El autor de esta columna, Roberto Deibe, dio sus primeros pasos como periodista en la edición de papel del semanario Nuestra Propuesta tras lo que su vida laboral lo llevó a la República Bolivariana de Venezuela a continuar con la labor. En la actualidad se desempeña como profesor de historia e investigador del Centro Cultural de la Cooperación "Floreal Gorini" y está trabajando en la realización de su tesis de licenciatura en la Universidad Nacional de Tres de Febrero.
Las revoluciones son como el café:
han de hacerse con agua hirviendo.
José Martí
El 9 de diciembre de 1824 se libró una batalla en la pampa de Ayacucho, Perú, que marcó un punto crucial en la lucha por la independencia de América Latina. Este evento no sólo selló el fin del dominio español en la región, sino que también simbolizó el triunfo de las fuerzas insurgentes y sentó las bases para la consolidación de la soberanía de los países sudamericanos.
Lucha revolucionaria que comenzaron hombres y mujeres a lo largo y ancho del continente desde la llegada de los europeos. Proceso histórico que se caracteriza por la participación popular en diferentes etapas como también en diferentes modalidades, pero siempre en contra de un sistema de explotación desigual e injusto. Desde los pueblos originarios hasta aquellos patriotas del siglo XIX pasaron múltiples acontecimientos como también diferentes formas de dominación colonial europeo. Sin embargo desde 1492 sobresalió la esencia del sistema naciente capitalista: la acumulación de riquezas a costa del ser humano y la naturaleza.
¿Qué pasó hace doscientos años?
Luego del encuentro entre los libertadores José de San Martín y Simón Bolívar, en la ciudad de Guayaquil en 1822, la situación en Sudamérica no fue fácil para los patriotas. A pesar de lograr importantes victorias en el terreno militar tanto en el norte como en el sur del subcontinente, la oligarquía local no ahorraba gestos de tibieza frente a los españoles. Ellos buscaban seguir, de algún modo, siendo el sector dominante pero las cosas ya no serán iguales.
El Libertador Bolívar llegó a Lima el 2 de septiembre de 1823. Fue luego de que el general San Martín renunciara a su cargo de Protector del Perú, en medio de una disputa interna que dificulta su proyecto emancipatorio.
Sin embargo, el venezolano salió en campaña hacia el norte dejando en Lima a Torre Tagle como presidente, quién pronto lo traicionó sumándose a los realistas. El ejército colonial reconquista, tanto Lima como El Callao, en febrero de 1824 provocando una situación caótica en Perú.
Luego de atravesar serios problemas de salud, Bolívar junto a un ejército integrado por colombianos traídos por Antonio José de Sucre, junto a peruanos y argentinos aún leales, van a alcanzar una victoria en Junín el 6 de agosto de 1824. El 7 de diciembre de ese año Bolívar entró nuevamente a una Lima liberada y, dos días después, Sucre obtiene el triunfo en la pampa de Ayacucho sobre los doce mil hombres de los ejércitos del Virrey español José de la Serna, marcando la derrota definitiva del colonialismo español en el continente americano.
Como lo define Néstor Kohan, la batalla de Ayacucho fue “un combate internacionalista” cuya victoria “termina de realizar la liberación anticolonial”. En el campo quedaron 1.800 realistas muertos y setecientos heridos. Del lado patriota son 310 los muertos y seiscientos heridos. El Libertador Bolívar en su proclama a los soldados victoriosos dice: “La buena causa, la causa de los derechos del hombre, ha ganado con vuestras armas su terrible contienda contra los opresores; contemplad, pues, el bien que habéis hecho a la humanidad con vuestros heroicos sacrificios”.
Cabe mencionar que la lucha independentista no culminó allí en el sur peruano. El Congreso de Panamá, reunido entre junio y julio de 1826 con representantes de México, Centroamérica, Colombia y Perú, se propuso liberar tanto a Cuba como Puerto Rico, rechazar los intentos de la Europa monárquica de reconquistar las colonias americanas como también enfrentar las amenazas ya visibles del expansionismo norteamericano bajo la entonces Doctrina Monroe, proyecto de dominación de América que quedó sellado en la frase “América para los americanos” (claro está que refiere a los norteamericanos).
Debates alrededor de Ayacucho
Sin embargo este acontecimiento pareciera no tener la importancia suficiente para ser mencionado o estudiado en las escuelas o en los libros de best seller en la Argentina. Alguien pensará que es porque está fuera de la llamada historia “nacional”, que es historia del Perú. Aquello tiene una explicación posible al considerar la vieja historia liberal que buscó considerar a la Argentina como una “excepcionalidad” en el devenir histórico de la región. Desde Bartolomé Mitre hasta ciertos actuales académicos dinosaurios, buscan atacar la visión latinoamericanista y popular al omitir la batalla bicentenaria o cualquier vestigio de unidad continental. Argumentan que aquella visión es política, como si su posición no lo fuera.
