Sidebar

[Offcanvas] Navegación superior

27
Sáb, Abr
89 New Articles

Política
Typography
  • Smaller Small Medium Big Bigger
  • Default Helvetica Segoe Georgia Times

Después de la motosierra y la licuadora, ahora la Presidencia Milei pasa la aspiradora por los colchones para quedarse con el último dólar. Cifras que provocan terror, cortoplacismo rocambolesco y perplejidad en el sistema de representación política son algunas de las expresiones locales que la crisis del sistema capitalista le asesta a Argentina.

La Presidencia Milei tiene un extraño récord: con sólo dos meses de recorrido, empeoró todos los índices de la macroeconomía pero también los de la economía doméstica y esto incluye a los que estaban bien y a los que estaban mal el 10 de diciembre de 2023. Así lo revela un trabajo publicado la semana pasada por el Centro Estratégico Latinoamericano de Geopolítica que se basa en algunos casos que a modo de referencia citamos a continuación: 

* Ventas pyme: cayeron 28,5 por ciento durante enero de 2024 comparado con idéntico mes de 2023.

* Ventas en farmacias: pese a que comercian productos de consumo inelástico como los medicamentos, se desplomaron un 45,8 por ciento interanual durante el mismo mes.

* Ventas de cemento: en noviembre de 2023 superaba el millón de toneladas y con Milei bajó a 766.837.

* Salario real del sector privado registrado: acumula veinte por ciento de caída en lo que va de la actual gestión que el jueves pasado adelantó que no va a convocar al Consejo del Salario.

* Precio de la nafta súper: pasó de 311 pesos promedio en estaciones de YPF de Ciudad de Buenos Aires a 744 pesos el 14 de febrero.

* Tarifazos: uno de los principales es en el transporte de pasajeros. En la zona Amba, antes de la Era Milei, un salario mínimo alcanzaba para pagar 2757 boletos mínimos y ahora sólo para 578 sin contabilizar los aumentos anunciados para las próximas semanas.

* Inflación acumulada: de acuerdo a los datos del Indec asciende al 51,4 por ciento desde el 10 de diciembre al último día de enero.

* Devaluación: fue del 119 por ciento apenas asumió Javier Milei y continúa desde entonces.

* Tipo de cambio oficial: era de 391 pesos por dólar el último día hábil del gobierno de Alberto Fernández y la semana pasada se cotizaba a más de 880.

* Riesgo país: subió más de sesenta puntos durante el período considerado, ya que pasó de 1909 a 1971.

* Rendimiento de los plazos fijos: se derrumbó casi un veintiséis por ciento, pese a que cuando Milei entró a La Rosada, la tasa de interés superaba a la inflación un 0,9 por ciento lo que servía para fomentar el ahorro en pesos.

Y como para tener un panorama más acabado, vale citar que durante el mismo período, la Presidencia Milei llevó el nivel de pobreza del 44,7 al 57,4 por ciento, tal como da cuenta un trabajo que hizo el Observatorio Social de la Universidad Católica, que explica que en Argentina hay 27 millones de personas que viven en condiciones de pobreza.

Estos son algunos datos que permiten comprender un poco mejor de qué va, esencialmente, lo que está haciendo el actual gobierno y cuál es el rumbo que pretende transitar.

En este punto vale recordar que según los datos que releva el Indec, enero dejó una inflación del 20,6 por ciento, esto es cinco puntos menos que la de diciembre, pero que no deja de ser una barbaridad en un contexto en el que la drástica recesión sumada a la devaluación y la liberación absoluta de los precios, provocan ya una caída alarmante en la demanda de productos básicos.

Y esto en un marco en el que la cosa tiende a empeorar a la luz de los aumentos ya anunciados para este mes en rubros regulados como las tarifas del transporte públicos de pasajeros, los servicios de energía eléctrica y gas, las prepagas de medicina y los combustibles a lo que se debe sumar la de las cuotas y matrícula de colegios de gestión privada y la propia canasta escolar que, conforme lo que sostiene un relevamiento hecho por la consultora Focus Market, creció 250 por ciento respecto de febrero de 2023.

Pero aún en este terrible contexto hay ganadores y esto habla muy claramente del rumbo que lleva la cosa.

