Para la tercera entrega de la sección “Lenin: un siglo, doce voces”, quien toma la palabra es el Dr. Xavier Garaicoa Ortiz, ex Procurador General del Estado del Ecuador y miembro de la Academia de Historia, quien exhibe en esta columna cómo el pensamiento de Vladímir Ilích Uliánov sigue abriendo puertas, en pleno siglo 21, para responder la eterna pregunta: ¿qué hacer?
Por Dr. Xavier Garaicoa Ortiz
“Queremos para nombrarlo palabras sólidas
que resistan en medio de la noche
los nuevos vientos del mundo
palabras hijas de sus palabras
fundadoras
pétreas
inconmovibles
pertrechadoras para la lucha y la fraternidad
para la lucha de la fraternidad”
Roque Dalton
(Un libro rojo para Lenin)
La elección de estas estrofas tomadas de los versos que componen el pórtico -hermosamente cincelado en su sencillez- elaborado por el poeta salvadoreño Roque Dalton para su poema-collage dedicado a Lenin, no es casual. Me parece que ellas sintetizan el tono anhelado que buscamos, para indicar el sentido indeleble presente en este breve ensayo: “a la izquierda del siglo marchamos”, tal como concluía declarando en su himno revolucionario, la elegía heroica de este gran creador y militante centroamericano.
En dicho sentido, y con tal intención, recuperar a Lenin es ir más allá de la imagen congelada y en ocasiones estereotipada, que se encuentra consagrada en muchos de los altares y sitios de veneración erigidos en diversos lugares para tranquilidad del imperialismo, la cual denodadamente combatió a lo largo de su vida, e incluso para el lucro de empresarios turísticos que conducen a paseantes hasta el mausoleo donde reposa su cuerpo, en la Plaza Roja de Moscú.
Educado en las mejores tradiciones democráticas y revolucionarias de la “intelligentsia” rusa decimonónica, así como en el respeto a la cultura tradicional y a la historia indómita del pueblo frente a la dominación y explotación, Vladimir Ilich Ulianov (quien adoptaría bajo las reglas de clandestinidad el seudónimo de Lenin, en referencia al gigantesco e indómito río siberiano Lena) abrazaría tempranamente el marxismo, a instancias de su hermano mayor, Alexander, militante revolucionario de la organización de la Voluntad del Pueblo (NarodnayaVolia), ejecutado por el zarismo tras ser apresado por su participación en un atentado terrorista.
Esta circunstancia trágica produce dos efectos en el joven Volodya (diminutivo ruso de Vladimir): su empeño en dominar por sí mismo las enseñanzas de Marx mediante el estudio sistemático de su obra fundamental, “El Capital”, y el atento análisis de la realidad rusa, así como su compromiso indeclinable de combatir por el derrocamiento del régimen autocrático y despótico del zarismo manteniendo intacta la fidelidad irrestricta con los intereses populares frente al liberalismo seudodemocrático de la burguesía rusa.
Su actividad dentro del embrionario grupo marxista “Emancipación del Trabajo” conformado por Gueorgui Plejanov, lo conduce al destierro en Siberia a donde preparará su primera gran obra científica y revolucionaria: “El Desarrollo del Capitalismo en Rusia” por medio de la cual sustentará el punto de vista consistente en identificar como la tendencia fundamental para la evolución de ese país, a la oposición fundamental que se perfila entre el capital y el trabajo, en el marco de las relaciones mercantiles entrecruzadas con los restos de la servidumbre y el dominio político de la aristocracia y la burocracia opresora del régimen de los Romanov.
El problema de los nexos económicos erigidos construidos a partir de la producción mercantil simple, subordinada a la gran producción y las relaciones capitalistas (que se expresan como subsunción formal), será abordado nuevamente desde el mismo prisma de la salvaguarda de los intereses populares, en dos circunstancias distintas, demostrando que el método revolucionario de abordaje de la problemática no termina en el análisis sincrónico de las categorías abstractas del marxismo, sino que requiere examinarlas en su contradictoriedad viva, actuante.
La primera de esas circunstancias es las que reclama la intervención del nuevo poder soviético, asediado no sólo por la intervención extranjera y por la contrarrevolución de todo pelaje que acecha buscando la restauración de la autocracia, sino simultáneamente para garantizar la reconstrucción del país en ruina por la devastación de la guerra, el saqueo de recursos estatales perpetrado por el gobierno de Kerensky y por el apremio que hacen los aliados de cancelación de los créditos bélicos otorgados al zarismo.
