Los invitados ya están en Buenos Aires, parece que la mesa está servida ¿pero qué pondrán en los platos? Un foro que languidece y una pelea de fondo que amaga con tener un round en la Reina del Plata.
El primero en llegar a la cita fue el príncipe del inodoro dorado, que el miércoles temprano arribó a Ezeiza y, desde ahí, se fue a la sede diplomática de Arabia Saudí, sobre calles cortadas y en medio de operativos policiales.
Por la noche Gabriela Michetti esperó a Emmanuel Macron y, así, se va completando la grilla de una Cumbre del G-20 desdibujada, tal como lo está este espacio que se potenció como herramienta del capitalismo para ayudar a sortear el capítulo de su crisis, que estalló junto a Lehman Brothers y que va languideciendo, tras haber hecho su aporte a mantener el equilibrio del sistema financiero.
Así las cosas, al parecer sólo puede salvar la ropa de esta Cumbre, la reunión bilateral que mantendrán los presidentes de la República Popular China (RPCh) y EE.UU., Xi Jinping y Donald Trump.
Los mandatarios de las dos principales formaciones estatales, se verán las caras en el contexto de una guerra comercial que tiene poco de comercial y mucho de toma de posiciones, en el marco de la puja abierta por el reordenamiento global y el liderazgo de cara al nuevo orden capitalista mundial.
Es que aunque se hable de aranceles, lo que está puesto en tensión se vincula más a patentes, revolución tecnológica con el desarrollo de inteligencia artificial en primera línea y hegemonía en la toma de posiciones donde -desde hace más de una década- la RPCh responde con firmeza a la hipótesis de conflicto que el Pentágono plantea para el Mar de China y la zona Asia Pacífico en general.
Pero también de cara a la toma de posiciones que Beijín consolidó a partir del África subsahariana y América Latina, basada en su PIB que durante 2017 superó los trece billones de dólares -82,8 billones de reimbimbi-, al sumar los de Hong Kong y Macao.
Una estrategia nada improvisada que llevó a que, en menos de tres décadas, la RPCh sea firme candidata a convertirse en la principal potencia geoestratégica global del siglo 21.
¿Qué quiere decir esto? Una formación estatal con capacidad para intervenir inmediatamente en cualquier parte del planeta, algo que ahora sólo puede hacer EE.UU.
Pero no es esto en lo único que Washington se ve amenazado por la RPCh. El camino hacia la capacidad de convertirse en potencia geoestratégica, se construye desde la consolidación geopolítica y geoeconómica.
En pocas décadas, la RPCh pasó de ser una formación estatal que recibía en su territorio deslocalización industrial y hasta basura desde las formaciones capitalistas centrales, a comprar industrias -el ejemplo de Volvo es elocuente- desarrollar tecnología y avanzar sobre posiciones globales.
Lo que comenzó con la recuperación de posiciones en su zona tradicional de influencia, la cuenca del Mar de China y el sudeste asiático, siguió a pasos acelerados en otras direcciones.
El plan estratégico que se formula en el documento Made in China 2025, que presentó el Consejo de Estado en mayo de 2017, es un instructivo para que -en menos de una década- la República Popular pase de ser el actual “gigante de la fabricación” en “potencia de la fabricación” de productos que superen los estándares de calidad de los europeos y estadounidenses.
Esto es algo que lee correctamente una de las facciones de la puja capitalista global, que es la que llevó a Trump a la Presidencia. Por eso la preocupación del mandatario estadounidense por ponerle candados a la economía mundial en esto que se dio en llamar guerra comercial que -hay que repetirlo- es sólo el síntoma de algo más profundo.
El Estado chino acumula papeles de deuda estadounidense que le meten presión a la Reserva Federal, lo que plantea una situación que -así estiman en Beijín-, en 2030 va a entrar en una zona de difícil retorno, algo que podría arrastrar a los bancos centrales de Gran Bretaña y Japón.
Made in China 2025 se anticipa a esta situación. Se trata de un plan basado en el concepto Industria 4.0 que desarrolló Alemania y propone tres fases de diez años cada una, con el propósito de que al cumplirse el centenario de la fundación de la República Popular, China sea la principal potencia industrial y manufacturera global.
Por eso el Estado destina fondos especiales y está creando incentivos fiscales en diferentes áreas inherentes a nueve objetivos estratégicos vinculados a la mejora de la capacidad de innovación, establecimiento de una marca de alta calidad, promoción de la integración de la informatización y la industrialización; así como la implantación de técnicas productivas que respeten el medio ambiente y una enfática promoción de la investigación y desarrollo en áreas clave.
Trump y su jopo
Pero esto no es lo único que le despeina el jopo a Trump y a la facción que representa. Uno de los puntos del plan que más los preocupa, es aquel que plantea mejorar a escala planetaria la influencia de las empresas chinas. Pero está lejos de ser el único.