Un grupo de empresas en las que se imbrican multinacionales con actores fuertes de la clase capitalista que actúa en el país, pican en punta entre los beneficiados de la Era Milei.

De un trabajo hecho por el Centro de Economía Política Argentina, se desprende que junto con los rubros medicina prepaga y comunicaciones con el grupo Clarín, Movistar y Claro a la cabeza, entre quienes mejor la están pasando aparecen empresas que concentran la fabricación y comercialización de productos que integran la Canasta Básica Alimentaria y la Canasta Básica Total.

Ahí están holdings Arcor, La Serenísima, Bimbo, Celusal, Danone y otros del rubro tocador y limpieza donde se destaca Unilever cuyos balances de los últimos años tuvieron saldo positivo respecto al promedio de inflación, por lo que lo de ahora no es una carrera por “sincerar precios reprimidos”, sino un aprovechamiento de las condiciones que generó la Presidencia Milei, para maximizar hasta límites inmorales sus respectivas tasas de rentabilidad.

En este punto resulta correcto decir “inmorales”, porque lo que están perpetrando es a costa del sufrimiento de trabajadores activos, desocupados y jubilados cuyos salarios persisten planchados desde el 10 de diciembre. Y porque, además, lo hacen desde posiciones cartelizadas y una estrategia de integración vertical y horizontal, que hace que quienes poseen el ochenta por ciento de la industria alimenticia puedan construir una posición dominante desde la que imponen los precios que se les da la gana.

Queda claro, entonces, que lejos se está de una “puja distributiva” que es la lectura que respecto a este fenómeno se suele hacer desde el progresismo. Y que a lo que se asiste no es otra cosa que un capítulo de la lucha de clases.


Cortoplacismo al palo

 

¿Entonces cuál es el plan? “La postura de la política monetaria debería evolucionar para respaldar la demanda de dinero y la desinflación”, dijo públicamente la directora gerente del FMI, Kristalina Georgieva, en coincidencia con la aprobación del último desembolso por 4700 millones de dólares, que corresponden a la refinanciación de la deuda contraída por la Presidencia Macri, que el organismo hizo el 31 de enero pasado.

Con esto reflejó las dudas que el programa que lleva a cabo Milei despierta en el Fondo, cuyo Directorio sólo quiere que el gobierno argentino le garantice condiciones para poder seguir refinanciando deuda ad infinitum.

Pero, al parecer, para llegar a ese mismo lugar, Milei persiste en ir por otro camino que tiene que ver con la baja de la tasa de interés, con el fin de licuar la cantidad de pesos que circulan y así hacer lo propio con los pasivos que tiene el Banco Central.

Y, en simultáneo, frenar la escalada inflacionaria destruyendo la capacidad de compra de los salarios con la expectativa de que cuando nadie pueda acceder a la compra de bienes durables pero tampoco esenciales, las cosas van a bajar y por fin se cumpliría con uno de los mitos fundantes del ideario de Mieli que asevera que “el mercado lo acomoda todo”.

Quizás por eso es que la semana pasada, el presidente volvió a insistir con dos ideas: dijo que el FMI estima que si continúa en este rumbo “podemos abrir el cepo a mitad de año”, pero también que “si nosotros terminamos de limpiar los pasivos remunerados del Banco Central y hacemos la reforma financiera, podemos dolarizar”.

Es evidente que se pudieron elegir otros caminos, si el objetivo hubiera sido avanzar en un plan de estabilización con la expectativa de meter en caja a la inflación que existía el 10 de diciembre, incluso si se lo quería hacer

desde de una perspectiva ajustadora y capitalista. Pero Milei quiere su dolarización, en ese rumbo va y está claro que lo hace acompañado -al menos por ahora- por buena parte de la clase capitalista que actúa en Argentina.

¿Pero de qué va todo esto? Los puntos señalados en el primer segmento de este artículo, dan cuenta de que la dirección política que sale desde La Rosada es avanzar en la construcción de condiciones que permitan llegar a la implementación de un esquema de dolarización, aunque más no sea nominal.