La historia liberal del siglo XX va a tener sus pregoneros que buscaron instalar la idea de la “excepcionalidad argentina”, como también justificar cada acción anti popular a través de elementos del pasado. Luego de hacer festejos por el centenario de la Revolución de Mayo, buscaron legitimar el orden establecido aún bajo gobierno radical como la instauración del “día de la raza” para recordar el 12 de octubre de 1492, bajo la presidencia de Hipólito Yrigoyen.
La batalla de Ayacucho va a ser la excusa para que el gran escritor, Leopoldo Lugones, brinde un discurso en 1924 donde menciona la tristemente célebre frase “llegó la hora de las espadas”. La esencia del pensamiento lugoniano, como también de otros intelectuales liberales, va a ser utilizada para legitimar el primer golpe de Estado en 1930.
En los últimos tiempos ha resurgido nuevamente la idea de hispanidad en el marco del debate sobre el rol de Nuestra América en el actual sistema capitalista. Desde España siempre existió la corriente nacionalista nostálgica del imperio que supo conquistar y colonizar el continente desde 1492. Dicha línea de pensamiento plantea que el imperio británico es el mal fundacional de la llamada “leyenda negra” que recae sobre el sistema colonial español. Sin embargo, en el presente no sólo aparece la idea colonizadora en grupos de extrema derecha como VOX, sino también desde una supuesta izquierda europea que levanta la bandera hispanoamericana para cuestionar todo vestigio de reflexión y praxis originalmente latinoamericanista.
Además cabe destacar que esto se replica en grupos intelectuales de Nuestra América que sostienen que “nada por lo que pedir perdón”, frase que lleva por título un libro del historiador argentino Marcelo Gullo, que recibe elogios por parte de ciertos intelectuales españoles como Santiago Armesilla, quién levanta la bandera de la hispanidad desde un extraño juego con el marxismo y cierto sesgo antibritánico. Consideran que el continente se encuentra en una situación de pobreza, porque rompió la “unidad institucional” que había logrado el imperio español, ruptura alcanzada gracias al interés británico.
Aquella visión colonialista considera que los pueblos de Nuestra América no tuvieron interés propio y menos ideas revolucionarias. Una visión que se contrapone al pensamiento del educador Simón Rodríguez: “o inventamos o erramos”. Lema que podemos encontrar en cada hombre y mujer que lucharon por la revolución de independencia americana. Los pueblos tienen memoria y cuando las luchas por una vida mejor se profundizan, es cuando emergen aquellos hombres y mujeres del pasado como antecedentes.
En el bicentenario de la llamada Revolución de Mayo (2010), cientos de miles nos sentimos parte de la Patria como lo demostramos en los festejos en la avenida 9 de Julio, pero también en cada evento cultural como la proyección de la película Belgrano en plena Plaza de Mayo. Luego vino el bicentenario de la independencia (2016), bajo el gobierno de Macri, en dónde el presidente expresó una muestra de cariño al rey español diciendo que los patriotas sintieron “angustia” al independizarse. Un intento de quitar todo barniz de popular a nuestra historia. Sin embargo la memoria popular no se mancha, parafraseando a Diego Maradona.
Ayacucho, fase emancipadora de la revolución
Desde una perspectiva revolucionaria, la batalla de Ayacucho puede ser interpretada como el resultado de una serie de contradicciones sociales, económicas y políticas que culminaron en aquel enfrentamiento armado. La colonización española había establecido un sistema de dominación basado en la explotación de recursos naturales y mano de obra indígena, creando desigualdades profundas que llevaron a la resistencia y a la búsqueda de autonomía por parte de las poblaciones locales. También hay que recordar la presencia de hombres y mujeres de África esclavizados bajo condiciones inhumanas.
Las figuras de Bolívar y Antonio José de Sucre fueron fundamentales para la batalla que este año conmemoramos su bicentenario, sin embargo, detrás de ellos se encontraba un vasto movimiento popular compuesto por indígenas, mestizos, esclavos liberados y campesinos, cuyas demandas de justicia social y libertad configuraron el telón de fondo de la lucha independentista.
Es por eso que Ayacucho no sólo representa la independencia política de las naciones latinoamericanas, sino también un proceso revolucionario que buscó la eliminación de las estructuras socioeconómicas y culturales impuestas por el dominio colonial.
Los desafíos de la independencia de Nuestra América continúan y perduran hasta nuestros días. Vale relacionarlo con los procesos liderados por los gobiernos latinoamericanos en el presente siglo, que buscaron la integración alcanzando su punto cúlmine con la conformación de la Unasur y la Celac.
En conclusión, al conmemorar el bicentenario de la Batalla de Ayacucho, es imperativo reconocer su significado no sólo como un evento histórico crucial, sino como un hito de la revolución emancipadora que llevó adelante las luchas populares por la soberanía en América Latina.
Este evento resuena en el presente como un llamado a la unidad regional y a la autodeterminación, reafirmando la idea de una segunda y definitiva independencia que trasciende lo político para abarcar lo social, lo económico y lo cultural. Es un llamado que nos legaron los comandantes Fidel Castro y Hugo Chávez en este siglo XXI. Recuperar las experiencias históricas para retomar las banderas de la integración nuestramericana desde abajo. Ayacucho debe ser una de las banderas en este presente.