Ante la Asamblea Legislativa, Mauricio Macri dejó abierto el período legislativo 2019, con un discurso plagado de mentiras en el que sólo propuso -vagamente- un proyecto y reafirmó la línea de su gobierno.
El Presidente Macri, en su discurso al Parlamento, ha obviado la creciente masa de despidos en la industria, el comercio y los servicios, la caída de la economía, la imparable inflación y la pobreza. El discurso hace los deberes con Trump y el FMI, apoya a Guaidó, el presidente trucho del grupo mafioso de Lima, resaltando el rol de Argentina en la región.
Si no fuera tan grave la realidad, del país en general y de los sectores populares en particular, de la inmensa mayoría de nuestro pueblo, se podría calificar de pintoresco al discurso presidencial. Pero es serio, muy serio: la economía real en recesión desmiente los espejitos de colores que vende. No comienzan las clases, los docentes están bajo la línea de pobreza, las pymes no están vivas como aseveró Macri, no toman gente para crecer y exportar a “las góndolas del mundo”, las pymes hacen marchas porque no pueden pagar la luz y el gas, y bajan las persianas. La misma empresa automotriz que visitó hace poco el jefe de estado hoy suspende a mil trabajadores, siguiendo lo que están haciendo todas las automotrices.
Cruz diablo, Macri reconoce que el plan de modificar para siempre a la Argentina, llevaría treinta años para una posible y ansiada mutación social profunda que ampare sus objetivos de largo alcance. Más tiempo pasa y más graves y profundas son las consecuencias del accionar gubernamental. Por eso es vital oponérsele en toda la línea. Mostrar unidad contra el macrismo todos los días y en la ocasión de un 24 de marzo de unidad popular sin fisuras. Trabajemos para eso.
Es claro, en lo electoral, oposición lo más amplia posible, pero hace falta más, mucho más, un paro general de actividades contundente y solidario con las consecuencias del mar de desigualdades en que se sume el pueblo, sería la oportunidad de que los sectores gremiales salgan del letargo cómplice.
Por otra parte, hay memoria y voluntad popular para crear una alternativa, no precisamente una oposición mansa. Esa tarea requiere una cuidadosa discusión programática, organizativa y de lucha ahora, un verdadero andamiaje político, plural, amplio y profundo de los sectores populares.
Para la izquierda, para nosotros los comunistas, es el momento de la organización y la propaganda, para ser más fuertes en el pensar y en el hacer. La lucha de clases y la dominación imperialista están en la palestra.