Por eso esta suerte de blitzkrieg tiene dos aspectos clave:


* Recorte directo de la inversión pública: por eso Milei congela salarios del sector público, hace lo mismo con la obra pública, pasa de la Paritaria Nacional Docente, corta el Fonid y otros fondos contemplados en leyes como el compensador del transporte y los destinados a infraestructura, entre otras barbaridades.

* Fomento de la inflación: esto incluye todo lo que pasó desde la megadevaluación del 119 por ciento a lo que, resumiendo, se suman los tarifazos, aumento de los alquileres y desregulaciones de todos los precios de la economía menos el de los salarios que siguen encapsulados. Por eso tarde o temprano, quienes los tengan, deberán recurrir a sus ahorros para enfrentar los compromisos cotidianos, esto es desprenderse de los dólares billete que atesoraron.

* Disminución del nivel de producción: fundamentalmente del que está ligado al mercado interno que acompaña a la retracción de demanda de bienes y servicios.

Esto también tiene por objeto contraer el mercado laboral y achatar los salarios por falta de demanda de mano de obra, al tiempo que facilita la reducción de importaciones que ayuda a la acumulación de dólares.

En esto está una de las claves, ya que al tiempo que busca llegar al déficit cero renegando de tareas fundamentales para cualquier Estado que no pertenezca a una republiqueta bananera, esta ecuación licua salarios y jubilaciones, pero asimismo erosiona los ahorros - fundamentalmente- de los sectores de ingresos medios que suelen estar en el colchón y nominados en dólar billete.

¿Qué puede lograr el gobierno con esta sangría de los trabajadores más empobrecidos y de los sectores medios? Una perspectiva factible puede ser que consiga avanzar hacia una dolarización por lo menos nominal, a partir de la acumulación de una cantidad de dólares muy inferior a los que un esquema de dolarización sólido necesitaría.

Y, sobre todo, sin tener que salir a pasar la gorra por ventanillas en las que, principalmente con sus antecedentes, Luis Caputo sabe que nadie le va a prestar ni un centavo.

Y en este camino no es casual que cuente con el apoyo de la clase capitalista que actúa en el país, porque como ya se vio por un lado la vienen levantando con pala, pero también cada vez pagan menos en concepto de salario.

Así lo revela un reciente informe de la consultora Ecolatina, que da cuenta de que en el arranque de la Presidencia Milei la caída del salario real fue del orden del quince por ciento, lo que retrotrae el escenario a los peores momentos posteriores al estallido de 2001, al tiempo que pone a nuestro país en la peligrosa senda que lo acerca a niveles salariales similares a los que históricamente se pagan en sitios como Chile, Perú o Paraguay.

Esta situación fomenta condiciones para la imposición de la destrucción de la relación que, desde hace más de medio siglo, rige en Argentina entre los universos del trabajo y del capital, lo que facilitaría reformas laborales que habiliten la consolidación del precariado.

De esto va el tan vertiginoso como peligroso sendero con el que la Presidencia Milei busca construir lo que denomina “condiciones de competitividad”, esto es un escenario de relaciones laborales horribles, salarios peores y trabajadores exhaustos por la licuación de sus ahorros, lo que favorecería un proceso de dolarización.

Por eso es que en una reciente charla que sostuvo con La Nación+, Milei celebró esta situación confiscatoria de salarios y ahorros que se viene perpetrando por medio del shock inflacionario que horada bolsillos desde hace dos meses, pero en simultáneo festeja que desde su asunción presidencial el Banco Central compró divisas por 7.196 millones de dólares, aunque lo que no dice es que esta acumulación de reservas internacionales se debió al desaliento de las importaciones que provoca la devaluación y la caída del consumo interno, así como a un cronograma de pagos para las importaciones que se generó para patear los plazos hasta dentro de tres meses. Dios dirá qué va a pasar cuando llegue ese momento.

Lo que está claro es que ni un centavo de esos siete mil millones provino de una estrategia de sustitución de importaciones, tampoco una política que favorezca que haya alguna forma de salto exportador y ni siquiera del aporte de alguna inversión. Esto es, de ningún abordaje que resulte sustentable en el mediano plazo.

Lejos de eso, esta suerte de veranito que celebra Milei, está construido sobre el sufrimiento de los trabajadores y sectores medios y un pustch que tiene su médula en el achique económico.


