Hace chistes, se muestra amable pero del acuerdo entre la UE y el Mercosur, mejor ni hablar. Así es el mundo Mauricio.
Como anfitrión, Mauricio Macri desarrolla una intensa agenda durante el G-20, que incluye 17 bilaterales programadas, entre ellas, las que sostendrá con Emmanuel Macron, Xi Jinping, Angela Merkel, Vladímir Putin y Donald Trump.
Con el presidente chino, se espera que se suscriban alrededor de cuarenta acuerdos, pero ninguno que permita destrabar el principal proyecto que ambos países tienen en común, las represas hidroeléctricas de Santa Cruz que el Gobierno Cambiemos puso en el freezer por presiones de EE.UU.
Donde sí depositó expectativas el ejecutivo, fue en la que mantuvo ayer al mediodía con Macron, quien tras la reunión elogió la “voluntad de abrir la economía” de Macri, recordó que Francia apoyó el acuerdo que el Gobierno Cambiemos realizó con el FMI y reafirmó su “apoyo a la agenda de reformas”, porque “esa es la vía a seguir”.
Pero el presidente francés nada dijo sobre la negociación para llegar a un acuerdo entre la UE y el Mercosur, algo que Macri coloca al tope de su agenda. Es que, pese a que a su turno, el anfitrión dijo que ambos bloques están “muchísimo más cerca” de un acuerdo y señaló que “tanto el presidente Macron como yo podamos dar un empuje final para que esto efectivamente se dé”, la cosa sigue verde y por más de un motivo.
La realidad
La insistencia de Macri por lograr ese acuerdo lo pone en una zona débil para negociar. Este año, de gira por Europa, recaló en Paris donde el fundamentalismo aperturista que inspira a su gobierno, chocó de frente con un mundo cerrado a la importación, abierto a la deslocalización y proclive a la externalización.
Un mundo que encuentra en países políticamente débiles, casi exclusivamente una oportunidad para la maximización de la tasa de ganancia del capital financiero.
No era la primera vez. Poco antes, durante la Cumbre de la OMC celebrada en Buenos Aires, se había quedado con las ganas de anunciar el acuerdo entre la UE y el Mercosur que, por otra parte, sería letal para los intereses argentinos.
Pero la decepción de Paris debe haber sido mayor. Como ministro de Francoise Hollande, Macron se había convertido en el ala neoliberal del gobierno socialdemócrata: dos más dos es cuatro, debe haber pensado Macri y, entonces, el acuerdo estaba cerrado.
Pero, aquella vez como ahora, el presidente de Francia dejó claro que el acuerdo podría desestabilizar el sector bovino de su país
Y, asimismo, que no está dispuesto a ponerse de punta con el lobby que especialmente desde su país y Polonia, ejerce el sector que defiende la Política Agrícola Común de la UE, que está plantado firme en puntos clave como mantener las barreras existentes en lo inherente a las carnes rojas, productos agrícolas y el bioetanol.
Pero desde entonces el panorama empeoró. Está claro que quien necesita como el agua -y por motivos políticos- ese acuerdo es el Gobierno Cambiemos y ni siquiera lo oculta por lo que, del otro lado de la mesa, saben que si sigue la amansadora pueden conseguir todavía más.
Y esto no es todo. La cosa estaba mal con Michel Temer, pero con la llegada de Jair Bolsonaro a la Presidencia de Brasil, hay amenazas de un barajar y dar de nuevo en algunos aspectos de la relaciones internacionales de ese país.
Entre los que aparecen pasibles de redefiniciones, está el papel que Brasil va a jugar en el Mercosur ¿Si se puede acordar mano a mano con Bolsonaro, para qué poner a otros jugadores en la misma mesa?
Macron y Macri tienen varias cosas en común. Los dos encabezan en sus respectivos países procesos de transferencia regresiva de riqueza, ajuste y persecución hacia los trabajadores.
Macron dejó Francia envuelta en las jornadas de protestas que protagonizan los chalecos amarillos, que exigen que cese el tarifazo que se perpetra en el precio de combustibles. En esto también se parecen y no sólo en esto: durante esas movilizaciones dos manifestantes fueron asesinados, casi en coincidencia en Argentina balas policiales ultimaban a Rodolfo Orellana y Marcos Soria.
Pero más allá de los factores comunes, queda claro que en esto de las relaciones internacionales el pragmatismo manda y ya no pesa tanto eso de haber “derrotado al populismo”, que como un ancho de espadas, Macri enarboló durante los primeros meses de su mandato.