Para ello, se debe desplegar un nuevo tejido de intercambios sectoriales y regionales rigurosamente regulados y supervigilados para evitar la especulación y el simple bandidismo. Al sector estatal soviético se le asigna el papel fundamental con sus centros productivos industriales y con los servicios anexos que giran en torno al mismo. A ese régimen, Lenin lo denominará el del “comunismo de guerra” por cuanto está destinado a soportar el esfuerzo político y militar del nuevo Estado en su lucha por el triunfo del poder de los soviets.
El otro momento, al que nos referimos, es al que se conoce, tras el triunfo militar definitivo del régimen soviético, como el de la Nueva Política Económica, caracterizado por la sustitución de las restricciones y férreos controles estatales sobre las transacciones, por otro de libre negociación en los intercambios individuales, grupales y corporativos en base a un patrón monetario estable que persigue un equilibrio armonizador entre las propiedades de la mercancía destinadas a satisfacer necesidades vitales (valor de uso) y el valor de cambio asignado por el mercado.
Como en todo régimen mercantil (desde su origen en el periodo de la acumulación originaria del capital) subsisten actividades ilícitas, incluido el bandolerismo delincuencial y el tráfico de bienes de procedencia ilícita, pero se adoptan medidas punitivas para reprimir severamente a esos sectores, recuperar los bienes robados y poner límites a la acaparación de la tierra y de los restantes medios de producción para que permanezcan bajo control social en calidad de bienes del pueblo, y de propiedad común, incluidas en esta categoría, territorios protegidos como reservas naturales y espacios silvestres. En este giro se demuestra la visión preservadora de la vida en todas sus manifestaciones (incluida la de la naturaleza y el medio ambiente) y de la dignidad y solidaridad como fundamentos creativos para el proyecto leninista de nueva sociedad.
El nexo epistémico entre el enfoque abstracto de la composición categorial sistémica propio del análisis sobre el predominio del capitalismo en Rusia y este enfoque concreto en torno a la realidad descarnada de la crisis que asola a Rusia tras la catástrofe apocalíptica de la guerra imperialista, se encuentra en el momento en que ésta se desata con las declaraciones de guerra entre los países de la Entente (Alianza franco-británica a la que pliega Rusia) y los imperios centrales (Austria-Hungría y Alemana).
A estas posiciones belicistas e imperialistas, son arrastradas las cúpulas y buena parte de las bancadas parlamentarias de la social democracia europea, incluidos los mencheviques, rusos y Plejánov. En la fracción bolchevique guiada por Lenin, tras el inicial desconcierto, gana la oposición a la guerra imperialista que persigue un nuevo reparto bandidesco de territorios metropolitanos y coloniales.
En su exilio suizo, Lenin estudia dos aspectos: la lógica dialéctica hegeliana de la esencia contradictoria del ser (Libro I de la Ciencia de la Lógica sobre la doctrina del ser, capítulo tercero: la doctrina del ser) de lo cual dejará constancia en sus apuntes de resúmenes y conclusiones (denominados Cuadernos Filosóficos), y, el análisis de la evolución reciente del capitalismo a través de una serie de publicaciones de difusión científica y las reflexiones sobre la guerra del militar prusiano Karl Von Clausewitz.
El resultado se expresará en una pequeña obra que hará historia: El imperialismo, fase superior del capitalismo. Sigamos el trayecto que recorre en sus razonamientos:
- En su obra La Bancarrota de la II Internacional, dedicada a desenmascarar las falacias de los que se habían servido los líderes de la social democracia europea para alinearse en la guerra con sus respectivos gobiernos a título de patriotismo, asevera: “El sofista toma uno de los «argumentos» por separado; pero ya Hegel decía con toda razón que se pueden encontrar «argumentos» absolutamente para todo. La dialéctica exige un análisis completo del fenómeno social concreto en su desarrollo, y que lo exterior y aparente sea reducido a las fuerzas motrices esenciales; al desarrollo de las fuerzas productivas y a la lucha de clases”.
- Frente a la evolución monopólica del capitalismo hacia grandes asociaciones que controlen los mercados y las apreciaciones infundadas de que estas conducen a una paz perpetua, sostiene: “El capital entrelazado a escala internacional hace magníficos negocios con los armamentos y las guerras. Pero deducir de la fusión y el entrelazamiento de los distintos capitales nacionales en un todo único internacional una tendencia económica al desarma equivale a sustituir la agudización real de las contradicciones de clase con piadosas ilusiones pequeñas burguesas en un debilitamiento de sus contradicciones”.
