pacífica. Pero evidentemente esta no es la postura de Washington ni la del gobierno de Netanyahu, por lo que en este caso Irán se ve obligado a dar esta respuesta que llega después de varios hechos de agresión abierta por parte de Israel.
—Una postura imperial que se hace sentir en la Franja de Gaza, pero también en el Donbass y el Mar de China…
—Hay que insistir con que se está ante un peligro concreto porque ponen al mundo al borde de una guerra nuclear. Están provocando a la República Popular China desde la isla de Taiwán, formando alianzas militares con Australia, Nueva Zelanda y Japón en el Aukus ampliado con el que se pretende disputar el Mar de China.
También en esta línea se inscribe la pretensión de instalar una base en Tierra del Fuego, a partir del acuerdo celebrado con el gobierno de Milei para consolidar la toma de posiciones de la Otan sobre el Atlántico Sur y la Antártida, pero asimismo el apoyo estadounidense al gobierno fascista de Zelenski en los ataques contra los pueblos de cultura rusa en el este de Europa.
Lo que ahora se intenta presentar como un ataque iraní, tal como se hace con el caso de Rusia y su operación militar especial en las repúblicas populares de Donetsk y Lugansk, son respuestas a las agresiones recibidas por parte de distintos brazos ejecutores de la política estadounidense que, impulsada por su complejo militar-industrial, necesita de las guerras para seguir obteniendo las pingües ganancias que logran. Ellos son los que quieren que el mundo quede en ruinas, tal como están dejando a la Franja de Gaza, mientras juegan de manera absolutamente irresponsable con la paz mundial.
—Durante el fin de semana, desde la industria massmediática, se construyó un relato que naturaliza la idea de que Irán es el agresor…
—EE.UU. ha utilizado mucho el papel de víctima del pueblo judío en la Segunda Guerra Mundial, cuando sufrió las mismas violaciones que ahora perpetra contra el pueblo palestino el Estado de Israel, que es un Estado religioso cooptado por los sectores más extremos del sionismo que dicen que el pueblo judío es el elegido por Dios, por lo que el resto de los pueblos del mundo, seríamos los no elegidos por Dios, algo así como miembros de una segunda categoría. Esta concepción que alimenta la política del gobierno de Benjamín Netanyahu, es lo que está en el fondo de esta cuestión. EE.UU. aprovecha el histórico papel de víctima del pueblo judío en épocas de Hitler, para ponerlo en situación de víctima en la actualidad. Por eso ahora dice que Irán está atacando a Israel, cuando en realidad lo que está haciendo es defenderse de los sistemáticos ataques que sufre por parte de las fuerzas israelíes, tal como las padece desde hace varias décadas el pueblo palestino, especialmente en estos días el pueblo gazatí.
—Durante los últimos años creció la integración regional de Irán que tiene estrechos vínculos con Pakistán, Qatar y últimamente con Arabia Saudita, pero también en el orden global con su reciente membresía a los Brics ¿Cómo puede jugar esto en la actual crisis?
—Estamos ante un suceso que está en pleno desarrollo. Durante los próximos días habrá que ver qué posición asume la República Popular China, pero también qué es lo que dice el resto de integrantes de los Brics donde hay jugadores globales de fuste como Brasil, India y, fundamentalmente la Federación Rusa.
Queda claro que en el mundo se va generando un espacio autónomo con creciente independencia, que hace de contrapeso a la política norteamericana. Es ese espacio el que en este momento está tratando de generar una razonabilidad y nivel de diálogo que permita que no se produzca lo que quiere EE.UU., que es una extensión regional del conflicto a todo Medio Oriente y sus zonas aledañas como Asia Central en las fronteras rusas y el Magreb africano.
—¿Cree que el gobierno que encabeza Javier Milei sobreactuó su postura ante este escenario?
—En primer lugar quiero comparar la trascendencia que el gobierno le da al comunicado que emitió el fin de semana en relación al que la Cancillería sacó, casi escondido, a raíz de la invasión a la embajada de México en Ecuador que fue absolutamente formal, pese a que se trató de la violación por parte del gobierno de derecha ecuatoriano de la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y de la Convención sobre el Derecho de Asilo. Y ahora se le da esta tremenda repercusión a este hecho, a una solidaridad de Milei, su canciller Diana Mondino y todo su gobierno con el genocidio que está perpetrando el Estado de Israel contra el pueblo palestino que, hay que reiterarlo, es la razón que reside en el trasfondo de esta situación.
Es un comunicado que no habla de paz, que se coloca de un lado del conflicto de una manera subordinada a la política de Washington y del gobierno de Netanyahu.
Pero ya se están generando en Argentina algunos acuerdos del conjunto de fuerzas políticas y sociales, que reclamamos contra esta política de alineamiento automático con EE.UU., ya sea con Trump que parece ser el principal referente de Miel o con el actual gobierno de Biden.
