El viernes pasado murió Cacho Goyena, al día siguiente, José Luis Livolti. Dos camaradas que construyeron un legado trascendente para las futuras generaciones de comunistas.
Cuando pase el dolor que ahora provoca sus muertes, seguro que vamos a recordarlos como dos camaradas que entregaron sus vidas a la lucha por una sociedad mejor, por un mundo libre de capitalismo.
Es que en con diferencia de pocas horas, fallecieron Cacho Goyena y José Luis Livolti, dos destacados dirigentes, ambos militantes formados desde su juventud en el Partido Comunista, al que aportaron desde diferentes espacios y responsabilidades, siempre con convicción, firmeza y dedicación.
“El inquebrantable Cacho Goyena”, así lo definió un periodista que lo entrevistó hace un tiempo. Y tenía razón cuando utilizaba ese adjetivo, porque eso fue Cacho durante toda su vida.
Fue un hombre firme y entero que se fue construyendo desde el compromiso social, en la militancia que comenzó en juventud como radical intransigente, para pasar al poco tiempo a las filas del Partido Comunista.
Fue el 7 de noviembre de 1959. Ese día se afilió al PC durante una reunión clandestina a la que lo invitó Antonio Pérez, que por entonces presidía el Partido de Vicente López. Se sumó al Partido “por la influencia de la Revolución Cubana”, como siempre recordaría.
Desde entonces siempre estuvo ahí, en el PC y en Vicente López donde fue secretario político y desde donde se integró al Comité Provincia. Y es en ese partido del conurbano bonaerense donde trazó una huella imborrable.
Durante los años de la dictadura que comenzó en 1976, Cacho tuvo que vivir en la clandestinidad desde que, por poco, fracasó un intento de secuestro perpetrado casi en simultáneo con los de Floreal e Iris Avellaneda y Rodolfo Coelho. La vida era peligrosa para los comunistas y Cacho debió pasar dos años en la clandestinidad absoluta.
“El sistema capitalista es injusto, desigual, deshumanizado, que convierte al hombre en lobo del hombre y más ahora con la crisis civilizatoria que tiene, no ofrece ninguna perspectiva para la humanidad”, recalcaba a la hora de explicar por qué era comunista.
Y, con convicción, repetía que militaba para que sus hijas y nietas “puedan vivir en una sociedad donde se acabe definitivamente la alienación del hombre”.
Cacho fue una de esas personas que hizo posible que esa sociedad sin la alienación que impone el capitalismo, esté un poco más cerca y lo hizo recorriendo el mismo camino que José Luis Livolti.
El secretario político de la provincia de Santa Fe e integrante del Comité Central del PC, murió víctima del Covid-19. Tuvo una vida plena, identificada con el Partido Comunista y la lucha de los sectores agrarios postergados que lo llevó a ser uno de los fundadores del Movimiento Campesino de Liberación.
José Luis fue veterinario, carrera que estudió en Corrientes donde por su militancia fue encarcelado durante la última dictadura.
También fue un actor medular y entrañable de la vida social y política de Arroyo Seco, localidad del sur santafecino donde junto a su esposa Susana Cianfagna, formó una familia de destacada militancia.
También fue miembro de la Dirección de Federación Agraria, espacio al que no dudó en renunciar cuando esa organización se sumó a la Mesa de Enlace. Y, desde ese momento, siguió batallando por la construcción y ampliación de espacios que articulen a los campesinos pobres.
Su última lucha fue la emprendida por la estatización de Vicentin, porque tenía claro que los precios de la cadena de valor de los alimentos, es algo demasiado serio como para que quede en manos del capital privado.
José Luis Livolti falleció el sábado, un día después que Cacho Goyena, dos camaradas de los que estamos orgullosos como Partido. Dos hombres que dejan una impronta importante, que dejan su obra y sus sueños, intactos, como legado para las futuras generaciones de comunistas.