- Desenmascarando los subterfugios de Kautsky para darle un cierto cariz nacional a la guerra y atenuar su evidente carácter imperialista. Lenin da otra lección del enfoque integral del marxismo en torno a la realidad: “En la naturaleza y en la sociedad no existen (resaltado por Lenin) ni pueden existir fenómenos «puros». Así nos enseña precisamente la dialéctica de Marx, la cual señala que el concepto mismo de pureza implica cierta estrechez, cierta unilateralidad del conocimiento humano, que no abarca completamente el objeto en toda su complejidad”.
- La conclusión a la que nos conduce es clara y categórica: “las revoluciones surgen (resaltado por Lenin) de las crisis y de los virajes históricos que han madurado en virtud de leyes objetivas (independientes de la voluntad de los partidos y de las clases), que las masas privadas de organización carecen de una voluntad única, que la lucha contra la potente organización terrorista militar de los Estados Centralizados es una empresa larga y difícil”.
Pero no tan sólo nos legó estas indicaciones metodológicas, sino que en el escaso tiempo de conducción gubernamental cultivó ciertos principios que mantienen su vigencia en la vida política contemporánea, válidas en particular para América Latina. - Nos referimos en primer lugar al problema de la igualdad, tan cara para quienes nos desenvolvemos en una de las zonas más marcadas por la desigualdad en sus distintas manifestaciones lo que sostiene a todas las restantes como es el distinto acceso al poder real sobre nuestra actividad productiva y los productos obtenidos. Las que se aposentan e inciden sobre lo anterior; las diferencias raciales de género y de condición. Por otra parte, aquellas que emergen y se potencian en el transcurso del desarrollo social la del acceso general al conocimiento y a la información, al derecho a una cultural plural y diversificada, entre otros.
Esos derechos no sólo fueron recogidos por Lenin en una Declaración de los derechos del Pueblo trabajador y explotado, sino que se plasmaron en políticas públicas e instituciones que perduran como la participación popular en la gestión social y el control sobre los objetivos, el desempeño y las actuaciones de las autoridades públicas, la educación general gratuita, la seguridad social universal, la igualdad de derechos entre hombres y mujeres en el ámbito laboral y científico, la abolición de toda forma de discrimen y la sanción apara quienes la perpetúen. - El segundo gran aporte legado por Lenin es el del reconocimiento de la diversidad como requisito y componente universal para la igualdad que no la restringe al trato igual, sino que se lo hace extensivo a la equidad en busca de la igualdad material. Nos referimos en primer lugar a los nuevos principios de la plurinacionalidad y la interculturalidad del Estado para cerrar la brecha colonial del racismo y el monismo cultural con el que se mantienen sometidos a los pueblos indígenas. El fundador del PCE Ricardo Paredes en su discurso ante el VI Congreso de la Internacional Comunista (1928) señaló: “Los indios constituyen en algunos países la población predominante en los campos, y sufren mucho más que los obreros blancos y mestizos la explotación de los terratenientes. Por otra parte, los indios, considerados como una raza inferior, son tratados más brutalmente. Todos estos factores determinan, entre los obreros y campesinos indígenas, un gran espíritu de solidaridad y de clase explotada. Asimismo, el indio es un elemento muy revolucionario. Yo creo que este problema de las razas oprimidas debe ser tratado en el programa”.
- El gran logro de la formulación de la igualdad nacional encontró en el legado leninista su consagración en el principio universal jurídico del Derecho a la autodeterminación de los pueblos y nacionalidades. En las condiciones actuales podemos definirlo como tales derechos de la siguiente manera: La interculturalidad es un sistema relacionante de poderíos simbólicos asimétricos en cuyo campo se vinculan entre sí un conjunto modélico de variadas y múltiples percepciones condicionadas por las respectivas identidades sociales, a la par de producciones semióticas provistas de orientaciones distintas y opuestas, aglomerándose dentro de un espacio deliberativo donde libran performativamente una lucha por hegemonizar el sentido a imprimirse en la deriva del sistema. La plurinacionalidad por su parte, es una manera de estructurarse social y políticamente bajo un régimen de carácter plural en razón no sólo a las distintas identidades étnicas básicas, ancestrales o no, sino también considerando las diversas formas civilizatorias que adoptan los ordenamientos territoriales para la convivencia en la sociedad determinada sobre la base de los diferentes vínculos en que estos se sustentan, así como las específicas relaciones de autoridad que los rigen.
Conclusiones
¿Cómo entender hoy a la dialéctica revolucionaria de la sociedad global en medio de los cambios epistemológicos que acompañan a las revoluciones científicas, cognitivas y tecnológicas en curso?