—Con este telón de fondo, el presidente anunció la creación de un “comité de crisis”…
—El gobierno de Milei está absolutamente sometido, subordinado y es chupamedias de la política de Washington. No hay ningún otro comité de crisis, pese a la crisis tremenda que vive el país porque con su gobierno hemos llegado al sesenta por ciento de población por debajo de la línea de la pobreza y se ha incrementado también a cifras terribles la cantidad de personas que se ven obligadas a sobrevivir en la indigencia. Tampoco convocó a un comité ante la crisis que tenemos frente al aumento de los precios de alimentos y medicamentos, y la congelación de los salarios. Pero, sin embargo, lo hace a raíz de una cuestión en la que habría que pensar si a Argentina, como Estado y pueblo, le conviene involucrarse de una manera tan parcial ¿Acaso puede el Estado adoptar esa posición cuando tenemos en Islas Malvinas una base de la Otan? No podemos ser neutrales en esto: hablar de Israel es hablar de EE.UU. y eso es hacerlo de la Otan que es la misma organización que, ahora mismo, se lanza para acercarse a las fronteras de la Federación Rusia y que está apoyando el genocidio de Israel contra el pueblo palestino.
¿Entonces como podríamos asumir como propia la definición que hace el gobierno en su comunicado cuando habla de “compromiso inclaudicable con el Estado de Israel”, al que señala como “baluarte de los valores occidentales en Medio Oriente”. Esta permanente definición de aliado de occidente y, particularmente, de EE.UU. y de Israel, tiene que ver con la idea de que bajo el gobierno de Milei, Argentina pueda formar parte de los contingentes bélicos estadounidenses en Donbás o en otro punto del planeta.
Hay que insistir con que la política de Washington es poner al mundo en el borde de una guerra en la que, en primera línea, sean otros los que peleen. Y Milei es afín estos enfoques.
—La Rosada también dice que va a encolumnar tras su posición a otros presidentes de la región ¿Se trata de una nueva oportunidad para que meta la cuña yanqui tal como lo viene haciendo con cosas como la intención de construir una base de EE.UU. en Ushuaia?
—Milei va a jugar un papel en la región al calor de las directivas que dejó Laura Richardson, la jefa del Comando Sur de EE.UU. en sus recientes visitas a Argentina y, seguramente, también tiene que ver con la misteriosa visita que hace poco hizo a nuestro país el director de la CIA, William Burns.
—Y, sobre llovido mojado, la semana pasada aparece el fallo de Casación en la Causa Amia, que avanza más allá de lo que plantea el propio expediente al involucrar consideraciones sobre la “pista iraní”…
—Comienzan a moverse las diferentes palancas. Ahora resulta que décadas después del atentado contra la Amia, Casación acusa a Irán, justo en este momento. Los tiempos de la Justicia son lentos habitualmente, pero parece que cuando les conviene son rapidísimos y manejan perfectamente los momentos de la política y, en este caso, de la política internacional cuando le resulta beneficioso para sus intereses. Así que esta cuestionada corporación judicial argentina aparece como respaldo a la política antipopular del gobierno de Milei. Una política que va contra el pueblo, la soberanía del país y la propia dignidad nacional.
—Milei consiguió una foto que puede costarnos caro por la sanción del Régimen de Grandes Inversiones que exige Musk para deslocalizar la construcción de su Model I en nuestro país, lo que habla de la articulación que jugadores globales como Musk o Larry Fink, tienen en esta historia que une lo que pasa entre Irán e Israel con el presente y el futuro de Argentina…
—Este es un gobierno de entrega. Un orgasmo de placer fue el que sintió Milei cuando tuvo una conversación de un minuto y medio con Elon Musk, el magnate de la movilidad eléctrica y el que financió el golpe de Estado en Bolivia contra Evo Morales. El mismo que ahora pretende quedarse con el litio de Argentina.
Pero un idéntico sentimiento debe ser el que tuvo cuando sostuvo una conversación de dos minutos quince segundos con Larry Fink, el jefe de BlackRock, el gran fondo de inversión que es un componente orgánico del gobierno de nuestro país a través de Luis Caputo y Federico Sturzenegger. Todo esto es coherente con el andamiaje legal que está mandando el ejecutivo al Parlamento con el proyecto de Ley Bases 2 y que espera sostener con el DNU 70/2023.
Argentina es víctima de un gobierno de agentes extranjeros que tienen cédula y pasaporte nacional, pero reportan a intereses del imperialismo norteamericano y, en este caso, también del sionismo israelí. Porque hay que decir de una vez por todas que EE.UU. e Israel no son cosas distintas, sino que son prácticamente lo mismo: nada de lo que ocurra en Israel está fuera del control de EE.UU. y los intereses israelíes están muy presentes en la política norteamericana. Esa integración hace que ambas dos, sean una sola cosa y parece ser que Milei quiere integrarse a esa alianza que está poniendo al mundo al borde de un conflicto global.
Por eso, una política de independencia y soberanía tiene que alejarse de esta línea y, en este sentido, son importantes las acciones que se prevén durante las próximas semanas. Creo que en la Marcha Universitaria del 23 este tema debe estar presente, porque las universidades tienen que pronunciarse sobre la política exterior nacional. También debe estar el 1° de mayo, especialmente a través de la solidaridad con los trabajadores y el pueblo de la Franja de Gaza, pero también con los pueblos de Cuba y Venezuela que en estos momentos sufren el bloqueo norteamericano. Y en el paro nacional y la contracumbre que se construye para salir al cruce del Pacto de Mayo, que son jornadas en la cuales hay que sumar la protesta contra este alineamiento automático con EE.UU., Israel y sus políticas de guerra, genocidio y violación de todas las normas de derecho internacional.