El 26 de julio de 1953, al alistarse para realizar el asalto al Cuartel Moncada, Fidel Castro dijo a sus camaradas: “Podrán vencer dentro de unas horas, o ser vencidos, pero de todas maneras, ¡óiganlo bien, compañeros!, de todas maneras este movimiento triunfará. Si vencen mañana, se hará más pronto lo que aspiró Martí. Si ocurriera lo contrario, el gesto servirá de ejemplo al pueblo de Cuba, a tomar la bandera y seguir adelante”.
Y así fue. La derrota sufrida en el ataque al Moncada resultó la presentación de un movimiento revolucionario que tendría, el 1 de enero de 1959, otro hito fundamental que ha quedado en la historia como uno de los momentos bisagra en la historia de nuestramérica, instalando un faro que iluminó y continua iluminando nuestros procesos emancipatorios.
Fidel tenía muy claro que ese 1 de enero, hace 60 años, con el triunfo del Movimiento 26 de julio, no terminaba nada, sino que se iniciaba la revolución, como manifestó en su discurso ese mismo día en Santiago: “Duro y largo ha sido el camino, pero hemos llegado … [a Santiago de Cuba]… La Revolución empieza ahora, la Revolución no será una tarea fácil, la Revolución será una empresa dura y llena de peligros”.
Y no se equivocaba, a los largo de estos 60 años, la Revolución cubana enfrentó innumerables ataques, amenazas y un bloqueo criminal implementado por el imperialismo estadounidense que sigue vigente.
También enfrentó grandes obstáculos, algunos propios del proceso cubano y otros surgidos tras la caída de la URSS, cuando debió atravesar el denominado “periodo especial”.
En cada uno de estos momentos, sus enemigos declararon la crisis terminal de la revolución con el mismo énfasis con el proclamaron el fin de la historia y de las ideologías tras la caída de la URSS.
Falsos augurios. Seis décadas después, la revolución cubana sigue adelante con su tarea que no es fácil, como decía Fidel, pero que se ha constituido en un ejemplo para los pueblos que no se resignan a que el capitalismo sea la estación de llegada en la historia de la humanidad.
Para esto cuenta con un pueblo comprometido con la revolución, que la entiende, la defiende y la sigue construyendo cotidianamente con organización a través de los Comités de Defensa de la Revolución (CDR), con los debates en las calles, en el propio Partido, llevando adelante una democracia popular, que no se basa solo en el derecho a sufragar como la democracia burguesa representativa, sino que tiene al pueblo como protagonista y ejecutor de un proyecto de sociedad.
Una clara muestra de poder popular que se ha ido asentando con la experiencia, que sigue construyendo la unidad del pueblo cubano y ha elevado la ética revolucionaria al nivel de razón de estado.
Que continúa levantando las banderas de una solidaridad internacionalista basada en el humanismo y en el desprendimiento. En este terreno Cuba nos ha enseñado mucho, entregando no lo que le sobraba, sino muchas veces incluso lo que le faltaba, poniendo los principios por encima de los intereses.
Que sigue sosteniendo la importancia de la formación, que el deber de un político revolucionario es aprender, prepararse para enfrentar los desafíos reconociendo el valor y la fuerza de las ideas siguiendo la tradición martiana.
Que ha impulsado la aspiración a la justicia para todos como visión de una sociedad socialista, entendiendo justicia no solo como equidad en la distribución económica sino en la distribución del acceso a la cultura.
Que sostiene el humanismo filosófico del marxismo, el humanismo proletario como planteaba Aníbal Ponce, entendiendo a la revolución como en acto de amor.
Que sostiene el antiimperialismo como núcleo ideológico de la revolución latinoamericana.
Estos valores que continúan guiando la revolución cubana fueron representados cabalmente por Fidel Castro a lo largo de su vida. En línea con el pensamiento de Mariátegui en su postulado de revolución como creación heroica, se nutrió de las experiencias de la Revolución Rusa, la China, de las luchas de liberación nacional cubana contra el imperio español creando una nueva metodología de conquista del poder para la primera revolución realizada en Occidente.
Sosteniendo una voluntad de profundización del proceso revolucionario que lo llevó a avanzar pese a las dificultades en lugar de retroceder ante los ataques, defendiendo el carácter socialista de la revolución, cultivando sistemáticamente la relación entre socialismo, revolución y patriotismo cubano como fuerza ideológica principal de la revolución.
Por eso, la definición de revolución dada por Fidel Castro, el marxista leninista más importante de la segunda mitad del siglo XX y principios del siglo XXI, es la que define en gran medida estos 60 años de la revolución cubana, nuestra revolución:
“Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas; es ser tratado y tratar a los demás como seres humanos; es emanciparnos por nosotros mismos y con nuestros propios esfuerzos; es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera del ámbito social y nacional; es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; es modestia, desinterés, altruismo, solidaridad y heroísmo; es luchar con audacia, inteligencia y realismo; es no mentir jamás ni violar principios éticos; es convicción profunda de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplastar la fuerza de la verdad y las ideas. Revolución es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo”.
Continuando tras 60 años con el legado de Fidel y Raúl Castro, Vilma Espín, Ernesto Che Guevara, Melba Hernández, Camilo Cienfuegos, Haydee Santamaría y tantos y tantas que hicieron la revolución, el pueblo cubano, Que te ha ido haciendo y que tú has ido haciendo, como dice Roberto Fernández Retamar, sigue de pie, sigue defendiendo y construyendo nuestra revolución.