Una gira que augura buenas noticias para la macro y la necesidad de hincar el cuchillo a hueso en la micro. Ahora le dicen “shock hexógeno”, pero se quejan, la juntan a paladas y sueñan con tener su segundo tiempo.
La gira presidencial que acabó el viernes cumplió con dos de los objetivos básicos que se planteó, ya que logró apoyos calificados para la postergación del vencimiento que el jueves próximo Argentina tiene con el Club de Paris y también para la renegociación de la deuda con el FMI en dos aspectos clave: plazos y sobretasa.
Encarrilar la deuda con el Fondo, es central para comprender buena parte de lo que el ejecutivo pretende para cimentar su agenda de gobierno, que tiene su médula en la recuperación del tejido industrial y el mercado interno. Para eso precisa acceso al mercado internacional de crédito a tasas razonables, posibilidad que reventó el Gobierno Cambiemos y que podría volver a habilitarse tras un acuerdo con el FMI.
En este punto hay que recordar que lo que se discute es, básicamente, deuda contraída por la Presidencia Macri, consistente en dólares que no ingresaron al país para construir herramientas productivas que hubieran permitido amortizarla. Lejos de eso, fue utilizada para garantizar respaldo financiero, para que integrantes del tándem de poder que gobernaba pudieran fugar divisas tras obtener una suculenta maximización de la tasa de rentabilidad en un plazo extremadamente corto.
Esto que quedó exhibido en el informe que confeccionó el Banco Central acerca de lo ocurrido entre diciembre de 2015 y el mismo mes de 2019, que concluye que la toma de deuda externa fue seguida por una “caudalosa fuga de capitales concentrada en unos pocos actores económicos” (Ver ¿Y dónde están los dólares?).
Aquella maniobra que galvanizó el mecanismo de toma de una deuda ilegal e ilegítima, tiene como responsables directos a Mauricio Macri y buena parte del staff que lo acompañó en La Rosada y todavía sigue impune.
Ahora se espera que el Club de Paris prorrogue por sesenta días el vencimiento por 2.400 millones de dólares que tiene Argentina para este jueves. Esto también sería una buena señal de que la cosa con el FMI marcha bien, algo que adelantó su titular, Kristalina Georgieva, quien tras reunirse con Alberto Fernández, calificó al encuentro como “muy positivo” y añadió que el objetivo del Fondo es “ayudar a la Argentina a construir un futuro económico próspero para todos”.
En este punto vale recalcar que, junto a la renegociación de los plazos de vencimientos de intereses y capital, el gobierno pide que el FMI elimine la sobretasa que se debe pagar porque, entre otras cosas, Macri endeudó por una suma superior a la que se podía hacerlo Argentina, de acuerdo a los estatutos de la organización.
Como se ve, sigue saliendo muy cara la cena plagada de sonrisas con la que Macri, Awada, Caputo y Dujovne sellaron su enamoramiento con Chistirne Lagarde.
Pero el mejor indicio de que puede haber buena sintonía con el pedido de Fernández en la próxima reunión del Directorio del FMI, es la reacción que tuvo la cotización de los bonos del Estado argentino en moneda extranjera, que registraron una suba fuerte de hasta cuatro por ciento, lo que redujo el riesgo país en 31 unidades.
La delegación argentina encontró el apoyo abierto que fue a buscar, de parte de los responsables políticos cuatro de las formaciones estatales que reúnen algo así como el diez por ciento de los votos del Directorio del FMI. Si Angela Merkel le da el visto bueno en la teleconferencia que tiene pautada con Fernández para estos días, podría saltar al veinticuatro por ciento de esa mesa en la que, de todos modos, la acción dorada la tienen los representantes de EE.UU.
Y aquí es donde, en este asunto de los gestos diplomáticos, hay que mirar el “muy constructivo”, con el que John Kerry calificó el encuentro entre Fernández y Georgieva.
El ex secretario de Estado anda por Roma como enviado presidencial especial de EE.UU. para el Clima, donde participó en un encuentro organizado por el Vaticano con Georgieva y ministros de Economía de varios países, entre ellos Martín Guzmán.
Se trata de un personaje clave en el establishment del Partido Demócrata, hombre de confianza de Joe Biden y, como el presidente estadounidense, católico apostólico romano. Kerry y Francisco fueron dos piezas medulares para el descongelamiento de la relación entre EE.UU. y Cuba que llevó al reestablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambos países.
El tiempo dirá hasta dónde ese tándem pudo influir favorablemente para que se cumpla el objetivo del gobierno argentino en lo que hace a la deuda y, sobre todo, para que los directores de EE.UU. contribuyan a que haya fumata blanca.
