Como si fuera un Déjà vu, ayer se presentó la propuesta de reestructuración de la deuda argentina con acreedores privados. Las caras cambian, pero el ciclo es el mismo.
Tres años de gracia, 62 por ciento de reducción de intereses y 5,4 de quita de capital es lo sustancial de la oferta de canje que el ejecutivo presentó ayer, para los acreedores de deuda que está bajo legislación extranjera.
Aunque nominalmente es menos de lo que el anuncio señala, la idea plantea también la extensión del plazo de vencimiento de bonos, al tiempo que irá acompañada de un diseño similar que se le presentará al FMI.
Vale citar que este organismo, de la mano de Kristalina Georgieva, hizo públicas reiteradas expresiones que pueden interpretarse como un aval a la postura Argentina respecto a acreedores involucrados en el anuncio de ayer. Claro que su posición cambia cuando de lo que se habla es de la deuda que el país tiene con el Fondo.
Así las cosas, la propuesta de reestructuración que se va a hacer efectiva mañana ante la Comisión de Bolsa y Valores de EE.UU. (SEC por su sigla en inglés), alcanza a 21 tipos de bonos de los que 17 de los cuales fueron emitidos en dólares, euros y francos bajo legislación extranjera durante el Gobierno Cambiemos.
Se trata de 66.238 millones de dólares de los cuales 41.548 millones, corresponden a la emisión que se hizo durante la Presidencia Macri.
La presentación que se hizo ayer tuvo dos datos destacables. La presencia de Alberto Fernández flanqueado por la vicepresidenta y el jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, merece una lectura política que habla de muchas cosas, pero fundamentalmente, de una coyuntura difícil que afecta transversalmente. Y no sólo por la pandemia.
En esa misma línea se inscribe la presencia material y virtual de los gobernadores, oficialistas y opositores. Todos comprenden que en esta negociación va buena parte de la posibilidad que tienen de surfear, con relativo éxito, sobre un mar que ya estaba embravecido y complicó con la irrupción del Covid-19.
Ahí se juntaron los que durante los últimos años emitieron deuda en dólares, aquellos que ven como las economías regionales de las que dependen caen en picada y los que, como el jujeño Gerardo Morales, pasaron un primer mandato sin sobresaltos gracias a los fondos con que los privilegió quien entonces ocupaba La Rosada.
El otro dato es la alusión a la dureza de la contraparte en esta negociación. Esto fue recalcado por el ministro Martín Guzmán y el propio Presidente.
En este punto vale recordar que la presentación se hizo sin que mediara un acuerdo con los bonistas, pero también que Argentina es el primer Estado que avanza en este sentido, en un año en el que todo hace esperar que otros sigan el mismo camino.
¿Avivados?
Más de 310 mil millones de duda pública es la acumulada entre organismos multilaterales y acreedores privados. Buena parte del segmento de bonos que el ejecutivo espera reestructurar, está en manos de fondos mutuos como AllianZe, templeton, Franklin Resources, Blackrock y Fidelity, entre otros. Entre todos completan una cartera de alrededor de 25 mil millones de dólares.
Estos fondos representan lo peor del capital financiero transnacional y ni siquiera tienen la legitimidad institucional del FMI, pero saben que disponen de tiempo, por lo que pueden esperar y presionar para desestabilizar a cualquier gobierno que se les plante.
Frente a esto, la presentación que se hizo ayer es heterodoxa y ambiciosa, ya que propone salir del corsé de la deuda sin extremar el ajuste.
De esta manera, el ejecutivo quiere hacer un corte al ciclo de endeudamiento. Y quiere hacerlo en este punto.
¿Pero será posible? Aquí vale reflexionar sobre el carácter sistémico que para la actual etapa de la Crisis de Larga Duración Capitalista, tiene el proceso de sobrendeudamiento que es clave en el diseño económico-político inherente a la actual fase de su crisis.
Para que quede más claro: mientras Alberto Fernández o cualquier otro presidente tiene que arreglárselas para administrar un Estado, las personas concretas que conforman estos fondos, sólo tienen que esperar, pero también especular y presionar.
Apenas asumió como presidente, Mauricio Macri, adoptó medidas que necesariamente conducían a que Argentina volviera al ciclo de sobrendeudamiento.
Y lo hizo a caballo del escenario favorable que dejó el interregno que lo precedió, caracterizado por un momento de estabilización política y reanudación del ciclo de acumulación, a partir de una moderada distribución del excedente que se volcaba al mercado interno.
Hay una policausalidad en la génesis de la Presidencia Macri, que en sólo cuatro años llevó al país al terrible escenario que ahora obliga a plantear esta reestructuración de deuda.
Pero está claro que ese proceso se fue galvanizando a partir de un movimiento de masas, con capacidad de presión, respuesta y movilización, que creció exponencial e identitariamente desde los cacerolazos de la 125.
Para ello, contó –entre otras cosas- con el apoyo logístico y financiero de fondos buitre acreedores privados de deuda.
Como se ve, todo en economía es político y habrá que estar muy despiertos para que esta vez los resultados no sean los mismos.
Y esto debe ser así porque, más allá de los factores locales y aquellos propios de la coyuntura, en esto de la cronicidad del ciclo de endeudamiento, intervienen otros todavía más complejos.
Porque la crisis lejos está de ser consecuencia de financistas avivados que se aprovechan de la ultra liberalización de la que goza la industria del crédito a costillas de la economía real y productiva.
La crisis, como lo explicó oportunamente Carlos Marx, responde a la dinámica propia del capitalismo, ya que surge de las contradicciones del propio proceso de acumulación capitalista.
Esto resulta porque en la actual etapa de su desarrollo, el capitalismo está encorsetado por límites que lleva en su propio ADN, entre los que se destaca aquel que le plantea la propia lógica de acumulación del capital.
Por eso corre hacia adelante con la extrema financierización, que lleva a fabricar dinero antes que capital y tiene como uno de sus principales productos a la deuda y, por lo tanto, al ciclo de eterno sobrendeudamiento.