Universo fortiano


¿Pero le va a alcanzar con esto para acumular suficientes billetes como para lanzar una dolarización? Todo es posible en el universo fortiano en el que Argentina entró el 10 de diciembre de 2023.

Entonces puede que una dolarización de tipo nominal pueda ser la salida elegida para levantar una imagen presidencial que, aunque se encuentra en un rango aceptable, viene experimentando una caída peligrosa para un mandato que apenas está comenzando.

La cosa puede funcionar, al menos por un tiempo, sobre todo en una sociedad en la que buena parte del movimiento económico se hace por medio de billeteras y otros dispositivos virtuales y en la que la propia espiralización inflacionaria desestima el atesoramiento en pesos/billete.

Por eso es que, la semana pasada, Milei se jactó públicamente de que con las actuales reservas “estamos a nada de poder dolarizar”.

Puede ser, pero si a lo que se refiere es apenas a la sustitución del circulante en billetes de los que todo el mundo se desprende en cuanto puede, ya sea comprando fideos o acciones, porque se devalúan aceleradamente.

Pero con lo que tiene el Central ni siquiera se puede comenzar a hablar de un proceso de dolarización serio que alcance para transformar en moneda estadounidense a todos los ahorros existentes en instrumentos como plazos fijos, acciones o bonos.

Esto desnuda el verdadero objetivo de lo que busca el gobierno, al menos por ahora: producir un efecto que lo ayude a ganar tiempo, aunque esto pueda significar quedar sentado sobre un barril de pólvora.

Y esto es así porque llevar a cabo una movida de este tamaño, pondría al Central en una zona de peligro ya que se quedaría con poco o ningún respaldo ante cualquier eventualidad.

Porque si dolarizan en estas condiciones y nominaliza en dólares todos los activos, no resulta insensato pensar que, en algún momento y ante la menor zozobra, sus titulares prefieran cambiar esos instrumentos financieros por los dólares billete que les dijeron estaban disponibles para respaldarlos. Y esto se vuelve muy peligroso en una sociedad en la que la memoria de 2001 todavía está bastante presente.

Y algo más aún si se saliera con la suya y avanzara en este camino ¿qué piensa hacer Milei con los vencimientos de deuda de 2025?

Porque por más que hable de dolarizar, cuando llegue ese momento no va a tener con qué hacer frente, fundamentalmente porque carece de un plan para expandir la economía (lejos de eso sólo la achicó), tampoco hay un plan de inversiones que permita pensar en un shock exportador que por lo menos provoque buenas expectativas, entre otras cosas, porque la mirada que  impuso Milei en lo que va de su Presidencia, aleja a Argentina de la posibilidad de resolver sus principales restricciones estructurales que son la externa, la energética y la logística.

¿Quién y con qué condiciones estaría dispuesto a echarle una mano a un gobierno cuya hoja de ruta es convertir a Argentina en una factoría?

Vale la pena pensarlo sobre todo si la alternativa que suena es sumergir al país en otra ronda de sobreendeudamiento rifando, esta vez sí, las pocas joyas de la abuela que quedan como el patrimonio que, entre otros, representa Vaca Muerta y el litio. Y si encima al frente de Economía están los Caputo Boys, la cosa ya pasa de castaño oscuro.


¿Dolarizar cuando se desdolariza?


¿Será que vale la pena tanto esfuerzo por dolarizar en un escenario planetario en el que avanza una tendencia desdolarizadora?

Hace un año los bancos centrales de Rusia e Irán, comenzaron a transitar un proceso de articulación que permitió que la utilización del rublo y el rial, ya sea superior al sesenta por ciento del comercio entre ambas formaciones estatales.

Esto les permitió gambetear las sanciones que les imponen EE.UU. y Europa, pero que también fue sacando al dólar del comercio bilateral.

Desde entonces, en esta hoja de ruta aparece la perspectiva de establecer una moneda común, digital que esté respaldada por oro y sirva para comerciar sustituyendo al dólar.

Esto tiene lugar, al mismo tiempo que la República Islámica ingresó al Brics+. Y hablar de este espacio es hacerlo la República Popular China que, junto a Rusia, puso en septiembre de 2022 en Samarcanda la piedra basal del acuerdo conocido como Eje del Este que suma a India y otras formaciones estatales del Asia central.