Y, en este sentido, también vale citar la postura pública que tuvieron los presidentes Emmanuel Macron y Mario
Draghi. El francés fue ministro de Economía de Francoise Holland y se formó en la Banca Rothschild, mientras que en su currículum, Draghi exhibe haber sido titular del Banco Central Europeo, precisamente cuando esa entidad torció su política ortodoxa para comprar títulos de deuda, algo que fue clave para el “Milagro Portugués”.
También la República Popular China se suma a este rompecabezas de apoyos que La Rosada pretende confeccionar. Lo hizo por medio del presidente de la Asamblea Popular Nacional, Li Zhanshu, quien el viernes en teleconferencia con su par argentino, Sergio Massa, recalcó que su país apoya las negociaciones con el FMI “porque esto contribuye a la estabilidad económica y financiera de Argentina”.
Lo que se juega es el vencimiento de más de 4.600 millones de dólares que el país tiene con el Fondo para el segundo semestre de este año y los 2.400 millones del Club de Paris que, con un guiño del FMI, se postergarían dos meses.
El punto es sencillo, todo este paquete es impagable en las actuales condiciones (Ver La piedra de Sísifo), por eso es que junto a las prórrogas correspondientes, lo que se negocia es que queden sin efecto las sobretasas y punitorios que, hay que volver a repetirlo, se deberían pagar por lo irresponsable de la forma y el monto de deuda que tomó Macri en connivencia con el FMI. Pero también con la anuencia de los votos que aportaron los directores de Donald Trump, en una maniobra que buscó favorecer las condiciones para que Macri sea reelegido.
Desacomodado
Pero lo que parece irse acomodando de cara a “los mercados”, sigue bastante desarreglado cuando se trata del mercadito, sobre todo el de las barriadas más empobrecidas.
Durante la segunda semana de mayo, los precios de los alimentos subieron 0,4 por ciento, lo que exhibe una leve desaceleración de aquellos de los productos que componen la canasta básica alimentaria, respecto a la semana anterior, de acuerdo al informe de la consultora LCG.
Esta es la cifra más baja en cuatro meses, aunque ya establece un arrastre del dos por ciento para este mes. Otra vez panificados y carnes con los rubros donde hubo más suba.
Vale recordar que la semana pasada el Indec dio a conocer su relevamiento correspondiente a abril, que señala que ese mes hubo una suba promedio de 4,1 por ciento. Esta variación tuvo lugar ya sin los factores estacionales que afectan al trimestre inicial y se focalizó, sobre todo, en textiles y alimentos.
Lo cierto es que, a este ritmo, la inflación pone contra las cuerdas cualquier posibilidad de recuperación salarial, al tiempo que aleja la realidad de las metas fijadas en el Presupuesto. Esto quiere decir que puede comenzar a traspasar una línea roja que afecte la microeconomía, pero también las previsiones macroeconómicas.
La fórmula de moda es “shock hexógeno”, que no es otra cosa que una forma de decir que un tándem de actores muy concentrados y cartelizados que monopolizan la cadena de producción de alimentos, quieren cobrar aquí el pan, la leche o los churrascos al mismo precio que lo que se paga en Paris. Y que tienen la capacidad de lobby suficiente para plantarse en esta “puja distributiva” que no es otra cosa que un nuevo capítulo de la lucha de clases (Ver Puja distributiva ¿quién se come la torta?).
Con los actuales precios internacionales todos los exportadores de alimentos/comodities, están afectados por este shock hexógeno y esto se refleja en la tasa de inflación que registran. Pero la diferencia que pone peor las cosas para Argentina, es que la inercia inflacionaria que trae nuestro país es superior a la de cualquiera del resto. Y, encima, en una economía en la que los que ganan mucho, quieren hacerlo en dólares pero pagan salarios en pesos.
Así las cosas, por ahora La Rosada sigue apostando a la persuasión del universo del capital, por medio de espacios como los consejos sectoriales y el Consejo Económico Social. Y en esto hay un sentido político fundamentado en la idea de un acuerdo policlasista que inspira al FdeT, pero también hay una mirada pragmática, ya que los dólares que ingresan a partir de la liquidación de una cosecha que sigue siendo extraordinaria, son esenciales para morigerar la inversión social que requiere una coyuntura compleja como la que plantea la pandemia.
¿Pero cuánto tiempo más se puede resistir con las constantes demarcaciones a las que se somete a los productos de la canasta básica?
Hay un escenario de tranquilidad cambiaria y recomposición de reservas a lo que se suman datos positivos que hablan de cierta reactivación de sectores clave de la industria manufacturera. También una reducción del gasto público real de alredor del doce por ciento durante el primer trimestre del año.
