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Lenin: un siglo, doce voces
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“Lenin usa una maestría histórica-dialéctica: Al reconocerle a la filosofía que es capaz de cambiar según conocimientos de las causas, según posibilidad y necesidad, según su libertad misma de expresión”, reflexiona Günter Pohl, autor de la trilogía filosófica Von der Ordnung der Welt (Acerca del Orden del Mundo, ver http://www.vdodw.de/), dirigente del Partido Comunista Alemán y creador del bello vitraux que es el que ilustra esta columna.

Hablar de Lenin a cien años de su partida física necesariamente significa repetir frases mil veces dichas,  reproducir ideas económicas como la NEP o simplemente volver a discutir lo discutido durante décadas. Es difícil encontrar aspectos nuevos en las tesis y prácticas de Lenin, aunque siempre vale la pena hacer este intento. El revolucionario marxista ruso combinó con maestría la idea revolucionaria estratégica y la teoría revolucionaria táctica, para obtener el resultado de un actuar dialéctico que llevó al pueblo ruso -y por lo tanto a la humanidad- a la primera revolución socialista en la historia. Aún más difícil que encontrar nuevos aspectos en la obra de Lenin, es llevar a la práctica la revolución hoy en día. ¿Será porque nos hace falta la filosofía? Sin filosofía somos indefensos.

Por lo tanto quizá pueda ayudar echar un vistazo a lo que Lenin contribuyó a la filosofía. Lenin no fue filósofo como tal; la única obra suya que tiene al menos carácter filosófico es “Materialismo y Empiriocriticismo”. Fue publicada en 1909 y, en realidad, es una defensa del marxismo contra los "Machistas". El austríaco Ernst Mach (1838-1916), en la ciencia, fue conocido como el físico que encontró las perturbaciones en el medio originadas por las velocidades superiores a la velocidad del sonido. Y en la filosofía fue un positivista, o sea partidario de la idea de que la metafísica no existe ya que todo lo que percibimos debe ser comprobable científicamente. El positivismo es la “ciencia de los hechos”: sólo trata de lo que hay y lo que podemos tomar por seguro. Si nada más consideramos la controversia entre materialismo e idealismo que acompaña la filosofía desde sus orígenes griegos, y si tomamos en cuenta que los marxistas somos materialistas, podríamos pensar que a la vez los marxistas(-leninistas) somos positivistas. Es que el materialismo parte de la idea de que todo consiste de materia, incluso mente y consciencia, y que por lo cual son secundarios; el idealismo, en cambio, dice que toda realidad se refiere a las ideas de la mente, que todo parte de allí. La pregunta es: ¿El hombre influye en las cosas ó las cosas influyen al hombre? Los idealistas subrayan lo primero, los materialistas lo segundo. Nuestra consciencia, decimos los materialistas, la adquirimos a través de la experiencia, o sea de manera empírica.

El positivismo entonces, se sitúa claramente al lado del materialismo ya que también parte del empirismo; de allí la deducción entendible de que positivismo y marxismo/materialismo estemos en el mismo lado. Sí, en el mismo lado, pero no en el mismo sendero; tan fácil no es. Es que al positivismo le falta la dialéctica, la idea de la evolución. La crítica de Lenin al empiriocriticismo de Mach se puede entender mejor si consideramos que el positivismo se refiere a lo que ha sido comprobado, pero no se refiere a lo que podrá ser comprobado. El positivista posiblemente se ha de defender con la tesis central de su propia lógica: ¿Cómo hablar de lo que no ha sido comprobado? Los materialistas, sin embargo, incluimos lo que anticipamos como tema comprobable en un futuro. En otras palabras: El positivismo avanza en peldaños de escalera. No ve lo que está en el próximo escalón. El marxismo (que, repito, también es materialista como el positivismo) avanza no sólo en peldaños, sino también en la inclinación. Los diferencia la (no) aplicación de la dialéctica; el positivismo en este sentido es “inflexible”, prefiere esperar el próximo peldaño antes de arriesgarse a pronunciarse. Esto lo hace poco ventajoso como método cuando la meta nuestra es reconocer el mundo- y reconocerlo definitivamente es el prerequisito para cambiarlo.

Para decirlo con las palabras de Lenin en aquella obra: “Igual que en todas las áreas de la ciencia, también en la teoría del conocimiento de causas hay que pensar de manera dialéctica; esto es no pensar que nuestros conocimientos sean algo acabado e inalterable, sino investigar sobre cómo el saber resulta de la ignorancia, sobre cómo el saber imperfecto, no exacto puede ser más perfecto y más exacto. “Resumiendo se puede decir que Lenin marcó la diferencia entre los marxistas, defensores del materialismo, y los positivistas, también defensores del materialismo, rescatando la dialéctica dentro del materialismo.