Es indudable que la dialéctica de raíz hegeliana mantiene el calificativo que Lenin hiciese de ella al considerarla “conocimiento vivo (resaltado por Lenin), polifacético (cuyo número de facetas aumenta siempre), de innumerables matices en el modo de abordar la realidad y de aproximarse a ella”. Ese contenido se enriquece con trayectorias de saber hasta hoy menospreciadas y con sus logros sustentables tanto como con nuevos descubrimientos y senderos inexplorados del conocimiento humano, saliendo del encierro en el que se ha visto aherrojado por un cierto cientifismo evolucionista eurocéntrico.
Se evidencia así como una tetraléctica de conectividades y diversidades sistémicas que se entretejen manteniendo su autonomía y separan sus cuencas en un juego de interdeterminaciones y de indefiniciones de curso caótico. No sólo los círculos seriales expresivos del conocimiento al que se refiere Lenin en su resumen sobre Hegel, sino también y sobre todo, los ciclos que se expresan en la realidad natural y social a los que se refiere la Pachasofía andina (saber sobre el movimiento de la vida) o el pensamiento budista y védico en el Asia.
Esta realidad se ha tornado mucho más compleja por la revolución científico-productiva en curso. La aparición y perfeccionamiento de las computadoras y el despliegue de nuevos sectores de la ciencia, así como la difusión masiva de la informática y de la comunicación, conmocionan la conciencia habitual, rutinaria y estable por naturaleza debido a su fuerte arraigamiento en la percepción sensorial, en la intuición y en el razonamiento elemental con los cuales se entremezclan creencias arraigadas de origen arcaico y el fetichismo típico del intercambio de mercancías.
Es fácil comprender que en esa nueva galaxia en gestación, el centro lo pase a ocupar el pensamiento tecnocrático como expresión más elaborada de la visión sobre los objetos mercancías en torno a los que gira la actividad humana enajenada, sin descartar a los restantes niveles inferiores y anteriores.
Podemos enfocar así la diversidad y la contradictoriedad presentes en el mundo globalizado donde prima el capitalismo financiarizado que recorre mercados y somete a sus flujos informáticos a la actividad real, subsumiéndola y sometiéndola a su mandato bajo el férreo puño de alianzas militares agresivas como la Otan o al Comando Sur de los Estados Unidos para el caso de Nuestra América.
Pero las contradicciones que agrietan el predominio del dólar fijado en los precios del mercado petrolero y el poderío militar estadounidense, ponen al orden del día una nueva etapa para la diversidad: el mundo multipolar, la pluralidad existencial y la superación de la enajenación consumista del fetiche mercantil monetario.
El socialismo requiere en las condiciones actuales, formular una bioeconomía científica y sustentable. La concepción tradicional de la economía expresa como su objetivo el dominio sobre la producción, con todas sus fuerzas intervinientes (naturales y sociales), y el de las regularidades presentes en las relaciones sociales que posibilitan la valoración del objeto y su intercambio. Sus leyes giran en torno a esta problemática. Las leyes de la naturaleza, su funcionamiento vivo, sólo son consideradas como regularidades externas cuyo conocimiento particular sirve para convertirlo en capital constante, expresión de trabajo muerto o acumulado.
Si la biosfera es un todo, precisaría ser enfocada en su conocimiento global, en la interconexión de sus sistemas y en la integridad de sus nexos. La entropía como ley de los sistemas biótico y social, sobre la cual advertía Marx cuando decía que el capitalismo actúa agotando las bases de la riqueza que son la naturaleza y el hombre, no puede ser dejada de lado por esta bioeconomía para convertir al desarrollo en sustentable. La naturaleza se venga de la sociedad, proveyéndola de materias que se convierten en letales mercancías como los tóxicos y drogas que afectan al conjunto social. Debemos hacer las paces y recuperar la antigua armonía que consagraba la sociedad natural, el comunismo primitivo.
La iniciativa histórica (el término es de Lenin) que conduce a la eliminación de toda forma de explotación, sometimiento y enajenación, es también el inicio del camino hacia una nueva libertad más plena y total. Por eso el socialismo es liberador. Para la sociedad en su conjunto y para cada uno de quienes la conformamos. Es la concreción del sugestivo llamamiento que el duende precursor Eugenio Espejo colocase en el anverso de sus banderas rojas sobre las cruces de piedra en Quito colonial. Liber esto… Seamos libres, consigamos felicidad y gloria.