Comienza la reactivación, pero sigue la inflación. El Coloquio que tiene la Idea fija. Se abrió una Caja de Pandora y reveló algunas pistas, que permiten advertir dónde está el verdadero costo argentino. Una historia de mitos, sentido común y verdades mucho más prosaicas de cómo se las intenta presentar.
El fin de semana largo está dejando un saldo de 4.250.000 personas que pasea por diferentes puntos turísticos del país. La síntesis, según la Confederación Argentina de la Mediana Empresa (Came) señala una ocupación hotelera total en Bariloche, de un noventa por ciento en Iguazú, ochenta en Mar del Plata y 51 en la Ciudad de Buenos Aires, algo que celebra esta corporación empresaria y también el Gobierno que lo exhibe como un índice de que la reactivación ya comenzó, lo que abre esperanzas en que se produzca un pronto “cambio de humor social”.
La cifra dada por Came incluye exclusivamente turismo local, ya que hasta fin de mes y en el marco de los cuidados que impone la pandemia, todavía hay restricciones para el ingreso de extranjeros al país. Y también da cuenta de que los dos puntos donde más camas se ocuparon, están alejados de los grandes conglomerados urbanos, por lo que son destinos caros.
Queda claro que es importante que casi el diez por ciento de los argentinos haya aprovechado para echarse unas mini-vacaciones, pero también que del otro lado de la moneda, siguen estando los alrededor de 19 millones de personas empobrecidas, así como los casi cinco millones que fueron empujados a la indigencia.
Los datos son oficiales, los proporciona el Indec que el próximo jueves va a dar a conocer el Índice de Precios al Consumidor (IPC), que de acuerdo a las principales consultoras que cada mes hacen sus propios relevamientos, va a andar rondando el tres por ciento.
Esto es mucho para una economía en la que el precio de las tarifas de servicios sigue casi congelado y, además, implica una suba de 0,5 respecto al registrado en agosto, al tiempo que coloca a la inflación en 32,3 por ciento para los primeros ocho meses del año y 51,4 si se la mide interanualmente.
Las mismas fuentes adelantan que en esto incidieron subas estacionales como en la relacionada al turismo, así como otras como las registradas en los rubros medicina prepaga y educación. Pero fundamentalmente, tal como viene ocurriendo desde hace meses, el principal motor de la inflación volvió a ser la suba en los precios de alimentos y bebidas.
Con este telón de fondo, desde La Rosada se vienen apurando decisiones tendientes a reducir la brecha creciente entre precios y salarios. Pero está claro que sin contención de precios, cualquier retoque salarial se va a quedar corto y, más aún, si se tiene en cuenta que casi cuatro de cada diez trabajadores se ve obligado a desempeñarse en un contexto de informalidad laboral.
Por eso a nadie pudo sorprender que el fin de semana se anunciara que Roberto Feletti va a reemplazar a Paula Español al frente de la Secretaría de Comercio Interior de la Nación. Es que a la hora de explicar por el qué de la fuga de votos de las Paso, todos coinciden en que la principal clave estuvo en las góndolas, por lo que en La Rosada confían en que Feletti tiene más peso específico y representa más fielmente el esquema de gobierno con el que confían poder capear las Parlamentarias y avanzar hacia la segunda mitad del mandato de Alberto Fernández.
De todos modos, aunque es evidente que los resultados de la gestión que encabezó Español son bastante escasos, sobre todo, cuando se evalúa la eficacia de las tácticas empleadas para controlar precios, hay que reconocer que su tarea se enmarco dentro de la mirada general de una coalición de Gobierno donde prevalece la idea de que es posible construir una “capitalismo bueno” a partir de una articulación virtuosa entre los universos del trabajo y el capital (Ver ¡Es por abajo!).
Mientras tanto los que están del otro lado de la maquina para remarcar precios, tienen su cita anual esta semana en la 57° edición del Coloquio del Instituto para el Desarrollo Empresarial de la Argentina (Idea), en el que bajo la modalidad semi presencial, se espera que participen alrededor de seiscientos empresarios, que van abonar ochenta mil pesos si son socios y 130 mil si no lo son.
“Logremos una Argentina sostenible”, es la consigna de este año en el que las propuestas son las mismas que -como letanía- vienen repitiendo en cada edición.
La “preocupación” por la “escasa llegada de inversiones” y el “excesivo costo argentino”, son alguno de los tópicos que se espera exponer ante invitados de diferente pelaje como los ministros Martín Guzmán y Matías Kulfas, el gobernador Axel Kicillof, Horacio Rodríguez Larreta, Diego Santilli, Florencio Randazzo y Cynthia Hotton.
“Necesitamos generar un shock de trabajo y empleo para que el crecimiento sea genuino e inclusivo, que esté relacionado con la generación de valor y que sea sostenible”, recalcó la titular del Coloquio Paula Altavilla, durante la conferencia de prensa de presentación del encuentro y destacó que se va a hablar acerca de “la mejor forma de creación de trabajo” y las “reglas claras para asegurar la confianza para las inversiones”.