A esto se pueden añadir otras experiencias e intentos como la propuesta de Brasil de crear una moneda común sudamericana que en principio contó con el beneplácito de nuestro país, algo que fue desechado, al igual que la membresía a los Brics+, con la llegada de Milei a La Rosada.

De todos modos queda claro que hay un proceso de desdolarización del comercio internacional que conforme avanza a escala global, va debilitando la hegemonía económica de EE.UU., al tiempo que plantea una mirada vinculada a multipolaridad que postula un nuevo escenario, geopolítico, geoeconómico y geoestratégico.

Con este telón de fondo resulta todavía más absurda la posición de sumisión perruna que la Presidencia Milei exhibe con Washington e Israel y, más aún, el fundamentalismo que plantea la posibilidad de transitar hacia un esquema de dolarización.

Este es un mundo en el que nos quiere meter de prepo y para eso, en apenas dos meses, construyó un escenario en el que el Estado lo único que hizo es desorganizar la vida económica, profundizar los desequilibrios, aumentar la desigualdad y la injusticia que necesariamente provoca el capitalismo.

Entonces aquí vuelve a destruirse otro de los mitos fundantes del capitalismo, que es aquel que argumenta que se trata de un sistema económico que es capaz de autorregularse para recobrar equilibrio cuando una crisis lo conmociona, pero también el que asevera que estas recurrentes crisis son consecuencia de comportamientos inadecuados de los agentes económicos.

Para los neoliberales y fundamentalistas del mercado como Milei, la culpa de todo esto la tiene la intervención del Estado Liberal Burgués o los trabajadores sindicalizados; mientras que los keynesianos dirán que el problema son banqueros y empresarios demasiado codiciosos y embriagados por la liberalización de la industria del crédito que  desde esa mirada- deschavetó al universo de las finanzas.

Pero lejos de estas caracterizaciones y mitos, para explicar la situación que atraviesa Argentina, así como su carácter periódico y recurrente, vale recordar aquello que sostuvo Carlos Marx a partir de la comprensión de que la crisis es un fenómeno que responde a la dinámica propia del capitalismo, ya que surge de las contradicciones inherentes al proceso de acumulación capitalista y se explica por los propios fundamentos del capital. Esto s, está en su ADN.

Mauricio Macri no pudo reelegir y Alberto Fernández ni siquiera logró presentarse para un segundo mandato ¿qué pasará con Milei? Lo cierto es que más allá de sus récords, el vertiginoso frenesí de estos dos meses, hablan de la forma en que se aceleran los tiempos de un sistema capitalista que enrollado en su propia crisis sistémica, corre alocadamente hacia delante.

Pero también lo hace la crisis en la que está envuelto el propio sistema de representación política argentino, que exhibe con claridad buena parte de los límites y el agotamiento de la fase keynesiana del capitalismo, de aquella del Estado Social en el que con reivindicaciones y regulaciones se podía establecer un ciclo de distribuciónde la riqueza y de reparto del trabajo, que permitía volver a acumular para aumentar el poder adquisitivo de los salarios.

Y esto es así porque en la presente etapa de la crisis de larga duración del sistema capitalista, atravesada por la globalización, se plantea como nunca antes un capitalismo mundial en el que no hay lugar para un keynesianismo que por su propia genética no puede ser planetario.

Entonces, una vez roto el mito del pacto social derivado del capitalismo keynesiano, lo que queda expuesto con crudeza es que el capital nunca se va a volver humano y social.

Y, asimismo, que más que nunca resulta preciso evitar repetir automatismos si lo que se quiere es poder advertir con claridad que como pocas veces, el antagonismo entre la clase trabajadora y el capital adopta un carácter epidérmico, porque las luchas se producen a partir de la propia relación de explotación cotidiana que resulta empíricamente constatable en cualquiera de los puntos que resumimos al principio de este artículo.

Por eso, la clave de la hora no pasa por insistir en el intento de aportar a la reconstrucción de alternativas reformistas que pretendan integrar y armonizar a los universos del capital y el trabajo, sino y decididamente por la reorganización de la lucha de clases.