La pandemia profundizó los problemas económicas del macrismo, pero también generó condiciones que, si se articulan con experiencias pasadas y se otorga protagonismo a los trabajadores, pueden ser un catalizador para la soberanía cultural y tecnológica del país
Algunas de las nuevas condiciones generadas por los efectos de la pandemia en la vida cotidiana de los trabajadores en Argentina amerita reflotar algunas experiencias del pasado, muy exitosas desde diversos puntos de vista, que fueron desarticuladas y combatidas ferozmente por el macrismo cuando gobernó en el país. Nos referimos, por ejemplo, al estímulo de la producción de contenidos digitales, que durante el período 2010-2015 del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner encontró su cauce en el desarrollo de la Televisión Digital Abierta (TDA) y que significó un impulso sin precedentes para la industria cultural local, en la que se generaron puestos de trabajo por millar y contenidos de altísima calidad educativa, cultural e informativa.
La principal demostración de la importancia que estas iniciativas tuvieron para el desarrollo de la soberanía tecnológica y cultural del país radica en los furibundos ataques que recibió, hasta el desmantelamiento, por parte del gobierno de Mauricio Macri. La derecha encargó la tarea a Hernán Lombardi, uno de los personeros más significativos de la debacle neoliberal en Argentina, furtivo perseguidor de trabajadores, tarea que acometió con ganas —pero no sin resistencias— al interior del Sistema Federal de Medios Públicos entre 2015 y 2019.
Significativo de estos ataques, que insistimos fueron resistidos y en parte contrarrestados efectivamente por la organización de los trabajadores nucleados en el Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba) y de ATE Capital, puede seguirse en la censura que Lombardi ordenó sobre los contenidos digitales producidos en 2010-2015. Lombardi cercenó el acceso a más de dos mil horas de contenidos audiovisuales, producidos durante la segunda presidencia de Cristina Fernández y en el marco del impulso a la Televisión Digital Terrestre o Televisión Digital Abierta (TDA). En su momento, la producción de contenidos impulsada por el Estado nacional para la TDA fue una novedad, porque diversificó el espectro de empresas dedicadas a la industria audiovisual y estimuló el desarrollo de contenidos que escapaban a la lógica comercial de la tradicional televisión de aire y cable en Argentina.
Como resultado de esta experiencia, se conformó en 2011 el ahora ex Banco Audiovisual de Contenidos Universales (Bacua), que llegó a tener más de tres mil horas de contenidos, disponibles de forma gratuita en la plataforma de video a demanda del Estado denominada Contenidos Digitales Abiertos (CDA). Sin embargo, a fines del 2016 el Sistema Federal de Medios y Contenidos Públicos, cuyo titular era el inefable Lombardi, decidió cerrar la plataforma CDA y desarticular el Bacua, por lo que la gran mayoría de ese contenido fue censurado. Luego, en 2017 Lombardi desmanteló el área de contenidos de la TDA, echando a casi 200 trabajadores.
Aunque, es verdad, el mérito de connotado censor no corresponde en su totalidad a Lombardi. La persecución también fue acompañada con ímpetu por el exministro de Cultura de la Nación, luego degradado a Secretario, Pablo Avelluto, ghostwriter de Mauricio Macri y público admirador de la fusiladora de 1955. Además de vaciar la parte audiovisual del ministerio, cuyo equipamiento fue robado por la esposa del exministro, según consta en grabaciones de cámaras de seguridad dadas a conocer posteriormente, el escriba de Macri despidió bajo su gestión a más de 500 trabajadores del Ministerio. En la misma sintonía, Lombardí echó en 2018 a 354 trabajadores de la agencia de noticias estatal Telam, muchos de ellos reincorporados después de una extensa lucha que duró dos años.
El derrotero de los trabajadores audiovisuales en el Estado y, más ampliamente, de la cultura en los últimos años permite plantear algunos interrogantes sobre la situación actual. Sin dudas existe en la actualidad una experiencia de producción audiovisual que demostró ser masiva, participativa y de calidad con el impulso del Estado. A su vez, existe también un acervo de lucha, de trabajadores con perspectiva de clase y conscientes de la importancia de la soberanía tecnológica y cultural del país, que es lo que se necesita en tiempos de crisis económica, sanitaria y también, hay que decirlo, moral, todas ellas provocadas por la debacle de la versión neoliberal del capitalismo. Al mismo tiempo, a casi un año de la nueva gestión, todavía es posible constatar por ejemplo que es muy poco lo que se repone de estas producciones en la grilla del sistema de TV Pública, incluso en estos momentos de pandemia donde hay demanda de contenidos y dificultad para producirlos.
Hay condiciones para articular alguna de las nuevas iniciativas, como el Plan Conectar lanzado recientemente por la Secretaría de Innovación Pública de la Jefatura de Gabinete, con las experiencias de producción audiovisual que señalamos más arriba. Uno de los cuatro ejes del Plan Conectar es la “revalorización de la Televisión Digital Abierta” —los otros tres son la construcción satelital, la ampliación de la Red Federal de Fibra Óptica y la puesta en valor del Centro Nacional de Datos—, que sin dudas podría contar con la participación de los trabajadores despedidos durante la gestión de Macri y sus secuaces, sumado a nuevos proyectos desarrollados en este año de pandemia, en el que se aceleró el proceso de digitalización de decenas de actividades. No hay que olvidar que precisamente este nuevo contexto fue el que motivó al gobierno nacional a declarar de interés público a la TV por cable, el acceso a Internet y la telefonía móvil. Es necesario, entonces, traducir en voluntad política la suma de condiciones propicias para reimpulsar un sector de la industria cultural local en la que el Estado es un jugador de relevancia.