La RPCh avanza en la construcción de un bloque comercial con el que espera galvanizar lo que se dio en denominar Nueva Ruta de la Seda o Un cinturón, una Ruta.
Es un ambicioso programa que va a articular el sudeste asiático con Alemania y que involucra una alianza estratégica con Rusia, pero además incluye a sesenta países donde viven siete de cada diez personas del globo.
Y no sólo eso, ya que la zona involucrada posee tres cuartas partes de las reservas energéticas registradas del planeta, por lo que su sinergia podría generar alrededor del sesenta por ciento del PBI global.
Beijín prevé invertir alrededor de 1,4 billones de dólares para este diseño que se destinarán -entre otras cosas- a la construcción de autopistas y vías férreas para unir el Mar de China con Rusia, atravesando el Asia Central para llegar hasta Alemania.
Pero también una red portuaria, entre otros proyectos de infraestructura costera tendientes a articular a la República Popular con el sudeste asiático, el Golfo Pérsico, África y el norte del mar Mediterráneo.
Este plan se propone como objetivo central elevar de forma sustentable la calidad de vida de la población china, algo en lo que se avanzó bastante durante los últimos años, al punto de que este país que ya era potencia en términos de producción, pasó a serlo en lo que hace al mercado interno. Ejemplo de esto son ciudades medias como Shenzhen que poseen un PBI equivalente al de países europeos como Suecia.
Por otra parte, con Alibabá como estandarte, el comercio digital chino multiplica por seis al de EE.UU. y el pago online es cincuenta veces más voluminoso que el de ese país.
Con una tasa de cambio móvil respecto al dólar y capacidad productiva que supera a la de EE.UU., la fase de crecimiento interno pone a la sociedad china en el umbral de convertirse en la que más consuma en el mundo.
La RPCh ya sabe fabricar, desarrolla tecnología de punta y desde un superávit comercial envidiable, adquiere activos en Europa y EE.UU. Por eso Made in China 2025 y, también por eso, Beijín plantea la apertura de mercados y exhibe firmeza a la hora de imponer aranceles. Y transforma superávit comercial en energía que China necesita para seguir generando superávit.
En este marco, lo de la “guerra comercial” pretende esconder -también- la lucha por la supremacía del dólar como moneda de referencia global.
Por eso, tal como hizo Rusia desde que comenzó a recibir el ataque externo sobre el rublo, la RPCh refuerza sus reservas de oro ¿Acaso se estará preparando para crear una divisa respaldada en metálico? Esto es algo que desvela a la Reserva Federal -y todo aquello que representa- y más aún cuando a caballo de la Nueva Ruta de la Seda, cobra fuerza la posibilidad de que pueda jugar esa carta junto con Moscú.
Hasta Mauricio Macri tuvo que aceptar que el reimbimbi no es “papel pintado” como dijo cuando estaba de campaña y, ahora, Argentina lo acepta como activo de reserva. Y no es el único: más de treinta países ya lo hacen.
¿Qué puede pasar si se amplía la internacionalización del reimbimbi como moneda de intercambio y reserva, cabalgando sobre el desarrollo de Un cinturón, una Ruta?
Todo esto despeina a Trump y por eso la bilateral que mantendrá con Xi en Buenos Aires de la que, seguramente, va a salir una declaración de ocasión que dirá mucho menos de lo que ahí se va a hablar.
Pero, fundamentalmente, habla de la irrupción definitiva de un actor global que había quedado rezagado del proceso de acumulación originaria que alumbró al capitalismo como sistema-mundo pero que, a algo más de doscientos años, vuelve para reclamar el lugar que le corresponde como formación estatal, pero además como el sistema civilizatorio más antiguo del planeta.
Y lo hace en un escenario donde la Segunda Crisis de Larga Duración Capitalista, pone -quizás como nunca- en evidencia los límites que tiene el sistema y alumbra una puja entre una facción productivista-imperialista tradicional y otra de tipo financiero que imagina un mundo al que casi le sobran las formaciones estatales.
En este contexto, la RPCh, irrumpe con solidez desde su propuesta de Socialismo de Mercado, proyectándose como formación estatal de economía centralizada -en todos los casos el Estado posee la Acción de Oro- en la que el Partido Comunista tiene un papel estratégico y determinante.
El 27 de noviembre, se afilió al Partido Comunista de China, el cofundador y CEO de Alibabá, empresa que tiene una cotización de mercado de algo así como 400 mil millones de dólares y es una de las diez compañías más valiosas de la tierra. Sin duda un signo de época ¿Qué querrá decir? Difícil saberlo, pero lo que es seguro es que este dato, es un índice de un mundo que se construye en una dirección que aparece como muy diferente a aquella en la que se empeña en meternos el presidente Macri quien en estos días pretende disfrutar de su touch de gloria como anfitrión del G-20.