Queda claro que las reformas laboral y fiscal de tipo regresivo, se presentan como un factor común del Coloquio que este año siente reforzada su capacidad de lobby, a la luz de las Paso donde el bloque de representación política que se impuso, lo hizo postulando su intención de avanzar en la misma dirección que reclama Idea.
Buenos muchachos
¿Pero de qué hablan los muchachos de Idea cuando se refieren a generar condiciones para la inversión? ¿De qué va eso del costo argentino? ¿Qué es eso de la inversión y las reglas claras?
Una de las claves está en el intento por pulverizar el sistema indemnizatorio previsto en el artículo 245 de la Ley de Contrato de Trabajo y en el artículo 14bis de la Constitución Nacional, que encarna un proyecto presentado en el Senado por Martín Louteau que, con el aval de Rodríguez Larreta, emprolijó un poco otro que desde esa misma alianza había sido elevado en la Cámara Baja.
En el espíritu de esta iniciativa que recoge viejos reclamos de los sectores del universo del capital que esta semana se darán cita en el Coloquio de Idea, está la mirada de que el salario y los derechos laborales consagrados en la Constitución, significan un “costo excesivo” y son una suerte de atavismo que es preciso erradicar para “generar condiciones para la inversión”.
El paradigma de esta mirada es la imposición del precariado como forma vincular entre los universos del trabajo y el capital, una formalización que la única “regla clara” que establece es la de garantizar la maximización de tasa de rentabilidad para el universo del capital, a un costo y riego casi equivalente a cero.
¿Pero será verdad que con este sacrificio por parte del universo del trabajo se propician condiciones para que -aunque sea a la larga- haya inversión que pueda derramar bienestar sobre el conjunto de la sociedad?
Durante 2017 el Sindicato de Petróleo y Gas Privado de Río Negro, Neuquén y La Pampa, aceptó modificaciones que flexibilizaron su Convenio, con la promesa de que esto garantizaría trabajo a partir del desarrollo de Vaca Muerta. Pero esa flexibilización, no logró proteger a los trabajadores de los vaivenes que desde entonces sufrió la industria petrolera.
Esas modificaciones tienen un correlato en el Proyecto de Ley de Hidrocarburos (Ver Crecer, pero desde el pie) que, básicamente, permite que las remesas de utilidades derivadas de las inversiones que se hagan en el área, se vayan como rata por tirante hacia las casas matrices. Por lo que cabe cuestionar si vale la pena este tipo de inversión.
Entonces va quedando claro que, más allá de los mitos que a fuerza de machacar se pretenden imponer en el sentido común como una suerte de verdades reveladas, existen intenciones mucho más prosaicas en todo esto.
Es que tal como quedó expuesto la semana pasada cuando se hicieron públicas algunas revelaciones de los Papeles de Pandora, Argentina se ubica en el podio de las formaciones estatales desde donde -vía fraude fiscal- se drena riqueza hacia cloacas fiscales.
Es evidente que no son los trabajadores quienes están en capacidad de perpetrar este tipo de maniobras, pero también que es imposible que con un constante drenaje de este tipo un país pueda sostener una economía productiva sana y medianamente estable, aún dentro de los límites que establece el Estado Liberal Burgués.
¿Será entonces que el salario y derechos elementales como aquel que asiste a la estabilidad laboral, son los factores que encarecen el “costo argentino”? ¿O será acaso que el problema está en una clase capitalista que ante cualquier problema pide -y recibe- ayuda del Estado, exige y logra que se le cobren gravámenes ridículos y, encima es especialista en evadirlos?
Etiquetado y lobby
Por otro lado se espera que al promediar la semana, vuelva a sesionar la Cámara de Diputados para tratar el Proyecto de Etiquetado Frontal, que la semana pasada naufragó junto a los de Asistencia Integral para Personas en Situación de Calle y el Régimen Previsional para Trabajadores Vitivinícolas, cuando el interbloque de Juntos por el Cambio, decidió no sentarse en sus bancas.
El contexto que tuvo esta situación es, al menos, llamativo. Es que dos días antes de la cita en Diputados, la Cámara de Comercio de EE.UU. en Argentina (AmCham Argentina), salió con los tapones de punta contra el proyecto que según advirtió pretende imponer “un modelo punitivo, que provoca temor e incongruencias”, al tiempo que “demoniza alimentos” y “un castigo para sus comercializadores”.
Todo esto por una iniciativa que propone que los envoltorios que contienen alimentos tengan una etiqueta, visible, clara y estandarizada, que señale qué es lo que contienen esos productos.
Así las cosas e independientemente del éxito que pueda tener la convocatoria a sesionar para esta semana, lo que vuelve a quedar en evidencia es que los legisladores del Interbloque tienen claro quiénes son sus patrones. Pero también la capacidad de lobby que posee la industria alimenticia que mediante estrategias de integración vertical, tiene un contundente nivel de concentración.
