El canciller de Alemania va a estar el lunes y el martes en nuestro país para hablar con Alberto Fernández sobre una agenda económica pero también política. Su gira incluye Chile y Brasil.
La pandemia dejó al desnudo la crudeza de la Segunda Crisis de Larga Duración del Sistema Capitalista, que durante los años previos venía dado señales claras como el estallido de la burbuja bursátil que provocó la degradación del capital material/productivo en beneficio del financiero y el crecimiento obsceno de la deuda pública como mecanismo que cercena soberanía a formaciones estatales, en especial, del capitalismo periférico.
Con la pandemia y después, el capital financiero concentrado transnacional siguió ganando, tras lo que se sumaron problemas de transporte de mercancías y logística que presionaron sobre los precios. El combo se completó con la situación en Donbass que es la excusa perfecta para que el capitalismo haga lo que mejor le sale: fabricar escasez.
Por eso es que a nadie debería sorprender que el momento actual de la crisis, exhiba una suba inusitada del precio de los alimentos e insumos elementales para su producción, pero también de los combustibles y el encarecimiento del crédito y el financiamiento más ajustado con una tendencia hacia el aumento de las tasas de interés de las principales economías capitalistas que adelantan el advenimiento de un escenario recesivo en un contexto en el que, además, falta liquidez.
Pero en cada crisis hay una oportunidad, al menos así lo entiende un sistema que por su carácter criminógeno, no tiene escrúpulos a la hora de intentar dar vuelta la página, echarle la culpa a factores externos, como la pandemia y la guerra en el Donbass, e intentar sacar provecho generando condiciones para una nueva ronda de maximización de la tasa de rentabilidad de lo más concentrado de la clase capitalista.
En este contexto no resulta difícil imaginar por qué desde las principales formaciones estatales, la clase capitalista mira con interés qué es lo que está pasando en América Latina, donde la falta de liquidez y las dificultades para acceder al crédito contrastan con la rica potencialidad que buena parte de la región posee a la hora de producir alimentos y energía.
Y este telón de fondo puede ayudar a decodificar en qué clave leer la visita que el canciller alemán, Olaf Scholz, va a realizar el lunes y martes venideros a Buenos Aires, en el marco de una gira que también lo va a llevar a Brasil yChile.
Dentro de los integrantes de la UE, Alemania es el principal socio comercial que tiene Argentina, con un comercio bilateral que durante 2021 superó los 3.300 millones de dólares, cifra que Buenos Aires aspira a incrementar con más exportaciones locales -algo posible porque ambas economías son bastante complementarias- en los sectores manufacturero, los agronegocios, infraestructura, energía e hidrocarburos. En estas áreas es donde la inversión de origen alemán en Argentina tiene una presencia fuerte.
El viaje de Scholz acabó de hilvanarse cuando hace ocho meses, el secretario de Relaciones Exteriores de Alemania, TobiasLindner, estuvo en nuestro país en el contexto de lo previsto en la agenda de cooperación bilateraldel Foro Futuroque incluye iniciativas conjuntas en cuestiones como la industria 4.0, economía digital y la transición energética a partir del desarrollo de energías renovables como el hidrógeno verde. Esta agenda permite advertir la presencia de sectores de la economía en los que el gobierno tiene interés particular con la aspiración de mejorar el actual intercambio comercial con Alemania que se basa, sobre todo, en rubros que tienen valor agregado.
Pero esta hoja de ruta también contacta con el Pacto Verde que se propuso la UE de cara a 2030 y las premuras que se impuso con las sanciones adoptadas contra Rusia. Y, asimismo, lo hace con la iniciativa de desarrollo más sólida que en lo que va del siglo presentó la clase capitalista que actúa en Argentina y que, con ciertos zigzagueos, intenta liderar el espacio político que integra el presidente Alberto Fernández.