 

Contribuciones

¿Qué contribuyó Lenin a la filosofía más allá de su distanciamiento de los empiriocriticistas? Y de haber algo más, ¿de qué nos sirve hoy? Su legado no tanto consiste en un conjunto de obras con contenido filosófico, sino más bien en su capacidad de diferenciar y de aplicar lo que se puede aprender utilizando la dialéctica. Veamos lo que dijo al respecto de los filósofos mismos en un texto de su artículo “Otra destrucción del socialismo”, publicado en marzo de 1914 en la revista mensual Sowremenny Mir (Elmundo de hoy): “Puesto que los historiadores y los filósofos, a pesar de sus opiniones reaccionarias, han hecho avanzar esta ciencia esclareciendo aún más la cuestión de la lucha de clases, desarrollando el método dialéctico y aplicándolo o empezando a aplicarlo a la vida social: Por tanto, el marxismo, que ha dado una serie de tremendos pasos adelante precisamente por este camino, es el desarrollo más elevado de toda la ciencia histórica y filosófica de Europa”.

Lenin aquí caracteriza a los filósofos, por un lado, como hasta reaccionarios por defender muchos de ellos las sociedades feudales, luego capitalistas, existentes. Por otro lado reconoce sus méritos por haber llevado al marxismo a otro nivel. Si comparamos esta frase con la undécima tesis de Feuerbach de Carlos Marx “Los filósofos sólo han interpretado el mundo de manera diferente, pero lo que importa es cambiarlo”, comprendemos que Lenin quiso rescatar el valor de los filósofos y de la filosofía. No la ve estática, inalterable, sino la ve en el tiempo. Lenin usa aquí una perfecta maestría histórica-dialéctica: Esto es reconocerle a la filosofía que es capaz de cambiar según conocimientos de las causas, según posibilidad y necesidad, según su libertad misma de expresión. Lenin sabe que aquellos filósofos de la Iluminación (y algunos antes de aquella época) hicieron contribuciones revolucionarias en sus respectivas épocas: Comprender este mundo, contribuir a su secularización, en última instancia, quitarle su mito y sustituirlo por la razón. La reconocibilidad y la cambiabilidad del mundo son la base de todo el pensamiento marxista, por lo que Marx pudo conectar sobre todo con estos filósofos y no distanciarse de ellos, como a menudo se malinterpreta su undécima tesis de Feuerbach.

Para nuestros problemas políticos, económicos y sociales una parte de la filosofía puede ser un tesoro grande, si se trata de la parte activa, de aquella parte que no sólo describe el mundo (o peor dice que el mundo no es reconocible) y que ayuda a transformarlo. Esto ha sido el caso de la filosofía de la Iluminación del siglo 18 en Francia. Es por esto que Lenin en “Materialismo y Empiriocriticismo” subraya el papel del filósofo francés Denis Diderot. Diderot fue jefe intelectual del proyecto de la “Enciclopedia” y a la vez cabeza materialista de la resistencia filosófica de la época contra el feudalismo y la Iglesia. Con un instinto seguro, Lenin lo reconoció entre sus colegas idealistas o burgueses.
Así es que la lectura de Lenin puede enriquecernos, y aplicar sus ideas puede liberarnos.

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Se suma a la sección Lenin: Un siglo, doce voces, Federico Nanzer, quien preside el PC de Córdoba y es miembro del Comité Central del Partido Comunista de la Argentina. Y lo hace para reflexionar con una mirada actual, sobre aquel Lenin “implacable, intransigente, que con dureza dio pelea al enemigo de clase”.

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¿Cómo es que se construye un revolucionario? Esta es una de las preguntas que analizando el recorrido político hecho por Lenin, nos ayuda a responder Hernán Randi, quien es director del Cefma, además de ser el responsable nacional de Formación Política del Partido Comunista que lo tiene también como integrante de su Comité Central. Lenin no sólo dedicó su vida a analizar y entender el mundo sino que usó toda su vida a transformarlo, tarea que empezó por su madre patria Rusia.

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Rocco Carbone nació en Cosenza, al sur de Italia y se doctoró en Filosofía por la Universität Zürich en Suiza y también en Letras por la Università degli Studi della Calabria. Este lúcido pensador se ocupa de filosofía de la cultura y filosofía del poder, al tiempo que trabaja en la Universidad Nacional de Quilmes y es investigador del Conicet. Ahora es una de las doce voces que se suman a las páginas de Nuestra Propuesta para ayudarnos a reflexionar sobre Lenin, pero sobre todo acerca de la vigencia de su pensamiento en la Argentina actual.

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