Pero al parecer, mientras el Estado hace los deberes, los empresarios miran para otro lado ¿Puede el gobierno echar mano a ajustar herramientas como las retenciones como para desacoplar los precios internacionales de los alimentos de aquellos locales? ¿Se puede intervenir más sobre la evasión que rodea buena parte del comercio exterior? ¿Es posible poner en funcionamiento la Ley de Abastecimiento y sacarle punta al lápiz a la hora de establecer cupos de exportación?
Por ahora el ejecutivo sigue mostrando cartas, pero sin jugarlas y le pone fichas al ajuste de los controles de precios y la implementación de herramientas como la Ley de Góndolas que entra en vigencia esta semana, al tiempo que aguza la mirada sobre las cadenas de comercialización como un paso para intentar desarmar algunas posiciones dominantes de sectores que sienten verdadera pasión a la hora de darle a la maquinita remarcadota.
Pero mientras La Rosada sigue apostando a dialogar con sectores del universo del capital a los que subvenciona directa e indirectamente, redobla el esfuerzo estatal dirigido a sectores que incluso con esa ayuda tienen dificultad para parar la olla. Y hace guiños hacia la economía popular que deberían pasar de la propuesta al acto (Ver Se viene la pospandemia ¿y si vamos por otro tipo de normalidad?).
De caballeros y lobbys
Mientras tanto la Unión Industrial Argentina (UIA), entra en la recta final del proceso de renovación de cargos, en el que su actual vicepresidente, Daniel Funes de Rioja, aparece como el principal candidato a suceder en la conducción a Miguel Acevedo.
El Caballero del Lobby, como lo apodan en el Círculo Rojo, tiene aceitados canales de comunicación con el Gobierno y como titular de la Coordinadora de Industrias Alimenticias, es uno de los principales actores de la cuestión que más preocupa hoy a La Rosada.
¿Cómo puede jugar todo esto? Habrá que esperar para ver cómo se posiciona al frente de una entidad que, por ahora, en Balcarce 50 siguen colocando en el casillero de los amigos.
Funes de Rioja tiene posturas públicas claras a favor de modificaciones regresivas en las relaciones laborales y también es crítico de lo la UIA suela llamar “carga tributaria”.
Pero la cosa es que, al tiempo que se quejan, las principales empresas alimenticias siguen ganando y mucho, tal como lo exhiben sus balances de 2020, así como los del primer trimestre de este año.
Tal es el caso de Arcor, cuyas ventas subieron en lo que va de 2021 y durante trimestre inicial de este año se alzo con una ganancia neta de 3.857 millones de pesos. Tampoco le fue mal a Molinos Ríos de la Plata que, al igual que Arcor, decidió distribuir entre sus accionistas alrededor de 2.400 millones de pesos de ganancias de 2020. La reinversión “te la debo”, el esfuerzo también.
Queda claro que estas posiciones forman parte del glosario del universo del capital que, incluso cuando acepta dialogar, es para decir casi siempre lo mismo. Y esto no es exclusivo de Argentina.
La semana pasada en la Embajada de Argentina ante Francia, Fernández presidió un encuentro con representantes de multinacionales de primera línea que tienen sus cabeceras en aquel país.
Entre otros participaron representantes de Total, Akuo Energy, Dassault, Eramet, Total Eren, Louis Dreyfus Company, Lazard y Danone. Ahí se habló sobre la posibilidad de atraer inversiones, pero también se escuchó la letanía por la libre disponibilidad de divisas, más desregulaciones cambiarias y menos controles de precios y regulaciones impositivas.
Comprender de qué va todo esto puede resultar clave a la hora de pensar los escenarios posibles para el día después del arreglo (el mejor que se pueda) con el FMI y, también, para cuando la pandemia comience a ser cosa del pasado.
Es que la magnitud del problema y de los que lo provocan es tal que la solución se vincula –en buena parte- a la capacidad de acumulación política y social que se construya, para oponer a un bloque que ve a la pandemia y su salida, como un momento propicio para ganar todavía más posiciones.
Porque antes de la pandemia el capitalismo ya estaba tocado y ahora pretende que el universo del trabajo sea quien pague la crisis que se profundizó durante el último año. Lo que pasa ahora mismo en Colombia es claro ejemplo de esto y también de que, en todos los casos, la receta que la clase capitalista tiene para seguir corriendo hacia delante es cada vez más criminógena.
De esto van las voces de estrellas massmediáticas que durante los últimos tiempos, en Argentina, se alzan para reclamar “formatear la democracia de un modo autoritario” y de aquellos que prometen su Segundo Tiempo.