Se trata del diseñode un acuerdo policlasita que se plasme en la idea de un Estado capaz de articular armónicamente a los universos del trabajo y el capital, que pueda sustentar una matriz exportadora basada -fundamentalmente- en la agroindustria, las explotaciones hidrocarburífera y minera, así como la electromovilidad.
Pero para que algo así permita romper la tendencia hacia la reprimarización de la economía y construir valor agregado que pueda generar empleo de calidad y acabar con la restricción externa, se precisa un nivel de inversión que el Estado argentino no puede afrontar y que, por sus propias características, la clase capitalista que actúa en el país es sumamente refractaria a suministrar.
En este contexto global acceder al crédito es complicado y, más aún, para una formación estatal como Argentina que arrastra la deuda usuraria contraía por Mauricio Macri. Esto condiciona bastante la capacidad de maniobra de un gobierno que después de tener que lidiar con la pandemia y la renegociaciónde una deuda impagable con el FMI y el Club de Paris, se ve urgido de exhibir resultados en un año de elecciones presidenciales en las que una derecha de peligrosos rasgos fascistas va por todo.
Y todo en medio de un tironeo geopolítico, geoestratégico y geoeconómico que ubica a Argentina y su región, en el ojo del huracán de la puja que se da entre la UE, EE.UU. y la República Popular China (RPCh) en torno a un esquema de negocios que incluye entre otras cosas al de la electromovilidad, es decir el litio, el complejo minero-hidrocarburífero con Vaca Muerta a la cabeza y el de la energía hidroeléctrica.
Hay que recordar que junto a Bolivia y Chile, Argentina posee una de las mayores reservas mundiales de litio, pero también que tiene desarrollo relativo de su industriaautomotriz y metalmecánica, así como un importante desarrollo de su sistema nacional de ciencia y tecnología. Y que produce el insumo estratégico para la confección de baterías que es el carbonato de sodio. Todo esto permite imaginar que con una articulación adecuada, los tres países pueden avanzar hacia una integración que haga realidad, por ejemplo, la constitución de una empresa estatal común para la producción e industrialización del litio. Porque queda claro que no es lo mismo fabricar baterías que convertirse en un almacén de venta de materias primas.
Pero también vale colocar en ese ojo del huracán al proyecto de construcción de corredor bioceánico, que pretende unir el litoral atlántico de Brasil con el Pacífico y su puerto de aguas profundas de mayor calado, El Callao, pasando por Bolivia, Argentina y Chile. Estos datos ayudan a comprender el porqué de los pustch que la derecha protagoniza en estos días en Brasil, Bolivia y Perú.
Esta iniciativa no es la única de la RPCh en región, en la que entre otras, se destaca la construcción de dos represas hidroeléctricas en la provincia de Santa Cruz que junto a Vaca Muerta (donde también hay presencia de empresas chinas), pueden cambiar la ecuación energética del país. Este esquema tiene nombre propio: Nueva Ruta de la Seda y Brics que es un espacio para el que Argentina ya solicitó su membresía.
Una semana antes de la llegada de Scholz, en Buenos Aires, la Celac volvió a recibir a Brasil después de que Jair Bolsonaro retirara a su país de este espacio reúne a las formaciones estatales del continente, con Cuba y sin EE.UU.
También una semana antes, Scholz acabó cediendo a la presión de Washington y accedido a que Alemania suministre tanques Leopard 2 al régimen de Kiev con lo que, por primera vez desde 1945, Berlin se va a involucrar abiertamente en una guerra, algo que Rusia interpreta como “una participación directa en el conflicto en Ucrania”, tal como lo refirió el portavoz de la Presidencia rusa, DmitriPeskov.
Así las cosas, mientras la situación en Donbass amenaza con desmadrarse más aún, se expone a sí misma como una excusa pero también como un claro ejemplo para explicar de qué va la actual fase de la Segunda Crisis de Larga Duración que atraviesa el sistema capitalista que, entre otras cosas, plantea algún tipo de reordenamiento global. Y esto también puede ayudar a comprender qué viene a hacer el cancillerScholz a Argentina, Brasil y Chile.