Casi el ochenta por ciento de todo lo que incluye la canasta básica está producido cuatro conglomerados empresariales que utilizan a las góndolas como un coto de caza reservado para este tándem que especula, fundamentalmente, con las carencias del cuarenta por ciento de personas que fueron empujadas a la pobreza.
Lo que no quieren es que la autoridad estatal meta la nariz en ese territorio, hasta ahora infranqueable, en el que hacen y deshacen a piacere, aunque paradójicamente, son los mismos que aceptan de buena gana la intervención estatal cuando subsidia salarios de sus empleados vía ATP o cuando lo hace con la adquisición de los productos que fabrican y venden, mediante herramientas como la tarjeta Alimentar.
Lo más peligroso de todo esto, es que aparece como naturalizado -al menos- por algo así como cuatro de cada diez argentinos que es, a fin de cuentas, lo que el bloque que encabeza Cambiemos, logró consolidar en las últimas tres elecciones.
Y es en esa estructura de pensamiento, en la que se vuelve moralmente aceptable este fenómeno de cartelización que por una extraña alquimia se desvincula de cualquier responsabilidad con la inflación, así como de la evasión impositiva y la fuga de divisas. Por lo que, lejos de recibir una sanción ética por este tipo de prácticas, las prácticas en sí, se convierten en una especie de modelo aspiracional.
Porque más allá de la sobriedad de Larreta, el desparpajo criminógeno de Macri y el peinado transgresor de Milei, esta nueva mirada que ahora mismo está construyendo lo más concentrado de la clase capitalista, apunta a una reestructuración del propio universo del capital y las relaciones que establece, desde una dimensión económica y organizativa, que por lo tanto es política.
Básicamente, esto tiene que ver con dónde coloca en este esquema al universo del trabajo devenido de proletariado a precariado, en función de las adecuaciones que impone el actual capítulo de la propia crisis del sistema capitalista, que trae aparejada la inviabilidad del Estado de Bienestar y, fundamentalmente, del pacto social que lo alumbró.
De esto va esta nueva vuelta de rosca de la derecha que a caballo de una épica del individualismo extremo, le impone condiciones al conservadurismo tradicional, al tiempo que propone un horizonte político en momentos en que al reformismo y a la derecha tradicional les cuesta hacerlo.
Porque lo que se vuelve cada vez más evidente, es que las contradicciones inherentes al propio capital, lo llevaron a un momento de su crisis sistémica en el que aparece inviable, o al menos muy difícil, la irrupción de un interregno sostenible de estabilización política asociada a una reanudación del ciclo de acumulación.
Entonces, en este escenario de zozobras ¿es posible la construcción de un horizonte político que interpele a la sociedad desde una mirada no capitalista, capaz de romper con esta suerte de abulia social que naturaliza el empobrecimiento de millones de personas y aquella de carácter político que se acota a debatir cuál sería la mejor manera de contenerlo?
Porque, entre otras cosas, la profundización de la desigualdad que galvaniza la pobreza y los mecanismos que fomentan la concentración de la riqueza, son índices de un momento de decadencia terminal de las dinámicas de acumulación de aquel capitalismo clásico que prometía producir bienes y servicios de forma cada vez más eficiente, barata y de mejor calidad. Y, en este contexto, se vuelve cada vez más depredatorio en todo sentido.
Porque cualquiera que se pare frente a la góndola del súper, puede advertir que es mentira eso de que la autorregulación del sistema económico es capaz de traer equilibrio -más aún- en un escenario de conmoción como el actual, pero también que es ilusoria la postura neokeynesiana que confía en que van a poder someter al universo de las finanzas y la especulación a una lógica de economía productiva.
Entonces, es preciso construir formas que permitan reorganizar la vida social, la producción y la distribución de bienes para cubrir las necesidades –fundamentalmente- de las personas a las que las formas capitalistas les niegan esa posibilidad. Y para hacerlo, es necesario avanzar, en la escala de lo posible, en formas no capitalistas.
Y en esto el mutualismo cooperativo entre los oprimidos y agredidos por el sistema, presenta la posibilidad de actuar sobre las esferas de la producción y circulación, por un carril diferente al de cadena de valorización del capital. Pero también a partir de reglas diferentes que permitan que la realización no sea la mercantilización, que expongan una postura abiertamente antagónica con la naturalización del capitalismo lo que impone -en épocas de precariado- una reproletarización que plantee un horizonte de construcción capaz de viabilizar un rumbo de transformación de sus condiciones materiales de existencia desde sí misma y para sí misma.
Esto es una mirada antagonista que pueda interpelar y canalizar el descontento, porque ahora más que nunca, sigue vigente aquello de que “la emancipación de la clase obrera, debe ser obra de los obreros mismos”.