¿Cuál de las múltiples facetas que cincelan su figura, es la más útil para vincular su herencia con los tiempos que corren? Sobre esto reflexiona quien tiene a su cargo la cuarta entrega de “Lenin: un siglo, doce voces”, el editor y periodista Jorge Testero, quien fue director de Nuestra Propuesta y del Complejo Cultural de la Cooperación de Rosario, además de director Editorial del Centro Cultural de la Cooperación e integrante del Consejo de Redacción de las revistas El ABC de la lectura y Sissi.
Por Jorge Testero
…No se ve claro. Apenas la silueta de él
con los ojos fijos en el mar,
un mar que no está pero que él siente y ve;
un mar de inagotables armonías,
de azules definitivamente calmos.
NadiezdaKrupskaya avanza desde las sombras
Y pregunta: Vladimir Illiych,
no querrá usted tomar un vaso de té ?
Marcos Silber.
Octubre (fragmento)
Vladimir Ulianov es una de las personalidades más relevantes del siglo 20, pensador, escritor, estudioso de la historia y de la sociedad, autor de una obra monumental, jefe político de un partido de trabajadores que fue fundamental en la caída de la monarquía con el dominio territorial más extenso de la época, lideró la revolución que cambió el curso de los acontecimientos y fundó el primer Estado socialista de la era moderna.
Infinitas son las facetas que invita el abordaje de su legado y presencia en los estudios qué, en todo el mundo, amigos y enemigos, revolucionarios y reaccionarios le han dedicado durante todo el tiempo transcurrido desde 1917 y le dedican hoy.
Profundidad analítica, capacidad de trabajo, firmeza teórica, tenacidad en el logro del objetivo, gran organizador y lector minucioso de los procesos del capitalismo en el mundo y de la realidad de la Rusia de su tiempo.
Denunció con claridad la etapa imperialista que se afirmaba y convirtió al marxismo de un estudio analítico profundo del capitalismo en una herramienta política para que los trabajadores construyeran un poder propio para su emancipación.
Sólo vivió hasta los cincuenta y cuatro años, sólo lideró la Revolución de Octubre, sólo encabezó y venció en la cruenta guerra civil que la reacción de la derecha rusa y las potencias capitalistas emprendieron contra la joven experiencia. Guerra que fue, en definitiva, la llave maestra de la Revolución. Sólo eso. De todas esas facetas que cincelan su figura, tal vez la más útil para vincular su herencia con los tiempos que corren es su capacidad para ubicarse y desplazarse en el campo de batalla en el que se encarnan las luchas sociales, la lucha de clases: la política.
No escatimó esfuerzos en el interior de su partido en su afán de establecer una línea clara que expresara los intereses obreros y que, a su vez, contuviera la posibilidad de triunfo. Lo hizo aún a costa de quedar en minoría, a veces en soledad.
Fue un maestro en evaluar las relaciones de fuerzas, no para someterse a la circunstancia de la abrumadora diferencia a favor de los poderosos, sino para luchar contra ellas y modificar la ecuación. Gran organizador, agrupó pacientemente a todos los espacios que podían ser aliados circunstanciales y no vaciló en romper esas alianzas cuando el momento lo exigía. Tuvo rivales de alta talla con los que debatió de manera incansable, pero que no dudó en considerarlos socios apelando a su capacidad y talento.
Supo variar sus concepciones teóricas cuando la terca realidad y la tenacidad de un enemigo impiadoso le imponían adecuaciones necesarias. Siempre con firmeza ideológica y lealtad a sus convicciones de fondo.
Así fue constructor del partido Bolchevique desde una pequeña minoría activa hasta la vanguardia de la marea humana que se llevó por delante la híbrida intención de la burguesía de quedarse con los restos del zarismo. De uno de sus principales contendientes hizo un estratega organizador del Ejército Rojo, la fuerza vencedora en la guerra civil y cuyas hazañas hicieron historia a lo largo del siglo.
Cuando la historia no siguió el rumbo que imaginaba optó por consolidar el país de los sóviets para afirmar una base obrera en una lucha que entendía sería larga y sin cuartel. Después, nuestro presente, crecimiento, victoria frente al fascismo, amesetamiento y caída de esa formidable experiencia socialista. Tal vez si su muerte no hubiese sucedido tan temprano las circunstancias serían otras, pero así pasaron las cosas. Son hechos.
Hoy, con la realidad globalizada, el capitalismo desmadrado y el imperialismo amenazante ante la realidad de su pérdida de hegemonía, su memoria mantiene una renovada vigencia y su ejemplo está más vivo que nunca, como base fundamental para la construcción de diques de contención a la andanada reaccionaria y para pensar en la ofensiva necesaria con el fin de frenar la locura destructiva y construir una sociedad que respete a la naturaleza y especialmente cuide y proteja a los humanos.
No para copiar ni repetir lo irrepetible, no para buscar en los intersticios de sus trabajos referencias que puedan ser análogas a cuestiones actuales, sino para aprender de su capacidad de organizar, de sumar fuerzas, de ser plásticos ante la dura realidad sin perder la firmeza en los ideales ni la conciencia de que no hay capitalismo bueno, que la lucha de clases nos enfrenta a un enemigo que no duda en apelar a la crueldad más brutal ante la posibilidad de perder un mínimo de sus privilegios. En esa batalla, a veces clara, muchas veces confusa, hay que desarrollar el arte de la política, como aquel artista.
En la Argentina de hoy la guerra se despliega en todos los frentes. Con un desquiciado a la cabeza, las clases dominantes y el enclave imperial han desatado un vendaval que intenta destruir todo atisbo de derechos sociales y experiencias colectivas. El campo popular, confundido, retrocede; las organizaciones de izquierda, fieles a sus objetivos socialistas deben trabajar para agrupar un frente que aglutine a todos los sectores que son y serán damnificados de este avance feroz.
El capitalismo financiero actual, y esta experiencia mileísta lo expresa desnudo, no soporta la más insignificante reforma que implique alguna concesión al interés popular. A diferencia de la etapa de posguerra mundial, no hay posibilidad que se acepte una participación de una fracción pequeño burguesa en el armado que esta orientación pretende, la izquierda, reservorio del leninismo, debe intentar construir en el marco de las alianzas más amplias, un proyecto emancipador que aúne las mejores tradiciones de lucha de la Argentina y Latinoamérica, con los viejos y los nuevos actores, con las luchas feministas y los pueblos originarios. Con Mariátegui, con el Che, con Fidel.
Como se dijo alguna vez, trabajar para una confluencia con el cristianismo de los pobres, y el nacionalismo revolucionario desde el marxismo consecuente.
He aquí Lenin.